El COVID-19 y las nuevas primaveras árabes

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Desde que a finales de enero los Emiratos Árabes Unidos informasen a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de un primer ciudadano infectado por coronavirus COVID-19 en su territorio1, todos y cada uno de los países de Oriente Medio han ido pasando a engrosar la lista de afectados por esta pandemia, aún en fase de expansión sin que seamos capaces de siquiera adivinar cuál será su alcance global. 

Al igual que ocurre en Europa y en el resto del mundo, los datos oficiales disponibles deben interpretarse con precaución, pues las diferencias de criterio de un país a otro en la contabilización de casos son sustanciales, influyendo en los recuentos oficiales cuestiones como el número de test realizados o la metodología empleada en la valoración de qué casos son considerados positivos y cuáles no, como bien sabemos. Por otro lado, en no pocos casos se debe añadir la sospecha de opacidad de las autoridades a la hora de informar sobre la expansión de la pandemia en sus respectivos territorios. Por todo ello, el análisis definitivo deberá esperar a la superación de la crisis y a la obtención de datos fidedignos que permitan extraer las conclusiones adecuadas. Aunque quizás, las cifras reales sobre la expansión y consecuencias de la pandemia nunca lleguen a conocerse con precisión. 

No obstante, en el momento de escribir este informativo, los datos de la OMS indican que 21 de los países adscritos a su oficina regional del Mediterráneo Oriental han informado de más de 50.000 infecciones que han causado unos 3.000 fallecidos2. Estos datos de conjunto suponen menos de un 10% de los más de 700.000 casos considerados a escala global con una mortalidad de aproximadamente de un 6% de los casos contabilizados, algo por encima del 4,7% a nivel mundial3.

Pero los datos oficiales disponibles indican un reparto desigual. Las figuras 1a y 1b muestran la incidencia del virus en los diferentes países de Oriente Medio desde un punto de vista cuantitativo4. Por razones aún no explicadas debidamente, el impacto de la pandemia en los países no árabes de la región (Irán, Turquía e Israel) está siendo considerablemente mayor en número de casos que en el conjunto de países árabes5. Quizás, en algunos de ellos ni siquiera se dispone de capacidad para contabilizar los casos. O quizás, como se ha indicado, se sustraen casos a la contabilidad de manera deliberada. No lo podemos saber.

Figura 1a

Figura 1b

Desde un punto de vista temporal, con la excepción de Irán, donde la barrera de los 100 casos se superó prácticamente a la vez que en Italia o España, la pandemia penetró en Oriente Medio con aproximadamente dos semanas de retraso respecto a los casos italiano y español. 

Por otro lado, si tenemos en cuenta el índice de casos por 100.000 habitantes (figura 2), una vez más con la excepción de Irán, el impacto que la pandemia está teniendo por término medio en la región no resulta muy diferente a casos de referencia europeos, como Italia o España. Si bien algunos países parecen evolucionar de manera algo más favorable, otros anticipan curvas de crecimiento aún más rápido. Y no podemos descartar que, como se ha referido, en algunos países se hayan “ocultado” datos que hayan aplanado ciertas curvas. Las dos semanas de retraso en la penetración del COVID-19 en la región hacen pensar que la fase de crecimiento más rápido en los contagios llegará en breve en la mayoría de los países.

Figura 3

Tomando los casos italiano y español como referencia, las capacidades de algunos de los sistemas nacionales de salud hacen prever dificultades en la gestión aún mayores a las experimentadas en Europa. Una comparación somera de la capacidad hospitalaria (en número de camas) y de profesionales médicos disponibles (figura 3) indica, con alguna excepción, importantes carencias, especialmente en países como Irán, Irak y Egipto. 

