Las 17 medallas conseguidas en Tokio 2020 ponen en duda el patrón deportivo que sigue España en todo lo que no es fútbol

El deporte español se queda sin oro y sin modelo

PHOTO/REUTERS - Una vista general de los Anillos Olímpicos instalados en una plataforma flotante con el Puente del Arco Iris de fondo de cara a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020

En septiembre millones de padres en España tendrán que decidir a qué deporte apuntan a sus hijos pequeños. Judo, kárate, hockey, balonmano, gimnasia, patinaje, natación… o fútbol. Para cualquiera de los primeros tendrán dificultades porque no hay suficientes niños, porque son caros, porque no hay una competición reglada, porque no hay modalidad para chicas… pero para el fútbol no tendrán tantos problemas. Categorías, equipación, desplazamientos, campos de hierba, vestuarios propios… ese es el modelo del deporte en España. El fútbol lo ha asolado todo. Los niños quieren ser futbolistas y el feminismo moderno ha impuesto que las niñas también quieran ser futbolistas. Este es otro problema del que habría que escribir largo y tendido. Cómo el fútbol femenino se ha inflado de forma desnaturalizada porque quiere ser un reclamo social para la igualdad de género.

Diplomas olímpicos

España se vuelve de Tokio 2020 con 17 medallas, tres oros, ocho platas, seis bronces y 40 diplomas olímpicos, es decir, hay 40 deportistas que están entre los ocho mejores de sus disciplinas. Es cierto que la participación del Comité Olímpico Español se podía haber cerrado con más preseas. Rafa Nadal, Jon Rahm, Carolina Marín, Orlando Ortega… podían haber dado más, pero entre lesiones, calendario o la COVID-19 se quedaron sin participar. Nadal declinó ir a los Juegos Olímpicos porque su cuerpo ya vive al límite y a Jon Rahm le dejaron sin competir por el miedo atroz de Japón a la COVID-19 y porque el Comité Olímpico Internacional no revisó los protocolos en caso de contagio después de completar la pauta de vacunación. No debieron tratar al golfista español como un infectado más cuando estaba vacunado porque el mensaje que envías a la sociedad es confuso.

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Equipo

El deporte de equipo impera en España. Nos gusta ganar juntos o no ganar. Hemos dominado en baloncesto, fútbol, waterpolo, balonmano… En Tokio pasamos el trance de ver el final de la mejor generación de baloncesto que ha dado el país. El fútbol nunca debió ser olímpico porque ya tiene escaparate suficiente el resto del año y el trato mediático no es propio de una cita olímpica. En waterpolo y en balonmano vivimos del milagro que supone que haya chavales que se quieran dedicar a esos deportes cuando viven rodeados de fútbol y saben que de eso no se vive bien.

En los deportes individuales hay un abismo entre ellos y en comparación con otros países. No es lo mismo el tenis o el golf donde Rahm o Nadal pueden vivir holgadamente de sus méritos y durante el año sabemos de ellos en los medios, que de deportes como el judo, el bádminton, el piragüismo o, incluso, el atletismo de los que sabemos más por MasterChef que por sus participaciones.

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ADO

La Asociación de Deportes Olímpicos (ADO) se creó en 1988 para garantizar unas condiciones económicas y de entrenamiento dignas a los deportistas profesionales españoles. El COE, el Consejo Superior de Deportes (CSD) y RTVE componen este programa que tuvo su momento de máximo esplendor con las 22 medallas de Barcelona 92. Después, ha permitido a los deportistas competir y rendir al más alto nivel, pero Tokio 2020 tiene que servir de toque de atención para revisar el modelo y mirar fuera de nuestras fronteras. Gran Bretaña (64), Países Bajos (36), Alemania (37), Italia (40), Francia (32) y hasta Cuba con 15 medallas y siete oros están por encima de España en el medallero de Tokio. Nos debemos comprar con todos esos países y analizar por qué conquistan tantas medallas. Al margen de eso queda Estados Unidos o China con sus desarrollados programas deportivos que nunca alcanzaremos en España.

