Tirana anunciaba este miércoles la ruptura oficial de las relaciones diplomáticas entre Albania e Irán, y ordenó la salida de todos los diplomáticos y miembros de la embajada persa en un margen de 24 horas

Diplomáticos iraníes queman varios documentos antes de abandonar la Embajada de Albania

photo_camera REUTERS/FLORION GOGA - Personal de la Embajada de la República Islámica de Irán abandona la embajada, mientras Albania corta los lazos con Irán y ordena la salida de los diplomáticos por el ciberataque, en Tirana, Albania, 8 de septiembre de 2022

La orden de Edi Rama, primer ministro albanés, exigiendo que todos los funcionarios diplomáticos y técnicos administrativos iraníes debían abandonar el país balcánico en menos de 24 horas pareció ser el pistoletazo de salida a los preparativos persas. No debía quedar ningún documento comprometedor en la Embajada iraní en Tirana.

O al menos eso es lo que se desprende de las informaciones filtradas por la agencia de noticias Reuters. Según las declaraciones de un testigo presencial a la agencia, “un hombre se encontraba tirando papeles dentro de un barril oxidado, mientras las llamas iluminaban las tres plantas de la Embajada iraní” en la madrugada de este jueves. Pocas horas después del comunicado de Rama. Pocas horas antes de que los funcionarios persas abandonasen el país.

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Ya por la mañana, los alrededores de la Embajada –ubicada a menos de 200 metros de la oficina del jefe del Ejecutivo– parecían en calma, y, pese a una gran presencia policial rodeando las instalaciones, los únicos movimientos reseñables se limitaron, según reportan varios medios locales, a la entrada y salida de varios automóviles con placas diplomáticas y cristales oscuros, trasladando a los últimos miembros del cuerpo diplomático.

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Y es que el miércoles 7 de septiembre, Edi Rama, a través de un comunicado emitido por vídeo, hacía pública la ruptura oficial y total de sus lazos diplomáticos con la República Islámica de Irán a causa de un ciberataque que tanto los investigadores estadounidenses –uno de los principales países aliados de Albania, que aportó expertos del FBI –, como los propios informáticos y especialistas albanos y de la OTAN, concluyeron se encontraba respaldado por el Gobierno de Teherán. El ataque tuvo lugar el pasado 15 de julio y necesitó de casi un mes de trabajos para recuperar los datos perdidos.

“El ataque cibernético amenazó con paralizar los servicios públicos, borrar los sistemas digitales y piratear los registros estatales, robar las comunicaciones electrónicas de la intranet del Gobierno y provocar el caos y la inseguridad en el país”, explicaba Rama, que además subrayó la existencia de “evidencias irrefutables” de que Teherán no solo “orquestó”, sino que también “financió” la ofensiva informática contra las páginas oficiales del Gobierno albanés.

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La versión iraní

El régimen de los Ayatolás, sin embargo, ha negado cualquier relación con el ataque con que Washington y Tirana le acusan de colaborar, y ha tachado de “poco meditada y de corto alcance” la decisión del primer ministro de Albania.

“El rol desempeñado por terceras partes en la realización de [las infundadas] acusaciones contra la República Islámica muestran la influencia de estos países en el apoyo al terrorismo y la sedición”, afirmó el Ministerio de Asuntos Exteriores iraní, a través de un comunicado, haciendo referencia implícita al papel estadounidense en las investigaciones y a la influencia de Israel.

Un “movimiento planeado” es lo que, según Teherán, representa la denuncia de Tirana y la consecuente ruptura de las relaciones diplomáticas. Un “movimiento planeado” que, pocas horas después, fue respaldado por Estados Unidos –que también se había visto involucrado en los trabajos de investigación y reparación de los daños del ciberataque –, y, posteriormente, aplaudido por los medios de comunicación israelíes. Un “movimiento planeado” que sucede en lo que parecía, aunque cada vez menos, la recta final de las negociaciones por reavivar el acuerdo nuclear de 2015.

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El papel del acuerdo nuclear

El “texto final” propuesto en el mes agosto por Josep Borrell, Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, para reactivar de nuevo el JCPOA (Plan de Acción Integral Conjunto, por sus siglas en inglés) –que en 2015 sirvió para limitar el enriquecimiento de uranio iraní y para poner freno a las sanciones occidentales contra el Gobierno de los ayatolás –, se ha convertido en las últimas semanas en una pelota que ha saltado repetidamente del tejado estadounidense al iraní.

Las investigaciones de un grupo del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) en suelo persa –debido a la presencia de restos de uranio en lugares no declarados –, la salida de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de la lista estadounidense de grupos terroristas extranjeros, o la reducción de las sanciones económicas, han llevado a los Gobiernos de uno y otro lado del mundo a negociar unas “líneas rojas” que, pese a que en un principio parecían superables, día a día se evidencian cada vez más insalvables.

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“No constructivo”, era la definición estadounidense del borrador que recibió de la contraparte iraní. “Menos optimista que hace 48 horas sobre la convergencia en el proceso de negociación”, decía Borrell sobre sus propias expectativas, aunque hubiese sido, justo él, el promotor del “texto final” que en agosto ponía de nuevo en marcha unas conversaciones que ya se daban por congeladas tras varios meses de estancamiento.

Todo ello, unido a las presiones israelíes por detener el acuerdo, así como los recientes informes –redactados por las inteligencias sueca y alemana – que denuncian el espionaje iraní en materia industrial y nuclear, y, ahora, las acusaciones de ciberataques por parte de países como Montenegro o Albania complican todavía más la llegada de un nuevo pacto.

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El papel del MEK

La cuestión del grupo disidente iraní, exiliado en Irak –en un comienzo–, y posteriormente desplazado a Albania, los Mujahedeen-e-Khalq (MEK) u Organización Muyahidines del Pueblo de Irán, ha jugado también un importante papel en el aumento de las tensiones entre Teherán y Tirana. Y así lo evidenciaron las referencias del Gobierno persa sobre la presencia de una comunidad de cerca de 3.000 miembros del MEK, que se encuentra fuertemente vigilada, a escasos 40 kilómetros de la capital albanesa. 

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En este sentido, el ciberataque del mes de julio parece guardar estrecha relación con el grupo Mujahedeen-e-Khalq. Y es que estos no solamente habían programado la celebración de la cumbre mundial Irán Libre, durante los días 23 y 24 de julio –en la que se encontrarían presentes importantes representantes políticos y diplomáticos de varias potencias occidentales –, sino que, además, días después del ataque informático, varios medios de comunicación de Tirana informaron de la publicación de datos personales (como números personales, nombres y fotografías) de los miembros del MEK recogidos en los registros gubernamentales albanos. 

Es posible que Albania no hubiese sido atacada “si no hubiese protegido al MEK”, era una de las conclusiones del parlamentario albano del Partido Democrático de Albania, Aldo Bumci. 

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