La ciudadanía ha rechazado los diferentes candidatos propuestos para sustituir al ex primer ministro Abdel-Mahdi ante el fin del plazo para designar nuevo dirigente

El desgobierno reina en Irak entre las masivas protestas

photo_camera REUTERS/ALAA al-MARJANI - Un manifestante iraquí lleva una bandera durante las continuas protestas contra el Gobierno, en Bagdad, Irak, el 10 de diciembre de 2019

Miles de personas se siguen manifestando diariamente por las calles de Bagdad y del sur de Irak para pedir una solución a la situación de vacío de poder que vive el Ejecutivo iraquí tras la dimisión del primer ministro Adel Abdel-Mahdi y del rechazo a los candidatos propuestos por parte de diferentes formaciones para sustituirle, ante el fin del periodo legal para nombrar un nuevo jefe de Gobierno; y, también, para seguir denunciando la injerencia de Irán en los asuntos internos del país.

El plazo para elegir sustituto ha acabado esta medianoche y el descontento de la población es palpable, a pesar de las opciones presentadas para relevar a Abdel-Mahdi, a tenor de las grandes protestas callejeras acaecidas. La plaza Tahrir del centro de la capital Bagdad sigue siendo el centro neurálgico de las protestas, muy próxima a la conocida como Zona Verde, el área más segura del enclave, donde se alojan los principales edificios gubernamentales de la nación y delegaciones y embajadas de diversos países occidentales. 

Ese es el foco de las principales concentraciones, junto a los emplazamientos sureños de Basora y Di Qar; unas manifestaciones que están siendo fuertemente vigiladas por las fuerzas de seguridad del Estado iraquí debido a la violencia que llegaron a alcanzar, provocando centenares de muertos. 

Manifestantes iraquíes se reúnen en la plaza Tahrir de la capital, Bagdad, el 20 de diciembre de 2019 durante las continuas protestas contra el Gobierno

Estas protestas tienen su origen a principios del mes de octubre, cuando la población se echó mayoritariamente a la calle para protestar contra la corrupción generalizada instalada en la Administración del país y contra la intromisión de Irán en los asuntos internos nacionales. Los ciudadanos iraquíes pusieron pie en pared por el malestar existente en el seno de la sociedad ante los problemas derivados de la falta de oportunidades, los problemas de empleo, la degradación de los servicios básicos y, además, por los consabidos problemas de corrupción en el seno dirigente. Los ciudadanos han venido achacando esta situación a la sumisión que han mostrado los rectores políticos del país a Estados Unidos y a Irán.

El pueblo iraquí entiende que el Gobierno de la nación ha venido sirviendo en los últimos años a los intereses estadounidenses e iraníes dejando de lado las verdaderas preocupaciones de la ciudadanía en general, como son la necesidad de mejores servicios básicos ante la falta de agua potable, electricidad, sanidad y educación en diferentes zonas del país; y como son la falta de empleo y la corrupción generalizada. A raíz de ahí se exigió un cambio en el Ejecutivo que terminó en la renuncia de Abdel-Mahdi como jefe de Gobierno, lo que ha derivado en un descabezamiento del poder y una ausencia de un candidato plenamente reconocido por la mayoría ciudadana para relevar a este. 

Adel Abdel-Mahdi, ex primer ministro de Irak

El hastío es generalizado ante la presencia de Estados Unidos, con tropas sobre el terreno, y, sobre todo, la de la alargada sombra de Irán, quien ha venido estrechando lazos con el Estado iraquí en los últimos tiempos debido a sus intereses en la región de Oriente Medio. De hecho, a finales del mes de septiembre pasado, Hasan Rohaní, presidente de Irán, y su homólogo iraquí, Barham Saleh, se encontraron en Nueva York con motivo de la pasada cumbre anual de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para “reforzar” y “desarrollar” las relaciones bilaterales entre ambas naciones en un momento de escalada de tensión regional debido al conflicto que viven diversos países con el régimen de los ayatolás, al que se acusa de haber fomentado incidentes con petroleros en aguas del Golfo y de haber atacado intereses de Arabia Saudí (principal representante de la rama suní del islam y gran rival de la confesión chií representada por Irán). 

Este escenario de inseguridad tiene su origen en las sanciones que le impuso Estados Unidos al país persa, al que acusó de incumplir el pacto nuclear del Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés), firmado en 2015 por estos dos países junto con China, Alemania, Francia, Rusia y Reino Unido, por el que se limitaba el programa atómico iraní a cambio de beneficios políticos y económicos. La Administración norteamericana de Donald Trump abandonó el acuerdo en 2018 e impuso las sanciones a Irán, especialmente destacables las relacionadas con el comercio de su crudo, principal fuente de ingresos iraní.

