La ideología de los majdalistas, seguidores de una doctrina musulmana salafista, podría complicar los esfuerzos para resolver el conflicto que asola a la nación norteafricana

El auge del majdalismo en el rompecabezas libio

AFP/MAHUMD TURKIA - Edificios de la capital libia, Trípoli, durante el bombardeo reportado por las fuerzas del mariscal Khalifa Haftar, el 9 de mayo de 2020

Libia es un estado fragmentado, devastado por el conflicto y sumergido en el caos desde la caída del dictador Muammar Gadafi. La nación norteafricana es víctima de una guerra de legitimación tanto política como religiosa; una guerra que ha acabado con la vida de miles y miles de personas y que ha llamado la atención de grandes potencias como Turquía o Rusia por sus yacimientos petrolíferos. Las autoridades del este lideradas por el general Jalifa Haftar controlan la mayor parte del país y desde abril de 2019 intentan extender su poder en las regiones que están aún en manos del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), presidido por Fayez Sarraj. 

Haftar cuenta con el respaldo de Rusia, Egipto, Emiratos Árabes y Arabia Saudí; mientras que el Gobierno de Trípoli, respaldado por los Hermanos Musulmanes y reconocido internacionalmente por Naciones Unidas, recibe ayuda militar de Turquía y Qatar. Occidente desconoce en gran parte las corrientes religiosas que existen en el norte de África, así como su papel histórico y político. En el complicado escenario libio, la corriente dentro del salafismo quietista denominada como madjalismo ha ido ganando importancia a lo largo y ancho del país, aumentando su influencia en instituciones religiosas clave o en determinados grupos armados. 

Daños después del bombardeo del aeropuerto Mitiga de Trípoli

La ideología de los majdalistas, seguidores de una doctrina musulmana salafista ultraconservadora originaria de Arabia Saudí, podría complicar los esfuerzos para resolver el conflicto libio. La corriente de Madkhali goza de cierta popularidad en la nación norteafricana. Su particular tipo de ideología los ha convertido en aliados en la lucha contra Daesh. Aun así, también han sido los responsables de profundizar en las heridas abiertas entre los partidarios y los detractores de grupos como la Hermandad Musulmana. 

Su doctrina les ha permitido ir más allá de las divisiones tribales, étnicas y regionales. Por ello, probablemente sean los únicos que han sido capaces de aumentar su influencia en todo el país, y de aliarse con las autoridades locales en los diferentes lados del conflicto, tanto en el GNA como en el LNA. Sin embargo, para sus críticos, hablar de esta doctrina es lo mismo que hablar de extremismo. Sus detractores denuncian que están implementando una agenda para transformar la sociedad y advierten de que están utilizando las instituciones religiosas estatales para “difundir su dogma ultraconservador” como estrategia para imponer nuevas normas culturales y sociales. 

Mientras los enfrentamientos entre el Ejército Nacional Libio (LNA, por sus siglas en inglés) y el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) continúan, otra lucha se está librando en el oeste del país a las espaldas de gran parte de la comunidad internacional. El pasado 30 de abril, un grupo de rebeldes obligó a cerrar la oficina local de la Autoridad General de Dotaciones Religiosas y Asuntos Islámicos (Awqaf) del GNA en la ciudad de Zawiya. Tres días después, la ciudad de Khoms siguió el mismo ejemplo, mientras que en la cercana Zliten, así como en otras ciudades del país, el cierre de este tipo de oficinas se iba sucediendo. Un día antes, el gran muftí de Libia, el jeque Sadiq al Ghariani, apareció en la televisión condenando el Awqaf y acusándolo de ser “leal al enemigo” y de “seguir el camino de Al-Madkhali”. 

Rabee bin Hadi al-Madkhali (el fundador del movimiento madjalismo)

Con estas palabras, Ghariani se refería a aquellos salafistas que se adhieren a las enseñanzas del clérigo saudita, el jeque Rabee bin Hadi al-Madkhali, y que son tachados de majdalistas por sus detractores. Durante su intervención, el jeque libio llegó a acusar a esta corriente de trabajar para “los servicios de inteligencia saudíes”, según ha informado el digital Middle East Eye. Estas declaraciones ponen de manifiesto la polaridad de una región que aparece representada en los titulares del resto del mundo a través del nombre de Haftar o de Fayez Sarraj. Los majdalistas están presentes en algunas de las principales milicias que luchan en el país, tanto en el este como en el oeste, y ejercen una considerable influencia militar y política sobre ambos gobiernos rivales. 

