El periodista asturiano presenta el libro “Los dos cónsules” que narra la historia del diplomático español Eduardo Propper de Callejón y del portugués Arístides de Sousa Mendes, que ayudaron a escapar de Burdeos a miles de judíos ante el horror nazi

Diego Carcedo: “Los dos cónsules sabían que arriesgaban mucho, pero imperaba actuar ante la desesperación por la ocupación nazi”

PHOTO/ATALAYAR/GUILLERMO LÓPEZ - Diego Carcedo

Atalayar conversa con Diego Carcedo, periodista asturiano con una gran trayectoria y autor del libro “Los dos cónsules”, de la editorial Espasa. Un gran hombre y afable, historiador de vocación y periodista por “casualidad” como reconoce que, según él, ha tenido mucha “suerte” en su carrera periodística. Cabe decir que bendita “casualidad” que nos ha permitido disfrutar de los artículos y relatos periodísticos de este periodista de raza a lo largo de tantos años y, como se suele decir, la “suerte” es para quien la busca y Diego Carcedo se la ha merecido por su intensa búsqueda de la verdad y de historias y hechos para contar a lo largo de tantos años de carrera. Muchos años de trayectoria como reportero en el periódico La Nueva España, en su Asturias natal, en la agencia Pyresa, en Televisión Española (TVE) y como corresponsal en Lisboa y Nueva York. También fue director de los Servicios Informativos de TVE y director de Radio Nacional de España y actualmente ejerce como presidente de la Asociación de Periodistas Europeos, columnista de las cabeceras del grupo Vocento y colaborador en diversos medios, incluido Atalayar, lo cual nos honra profundamente. 

Ahora toca hablar de “Los dos cónsules”, su última novela histórica que cuenta la experiencia real del español Eduardo Propper de Callejón y del portugués Arístides de Sousa Mendes, ambos cónsules en Burdeos durante la ocupación nazi de Francia en los primeros compases de la Segunda Guerra Mundial, en la primavera de 1940; quienes, siguiendo sus propios dictados humanitarios y personales, se enfrentaron a todos los estamentos y a sus respectivos Gobiernos, tanto el español de Francisco Franco como el del portugués Oliveira de Salazar, afines al régimen nazi alemán, para facilitar la huida de miles de judíos desde territorio francés hacia España y Portugal. 

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¿Qué más nos puede contar del libro para invitar a su lectura?

Es una novela histórica que tiene una parte rigurosamente histórica que es lo que se produjo en Francia a raíz de la invasión de los alemanes. Con la entrada nazi en París, el Gobierno se francés estableció en Burdeos, duró poco, era la segunda vez que lo hacía tras la Primera Guerra Mundial. Mientras tanto, medio millón de personas, judíos huyendo de Francia, pero también de países ocupados antes por los nazis, como Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Polonia, se juntaron en Burdeos sin alojamiento, sin comida, con todo cerrado, deseando escapar por alguna parte. Solo tenían dos salidas, una por mar hacia Inglaterra, pero se les rechazaba incluso hundiendo los barcos que llegaban, y la península ibérica: Portugal y España. Tanto en Portugal como en España gobernaban dos dictaduras afines a los nazis, muy antijudías, sobre todo la española, que tenían prohibido dar visados que facilitasen la entrada en los países de estos refugiados. 

Ahí aparecen esos dos cónsules. 

Eran los dos cónsules que quedaban y que mantenían abierto el consulado. Los demás cónsules huyeron. Quedaron el portugués Arístides de Sousa Mendes, que era cónsul hace un año y pico en Burdeos, y el español Eduardo Propper de Callejón, que no era cónsul propiamente dicho, era el secretario de la Embajada española en París y fue enviado por el embajador el día que los alemanes entraron en París para que acompañase al Gobierno francés a Burdeos, como embajador de España ante el Ejecutivo francés. Pero se encontró en Burdeos con que no había dónde alojarse ni con quien tratar. Lo que hizo es ir al Consulado, vio que estaba vacío y abandonado y mandó limpiarlo para establecerse allí como oficina. Enseguida se formó una cola a las puertas del Consulado de personas que pedían visados para ir a España.

