En el país de los faraones la pobreza crece dentro de un sistema con muchos desequilibrios

Egipto se enfrenta a una nueva crisis del pan

photo_camera PHOTO/GEHAD HAMDY - Un joven egipcio camina frente a una pared con la bandera egipcia pintada

Extendiéndose por las calles un levantamiento sin precedentes en 2011, llevó a los egipcios a derrocar al dictador Hosni Moubarak, con cánticos que resonaban pidiendo "pan, libertad y justicia social". Sin embargo, 10 años después mientras que la libertad y la justicia social siguen siendo una posibilidad para Egipto, el pan podría ser más difícil de conseguir. La población creciente del país y el debilitamiento del Nilo están amenazando el suministro de agua, lo que debilita su capacidad para regar los cultivos y aumenta la dependencia de este país desértico de las importaciones de alimentos procedentes de un mercado global donde las materias primas son cada vez más volátiles.

El país que un día fue el granero del imperio romano tiene hoy que importar alimentos y subsidios para dar de comer a su población. El mayor comprador de trigo del mundo busca frenar el gasto y reducir el déficit presupuestario en un momento de aceleración de la inflación mundial. El país del norte de África logra esquivar la crisis gracias al apoyo del FMI, pero la pobreza crece dentro de un sistema con muchos desequilibrios. Anticuada, ineficiente y con un peso enorme del sector público, la economía egipcia estaba seriamente tocada antes de que los ciudadanos se echaran a las calles tras la revolución de 2011.PHOTO/GEHAD HAMDY 

Hasta la revolución de 2011, las conocidas como “revueltas del pan” habían sido prácticamente los únicos conatos de rebelión que habían preocupado a los distintos gobiernos egipcios, que nunca se atrevieron a reformar el arcaico sistema de subvenciones egipcio por miedo a una sublevación popular. El Gobierno, ahogado por la difícil situación económica que atraviesa el país, asegura que se producen abusos en los subsidios, y que parte de la harina que los panaderos adquieren a un precio menor acaba en el mercado negro o es utilizada para elaborar el pan destinado al consumo general u otros productos. Los precios del pan no han cambiado desde los años 80 del siglo pasado, para lo que los diferentes gobiernos han tenido que hacer cada vez más aportaciones, engordando la partida de los subsidios -que también engloba productos como el aceite de cocinar, el gas o la gasolina- hasta niveles insostenibles.

PHOTO/GEHAD HAMDYUna de las palabras características de los eslóganes que se coreaban en el levantamiento de la plaza Tahrir, en las primaveras árabes era, “pan". En la actualidad, el pan se vende a 0,05 libras egipcias (0,0032 dólares) por barra a más de 60 millones de egipcios, a los que se les asignan cinco barras al día en el marco de un amplio programa de subvenciones que también incluye productos como la pasta y el arroz, y que cuesta miles de millones de dólares. El año pasado, el país redujo en 20 gramos el tamaño de su barra de pan subvencionada, lo que permitió a los panaderos fabricar más barras a precio fijo con el saco estándar de 100 kg de harina. En su presupuesto para 2021/22, Egipto asignó 87.800 millones de libras egipcias (5.600 millones de dólares) para subvencionar productos básicos de abastecimiento y apoyar a los agricultores. De esa cantidad, 44.800 millones de libras se destinan a la subvención del pan. Pero para las familias más necesitadas de Egipto, donde un cuarto de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y el pan y alimentos humildes como las habas son la base de la dieta, el nuevo sistema puede resultar devastador.

En 2019, el FMI concedió a El Cairo un préstamo de 12.000 millones de dólares a cambio de un programa para enderezar su economía, lastrada por la inestabilidad causada por la oposición del régimen a realizar una transición democrática. Egipto ha eliminado graves desequilibrios macroeconómicos y estabilizado su situación financiera. El país recuperó el crecimiento económico, triplicó sus reservas de divisas, corrigió su balanza de pagos, bajó el desempleo, controló la inflación, logró superávit fiscal y mejor calificación crediticia, y unió los tipos de cambio. 

PHOTO/GEHAD HAMDYEn marzo de 2020, Egipto sufrió una espeluznante fuga de capitales, en tres meses sus reservas de divisas cayeron un 20%, y algunas de sus principales fuentes de dólares, como remesas, turismo y gas natural, amenazaban con sufrir un severo revés. Más allá, Egipto carece de un sector industrial potente y depende mucho de importar productos esenciales, así que crecer implica ahondar su déficit comercial y añadir presión sobre sus reservas de dólares.

Egipto es uno de los pocos países del mundo que pudo lograr un crecimiento positivo de su PIB en medio de la pandemia. El país logró un 3,8% en 2020, aunque no de una forma inclusiva. La tímida apertura económica de los últimos años y las medidas de estimulo puestas en marcha para paliar los efectos de la crisis y de la COVID han sido insuficientes para reducir la pobreza, el desempleo y las desigualdades, tres de ellos factores que avivaron el descontento de los ciudadanos en las primaveras árabes. 

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