En Trípoli, los combatientes leales a esta doctrina juegan un rol fundamental en las milicias que colaboran con el internacionalmente reconocido Gobierno del Acuerdo Nacional. Un análisis realizado por el think tank International Crisis Group ha llegado a la conclusión de que este grupo “ejerce una influencia significativa en algunas de sus instalaciones e instituciones clave” e incluso les proporcionan protección. Pero su presencia va mucho más allá. Los majdalistas también son una pieza imprescindible en el Ejército Nacional Libio (LNA) que han sido capaces de aprovechar la espiral de inestabilidad en la que está sumida Libia para hacerse con el control de importantes instituciones religiosas. 

Combatientes de un grupo armado con base en Misurata

Su auge se produce al mismo tiempo que la escalada militar en Libia se recrudece a raíz del acuerdo firmado el pasado mes de noviembre entre Turquía y el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), con sede en Trípoli y liderado por Fayez Sarraj. En el marco de este acuerdo de seguridad y cooperación económica, Ankara ha intensificado su presencia en Libia, con el envío de cientos de mercenarios y decenas de cargamentos de material militar. Este acuerdo ha envenenado aun más las relaciones diplomáticas entre Turquía y los países de esta región, hasta tal punto que hace unas semanas los ministros de Asuntos Exteriores de Grecia, Chipre, Egipto, Francia y Emiratos Árabes Unidos denunciaron a través de una declaración oficial las “continuas actividades ilegales” por parte de Turquía en esta zona. 

En el conflicto de Libia, la disputa religiosa se suma al control por los recursos que hace que esta guerra civil pueda entenderse como una guerra por el petróleo. Desde la aparición del oro negro en el siglo XIX, este recurso se ha convertido en la principal fuente de ingresos en la economía de la nación norteafricana. Antes de que el conflicto conquistara cada rincón del país, los recursos de hidrocarburos en Libia representaban hasta más del 70 por ciento del ingreso nacional. Esta situación cambió por completo con la muerte de Gadafi y más tarde con la aparición de Haftar en este complicado escenario. Desde entonces, el líder del LNA ha conseguido hacerse con el control de algunos de los principales campos petroleros del país, un avance que potencias como Turquía no terminan de aceptar. 

Las mafias y otros grupos de crimen organizado han aprovechado este contexto para aumentar y ejercer su presencia. La pobreza e inseguridad alimentaria, la corrupción o la debilidad que caracteriza a este estado son algunas de las amenazas que se han instalado a las puertas de Europa (en lo que se conoce como frontera avanzada de seguridad europea) poniendo en riesgo la seguridad de los países vecinos, un asunto que preocupa al viejo continente ante la llegada constante de refugiados. A estos acontecimientos hay que añadir las crisis multidimensionales provocadas por el terrorismo y el crimen organizado transnacional. Esta situación se recrudece por la porosidad de las fronteras sahelianas y la inseguridad estructural presentes en la región. Todo ello ha favorecido la aparición de una economía de guerra que lo que hace principalmente es perpetuar la existencia de grupos estatales no armados y del crimen organizado.

Miembros del Ejército Nacional Libio (LNA), comandados por Khalifa Haftar en Bengasi
Más allá de la esfera religiosa 

Las raíces de la doctrina del majdalismo son sinónimo de revolución. Era 2011, cuando el norte de África y Oriente Medio se vio envuelto en lo que meses más tarde se conocerían como Primaveras Árabes. Desde entonces, la corriente salafista se ha ido extendiendo por toda Libia y haciéndose un hueco poco a poco y sigilosamente tanto en mezquitas, escuelas o medios de comunicación. Un ciudadano de la ciudad de Zawiya ha dicho a Middle East Eye que estima que los seguidores de esta doctrina religiosa controlan al menos el 80 por ciento de las mezquitas de esta ciudad. “Los salafistas tienen el control total en algunas zonas de Trípoli, y sus jeques tienen el mando total de las mezquitas”, ha recalcado. Más allá de la esfera religiosa, los majdalistas han ido ascendiendo en distintos cuerpos de seguridad, según un funcionario entrevistado por MEE que ha incidido en que “se han apoderado de Misrata, Trípoli, Sabratha, Zawiya, Zliten, y Khoms”. El crecimiento de esta corriente ideológica en sus diversas vertientes y manifestaciones ha suscitado gran preocupación entre otras doctrinas islamistas, como el sufismo o aquellas asociadas a la Hermandad Musulmana.

Fotografía de archivo del ex presidente de Libia, Muammar Gaddafi

La fragmentación que caracteriza al estado libio también está presente en esta corriente ideológica, que “ha buscado a través de la revolución derrocar el viejo orden y dirigir la transición de acuerdo con su propia visión y principios”, de acuerdo con el análisis realizado por Middle East Eye. La voluntad del GNA de buscar apoyo en países como Turquía o en organismos de orientación salafista, como la Fuerza Especial de Disuasión (RADA), ha hecho sonar las alarmas en los hogares de todos aquellos que siguen al gran mutfí. 