En otros casos, como en Líbano, la gravedad de las crisis política y económica que ya afectaban al país con anterioridad al desencadenamiento de la pandemia impiden la articulación de una respuesta mínimamente coordinada. Aquí, aunque el número de camas disponibles es nominalmente mayor que en otros países, en su mayor parte es de carácter privado y de difícil acceso para la mayoría de la población6

Entre los grandes productores de petróleo es de esperar que una mayor disponibilidad de recursos permita una respuesta algo más efectiva a la crisis, a pesar de contar con una capacidad hospitalaria más limitada que la de Europa. De hecho, los Gobiernos ya están tomando medidas en ese sentido y, en esta línea, el rey Salman anunciaba recientemente que el Estado garantizará a todos los ciudadanos, sin excepción, el tratamiento adecuado frente al COVID-197

La situación de conflicto en Siria, con un sistema sanitario deteriorado y gran parte de su población desplazada, impide establecer relación alguna entre los datos disponibles y los efectos de la pandemia.

Figura 4

A esta relativa precariedad de los sistemas nacionales de salud debe añadirse la presencia de grandes cantidades de refugiados y desplazados, que hacen a esta parte del mundo especialmente vulnerable frente al coronavirus. Ante esta situación, la emergencia sanitaria ya se ha declarado de forma generalizada por toda la región y medidas drásticas, como el cierre de fronteras, el confinamiento masivo de la población, el cierre de comercios y servicios no indispensables, los toques de queda o las restricciones de viaje están sido adoptadas en cadena por los diferentes Gobiernos. Incluso los actos de culto han sido suspendidos, incluyendo la peregrinación a los santos lugares de La Meca y Medina, temporalmente interrumpida por las autoridades saudíes. 

Un segundo cisne negro8 amenaza simultáneamente las economías de los países de Oriente Medio, en especial a los grandes productores de petróleo: el desplome de los precios petrolíferos que un exceso de producción ya había iniciado con anterioridad a la irrupción del COVID-19 y que este último no ha hecho sino agudizar. Con una caída en la demanda mundial de petróleo de unos 20 millones de barriles/día, aproximadamente un 21% de la producción en 20189, el mercado del petróleo se acerca a lo que algunos expertos han calificado como su “Armagedón”10. Con unos precios rondando los 20 USD por barril, tanto los grandes productores como los que lo hacen a menor escala se resienten de una pérdida sustancial de ingresos. Si atendemos al precio de equilibrio fiscal, el que cada uno de estos países necesita para equilibrar sus presupuestos11, todos incurren en estos momentos en déficits considerables (figura 5). Son desequilibrios que, como se aprecia en la figura, vienen de lejos y es un hecho que los principales productores llevan años gastando más de lo que ingresan. El problema ahora es que el impacto es considerablemente mayor.

Figura 5

A pesar de todo, la reacción saudita a la falta de consenso para ampliar los recortes en la producción previstos en los acuerdos OPEP+ para contener los precios ha obrado en sentido contrario. Al anunciar un aumento de su producción hasta los 13 millones de barriles diarios con la finalidad de incrementar su cuota de mercado la tendencia no ha hecho sino agudizarse12. En opinión de algunos expertos es lo más parecido a un “suicidio colectivo”13. En estas circunstancias los optimistas escasean, anticipando efectos devastadores sobre las economías regionales. 

Los acontecimientos actuales empiezan a parecerse en Oriente Medio a una tormenta perfecta. Tratándose de una región de extrema fragilidad política, los fundamentos sobre los que se asienta a la hora de afrontar una crisis como la actual son cualquier cosa menos sólidos. El panorama regional actual se caracteriza por unas economías seriamente dañadas por el hundimiento de los precios del petróleo y con escasas alternativas, por un acusado incremento del sectarismo y la radicalización religiosa y, con carácter generalizado, por una mayor represión política ejercida por unos regímenes que se sienten más amenazados que nunca. 
Gran parte de ello es herencia de las primaveras árabes que en 2011 sumieron a la región en un caos político y que ha derivado en una inestabilidad endémica que encuentra su máxima expresión en las guerras civiles desatadas en Siria, Yemen y Libia, sin olvidar la conflictividad ya presente en la región con anterioridad a esos acontecimientos en países como Iraq o Líbano.

