Con la toma del poder por parte de los talibán, el acuerdo de Doha evidencia los escasos puntos que se han cumplido del pacto

El acuerdo de Doha: la clave de la escalada del poder talibán

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En febrero del 2020, el Gobierno estadounidense presidido en ese momento por el expresidente Donald Trump lideraba un acuerdo con los talibán en Doha, Qatar, en el cual se estipulaba un calendario para proceder a la retirada definitiva de las tropas estadounidenses en Afganistán.

En el acuerdo, Estados Unidos se comprometían a salir definitivamente del país a cambio de que los talibán garantizasen que Afganistán no se convirtiese en un escenario de planificación de ataques o acciones que amenazasen a la seguridad estadounidense. Lo que se designó como el Acuerdo para Traer la Paz a Afganistán fue el principio de una escalada talibán que, finalmente, ha conseguido hacerse con el control del país a través de una “blitzkrieg” en la que apenas ha existido resistencia por parte del Ejército afgano y que ha derivado en la salida final del expresidente afgano, Ashraf Ghani, del país.

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Acuerdo de Doha: El principio de la retirada 

Tras la firma del acuerdo, Estados Unidos fijaba un espacio temporal de 14 meses para que las tropas estadounidenses junto con sus aliados internacionales abandonasen el país. A cambio, los talibán se comprometían a asegurar la seguridad de EE.UU tras afirmar que no “permitirían que ninguno de sus miembros, ni otras personas o grupos, incluida al-Qaeda, usen el territorio afgano para amenazar la seguridad de Estados Unidos y sus aliados”.

Del mismo modo, se estipulaba que los talibán junto con el Gobierno afgano debían llegar a un acuerdo de un alto el fuego y liderar en Afganistán un proceso de paz. Sin embargo, en el último mes hemos sido testigos de cómo los insurgentes se han hecho con el poder del país en un tiempo récord. Por esta parte, sorprendía tanto a analistas como fuentes de Inteligencia, la rápida ocupación talibana y la flébil resistencia afgana.

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En este aspecto, el exjefe del Estado Mayor de Afganistán, Sher Mohammed Karimi, afirmaba en una entrevista que “el Ejército afgano estaba bien preparado y entrenado, el problema es que había estado demasiado involucrado en la política en los últimos cinco años”. Por otro lado, señalaba que en el Ejército había “demasiada corrupción y casos de nepotismo” y que, además de estos factores, existía “problemas principalmente logísticos”. La mayor parte del tiempo, el Ejército ni siquiera tenía municiones”, confiesa.

En los últimos días hubo demasiada injerencia en el Ejército políticamente, más de una vez se dijo que las negociaciones estaban en curso. Se les dijo que no combatieran, se dijo que la comunidad internacional no nos culpe por los aspectos de los acuerdos de Doha y otros lugares”, afirmaba.

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“El Ejército estaba en gran parte en el limbo. No sabían que hacer”. Las consecuencias de estas variables han llevado al país a someterse bajo un Gobierno talibán en el cual los derechos humanos, sobre todo aquellos que acontecen a los derechos de las mujeres, peligran. 
Igualmente, los talibán incluyeron en el acuerdo que se ejecutase la liberación de prisioneros de las cárceles. En este sentido, se asignaba que hasta 5.000 prisioneros talibán y 1.000 funcionarios del gobierno serían liberados. De estos presos se teme que muchos de ellos formen parte de organizaciones terroristas como Al-Qaeda o el Daesh. 

Sin embargo, si echamos la mirada a todo lo acontecido durante el mes de agosto, observamos que de las únicas disposiciones que se han cumplido en el acuerdo son la retirada de las tropas internacionales.

Además de no haber ejecutado un diálogo con el Gobierno afgano, este cayó antes de que se iniciara cualquier tipo de conversación y antes de que se pactase un alto el fuego. Junto a esto, varios analistas señalan que después del acuerdo la violencia en el país se recrudeció debido al ansia de los talibán por ir ocupando territorios.

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Con la premisa de que las fuerzas de seguridad afganas serían las que tendrían que tomar el control del país después de la retirada occidental, Occidente fue poco a poco ejecutando su salida del país mientras que los insurgentes iban tomando capitales afganas ante la inacción del Ejército afgano y con un arsenal en el que Estados Unidos invirtió millones de dólares.

En este aspecto, vemos cómo partes claves del acuerdo de Doha no se han cumplido ya que ni siquiera las conversaciones con el gobierno afgano se produjeron. Ahora, ante la toma del poder afgano por parte de los talibán, grupos terroristas como ha sido el ejemplo del ISIS-K amenazan con sembrar, más aún, el caos en un país que teme vivir una guerra civil entre grupos terroristas.

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En una declaración de la activista afgana, Zahra Husseini, afirmaba a AFP que “mientras veía como lo firmaban, tuve ese mal presentimiento de que llevaría al retorno de los talibanes al poder y no a la paz”. Afganistán sigue sin vislumbrar el sosiego y ahora, con la toma del poder de los talibanes, los escenarios de un proceso de paz son difíciles de atisbarse. 
 

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