En este contexto, la analista Alison Pargeter considera que la decisión del GNA de nombrar al conocido jeque salafista Mohamed Ahmeida al-Abbani como jefe del Awqaf en noviembre de 2018 ha abierto una nueva herida en el conflicto que sufre la nación norteafricana. Abbani reemplazó a Abbas Ghadi, un aliado de Ghariani, que fue forzado a dejar su puesto. “Su nombramiento fue la gota que colmó el vaso para muchos políticos islamistas y puso de manifiesto el creciente poder de la ideología salafista en Trípoli”, explica Pargeter en su investigación. Una vez en el poder, Abbani hizo cambios considerables como, por ejemplo, retirar al jeque sufista Ahmed al-Kout del Awqaf y nombrar a Mohamed Sassi Sharkasi. 

Musulmanes libios realizan la oración matutina del Eid Al-Adha en la Plaza de los Mártires de la capital, Trípoli, el 11 de agosto de 2019

“El Awqaf tiene muchas tierras, edificios y dinero. El control de los Awqaf significa controlar enormes recursos financieros. Además, hay muchos puestos lucrativos en los consejos de administración de bancos e instituciones financieras (como los comités de cumplimiento de la sharia) para los que la Awqaf tiene derecho a proponer candidatos”, ha explicado un ciudadano residente en la ciudad de Zawiya al portal web Middle East Eye. Por esta razón, el nombramiento de Abbani ha sido duramente criticado por la oposición, quien ha exigido al GNA en repetidas ocasiones su dimisión. 

En este mismo análisis, Alison Pargeter alerta de que las milicias salafistas juegan un papel central en las fuerzas del LNA y su apoyo ha sido necesario para permitir a Haftar hacerse con el control del este del país. “Gracias a esta relación, los salafistas han podido dominar el espacio religioso en el este, donde controlan las instituciones y establecimientos religiosos, y pueden imponer su interpretación del islam”, ha señalado en un artículo publicado en Middle East Eye. Además, esta doctrina juega un rol fundamental en la ofensiva lanzada por Haftar el pasado mes de abril para hacerse con el control de Trípoli. Su importancia es tal que el pasado mes de enero, una brigada salafista fue la que abrió el camino para que el LNA se apoderara de la estratégica ciudad de Sirte. 

El primer ministro del Gobierno del Acuerdo Nacional (GNA) de Libia

El distanciamiento entre estas dos corrientes ideológicas puede provocar una guerra dentro del espacio religioso de la nación. Aunque los majdalistas no participen directamente en la política, constituyen un importante grupo de presión para que la religión desempeñe un papel más importante en la vida pública electoral, según han interpretado en una investigación realizada por International Crisis Group. 

En el complicado conflicto libio, esta corriente ha mostrado su apoyo abierto a Haftar, líder del Ejército Nacional Libio (LNA), quien en abril de 2019 anunció el comienzo de una ofensiva para hacerse con el control de la capital del país. En los últimos meses, el GNA ha ido aumentando de nuevo su presencia, en parte por el apoyo de Turquía, una nación criticada por gran parte de la comunidad internacional por enviar material militar y grandes contingentes de mercenarios procedentes de Siria, incumpliendo el embargo de armas impuesto por Naciones Unidas. 

La diversidad religiosa en el país abre otra fisura en un conflicto ya estratificado y complejo
Unos muchachos libios leyeron el Corán

El European Eye on Radicalization divide a los islamistas libios en islamistas de corriente principal (La Hermandad Musulmana), post-jihadistas (Veteranos de Grupo Líbio de Lucha Islámica), partidos salafíes y salafíes quietistas (madkhalis). La actual escalada de violencia y de inseguridad ha vaciado los templos del país, incluidos los escasos lugares de culto que existen para los católicos. En los últimos años han mostrado su preocupación por la seguridad de sus fieles. La diversidad religiosa en el país abre otra fisura en un conflicto ya estratificado y complejo. Tras el asesinato de Muammar Gadafi, los majdalistas han encontrado aliados entre las principales fuerzas del conflicto, un acercamiento que no podría entenderse sin comprender el pasado de esta doctrina. “Aunque el salafismo surgió en Egipto en el siglo XIX como un movimiento anticolonial de reavivamiento musulmán, sus raíces teológicas se encuentran en el wahabismo del siglo XVIII que se originó en la región de Najd de la Península Arábiga, en lo que hoy es Arabia Saudí”, han subrayado en una investigación elaborada por el International Crisis Group. 