Transcurrida casi una década desde entonces, la ola de protestas ha sido contenida, en algunos casos con extrema brutalidad, pero las causas que las provocaron no han, ni mucho menos, desaparecido. Ningún Estado árabe se ha acercado remotamente a solucionar los problemas que originaron las revueltas, y en la mayoría de los casos, las políticas adoptadas por los regímenes regionales los han empeorado14

Prueba del descontento latente y quizás anticipo de lo que está por venir, recordemos la ola de protestas populares que el pasado 2019 se expandió por toda la región, desde Irán, que padeció las mayores revueltas desde la revolución islámica de 1979, hasta Egipto, pasando por Jordania, Líbano e Iraq, donde la brutal represión no pudo impedir la caída del primer ministro Al-Mahdi y sumió al país en un caos político para el que aún no se ha encontrado salida. 

En esta espiral descendente, las clases más desfavorecidas son las que en mayor medida van a sufrir las consecuencias. Si el descontento social que dio origen a las primaveras árabes fue mitigado, en cierto modo, mediante la inyección de ingentes cantidades de dinero en ayudas sociales, en las circunstancias actuales los Gobiernos de Oriente Medio tendrán dificultades para disponer de fondos suficientes con que acallar las voces discordantes. Considerables esfuerzos deberán dedicarse a gestionar el descontento de unas poblaciones desesperadas, en inteligencia de que el fracaso puede desencadenar el peor de los escenarios posibles: la versión 2.0 de las primaveras árabes en forma de una renovada ola de revueltas populares que, probablemente, iría acompañada de mayor virulencia. No perdamos de vista que el COVID-19 puede ser el desencadenante.

Es en situaciones de crisis globales cuando el liderazgo de las grandes potencias cobra especial relevancia. A este respecto, cabe señalar que EEUU, en posición de tomar el relevo de Italia como epicentro de la pandemia, parece haber renunciado a ejercer ese papel en el desarrollo de la crisis en la región. Por su parte, China no desaprovecha la oportunidad y en calidad de nación que se enorgullece de ser la única que ha conseguido vencer al COVID-19, al menos transitoriamente, ya ha lanzado una campaña de apoyo y ayuda a nivel mundial que, como era de esperar, incluye a Oriente Medio15. El interés de China por esta parte del mundo se ha venido mostrando de manera sistemática desde hace algún tiempo, asentando su expansión sobre fundamentos políticos y comerciales más que militares16. La crisis del coronavirus aportará a China un extra de credibilidad y una actuación “desinteresada” en Oriente Medio puede resultar muy rentable para reforzar su imagen como alternativa al dominio que EEUU ejerce sobre la región. 

Por otro lado, es de esperar que Rusia actúe en una línea similar, habiéndose pronunciado ya por un levantamiento de las sanciones impuestas por EEUU a Irán al objeto de mitigar los daños que el COVID-19 está ocasionando en el país. Sin embargo, en estos momentos resulta problemático saber hasta qué punto se verá ella misma afectada por la pandemia. De ello dependerá que articule mecanismos de ayuda a la región de manera similar a como recientemente lo ha hecho con Italia. 

Si en algo están de acuerdo quienes se dedican al análisis geopolítico es que tras la crisis provocada por el COVID-19 nada será como antes. El mundo se encuentra en un proceso de profunda transformación sin que nadie sea capaz de vislumbrar cuál será el resultado final. Otro tanto se puede decir con respecto a Oriente Medio. En este caso, además, algo en el ambiente hace pensar que no será a mejor.

Notas al pie

1 First Middle East cases of coronavirus confirmed in the UAE, CNBC, 29 de enero de 2020, disponible en https://www.cnbc.com/2020/01/29/first-middle-east-cases-of-coronavirus-confirmed-in-the-uae.html (consultado en abril de 2020). 

