El héroe español en Estados Unidos que sale del olvido

Víctor Arribas

Pie de foto: El periodista sevillano Paco Reyero. ATALAYAR©

Cuenta la leyenda que el gobernador español de la Luisiana respondió de forma lacónica pero decidida a la última negativa de la Corona de España cuando reclamó más medios y soldados para continuar su conquista de Pensacola: “Yo solo”. Y lo logró. Bernardo de Gálvez y Madrid, vizconde de Galveston y conde de Gálvez, fue aquel personaje histórico que empieza a dejar de ser el gran desconocido que ha sido durante dos siglos, y de los archivos de las bibliotecas empiezan a salir a la luz sus gestas y sus empresas decisivas para la gestación de un país, Estados Unidos, que le debe mucho a él y a España en su proceso de nacimiento. El periodista sevillano Paco Reyero, erudito en ésta y tantas otras áreas del conocimiento, pero especializado sobre todo en las relaciones ancestrales entre ambos países, ha glosado en el libro Y Bernardo de Gálvez entró en Washington (Los Papeles del Sitio, 2019) el proceso por el cual se ha reivindicado la figura del militar y diplomático español. Un proceso que ha culminado en su reconocimiento como Ciudadano Honorario estadounidense, un honor que sólo tienen ocho personalidades históricas, y en la colocación de su retrato en el Senado de Washington.

En la entrevista, Reyero elude pronunciarse sobre la situación de bloqueo en la política española, más preocupado como está por difundir y divulgar a ambos lados del océano valores con más sustento y hondura como los que atesoró el militar malagueño (Macharaviaya, 1746- Tacubaya, Méjico, 1786) en su corta pero intensa vida pública al servicio de dos países hermanos. 

Pie de foto: El periodista sevillano Paco Reyero. ATALAYAR©

El libro es una investigación sobre la vida y la huella de un malagueño en Estados Unidos.

PR: Sí, Gálvez es el hombre de España en la Louisiana, cuando era un territorio enorme desde el golfo de México hasta el Canadá, y cuando se produce la Declaración de Independencia norteamericana en julio de 1776, está destinado a ejercer un papel fundamental en el cambio que supuso la revolución americana. Fue capaz de blindar en Mississippi desde Pensacola, esa bahía enorme en la que según el presidente Andrew Jackson cabrían todas las flotas del mundo, y en todo su cauce para que fuera un telón inexpugnable entre la conquista de los americanos y el territorio que entonces pertenecía a España.

¿Quiénes conocen mejor, e implícitamente le pregunto también quiénes conocen peor la figura de Gálvez: los españoles o los americanos?

PR: Lo importante es que lo han reconocido los americanos, y sirve como antídoto o medicina o pararrayos de una corriente que se está consolidando para culpar a España de lo que deben ser herencias a la luz de la Historia y también a la evaluación justa de los logros que se han perpetuado como modo de vida en Estados Unidos. En Oklahoma hay un museo del cowboy en el que se reproduce la vida de una ciudad tipo del oeste, que podría ser hoy un pueblo fantasma de Arizona o Nevada, y el conservador del museo explica que toda la forma de montar, los arreos, cómo se cuidan los caballos, los propios caballos...  son originarios de la península, de España. Todo eso sigue teniendo, por mucho que quieran derribarlo, un sabor netamente español.

Uno de los aspectos más apasionantes del libro es el proceso de recuperación de un personaje como Gálvez. Proceso que comenzó en personas anónimas, a través del compromiso inicial del pueblo americano de colocarle en el lugar que le correspondía. ¿Cómo es ese proceso, a caballo entre la sociedad civil española y americana, y que culmina con el reconocimiento por parte del Congreso de Estados Unidos (su retrato ya cuelga de las paredes del Senado y ha sido reconocido como Ciudadano Honorario de EEUU)?

PR: Hay una chispa periodística que se cruza inesperadamente con el compromiso de los civiles, y eso es lo que Gálvez sea recuperado. Lo que hace el libro es rescatar por qué ahora se ha vuelto a recuperar su figura, aunque no era un paraguas que se olvida y uno va a buscarlo al parque al cabo de los años, sigue siendo el que era. Pero esto es como lo de Américo Castro, que está bien la verdad, pero difundirla es casi mejor. Desde que en el año 2010 se publicara una información que hablaba de que había un compromiso desde 1783 por los revolucionarios americanos de colgar un retrato en la casa donde se reúne el Congreso o en la casa del presidente, hasta que en el 2013 interviene una persona inesperada e insólita que es Teresa Valcarce, quien conoció ese compromiso que había con Gálvez. Ella creyó que se trataba de un error, y pensó que el cuadro debía estar en alguna instancia oficial, y ella misma emprende una carrera personal para tratar de que ese cuadro se acabe colgando. Esa historia pintoresca acaba con una mujer que va con una carpeta persiguiendo a los congresistas por los pasillos del Capitolio, y logra el apoyo del Washington Postque la denomina como “The Lady of the Portrait”, por su insistencia acaba colgando el cuadro tras lograr que se pinte tras implicar a presidencia del gobierno que era entonces Mariano Rajoy. 

Pie de foto: El periodista sevillano Paco Reyero. ATALAYAR©

El propio Washington reconoció el papel importante o decisivo que tuvo Gálvez en el desarrollo de la guerra de Independencia y en su resultado final. ¿Es un héroe español sin película?

