La desinformación se utiliza generalmente para referirse a la difusión deliberada de contenido deshonesto que intenta confundir o manipular a las personas

El aumento de la desinformación y las ‘fake news’ en época de crisis

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Los acontecimientos recientes han puesto al periodismo bajo el foco. Las transformaciones políticas, tecnológicas, económicas y sociales están remodelando inexorablemente el panorama de las comunicaciones y suscitan muchas preguntas sobre la calidad, el impacto y la credibilidad del periodismo. 

Además, la información está siendo contaminada por campañas orquestadas para difundir falsedades a través de la desinformación. Esta disrupción va acompañada de la manipulación de medias verdades a través de mala información, y por el intercambio, voluntario o involuntario, de información errónea.

La era digital ha sido descrita como una "era dorada para el periodismo". Nuevos modelos de información colaborativa transfronteriza y acceso a diversas fuentes con un clic del ratón.  Sin embargo, también ha suscitado desafíos continuos sin precedentes y cambios estructurales en la industria de las noticias con el aumento de la propaganda o el auge de las redes sociales.

Además, las líneas entre hecho verídico, entretenimiento, fabricación y ficción son cada vez más borrosas, y una vez la desinformación es lanzada, los sistemas de distribución de noticias hacen imposible intentar frenar la viralidad de la publicación. 

Fake News

Cómo, dónde, y por qué surge la desinformación

En la era de la comunicación, informarse es muy sencillo. Tras el desarrollo de los medios de comunicación, y sobre todo de internet, tenemos a nuestra disposición gran cantidad de información. Acceder a esta se ha convertido en una actividad más sencilla, más barata y dinámica, gracias a la cantidad de fuentes que cubren contenido tanto nacional como internacional. 

Además de los periódicos, revistas y la televisión, las redes sociales conforman un medio bastante utilizado, sobre todo por los jóvenes. En cambio, a través de las redes y mensajería sociales la difusión de la desinformación y las noticias falsas aumenta. En un mundo altamente globalizado como el de hoy en día, podemos conocer lo que ocurre en todos los rincones del mundo, prácticamente a tiempo real. Sin embargo, existen una serie de factores que están transformando el marco de las comunicaciones, cuestionando la calidad, el impacto y la credibilidad del periodismo. 

Muchos actores están involucrados en la comunicación estratégica para conseguir fines ilegítimos a través de la propagación de determinadas noticias o información dañina para su público objetivo. En este contexto, la desinformación se utiliza generalmente para referirse a la difusión deliberada de información deshonesta que intenta confundir o manipular a las personas. Es particularmente peligrosa porque suele estar bien organizada y reforzada por tecnología automatizada. 

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Además, las campañas de desinformación suelen ser más concurrentes en situaciones de crisis o incertidumbre nacional. Normalmente suelen utilizarse como arma para desestabilizar un país, dañando la opinión pública o incluso interfiriendo en las campañas electorales como vimos en 2016 en Estados Unidos.

Las ‘fake news’ o las informaciones falsas son publicadas por páginas que buscan seguidores y más usuarios que consuman su contenido. El objetivo es confundir a los lectores para que se crean la información y la compartan. De esta manera más lectores acceden a consumir el contenido y más dinero ganan gracias a los anuncios. La monetización se multiplica en función de las visitas que la publicación recibe, por lo tanto, cuantas más visitas, más se enriquecen.

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Casos actuales de ‘fake news’: Cuba, COVID-19...

Aprovechando los momentos de incertidumbre y confusión que surgen a partir de situaciones de crisis, ya sea económica, sanitaria o migratoria, el número de noticias falsas o ‘fake news’ se dispara debido a la falta de información verídica. Estas se suelen difundir por redes sociales, donde los usuarios las comparten a velocidad de la luz, haciendo prácticamente imposible frenar esta difusión. Además, el acceso a información oficial y contrastada se reduce cuando las mismas autoridades del país en crisis dificultan el acceso a estas para intentar controlar las revueltas y arrastrar a las masas a su favor.

Cuba es un claro ejemplo del daño que pueden provocar las noticias falsas y la desinformación. Más aún y según explicamos en Atalayar, cuando las autoridades han cortado el servicio de internet móvil y casi nadie puede permitirse una conexión wifi. El apagón de internet está provocando un parón en parte de las actividades del país, que pasaron a ser online por la pandemia. Pocas personas tienen acceso a las redes y conocen la situación real, ya que circulan vídeos de revueltas ciudadanas que en muchos casos son falsos, deslocalizados o se hacen pasar por nuevas imágenes cuando corresponden a las primeras manifestaciones.

Nos encontramos ante un terreno pantanoso para ambos “bandos del conflicto”, tanto para la población cubana, cansada de la falta de libertades, la situación de pobreza y la crisis sanitaria causada por la COVID-19; como para el Gobierno de Díaz-Canel, ávido de poder. En esta situación, las ‘fake news’ se multiplican aumentando todavía más la incertidumbre y la falta de información, generando un espacio más conflictivo. Estas van acompañadas mayoritariamente por una fotografía o un vídeo, apelando a las emociones del receptor.

Una de las más recientes fue desmentida en Efe Verifica: “Un niño de 13 años fue asesinado durante las masivas protestas antigubernamentales en Cuba, como muestra una fotografía”, es totalmente falso. La imagen muestra, en realidad, a un menor que fue herido por una bala perdida en Venezuela tras un choque de pandillas.

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La importancia de luchar contra la desinformación y las ‘fake news’

Lo cierto es que la propagación mundial de falsedades en línea plantea una grave amenaza para los elementos fundamentales de la sociedad democrática, incluida la cohesión social, la salud pública y la estabilidad política. Una democracia saludable requiere información creíble para que los ciudadanos puedan tomar decisiones informadas. 

Las decisiones legislativas y reglamentarias sobre cómo responder a las noticias falsas llegan en un momento crítico, cuando las libertades políticas y de los medios de comunicación están amenazadas en todo el mundo. Las plataformas digitales son la nueva frontera en este ataque mundial a las libertades.

En el contexto actual de desinformación, el mayor peligro es no una regulación injustificable del periodismo, sino la repercusión en las creencias del pueblo respecto a la información que recibe. En este escenario, es probable que las personas tomen como verídico cualquier contenido que esté avalado por sus redes sociales, dejando de lado la coherencia.

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Ya podemos ver los impactos negativos de esto en las creencias públicas sobre salud, ciencia, interculturalidad y problemas sociales. Más allá de la polarización y radicalización de la sociedad, al recibir este tipo de contenido falso y manipulado, podemos encontrar noticias falsas como la de que “la ingesta del cloro cura el coronavirus”, que pueden ser mortales. 

Por ese motivo, es de vital importancia luchar contra esta arma que atenta contra la estabilidad de los países, la cohesión social y la salud pública.

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