El Chelsea levanta la Champions ante un novato City
La imagen de Guardiola besando la medalla de subcampeón es una forma de honrar al fútbol. Un tipo tan inteligente para este deporte como desacertado con las causas políticas que abraza. Pep y sus jugadores respetaron la persea y no se la quitaron cuando Ceferin se la puso en el cuello. El subcampeón ha perdido una final. Y jugar una final ya es un premio en sí, aunque ya sabemos que de los subcampeones no se acuerda nadie, que diría Luis Aragonés.
#PúblicoEl Estadio del Dragón de Oporto no solo dio cita a la final de Champions entre dos equipos ingleses, fue la bienvenida al público a las gradas y una nueva forma de dar espectáculo antes del encuentro. Esa mezcla que tanto gusta a la UEFA: algunas entradas para los fans; muchas más para ellos y sus patrocinadores y un gran espectáculo de luces y sonido aderezado con música ‘Made in USA’ en este caso gracias a Marshmello, Selena Gómez y Khalid. Una gala virtual porque los cantantes no estaban en Oporto, pero que gracias a la tecnología la inmersión fue total y perfecta. Eso deja muchas opciones para el futuro.
Thomas Tuchel firmó su finiquito con el PSG en diciembre de 2020 y en enero de 2021 ya era entrenador del Chelsea de otro magnate, Roman Abrámovich. Llegó a Londres herido por no haber podido culminar su trabajo en Paris y se puso a bregar para darle forma a un equipo con mucho potencial. Mount, Havertz, Kanté, Chilwell, Pulisic… jugadores jóvenes a los que había que exprimir. El Chelsea ha acabado cuarto en la Premier, pero se ha llevado por delante en Champions al Sevilla, al Atlético de Madrid y al Real Madrid. Lo que da cuenta de que el fútbol inglés empieza a distanciarse del español.
#ImposibleEl Chelsea se ha convertido en cuatro meses en una especie de Atlético de Madrid de Simeone en sus mejores tiempos defensivos. Rocoso, duro, desesperante, imposible… pero con velocidad y gol arriba gracias a unos jugadores desatados y a un Timo Werner en sintonía con aquello para lo que se le firmó: marcar goles. Esa piedra con forma de equipo de fútbol se tornó en cuchillo cuando el pase de Mount desgarró la defensa del City y Havertz burló a Ederson para anotar el primero. Era el minuto 42, un gol psicológico que no supieron levantar los expertos en salud mental del futbolista como son Guardiola y su segundo, Juanma Lillo.
Un gol, una Champions. Algo de lo que solo pueden presumir Mijatovic cuando le dio la Séptima al Real Madrid y, ahora, Havartz con la segunda del conjunto “blue”. Guardiola no pudo encontrar el camino del gol. Ese por el que lleva años investigando como si de un profesor del deporte rey se tratara. Su juego ha variado, del Barça al Bayern y ahora al City. El balón es el que manda, pero arriba no es lo mismo tener a Messi que a Ribery que a Sterling.
#LesionesLa lesión de De Bruyne equilibró la de Silva minutos antes. Dos pilares importantes tenían que abandonar el terreno de juego. Los porteros no trabajaron demasiado. Un tiro a puerta del City y dos de Chelsea. Edouard Mendy, el senegalés del Chelsea se convierte en el primer portero africano en levantar una Copa de Europa. Le quitó el puesto a Kepa y le pone las cosas todavía más difíciles a Luis Enrique de cara a la Eurocopa.
A los españoles les toca mucho en la final de Oporto. Mateu Lahoz se coronó como el mejor árbitro que le ha dado España al fútbol mundial con permiso del malogrado Guruceta. La mano-pecho la vio, pero no la pitó porque el fútbol puede ser moderno, pero no puede convertirse en un chiste continuo. 
Por el lado de los jugadores, España tiene un problema. Azpilicueta levantó el trofeo, jugó y lideró a su equipo. Del resto de convocados por Luis Enrique para la Eurocopa 2020 no hubo rastro. Eric García, Laport, Rodri y Ferran Torres no jugaron la gran final. Excepto Rodri, el resto ira a un torneo sin minutos en el City y con más proyección que presente.
La final de la Champions 20-21 unió de nuevo al fútbol con la sociedad. Nos devolvió a la normalidad que un día tuvimos y nos deja un futuro alentador. El fútbol sigue siendo un buen termómetro social.