Cultura deportiva

Es un problema cultural que debemos aceptar. Los chavales norteamericanos tienen una carrera deportiva garantizada mientras estudian. El deporte escolar y universitario es seguido por miles de aficionados y por los medios de comunicación. Tienen ligas profesionales organizadas en el calendario para que los aficionados puedan disfrutar de sus equipos en la NBA, la NFL, la MLB o la MLS. En el caso de China hay un componente político que añadir a todo eso.

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En España ni debemos aspirar a eso. Hay que aceptarlo y no renegar. Pero el COE debe reforzar los medios para que los niños quieran ser gimnastas o jugadores de hockey. Conseguir que las federaciones entren en los colegios y en los gimnasios y pulan los diamantes que cada año acaban frustrados abandonando el deporte o, peor, obligados a jugar al fútbol porque ahí sí que tienen espacio y medios, aunque tampoco lleguen a profesionales porque el deporte está colapsado. Los padres ponen de su parte hasta límites que podríamos hasta reprobar. En Madrid hay casos de madres coraje que se dedican cada mes de septiembre a llamar a los amigos de sus hijos para conformar un equipo de hockey patines y que no se apunten a fútbol. Que compran palos, patines y protecciones y exigen al ayuntamiento horas de pabellón a la semana para aprovechar una pista que el propio consistorio no sabe ni para qué sirve. Luego vienen los viajes, los partidos, las condiciones lamentables de las pistas… ¿Un niño de Madrid no puede jugar al hockey si no nace en Cataluña? Una niña de Murcia que entrene para ser gimnasta debe tener un entorno que alimente su destreza y que la ofrezca posibilidades de competir en su entorno y, un día, ese entorno tiene que dotarla de herramientas para que salga de su casa y pueda vivir mientras entrena y compite. No puede estar pendiente de becas y planes que se otorguen por sus méritos deportivos y desaparezcan en un momento de su vida porque su físico ya no sea apto para ese deporte. Y otro problema, hay que competir y hay que ganar. Somos especialistas en vilipendiar a entrenadores por exigir mucho a sus pupilos. El caso de Anna Tarrés con la natación sincronizada fue el ejemplo de cómo la sociedad juzgó un comportamiento que solo debía haber valorado la Federación y el COE porque la élite exige.

Italia

El papel de Italia en los Juegos Olímpicos de Tokio se debe a un modelo muy curioso que se basa en ofrecer un modelo de vida al deportista profesional. Una carrera en el cuerpo de Bomberos, Policía o Ejército que le permia entrenar y, en el futuro, activarse y ganarse la vida en esa profesión. Una tranquilidad económica. Es otro tipo de cultura, diferente a la norteamericana pero que permite abrir el abanico mediático a otros deportes durante la olimpiada.

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En España, los medios hablan de fútbol 11 meses al año. Durante uno se dedican al mercado de fichajes. Presumen de dedicar tiempo a los deportes minoritarios, pero lo hacen cuando un español gana y al final de sus espacios porque lo que interesa es el fútbol. ¿O el fútbol interesa porque es a lo que más tiempo dedican? Nadie ha reparado en que para la cita de Tokio España ha tenido presencia en el béisbol. La selección no se ha clasificado, pero hemos tenido a tres representantes a los que es de justiciar citar antes de que caigan en el anonimato eterno: Itziar Galarraga, responsable de gestión de resultados de béisbol y softbol, Susana Santos, anotadora oficial y Pablo Carpio, director de Anotación de Béisbol.

Hay margen de mejora para París 2024. Los diplomas olímpicos pueden convertirse en medallas y el atletismo ha mejorado mucho después de la debacle de los últimos años con las guerras internas en la Federación. Pero queda por dar un paso más para que los niños quieran ser deportistas, para que merezca la pena el deporte profesional. 

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