Los terroristas del JNIM se han avenido a firmar un alto el fuego temporal durante las conversaciones, pero piden la salida de las tropas francesas y de Naciones Unidas

La rama de Al-Qaeda en el Sahel, lista para las negociaciones con el Gobierno de Mali

AFP/SIA KAMBOU - Ibrahim Boubacar Keïta, presidente de Mali e impulsor del diálogo nacional inclusivo

A lo largo de la última década, Mali ha sido uno de los escenarios más inestables del mundo desde el punto de vista de la seguridad. No obstante, puede haber una oportunidad para que el panorama mejore, al menos, parcialmente. El Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (JNIM, por sus siglas en árabe), uno de los principales grupos terroristas que operan en la región, ha accedido a sentarse en la mesa de negociación propuesta por el Gobierno de Mali.

En una comunicación lanzada a través de Az-Zallaqa, su instrumento de comunicación más importante, la organización ha anunciado el cese de su actividad, al menos mientras dure el proceso que tiene lugar en Bamako, la capital. El propio grupo terrorista reconoce que la violencia en Mali ha durado demasiado tiempo. “Estamos preparados para iniciar negociaciones con el Gobierno maliense, cuyo presidente ha anunciado su deseo de negociar con el JNIM con el fin de discutir los medios para poner fin a un conflicto sangriento que entra en su séptimo año a causa de la invasión de los cruzados franceses”, reza el escrito.

Lo cierto es que las dos partes, tanto JNIM como el Ejecutivo de Bamako, han cambiado de parecer con respecto a su postura anterior. Hasta el momento, ninguno de los dos había contemplado incluir al otro en un foro para el diálogo. En una entrevista con France 24, el presidente Ibrahim Boubacar Keïta, que lleva meses impulsando lo que se conoce como “diálogo nacional inclusivo”, reconoció contactos con la cúpula de la organización. “Tengo el deber y la misión de crear todos los espacios posibles y de hacer todo para que, de uno u otro modo, acordemos un apaciguamiento. Es hora de que ciertas vías sean exploradas”, afirmó Keïta durante la conversación.

Soldados franceses en el campamento de la Plataforma Desértica Operativa (PfOD) durante la Operación Barkhane en Gao, Mali, el 1 de agosto de 2019
Condición de difícil cumplimiento 

Ahora, los terroristas recogen el guante, pero no será gratis. Ponen una condición previa, y es la expulsión permanente de todas las tropas francesas y de Naciones Unidas que están desplegadas en el país. Francia se halla inmersa en lo que se conoce como la operación Barkhane, en virtud de la cual unos 5.000 efectivos de sus Fuerzas Armadas están destinados en el Sahel occidental para contribuir a la estabilidad de la región. Está operación data de 2014 y sucedió a la operación Serval, que buscó imponer la paz tras la sublevación tuareg de 2011 y 2012. Además, París ha lanzado recientemente las unidades Sabre y Takuba, que se encargarán de acometer operaciones especiales sobre el terreno. En concreto, en la unidad Takuba, se espera que otros países europeos aporten soldados de élite.

Además de las iniciativas securitarias francesas, Bruselas tiene desplegadas, por una parte, la Misión de Entrenamiento de la Unión Europea en Mali (EUTM Mali, por sus siglas en inglés) y, por otra, la Misión de Apoyo a las Capacidades de Seguridad Interior Malienses (EUCAP Mali). En el marco de la EUTM Mali, participan más de 50 soldados españoles que están instalados en la base de Koulikoro, a pocos kilómetros de Bamako.

Además, Naciones Unidas mantiene operativa en el país la Minusma (Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Mali). Según datos de enero de 2020, más de 15.000 miembros de los cuerpos de seguridad, entre militares y policías, se encuentran en Mali bajo los auspicios de la ONU. La mayoría proceden de países africanos.

Soldados senegaleses de la misión de mantenimiento de la paz de la ONU en Mali (Minusma) en las calles de Gao
Tierra de inestabilidad

JNIM ha sido una de las principales razones que han justificado esta multiplicidad de misiones de seguridad. Esta red terrorista nació en verano de 2017 resultado de la unión acordada entre la rama de Al-Qaeda en la región, Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI); Al-Murabitun y Ansar Dine (AD), dos escisiones yihadistas del movimiento tuareg; y el Frente de Liberación de Macina (FLM), un grupo que ha explotado más la supuesta marginalización de las comunidades peul o fulani de toda la región. Todos estos grupos han combinado las tácticas terroristas con otras actividades criminales, como el tráfico de droga y de armas para su sustento.

El líder de este heterogéneo conglomerado -el que ha aceptado la invitación al diálogo- es el carismático Iyad ag-Ghaly, un antiguo líder tuareg. En 2012, sin embargo, pasó a integrarse en Ansar Dine, de inspiración más puramente yihadista. Desde entonces, ha estado en contacto permanente con miembros de otras organizaciones; muy especialmente, con AQMI.

La violencia en Mali viene de lejos. Más allá de las tensiones larvadas entre comunidades, los grupos armados organizados hicieron su aparición en 2012, con la revuelta tuareg del Azawad, en el este norte del país. Con la intervención francesa en la operación Serval, el Ejército maliense pudo recobrar el territorio perdido. El Gobierno firmó con los principales grupos rebeldes los denominados Acuerdos de Argel para garantizar una mayor estabilidad.

Iyad ag-Ghaly, fundador del grupo yihadista Ansar Dine y máximo dirigente del conglomerado que engloba a Al-Qaeda en el Magreb Islámico. Foto de archivo en Kidal (Mali)

Sin embargo, los grupos yihadistas asentados en el Sáhara aprovecharon la ocasión para consolidarse en Mali. El centro de gravedad de la violencia se desplazó hacia el delta del Níger, en el sur; una región fronteriza con Burkina Faso y Níger. En una zona caracterizada por la pobreza estructural, la progresiva desertificación, las tensiones interétnicas y la porosidad de las fronteras, los grupos terroristas han conseguido un gran margen de maniobra para operar a su antojo estos años.

Además del JNIM, los otros grandes actores terroristas en la región en los últimos años han sido Ansaroul Islam y la rama de Daesh en la región. El primer grupo se centra más en Burkina Faso, pero también ha tenido conexiones con grupos malienses, muy especialmente con el FLM. No obstante, su capacidad ha sido minada por las tropas burkinesas. Preocupa más el auge de Daesh en el Gran Sáhara, que ha demostrado su gran capacidad de dañar infraestructuras críticas. Además, no contempla, al menos de momento, dar el paso que han emprendido Ag-Ghaly y el JNIM.

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