El apagón de VAR evita el empate de un Barça sin brillo
Xavi dijo antes del partido del Barça en Milán que no podían fallar en el Giuseppe Meazza ante el Inter de Milán. Los dos equipos llegaban después de perder con el todopoderoso Bayern y era el momento de tomar posiciones para rematar el grupo en el siguiente partido en el Camp Nou.
Los cuentos de la lechera se diluyeron en medio de un fútbol espeso en el que el club catalán no encontró los espacios para las llegadas de Raphinha y Dembélé.
Inzaghi ha conseguido convertir al Inter en un equipo sólido que sabe a lo que juega, aunque haya pasado por una pequeña crisis las últimas jornadas en la liga italiana. El fútbol italiano del catenaccio sobrevoló Milán una vez que Calhanoglu anotó el primer gol justo antes del descanso.
Xavi desveló en la rueda de prensa posterior que sabían de la capacidad del Inter para los tiros lejanos y que, aun así, permitieron el gol. Christensen y Eric García no fueron la pareja perfecta atrás y hasta el central danés tuvo que ser sustituido por lesión para dar paso a Piqué.
El Barça consiguió encerrar al Inter en su propio campo y empezó a poner centros para conseguir como fuera el empate. Ese fútbol feo que no le gusta a Xavi era a lo que único que se podía agarrar en vista de que con el otro fútbol no era capaz de abrir la defensa italiana.
Entonces llegaron las polémicas con el VAR como protagonista. Pedri remató a gol un centro que, previamente, había tocado en la mano de Ansu Fati. La imagen del VAR es clara, aunque se podría pensar que es tan leve el toque que no se desvía la trayectoria del balón.
Más evidente fue la mano de Dumfries. El neerlandés sí que desvía el balón con la muñeca dentro del área, pero el esloveno Vinicic no va al monitor a ver la repetición. Algunos jugadores del Barça explicaron tras el partido que desde el VAR no tenían una imagen clara de la mano y por ese motivo no llamaron al árbitro.
Luego han aparecido otras tomas de la mano, pero en ese momento preciso, la sala VAR se quedó sin la toma perfecta que hubiera permitido al Barça intentar el empate.
Ahora, el club catalán se juega igualar a seis puntos con el Inter si es capaz de ganar en el Camp Nou a los italianos y recibirá en casa al Bayern en dos partidos decisivos para activar la palanca de los octavos de la Champions.
El Atlético de Madrid vive sus últimos momentos de la gloria que le ha dado Simeone. Vendrán otros buenos tiempos, pero esta etapa se va a cerrar con más sombras que luces porque la realidad del club es complicada.
La relación con un grupo de aficionados radicales tiene en vilo al equipo y ha manchado mucho la imagen del Atlético tras lo sucedido con Vinicius y la tardía condena. Gil Marín está como loco por vender el club y deshacerse de una losa que cada vez le trae más problemas.
Simeone puede estar viviendo su último año de entrenador con una plantilla que no quiere y con jugadores que no puede utilizar como le gustaría. Reguilón y Felipe siguen lesionados.
Con Griezmann ya ha decidido ir a por todas. Quizá el Atlético y el Barça hayan llegado a un acuerdo o quizá acaben en los tribunales, pero Simeone no piensa dejar en el banquillo al francés porque lo considera clave en el fútbol de su equipo.
Delante estaba el Brujas de Jutglá, el ex del Barça ha conquistado la ciudad y tiene a su equipo líder del grupo con nueve puntos. Frente al Atlético anotó el segundo gol y pudo haber metido otro si no es por la sangre fría de Oblak.
El Atlético de Madrid no funcionó en ataque, aunque provocó un penalti que Griezmann falló. Morata no estuvo en los momentos importantes y Giménez y Savic no son esos muros infranqueables que le gustan a Simeone.
El Atlético recibirá al Brujas en casa para intentar engancharse a un grupo donde están empatados a puntos con Oporto y Bayer Leverkusen. El futuro de Simeone y la economía del club pasan por meterse en octavos antes del parón por el Mundial.