PR: Se reclama la película como algo necesario para popularizarlo. Hay por cierto un proyecto de ópera en torno a su figura que impulsan los Granaderos y Damas de Gálvez de Houston: Gálvez of Galveston, the unsung hero sings, el héroe que no fue cantado ahora canta. Aunque estamos acostumbrados a ver idealizaciones de lo que ha sido la historia. Si realmente se hace una película veremos qué tipo de héroe se expone, porque los héroes de videojuego a los que ahora estamos acostumbrados, sin sangre en las venas, realmente no podría representar a Gálvez, que es un personaje de grandes contradicciones: lucha por una causa, muere con cuarenta años, desaparece y apenas unos años después aquello por lo que él luchó acaba dando un vuelco porque Estados Unidos se expande ferozmente sobre los terrenos que fueron españoles hasta hace pocos años antes. 

¿Sería mejor que se hiciera en Hollywood o en la siempre polémica industria del cine español?

PR: No lo sé, se puede confiar más en la industria norteamericana como caja de resonancia con capacidad para manejar el mercado, pero el rigor histórico es más próximo si se hace desde aquí. Yo no digo que no haya posibilidad de algunas licencias, pero Gálvez no es Brad Pitt, es otro tipo de personalidad diferente, no está en el canon de Hollywood, no sería un personaje al uso estereotipado por Hollywood. 

Se puede hacer incluso un “itinerario Bernardo de Gálvez” sobre el mapa: Louisiana, Texas, Florida, Pensacola, y su final en México como Virrey.

PR: Hay una anécdota de Eric Martel, nombrado cónsul de España en Houston a mediados de los 70, estudió bien su destino leyendo muchos libros. Llegó a la ciudad y quiso saber el origen del nombre de la ciudad de Galveston. Quedó con el alcalde, y éste le dijo: “Sí claro, tenemos aquí un hotel que se llama Gálvez”. El cónsul perplejo insistió, preguntando que alguien sería el Gálvez del hotel, a lo que el alcalde echó inventiva y le contesto atribuyendo el nombre a la piratería francesa, “este Gálvez debía ser un pirara francés” ... Martel fundó luego la orden de los Granaderos y Damas de Gálvez.

Pie de foto: El periodista sevillano Paco Reyero y el periodista Víctor Arribas. ATALAYAR©

Atalayar es un medio muy centrado en la idea de estrechar lazos, en este caso entre España y Estados Unidos. A lo largo de la historia los americanos han aprendido mucho de los europeos, y viceversa, recuerdo los viajes de Tocqueville para conocer su sistema democrático. En este momento ante situaciones como la que hay en España de bloqueo político, ¿tenemos algo que aprender de la democracia americana?

PR: Yo creo que fue Tocqueville el que dijo que en la base de todo lo que hacen los americanos está el dinero. Europa es el lugar donde mejor se representa el ideal de los derechos humanos, donde hay más posibilidad real de igualdad. Y en cambio Estados Unidos lo que tiene es la competencia, la necesidad de moverse, esa tentación de no quedarse atrás. El credo está bastante extendido, incluso cuando ves en el Partido Republicano la capacidad de amalgamar a un ejecutivo de Pensilvania que compra bancos y que tiene una determinada forma de ver la vida, y a un señor que está encantado con tener un arsenal en casa y que vive en las afueras de Oklahoma, y que todo eso está bajo el mismo paraguas, hay una cuestión de raíz que los lleva a compartir una serie de raíles inexcusables. Estados Unidos es sobre todo la obligación de salir a la calle a buscar la vida, pero Europa sigue ofreciendo mayores niveles de bienestar. 

¿Es usted más un periodista, un cronista, un historiador o un investigador?

PR: No es un libro de historia sino un reportaje periodístico. Es el libro de un periodista con vocación de que permanezca. Los libros (con el tiempo) se acaban deformando, cuando echas la vista atrás te descubres como eras cuando escribiste el libro y eso es lo que permanece del libro. Y si resiste, pues resisten sus logros o su calidad. Ahora no acabo de reconocerme en los primeros reportajes periodísticos que escribí, pero es que uno era así, nadie nace aprendido.

Sinatra, Eastwood, Trump, Gálvez, personajes de la historia de un país que todos ellos han pasado por el filtro de su teclado. ¿Quién será el próximo?

PR: El proyecto ahora es traducir Y Bernardo de Gálvez entró en Washington al inglés, ahora que hasta el propio ministro Borrell preguntó a los asistentes a un foro quién le conocía: ha traspasado un poco las fronteras y el propio Borrell ha estado en las exposiciones de Iberdrola que empezaron en la Casa de América de Madrid pero luego en 2018 transitaron de Nueva Orleans a Washington y resaltan la herencia española allí, desde el propio dólar americano que nace de una moneda española hasta los nombres o los uniformes. El Séptimo de Caballería nos robó hasta los uniformes, hiperbólicamente dicho, pero efectivamente hay incluso diseños de los uniformes militares norteamericanos que por puro contagio histórico acaban tomando los patrones de los españoles. Toda esa herencia se puede sintetizar en Gálvez, que es la referencia de esa época.

Como buen periodista, Paco Reyero no nos adelanta el titular de su próximo reportaje, el personaje de su próxima investigación. Pero quien haya leído los libros dedicados a Frank Sinatra y su periplo en España tras Ava Gardner, a Clint Eastwood en sus rodajes de spaguetti westernsen la península, o a la historia de la radio en Andalucía, sabrá que tendrán la pasión y la clarividencia de quien pone todo el empeño en sus proyectos. 

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