El despegue del nuevo lanzador pesado europeo y sustituto del Ariane 5 se viene retrasando una y otra vez desde julio de 2020

El frenazo del vuelo inaugural del Ariane 6 propina un puñetazo a las ambiciones de Europa

photo_camera PHOTO/ESA-P. Sebirot - El director general de la ESA, Josef Ashbacher, comparece el 19 de octubre para notificar el retraso del despegue de Ariane 6, junto a su director de lanzadores, Daniel Neuenschwander, y el presidente ejecutivo del CNES, Philipp

La Agencia Espacial Europea (ESA) ha dado a conocer una pésima noticia por boca de su director general, el austriaco Josef Ashbacher: el vuelo inaugural de su nuevo lanzador Ariane 6 se retrasa una vez más y no ocurrirá “hasta el último trimestre de 2023”.

El frenazo que se acaba de anunciar conlleva que la ESA corre el riesgo cierto de dejar a Europa sin gran parte de su capacidad de acceso al espacio. El Ariane 6 es el relevo del Ariane 5, del que sus líneas de producción ya están cerradas y del que tan solo quedan tres lanzadores fabricados y contratados. Uno volará en diciembre con dos satélites de comunicaciones y otro meteorológico, un segundo en febrero con un satélite militar de comunicaciones seguras de Francia, y el último está programado para el 5 de abril, con la sonda espacial europea JUICE, que va a estudiar Júpiter y sus satélites.

Así es que, desde abril hasta que se produzca el vuelo inaugural de calificación del Ariane 6 previsto para finales de 2023, y siempre que resulte un éxito, Europa quedará seis meses sin capacidad de transporte espacial pesado. La ESA tan solo dispondrá del pequeño Vega-C, que solo ha volado en una ocasión y cuya capacidad de carga ‒entre 1,4 y 2,5 toneladas, en función de las orbitas‒, está muy lejos de la del Ariane 6, de entre 5 y 11,5 toneladas.

Juan Pons

Lo anterior supone que los planes del director de la División de Lanzadores de la ESA, el suizo Daniel Neuenschwander, responsable de gestionar y financiar con 4.000 millones de euros el programa Ariane 6, se han venido abajo. Se quería que a la entrada en servicio del Ariane 6 quedaran al menos una docena de vuelos del Ariane 5, para solapar lanzamientos entre ambos… y no ha podido ser ¿Qué ha pasado?

Cuando la ESA dio luz verde al desarrollo del Ariane 6 en su cumbre de ministros de diciembre de 2014 en Luxemburgo ‒recuerda un veterano directivo de la industria nacional‒, se pretendía obtener un lanzador de desarrollo “lo más rápido posible, basado en tecnologías ya probadas en órbita aunque con algunas mejoras importantes ‒aclara un veterano directivo de la industria nacional‒, con un coste atractivo para el sector comercial e institucional, a mitad de precio del Ariane 5”, que cada lanzamiento asciende a unos 150 millones de euros.

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Muchas más dificultades de las esperadas 

Los estudios de la década de 2000 mostraban que para garantizar la continuidad europea de acceso al espacio se requería un vector desechable, no reutilizable, “sobre todo fiable, modular, versátil, capaz de cumplir misiones hacia todas las órbitas con distintas configuraciones para adaptarse a las evoluciones del mercado”. Y así nació el proyecto del Ariane 6.

Una vez suscrito en diciembre de 2015 el contrato de desarrollo con el contratista principal, ArianeGroup, la ESA ha venido anunciando el despegue del Ariane 6 para 2020, 2021, 2022, principios de 2023 y ahora para seis meses más tarde. Es un varapalo para las entidades privadas y organismos oficiales que confiaban en la disponibilidad del nuevo vector a partir del próximo verano. Pero se han encontrado importantes dificultades, en especial en la puesta a punto de los dos motores criogénicos de combustible líquido ‒Vinci y el Vulcain-2.1‒ que propulsan la primera y segunda etapas del Ariane 6, cuyas pruebas y ensayos en tierra no terminan de dar los resultados deseados.

Juan Pons

Por añadidura, el previsto despegue para finales de 2023 tiene limitaciones. Se llevará a cabo, puntualiza el director general de la Agencia, siempre que en el primer trimestre del próximo año se hayan superado “tres hitos críticos”. El primero es “completar con éxito” los ensayos con el motor-cohete reencendible Vinci que propulsa la etapa superior del Ariane 6, una campaña de ensayos que comenzó el 5 de octubre en el centro de evaluación de motores de la Agencia Aeroespacial Alemana (DLR) en Lampoldshausen.