Enseguida entró en contacto con el portugués que ya los estaba dando. Esto ocurrió en junio de 1940. Todo sucedió en poco más de una semana. Los dos tenían unas características muy similares, eran monárquicos, muy religiosos, el portugués estaba enfrentado con el dictador Salazar, aunque pertenecía a una familia aristocrática y había sido alumno de Salazar en Coimbra, había tenido problemas con él porque era monárquico y el dictador no quería la monarquía. Y el español había sido diplomático durante la dictadura de Primo de Rivera, pero cuando se instauró la República no quiso representarla en el extranjero, pidió la baja y estuvo viviendo por su cuenta en Madrid hasta que Franco estableció el Gobierno en Burgos y se fue allí para comenzar a actuar como diplomático del régimen español que se estaba implantando. 

La historia narra el debate interno sobre seguir las directrices oficiales o seguir tu propio sentimiento de ver cómo sufren personas y hay que ayudarlas. 

Eso se lo plantean los dos. Primero, el portugués recibió una orden tajante del Ministerio de Negocios Extranjeros de Portugal que prohibía dar visados y especialmente a judíos. El español no recibió esa orden y cuando vio las colas de solicitantes de visados habló con el embajador en París para ver qué hacía y este le dijo que era mejor no darlos; pero Propper de Callejón insistió al ver el drama que se vivía allí y que la mayoría eran sefardíes que hablaban español antiguo, y el embajador le dio vía libre para hacer lo que entendiese mejor en conciencia, como considerase conveniente. Automáticamente, se puso a dar visados, conectó con el portugués enseguida y compartieron esos sentimientos humanitarios y se pusieron a dar visados conjuntamente. Los que iban a Portugal tenían que pasar por España y el español empezó a dar visados en tránsito para poder llegar a territorio luso y, a su vez, los que se quisiesen quedar en España permanecían en territorio español. Así dieron entre los dos unos 37.000 visados en poco más de una semana, según hemos calculado con documentos ministeriales y consulares. Ambos quedaron agotados de extender visados. 

Agotados y arriesgando su estatus y su carrera.

Los dos sabían que estaban arriesgando muchísimo, pero imperaba actuar ante el ambiente que se vivía de desesperación. Con miles de personas temerosas ante la actividad nazi. La Gestapo se instaló allí, empezaron a detener a gente, a mandarles a los campos de concentración del norte, a fusilar gente, a encarcelarla, a montar desfiles militares para atemorizar a los refugiados, que estaban escondidos. Los franceses no se portaron especialmente bien, no se arriesgaban a tenerlos en casa. También, la Policía francesa mayoritariamente se puso del lado de los alemanes en plan colaboracionista. 

diego-carcedo-los-dos-consules Una situación difícil.

Una situación dramática. Traté de recuperar información. Conocí a personas que estuvieron allí. Había también en Burdeos en esos momentos unos 50.000 refugiados españoles, exiliados de la Guerra Civil, que estaban muy mal tratados, que enseguida cayeron en manos de los nazis que los convirtieron en verdaderos esclavos. Los pusieron a trabajar en las obras del puerto que estaban preparando para los submarinos alemanes como verdaderos esclavos. Muchos lo pasaron muy mal, algunos lograron escapar a otros países, otros sufrieron allí. Muchos murieron en el intento de escapar. Así estuvieron hasta el armisticio y la creación del Gobierno de la Francia libre del mariscal Petain. Pero la parte de Burdeos y de la Francia atlántica seguía ocupada por los alemanes y allí hicieron de todo. 

El hilo conductor para presentar y contar la historia es un periodista español que es enviado por su periódico a Burdeos para contar historias de lo que pasaba allí, un medio muy proalemán. 

