El presidente Shavkat Mirziyoyev decreta el estado de emergencia en la República semiautónoma de Karakalpakistán, epicentro de las movilizaciones por la eliminación de su soberanía

Decenas de muertos en Uzbekistán tras las protestas contra la reforma constitucional

PHOTO/Government of Uzbekistan - El presidente de Uzbekistán, Shavkat Mirziyoyev

La Constitución uzbeka, en vigor desde 1992 tras la disolución de la URSS, garantiza la soberanía de la región de Karakalpakistán y su derecho a “separarse de la República de Uzbekistán sobre la base de un referéndum nacional celebrado por el pueblo karakalpako”. Esta desconocida comunidad túrquica de tradición nómada, radicada en Asia Central, forma una minoría que cuenta con autonomía ‘de iure’ dentro del Estado uzbeko, un régimen jurídico especial con reminiscencias históricas que, tres décadas después, corre serio peligro.

El presidente de Uzbekistán, Shavkat Mirziyoyev, planteaba una reforma constitucional cuyo borrador inicial no contemplaba la soberanía de Karakalpakistán, reflejada en numerosos artículos de la Carta Magna. La palabra había sido eliminada del proyecto legal de forma intencionada, según las primeras filtraciones, con el objetivo de suprimir sobre el papel la autonomía de la región. Aunque la remota República de Asia Central no goza ‘de facto’ del régimen de independencia que, en teoría, le otorga la Constitución.

El borrador sería sometido a debate público hasta el lunes 4 de julio. Después, las autoridades uzbekas fijarían la fecha del referéndum a nivel nacional para ratificar las modificaciones constitucionales en una votación condicionada de partida. Este era el plan inicial de Mirziyoyev, el que fuera primer ministro desde 2003 durante la presidencia de Islam Karímov y su inmediato sucesor –violación constitucional mediante– tras el fallecimiento en 2016 del “padre de la patria” después de 25 años de mandato dictatorial.

Al frente del Gobierno de Tashkent, Karímov acordó en 1992 con las autoridades karakalpakas su adhesión a la República de Uzbekistán manteniendo su derecho a la secesión. El dirigente uzbeko se comprometió entonces a organizar un referéndum de independencia, sin embargo, durante las más de dos décadas que ocupó el poder se dedicó a perseguir y silenciar a las voces críticas e independentistas de la República de Karakalpakistán. Un ‘modus operandi’ heredado y perpetuado por Mirziyoyev, cuya reforma legal amplía además los mandatos presidenciales, lo que le permitiría perpetuarse en el cargo.

Con lo que no contaban ni el dirigente uzbeko ni los miembros del Gobierno era con el estallido social que iba a provocar esta medida. Según los medios locales, hacia las 15.00 horas del viernes 1 de julio un nutrido grupo de manifestantes se congregó en la capital karakalpaka de Nukus para exigir la liberación inmediata de Dauletmurat Tazhimuratov, un conocido abogado y periodista que había sido retenido por las autoridades por denunciar las intenciones del régimen de Tashkent.

Las reivindicaciones fueron en aumento y pronto se convirtieron en fuertes disturbios como consecuencia de la agresiva intervención de las Fuerzas de Seguridad, a pesar del carácter pacífico inicial de las movilizaciones. Las autoridades habrían cargado con dureza contra los manifestantes. En imágenes difundidas por redes sociales, que no han podido ser verificadas por Atalayar, pueden verse varias personas con lesiones de gravedad. Un vídeo grabado desde una terraza, aparentemente desde Nukus, muestra un enorme charco de sangre en una extensa avenida cercada por la Policía uzbeka.

Las autoridades de Tashkent, que ocupan el puesto 150 de 165 países en el último ‘Democracy Index’ pese a las tímidas reformas puestas en marcha por Mirziyoyev, provocaron un apagón informativo para evitar la propagación de las protestas. El férreo control del Gobierno sobre los medios de comunicación, Internet y el resto de las comunicaciones no fue suficiente para contener el alcance de los acontecimientos, que pronto cobraron relevancia por la dureza de las imágenes. Además, las autoridades cerraron los comercios para evitar mayores daños.

Uzbekistán no había registrado muestras de descontento público tan significativas desde mayo de 2005, cuando las Fuerzas de Seguridad reprimieron con dureza las protestas en Andijon, la cuarta ciudad más grande del país, dejando a su paso centenares de muertos. En el caso de Karakalpakistán, las modificación constitucional es la gota que colma el vaso. El territorio de la República, cuyo tamaño representa al menos un tercio del país y acoge únicamente al 5% del total de la población uzbeka, es una zona subdesarrollada.

El investigador polaco-mexicano de la Universidad estonia de Tartu, Ivan U. Kłyszcz, traslada a Atalayar que “cualquier camino hacia la verdadera autonomía se cortó de inmediato. La palabra ‘farsa’ se utiliza a menudo para referirse a este estatus. Los símbolos de la autonomía no son más que la fachada de lo que en realidad es: una región más bajo el dominio de Tashkent”. En tiempos de la URSS, antes de integrarse a Uzbekistán, la región gozaba de cierta autonomía dentro del extremo centralismo soviético. “En sentido estricto, se trata de una crisis postsoviética. Está configurada directamente por la herencia soviética de Karakalpakistán y por las decisiones tomadas por las élites soviéticas posteriores a la independencia de Uzbekistán”, sentencia Kłyszcz.

Nukus
Marcha atrás y represión

El presidente Shavkat Mirziyoyev se trasladó el sábado de urgencia hasta la República semiautónoma del oeste de Uzbekistán, en su mayoría desértica aunque bañada hacia el norte por el contaminado Mar de Aral, para mantener un encuentro con los legisladores de Jokargy Kenes, el Consejo Supremo de Karakalpakistán. Ante el órgano, Mirziyoyev se retractó de la eliminación de la soberanía karakalpaka en la reforma constitucional. Al mismo tiempo, el presidente amenazó con “tomar medidas estrictas” contra los manifestantes.

Mirziyoyev aprovechó la ocasión para descargarse de responsabilidades. “Vosotros tomasteis la iniciativa, lo firmasteis y aprobasteis […] ¿Por qué no me llamasteis para decirme que la gente estaba disgustada?”, preguntó a los parlamentarios locales. Pero, como explica Kłyszcz a este medio, la crisis tiene también causas más profundas: “Ante todo la devastación ecológica del mar de Aral y sus consecuencias económicas y sociales. El sistema autoritario que desde hace décadas funge en Uzbekistán también ha exacerbado estas condiciones”.

El mandatario uzbeko culpó a los manifestantes de irrumpir en las sedes del Gobierno, provocando importantes daños a la propiedad pública en Nukus, “incluyendo ventanas rotas e incendios”. Desde la capital karakalpaka, Mirziyoyev reconoció la existencia de muertos entre los manifestantes, entre los que se encuentran agentes de seguridad, y decretó el estado de emergencia en la región para evitar nuevas protestas. “Las señales que emergen sugieren que Mirziyoyev ha optado por la violencia y la represión de las manifestaciones contra la enmienda constitucional. Esta decisión arriesga la estabilidad regional pues escala un conflicto que solía ser latente y ahora amenaza con volverse violento”, sentencia Kłyszczv.

Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato