El acuerdo firmado entre Washington y los talibanes establece que 5.000 prisioneros talibanes tendrían que ser liberados para abrir el camino a las negociaciones interafganas

EEUU pide a Afganistán acelerar la liberación de presos ante la propagación del coronavirus

photo_camera PHOTO/AP - El representante especial de la Casa Blanca para la paz en Afganistán, Zalmay Khalilzad

“La oscuridad y la barbarie se han apoderado de un país que soñaba con despegar y dejar atrás décadas de pesadillas y miserias. Lo que pretendía ser un paso adelante ha acabado convirtiendo a Afganistán en un lugar repleto de fantasmas”, advierte el periodista Antonio Pampliega en el prólogo de su libro ‘Las Trincheras de la Esperanza’. A pesar de que el pasado 29 de febrero, Estados Unidos y los talibanes firmaron un acuerdo de paz histórico en la capital de Qatar, Afganistán sigue siendo un país donde la incertidumbre y el miedo campan a sus anchas. 

Este acuerdo de paz fue firmado por el representante especial de Estados Unidos para la paz, Zalmay Khalilzad, y, el líder talibán mulá Abdul Ghani Baradar. Apenas veinte días después, Zalmay Khalilzad ha pedido a los afganos que “dejen de lado sus diferencias para resolver su crisis política”.  La fragmentación del sistema político de Afganistán -que se puso de manifiesto hace apenas una semana durante la ceremonia de toma de posesión del presidente Ashraf Gahni- pone en peligro el histórico acuerdo de paz firmado entre Estados Unidos y los talibanes para que los primeros retiren sus tropas de Afganistán. La Comisión Electoral Independiente de Afganistán (IEC) anunció en febrero la victoria de Ashraf Ghani con el 50,64% de los votos, en los comicios celebrados en septiembre. Sin embargo, su principal rival, Abdullah Abdullah, se negó a aceptar esta victoria y decidió celebrar su propia ceremonia de investidura. 

El presidente de Afganistán Ashraf Ghani (izquierda) y el jefe del Ejecutivo de Abdullah Abdullah (derecha) en una foto de archivo

Hasta el último momento, el enviado especial de Estados Unidos para Afganistán Zalmay Khalilzad intentó negociar con ambas partes para evitar que Afganistán se convirtiera, una vez más, en un país dividido ideológicamente. A pesar de sus esfuerzos no fue capaz de lograrlo y ambos líderes celebraron sus respectivas ceremonias de investidura. Esta situación ha obligado a Zalmay Khalilzad a pedir a los afganos que se comprometan y dejen de lado sus diferencias para resolver su crisis política. “El coronavirus representa una amenaza mortal y requiere que los afganos pongan a su país, y a su gente, en primer lugar. Es una cuestión de vida o muerte”, ha asegurado a través de Twitter. 

El mullah Abdul Ghani Baradar, líder de la delegación talibán, y Zalmay Khalilzad, enviado de Estados Unidos para la paz en Afganistán, se estrechan la mano en Doha, el 29 de febrero pasado

Asimismo, Zalmay Khalilzad ha utilizado esta red social para anunciar que “a Estados Unidos le gustaría que la liberación de los prisioneros comenzase lo antes posible”, de acuerdo con lo establecido en el acuerdo firmado en Doha entre Estados Unidos y los talibanes. “Hasta la fecha no se ha liberado ningún prisionero a pesar del compromiso expresado por ambas partes”, ha lamentado.  Según el acuerdo, alrededor de 5.000 prisioneros talibanes tendrían que ser liberados para abrir el camino de las negociaciones interafganas. “El coronavirus hace que las liberaciones de prisioneros sean urgentes. El tiempo es esencial”, ha advertido Khalilzad. 

El enviado especial de Estados Unidos ha explicado que, tras haber consultado con las partes implicadas en el conflicto, su país entiende que “los equipos técnicos de ambos bandos están preparados para trabajar juntos y comenzar a liberar a los prisioneros lo antes posible”. Además, Khalilzad se ha comprometido a estar presente en las primeras reuniones, aunque según ha expresado, “la situación provocada por el coronavirus y las consiguientes restricciones de viaje probablemente requieran que nos comprometamos virtualmente”.  Mientras tanto ha pedido a las partes implicadas que eviten los “discursos provocadores” y ha advertido de que “los talibanes se comprometieron a que los prisioneros liberados cumpliesen con los compromisos del acuerdo de paz y no volviesen al campo de batalla”. “Ha llegado el momento de avanzar en la liberación de los prisioneros”, ha concluido.

Activistas de la sociedad civil distribuyen mascarillas durante una campaña de concienciación sobre el COVID-19 en la provincia de Nangarhar (Afganistán) este miércoles

La firma del acuerdo de paz entre los talibanes y Estados Unidos ha coincidido en el tiempo con la epidemia del coronavirus. Afganistán ha registrado 22 casos positivos del coronavirus, doce de ellos en la provincia de Herat, una localidad situada en la frontera con Irán.  “Todo el mundo tiene derecho a ser ayudado contra el coronavirus”, ha asegurado el enviado especial de la UE para Afganistán, Roland Kobia. Y para que la ayuda llegue de la mejor manera posible, Kobia ha pedido a los afganos que adopten una serie de medidas como “un alto el fuego definitivo”, entre otras. 

El enviado especial de la UE para Afganistán, Roland Kobia

“Afganistán destila un tufillo a novela de John Le Carré. Espías que tocan todos los palos; conspiraciones y conspiranoicos; mercenarios en cuyos brazos no queda ni un centímetro de piel sin tatuar; cazafortunas que buscan hacerse de oro entre las miserias de la guerra; cooperantes idealistas que creen, a pies juntillas, que pueden salvar el mundo”, describe Antonio Pampliega en el mencionado libro. Afganistán se ha convertido en un tablero de ajedrez en el que cada día juegan sin ningún tipo de regla políticos sin escrúpulos que únicamente defienden sus intereses y grupos insurgentes. Sin embargo, Afganistán ha sido desde siempre un país fragmentado y dividido ideológicamente. La paz no llegará a este país hasta que las partes implicadas en uno de los conflictos más largos de nuestra era decidan remar en una misma dirección. Entretanto, tendrán que sacar el máximo rendimiento posible a sus recursos para reducir al máximo el impacto que pueda tener en la región una epidemia como la del coronavirus. 

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