En la actualidad, esta corriente se divide en tres tendencias: el salafismo escrituralista o “científico”, una corriente políticamente quietista que se opone a la participación política; el salafismo reformista, que está más comprometido políticamente y puede adoptar una forma revolucionaria; y el salafismo yihadista del tipo que abrazan Al-Qaeda y Daesh. La corriente majdalista ha surgido en las últimas décadas como una corriente que podría englobarse dentro del salafismo escrituralista. “Los seguidores de Madkhali se han extendido por todo el mundo árabe, en parte gracias al apoyo de organizaciones benéficas religiosas sauditas bien financiadas y al acceso a los canales de televisión por satélite”, explican en el think tank mencionado anteriormente. 

Esta ideología llegó a Libia en la década de los noventa gracias a aquellos libios que habían estudiado en instituciones vinculadas a Madkhali en Arabia Saudí o Yemen y después habían vuelto a su país. En sus inicios, esta doctrina fue tratada con sospecha, pero con el paso del tiempo fue aumentado su influencia en la región. El estudio realizado por International Crisis Group estima que en 2018 los majdalistas se habían convertido en el mayor movimiento salafista del país. 

Musulmanes sufíes libios cantan y tocan tambores durante una procesión para conmemorar el cumpleaños del Profeta Mahoma
En el este y en el oeste 

El asesinato de varios salafíes en Bengasi desde mediados de 2013 hasta principios de 2014 fue la gota que colmó el vaso. Entre los fallecidos se encontraba el coronel Kamal Bazaza, un conocido imán que también trabajaba en la Dirección de Seguridad de Bengasi. La muerte de Bazaza fue la chispa que prendió la mecha para que los majdalistas decidieran unirse a la Operación Dignidad, impulsada por Haftar en 2014. Con el paso del tiempo han conseguido posicionarse en la rama oriental de la Autoridad General de Donaciones Religiosas y Asuntos Islámicos, el organismo estatal que administra las mezquitas. En el este del país han sido descritos como “la columna vertebral” de esta ofensiva. 

En el oeste, los majdalistas forman parte de una serie de milicias que están presentes en el occidente del país, en particular en Sabratha, Surman y Zawiya, así como en muchas de las Unidades de Lucha contra la Delincuencia (Mukafahat al-Jareema, dependientes del Ministerio del Interior), de acuerdo con el estudio realizado por International Crisis Group. El organismo más importante en el que los partidarios de esta doctrina están presentes es la Fuerza Especial de Disuasión (Quwat al-Radaa al-Khaasa, conocida comúnmente como Radaa). 

Una vista general muestra los escombros de un santuario sufí dañado en el barrio de Tajoura

“La clave del debate libio sobre el ascenso de los majdalistas es la cuestión de cómo puede evolucionar la corriente, ya que el entorno actual en Libia posiblemente fomente las ambiciones mucho más allá de las raíces aparentemente quietistas de la ideología. Esta perspectiva alarma a varias figuras de alto nivel del sector de la seguridad de la nación norteafricana, ya que algunos consideran que el salafismo de Madkhali es un desafío clave para la estabilización del país, tanto ahora como en el futuro”, han asegurado los investigadores encargados de hacer el análisis en International Crisis Group. 

En 2014, Libia fue condenada a vivir entre la espada y la pared. La división política que surgió a mediados de este año provocó la aparición de dos gobiernos, uno oriental y otro occidental. Una consecuencia de esta división ha sido la creación de varias instituciones estatales paralelas con sede en el este de Libia y que duplican a las ya creadas por el Gobierno de Sarraj. Los majdalistas se han esforzado en los últimos años para hacerse con el control de estas instituciones religiosas. 

Manifestantes sostienen pancartas y la bandera salafista

En esta espiral de incertidumbre, los encargados de encontrar una solución política al conflicto libio tienen que tener en cuenta la presencia de esta corriente salafista. “La presencia de los madjalistas en las milicias con diversos grados de legitimidad en todo el país les ha permitido seguir un programa ultraconservador destinado a transformar la sociedad. Si bien algunos elogian su aparente integridad y su voluntad de hacer frente a la delincuencia y luchar contra el Daesh, los majdalistas son cada vez más temidos por algunos grupos de la sociedad como activistas de la sociedad civil, sufíes, la minoría amazigh y miembros de la Hermandad Musulmana”, han señalado desde International Crisis Group. La influencia que ejercen en estos momentos en la nación norteafricana plantea interrogantes sobre su impacto en la trayectoria política y social de Libia. 

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