El segundo umbral que hay que franquear pasa por comenzar las pruebas de encendido del potente motor Vulcain 2.1 que propulsa la etapa principal con el Ariane 6 instalado en su plataforma de lanzamiento en la Guayana Francesa. Y el tercero consiste en superar a finales de marzo la revisión de calificación del sistema completo de lanzamiento. Todo un examen de reválida.

Con una cartera de pedidos que totaliza 29 lanzamientos a fecha del 19 de octubre, Stéphane Israël, el director ejecutivo de Arianespace ‒la compañía francesa focalizada en la comercialización de los cohetes Ariane‒, entiende que ese volumen de contratos es “muy sólido para un lanzador que aún no ha volado”. Y está en lo cierto. Pero la fidelidad ha comenzado a declinar.

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Algunas de las empresas e instituciones que se han comprometido con el Ariane 6 comienzan a tener dudas que sea el instrumento adecuado para posicionar sus satélites en el espacio. “Aquellos cuyo negocio o actividad no les permite esperar, ya están a la búsqueda de una alternativa. En cambio, los que pueden aguardar, mantendrán su contrato”, reflexiona un directivo del sector espacial español. Y eso es lo que ya está ocurriendo de forma patente o disimulada.

Los que pueden esperar y los que no

La primera organización que ha desertado de su compromiso con Ariane 6 es la propia ESA. La acumulación de demoras y el hecho de fijar el primer lanzamiento para finales de 2023, como muy pronto, ha llevado al recién celebrado Consejo de la Agencia europea a decidir que el satélite científico HERA, que debe despegar el 8 de octubre de 2024 a bordo de un Ariane 6, lo hará en su más directo competidor: el cohete Falcón 9 de la compañía norteamericana SpaceX del magnate Elon Musk. No es posible hacerlo con cohetes rusos debido a que Vladimir Putin ha paralizado la cooperación con la UE y los países que han impuesto sanciones al Kremlin por la guerra de Ucrania.

Siguiendo el criterio del alemán Günther Hasinger, director de Ciencia de la Agencia, el despegue de HERA “no puede permitirse retrasos”. La sonda debe encontrarse el 28 de diciembre de 2026 en las proximidades de la trayectoria del asteroide Dimorfos ‒de 163 metros de diámetro‒, para escanear el cráter y los efectos provocados el pasado 26 de septiembre por el impacto de la sonda DART de la NASA.  Para alcanzar el asteroide a 11 millones de kilómetros de la Tierra, “HERA volará en un Falcón 9”, ha confirmado el director general de la ESA.

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Entre los restantes 28 lanzamientos ya comprometidos hay algunos que no es probable que salten a manos norteamericanas. Es el caso del satélite CSO-3 de 3,5 toneladas, cuya puesta en órbita da por concluida la nueva constelación de espías electro-ópticos franceses de alta resolución, formada hasta el momento por el CSO-1 y CSO-2, lanzados diciembre de 2018 y diciembre de 2020, respectivamente.

El despegue del CSO-3 está por ahora programado para surcar el espacio a finales de 2023, pero no es previsible que lo haga hasta que el Ariane 6 haya demostrado en varios vuelos anteriores que es lo suficientemente fiable como para posicionar en el espacio a tal secreto y costoso ingenio militar. La Dirección General de Armamento que dirige Emmanuel Chiva es la responsable de la plataforma y esperará lo que sea necesario.

El retraso también afecta al satélite de comunicaciones australiano Optus 11, cuyo envío a la órbita está fijado para la segunda mitad de 2023. Y a la organización meteorológica europea EUMETSAT, cuyos dos satélites Meteosat de Tercera Generación están programados para 2024 y 2025. Y también a la Unión Europea y a su constelación de navegación Galileo. El responsable del proyecto en la ESA, el español Javier Benedicto, mantiene que Ariane 6 “es nuestra opción preferida”. Pero ello no le impide, ha dicho “que busquemos opciones de lanzamiento fuera de Europa”, ha precisado.

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¿Se equivocó la ESA al decidirse por un cohete desechable como el Ariane 6 y no por uno reutilizable, a semejanza del Falcón 9 de Elon Musk? Los profesionales del sector espacial nacional consultados dicen que no. Entre ellos Víctor Rodrigo, que durante 27 años fue máximo responsable de CRISA, empresa española especializada en electrónica avanzada para lanzadores y satélites, hoy perteneciente a Airbus. Actual consultor independiente de la ESA y de la Unión Europea, Rodrigo mantiene el criterio que “primero hay que desarrollar un buen lanzador desechable y, si se quiere reutilizable, eso viene después”. A pesar de sus altibajos, en ambos temas está la Agencia. 

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