Un medio español de la época, franquista, donde la mayor parte de los empleados eran falangistas, al igual que los altos cargos. Este joven periodista era un poco el último de la redacción, pero el único que hablaba francés allí. Estaba aquella noche en la redacción cuando los teletipos alertaron de que los alemanes habían entrado en París. Estaba prácticamente solo y a primera hora corrió a decírselo al director en su despacho, quien empezó a alegrarse y a vitorear a los alemanes, muy contento, junto a otros en la redacción, por lo que estaba pasando. Y este periodista, que era más bien lo contrario, a quien no le gustaba lo que estaba pasando, estuvo esperando para ver qué hacer y al final se le preguntó si hablaba francés, a lo que contestó que sí, y fue enviado a Burdeos, donde estuvo un par de semanas. 

La labor era difícil, sobre todo ese periodista no tenía la libertad para contar lo que pasaba realmente allí.

Ese periodista primero no tenía experiencia. Hablaba francés porque su abuela era francesa y su familia no había sido precisamente franquista. Él llegó allí sin saber muy bien que hacer, con un desconcierto, como nos ha pasado a todos en nuestras primeras etapas. Tenía problemas porque no había alojamiento a pesar de que se tuviese dinero. El periodista tenía dinero, pero no había sitio. Aunque tuvo la suerte de encontrar un hotel muy cutre con un empleado español, que era un refugiado español que se había colocado allí de conserje. Estableció alguna relación estrecha y este le indicaba cosas y se enteró de que este señor conocía al cónsul portugués y así contactaron. 

El libro trata de ser riguroso con los datos históricos, empezando por quién eran estos dos personajes y sus trayectorias y lo que ocurrió. Pero la otra parte está novelada, todo lo que estaba ocurriendo en aquel ambiente caótico de dolor, con dramas y niños perdidos, personas detenidas por la Gestapo o por la Policía francesa. Estas historias son las que el periodista contaba en sus artículos. Contaba algo de política, pero superficialmente. En Madrid no gustaba mucho su trabajo porque esperaban crónicas con la alegría que significaba que los alemanes hubiesen ocupado Francia y gran parte de Europa. Contaba otras crónicas sociales y de tipo turístico que no gustaban en su periódico.

En este escenario, los dos cónsules que ayudaban a los judíos fueron relegados por sus Gobiernos. El portugués enviado de regreso a su país y el español fue destinado a Marruecos. La política exterior de España estaba en manos de Serrano Súñer, el cuñado de Francisco Franco, ministro completamente pronazi que lanzó críticas duras por defender la judería. Propper de Callejón estuvo en Marruecos hasta que cambió la situación y se le restituyó para acabar siendo embajador y, además, era el abuelo de una conocida actriz, Helena Bonham Carter. Ella ha hablado de su abuelo muchas veces. Además, Propper de Callejón estaba casado con una Rothschild, una familia aristocrática de mucho dinero. El portugués fue perseguido, se le redujo el sueldo a la mínima expresión y vivió el rechazo de los portugueses, incluso de antiguos amigos que temían la represión de la Policía portuguesa. 

A pesar de los problemas sufridos por los dos cónsules, luego el destino quiso que estas dos personas fuesen reconocidas por su labor de ayuda a los judíos perseguidos por el régimen nazi. 

Reconocidos ambos gracias justamente a algunos de los que habían salvado. Varios se dispersaron por el mundo, pero recordaron lo que había pasado. Pidieron que se les reconociese en el monumento Yad Vashem de Jerusalén. Les hicieron "Justos entre las naciones". Primero al portugués y luego al español, reconocidos con un árbol y una placa en su honor. Junto al español también Sanz Briz, que ayudó a judíos en Hungría. 

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Ha mencionado a Ángel Sanz Briz, otro español al que dedicó un libro anteriormente, otro ángel de la guarda para los judíos. 