La respuesta no se hizo esperar y el propio Hasan Rohaní anunció que su país seguiría tratando con su petróleo y amenazó con bloquear el estrecho de Ormuz, principal zona de paso del comercio petrolero mundial. A partir de ahí se fueron sucediendo episodios violentos contra cargueros en aguas del Golfo y ataques contra infraestructuras petrolíferas y aeroportuarias saudíes, de los que se responsabilizó a agentes proiraníes, y que fueron negadas por el Estado persa. 

En la cita neoyorquina Saleh señaló la necesidad de asegurar “la cooperación entre los dos vecinos para preservar la estabilidad regional y enfrentar el terrorismo”. En su discurso ante la Asamblea General de la ONU reseñó que a Irak le interesa “tener buenas relaciones con el país vecino Irán”, con quien mantiene “vínculos religiosos y culturales”. 

El presidente de Irak, Barham Saleh

Aunque desde la población iraquí se entiende que Irán busca solamente utilizar a Irak para su propio beneficio a través de la actuación de personalidades chiíes importantes en el país como el clérigo Muqtada al-Sadr, quien combatió en milicias contrarias a Estados Unidos en Najaf y Bagdad durante la pasada guerra de Irak. Incluso, según fuentes de la agencia Reuters, milicias respaldadas por las autoridades persas llegaron a desplegar francotiradores en las azoteas de edificios de la capital Bagdad para controlar la situación y contrarrestar las recientes protestas antigubernamentales. 

Pero la situación ya escapó a todo control y llegó el fin de la era Abdel-Mahdi, a quien se le busca ahora sucesor. Entre los candidatos rechazados por la población está Qusei al-Suhail, representante de la coalición Al-Fatah; en este caso, por ser el titular de Educación Superior en el Gobierno del ex primer ministro y por ser un elemento vinculado a Irán. 

Otros partidos, como Sairún, coalición con más escaños en el Parlamento, bendecida por el clérigo Muqtada al Sadr, han insistido en que el candidato debe ser "elegido por el pueblo".

El clérigo chií iraquí Muqtada al-Sadr

En este sentido, la población lo que busca es que haya un candidato a dirigir el Gobierno que sea independiente y que no provenga ni del Ejecutivo anterior, ni de facciones políticas dominantes. 

La principal fuerza parlamentaria de Irak es la que debería proponer candidato con mayor autoridad, pero han aparecido discrepancias sobre qué agrupación tiene más apoyos parlamentarios.

En un comunicado, el Tribunal Federal Supremo aseguró este domingo que el jefe de Estado, Barham Saleh, le ha consultado sobre qué bloque tendría el derecho a nominar, y el órgano judicial le aclaró que es aquel "formado tras las elecciones" y cuyos miembros "juraron en la primera sesión como el bloque más grande". Según la Constitución, el presidente designa al candidato del grupo más grande para formar el Gobierno. La igualdad numérica entre los diferentes bloques existentes llevó a esta intervención del propio Tribunal Supremo para determinar cuál es el grupo más representativo en el seno parlamentario. 

Por su parte, Saleh reenvió la respuesta de la alta instancia jurídica al Parlamento para que decida cuál es el bloque más grande y que, por tanto, se encargará de nominar a un primer ministro, según informó la agencia de noticias iraquí INA. El pasado jueves por la noche expiraba el plazo establecido para nombrar a un mandatario, sin que los diferentes partidos lograsen llegar a un consenso, si bien fuentes presidenciales argumentaron que legalmente el fin de semana no contaba como una extensión del periodo. Así las cosas, el nuevo plazo dispuesto fue el que expiró esta medianoche.

En un principio, Abdel-Mahdi se había mostrado reacio a dimitir, pero la violencia registrada en el país por las protestas, que ha dejado ya centenares de muertos, le llevó a dejar el cargo. 

Sobre este tablero de juego, ahora el Parlamento iraquí se reúne este lunes tras acabarse el plazo para elegir nuevo primer ministro. Los diputados están convocados para una sesión en la que se prevé aprobar el borrador de la nueva ley electoral, mientras el presidente iraquí, Barham Saleh, trata de que los grupos parlamentarios le presenten un candidato definitivo. 

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