2 Esta oficina regional cubre la mayor parte del territorio del Oriente Medio, pero no su totalidad. Turquía e Israel pertenecen a la oficina regional europea. Los países cubiertos por la oficina regional del Mediterráneo Oriental son: Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Sudán, Somalia, Yibuti, Líbano, Siria, Jordania, territorios palestinos ocupados, Yemen, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Omán, Bahréin, Qatar, Kuwait, Iraq, Irán, Paquistán y Afganistán. Ver web en http://www.emro.who.int/index.html (consultado en abril de 2020). 

3 A 31 de marzo de 2020 la OMS informa de 697.244 casos y 33.257 fallecidos.  

4 La utilización de dos gráficos separados entre países árabes y no árabes se adopta por conveniencia. La diferencia entre los datos de los países árabes y no árabes es tan grande que la representación en un único gráfico aplanaría las curvas hasta hacer algunas de ellas difícilmente perceptibles. 

5 Siria aún no ha superado oficialmente los 100 casos, y la OMS no dispone de datos sobre Yemen.  

6 'You have no one but us': Lebanon’s political elite resurrected amid coronavirus crisis, Middle East Eye, 31 de marzo de 2020, disponible en https://www.middleeasteye.net/news/coronavirus-lebanon-health-hezbollah-maligned-political-elite-influence (consultado en abril de 2020).  

7 Coronavirus: Saudi's King Salman orders treatment for all, including visa violators, Al Arabiya, 30 de marzo de 2020, disponible en https://english.alarabiya.net/en/News/gulf/2020/03/30/Coronavirus-Saudi-s- King-Salman-orders-treatment-for-all-including-visa-violators.html (consultado en abril de 2020).  

8 Terminología utilizada por Nassim Taleb para referirse a sucesos de extraordinaria rareza, pues nada del pasado permite predecir su desencadenamiento, de gran impacto y que profundos análisis explican a posteriori su existencia, con lo que el fenómeno se hace explicable y predecible. «Cisne Negro: el impacto de lo altamente improbable», TALEB, Nassim Nicholas, (2007), Espasa Libros, S.L.U., Tercera impresión, marzo de 2014, p. 24. 

9 Producción mundial en 2018 de 94,718 millones de barriles/día. BP Statistical Review of World Energy 2019, 68th Edition, disponible en https://www.bp.com/content/dam/bp/business-sites/en/global/corporate/pdfs/energy-economics/statistical-review/bp-stats-review-2019-full-report.pdf (consultado en abril de 2020). 

10 McGEORGE, Mitchell, Oil Markets Are On The Brink Of Armageddon, OILPRICE.COM, 30 de marzo de 2020, disponible en https://oilprice.com/Energy/Energy-General/Oil-Markets-Are-On-The-Brink-Of-Armageddon.html (consultado en abril de 2020). 

11 Precio breakeven fiscal. Este concepto se refiere al precio que el barril de petróleo debería tener para que un país cuyo presupuesto se nutre de ingresos procedentes de la producción pueda equilibrar su balance y evitar déficit fiscal.  

12 Saudi, UAE gear up for long-term oil market fight with capacity plans, REUTERS, 11 de marzo de 2020, disponible en https://www.reuters.com/article/us-saudi-aramco-output-capacity/saudi-uae-gear-up-for-long-term-oil-market-fight-with-capacity-plans-idUSKBN20Y0PO (consultado en abril de 2020). 

13 McGEORGE, Mitchell Op. Cit.  

14 LYNCH, Marc, The new Arab wars, Public Affairs, Nueva York, 2016, p. 244.  

15 Xinhua Headlines: China's support boosts Middle East's anti-virus ability, XINHUANET, 29 de marzo de 2020, disponible en http://www.xinhuanet.com/english/2020-03/29/c_138928562.htm (consultado en abril de 2020). 

16 Para más información sobre esta cuestión ver SÁNCHEZ TAPIA, Felipe. El dragón y la media luna: una aproximación a la presencia de China en Oriente Medio. Documento de Análisis IEEE 16/2019. Disponible en http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2019/DIEEEA16_2019FELSAN-ChinaOM.pdf (consultado en abril de 2020).  

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