El primer español "Justo entre las naciones" fue Ángel Sanz Briz. Salvó a 5.000 judíos, fue embajador en Hungría. Ocultó al régimen lo que había hecho. Yo hablé con su familia e hijos y escribí el libro “Un español ante el holocausto” sobre el que se hizo la película “El ángel de Budapest”. El libro tuvo mucho éxito, se hicieron muchas ediciones. Después hice un segundo libro sobre personas españolas que habían salvado del holocausto a judíos y a personas que no lo eran. Eran diplomáticos de diferentes países que habían salvado a varias personas y que habían sido reconocidas también, titulado “Entre bestias y héroes”, por el que me dieron el Premio Nacional de Ensayo. 

“Los dos cónsules” es mi tercer libro sobre esta temática y fue un encargo de Espasa, perteneciente a Planeta. Se me encargó hace un año. Recibí mucha documentación de estos personajes sobre los que escribí. 

Ahora retomas con el caso de los dos cónsules.

Para documentarme fui a Portugal, visité el Ministerio de Exteriores, pedí documentación. Fui al pueblo de Arístides de Sousa, a Cabanas de Viriato, hablé con la gente. Estuve en su casa, un palacio que había restaurado él. Fui a Burdeos también, encontré la calle donde estaba el Consulado de Portugal. Traté de buscar en periódicos franceses de esos días. Hablé con algunos periodistas veteranos, que me relataron todo lo que pasaba allí por aquella época y le horror que se padecía durante la persecución nazi de los judíos. El cónsul portugués era cónsul general para toda esta región francesa y tenía tres cónsules honorarios sobre los que mandaba, uno en Bayona que se negaba a dar visados siguiendo las órdenes de Lisboa. Muchas anécdotas que son ciertas. 

La labor de documentación con Propper de Callejón fue más difícil porque había mucha menos información. Una vida mucho más normal. Del tiempo que estuvo en Burdeos no quedó nada, quedaban solo los documentos del Consulado de España. Uno de los matrimonios que se personó allí para pedir visados de cara a salir de Francia fue el de Salvador Dalí y su mujer. Fue difícil encontrar datos. Pude encontrar muchos datos de visados que dieron a personas, por ejemplo, a personalidades políticas de Bélgica, Holanda o Luxemburgo. Fueron huyendo y todos recalaron en Burdeos. 

El cónsul español no daba para mucho más porque estaba solo. El cónsul portugués sí tenía ayuda de dos de sus hijos y de la mujer. No le ayudaba el canciller del Consulado, tuvieron muchos enfrentamientos porque el canciller, que era quien firmaba los visados, decía que había que respetar la orden gubernamental de no expedir visados a judíos. Además, tenían muchos problemas para vivir en Burdeos, donde estaba la comida racionada. 

Intenté hablar incluso con Helena Bonham Carter y estaba dispuesto a ir a Londres, pero no lo conseguí finalmente para haber obtenido más información sobre su abuelo Eduardo Propper de Callejón. 

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Usted tiene mucha experiencia como corresponsal y enviado especial. 

Precisamente, tengo mucha experiencia de eso. Estuve en muchos países por diversos temas, a veces por conflictos y desastres y para otros asuntos más pacíficos. Con muchas anécdotas como la de que varios camareros españoles, durante una convención en Ginebra en la que negociaban la paz Estados Unidos y Vietnam del Norte, empezaron a gritar en la cafetería porque se había asesinado en España al almirante franquista Carrero Blanco.

El libro trata la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuál es la labor de un periodista en situaciones como esa?

La misión del periodista es enterarse de lo que ocurre, lo cual es muy difícil. Nunca te enteras ni de una cuarta parte de la mitad. En las guerras se cierra a ultranza todo y tratan de engañarte para engañar al enemigo, para tratar de vender sus argumentos para lograr más dinero, más apoyo, más armas. Te tratan de engañar de todas formas y también no decirte la verdad de lo que pasa. Yo estuve en siete guerras y en la única en la que no había problemas de ese tipo era la de Vietnam. Los americanos luchaban contra los comunistas del norte y defendían la democracia, aunque no existía tampoco en el sur, y abrieron las puertas a la prensa, hacíamos lo que nos daba la gana. Estábamos acreditados y teníamos acceso a todo. Podías embarcarte en un helicóptero y aviones en misiones de ataque. Yo lo hice dos o tres veces y tengo muchas anécdotas como un viaje a Saigón con un centenar de soldados norteamericanos en la aeronave. 

Tienes que recurrir a muchos trucos ante tanta peripecia. Tienes que hacer muchas trampitas y engañar para sacar información. El primer viaje de trabajo que hice fue a Grecia, cuando el golpe de Estado de los coroneles que acabó con la monarquía del rey Constantino. A ese viaje iba muy verde, mandado deprisa y corriendo, sin saber griego y tuve suerte. Es casualidad que yo sea periodista y he tenido mucha suerte para vivir del periodismo. Allí en Grecia caí en un hotel con otros periodistas. En la Embajada franquista española en Grecia no contaban nada y los franceses tenían más acceso y tuve que recurrir a artimañas para sacar información.

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El libro se sitúa durante la Segunda Guerra Mundial y, quién lo iba a decir, ahora tenemos otra guerra en el corazón de Europa. ¿Qué opina de la injustificada invasión rusa de Ucrania?

Es algo muy parecido a lo que hicieron los nazis con otros países. Me parece una barbaridad, una invasión contra un país soberano, contra un país pacífico, que no te crea ningún problema ni reto, aunque se lo invente Putin. Me parece una atrocidad. Por suerte, la OTAN ha reaccionado activamente. Hubo un precedente con la invasión de la península de Crimea, que era parte de Ucrania. Ahí los rusos tenían un argumento histórico porque se había cedido el territorio a la República Soviética de Ucrania en la etapa de Kruschev. Ucrania llegó a ser independiente cuando se independizaron las antiguas Repúblicas Soviéticas, es un país muy extenso y el principal productor de cereal. Tuvo un presidente prorruso y hubo manifestaciones en Kiev provocando la salida del presidente. 

Encontré muy bien que la OTAN actuase. Putin quiere ocupar la zona prorrusa anexionada, controlar el sur, los accesos al Mar Negro de Ucrania y afianzar el hecho de que Ucrania no entrase en la OTAN. El presidente actual de Ucrania, Zelenski, que era cómico, intentó acelerar y llevó mal lo de la entrada en la Alianza Atlántica y la Unión Europea y esto debió hacer saltar a Vladimir Putin. La OTAN no iba a entrar directamente lógicamente, aunque sí entró junto con los americanos de una manera más profunda de lo que se esperaba. Además, los ucranianos reaccionaron valientemente y sus Fuerzas Armadas cobraron potencia con el apoyo occidental en materia de armas, inteligencia y de estrategas militares. 

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¿Puede pasar este conflicto militar a ser más global?

Yo creo que no. Llevan ocho meses de invasión en Ucrania. Pero se puede decir que la Tercera Guerra Mundial ya está desarrollándose a otro nivel; en España no escuchamos bombardeos, no nos afecta, pero estamos sufriendo la guerra. La inflación que hay en toda Europa y en Estados Unidos es consecuencia de esta pequeña guerra, no comparable a guerras mundiales. No tiene implicaciones internacionales directas todavía, y tampoco avanzan los rusos, incluso retroceden en algunas zonas. Llevan ocho meses de guerra y todos creemos que se resolverá como todas las guerras, negociando, como acabó también la Segunda Guerra Mundial, negociando el armisticio tras la caída del nazismo. Aunque un pacto y las negociaciones llevan meses. Creo que también hay muchos intereses, como los de la industria militar de Estados Unidos, que tiene mucho peso en la economía y que ha ejercido control sobre los diferentes presidentes estadounidenses a lo largo de la historia.

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