Tanto las Fuerzas Armadas de Chad como su presidente, Idriss Déby, son un referente regional en el ámbito militar

El imprescindible liderazgo militar de Chad

AFP/STÉPHANE YAS - Soldados chadianos patrullando cerca del pueblo de Gamboru el 4 de febrero

La militarización de la política africana no es una novedad. No es raro ver a líderes políticos enfundados en sus pomposos trajes militares repletos de medallas, al más puro estilo de Muamar Gadafi. África es un continente en el que aún sobreviven regímenes – y líderes – de estas características. El caso de Chad, y de su presidente Idriss Déby, es uno de ellos. Este militar chadiano, lleva al frente del país desde que lo tomase por la fuerza en 1990. 

Déby se graduó en la Escuela de Oficiales de Yamena, la capital chadiana, y completó su formación profesional como piloto en Francia. Chad era por entonces un país inmerso en una guerra civil intermitente desde mediados de los años 60. Esta inestabilidad, en la que las facciones y alianzas no eran demasiado consistentes, fue aprovechada precisamente por el citado Gadafi, para invadir un norte de Chad rico en ciertos recursos minerales. La invasión fue realizada con la connivencia de algunos grupos rebeldes chadianos que podrían verse beneficiados de la presencia libia. Las dos primeras intervenciones libias de carácter importante se dieron a finales de los 70, en 1978 y 1979, y permitieron la llegada al poder de uno de los líderes rebeldes, Goukouni Weddeye, en septiembre del 79. La creación del Gobierno de Unidad Nacional de Transición (GUNT) que estableció Weddeye, obtuvo el rechazo de otro líder rebelde, Hissène Habré, además del de Francia y Estados Unidos, que apoyaron a este último. Hissène Habré consiguió expulsar a Goukouni Weddeye del poder en 1982, con la ayuda de militares como Idriss Déby, que se convirtió en comandante en jefe de las Fuerzas Armadas del Norte (FAN). Éstas eran las tropas que dirigía Habré durante la guerra civil chadiana, y serían convertidas en fuerzas regulares (FANT) bajo la nueva presidencia de la República de Chad que ostentaba aquel a quien apoyaba Idriss Déby. 

Déby se mantuvo ligado a Habré durante toda la década de los 80, en la que hubo otras dos intervenciones libias, hasta que en 1987 las tropas de Gadafi fueron definitivamente derrotadas en la denominada ‘Guerra de los Toyota’. Idriss Déby, que llegó a ser consejero militar del presidente Habré, se fue distanciando de él hasta que en 1989 fue acusado de tratar de llevar a cabo un complot para derrocarle, lo que le obligó a huir a Libia y Sudán, junto a otros líderes militares y políticos. 

Principales conflictos armados que han tenido lugar entre las Fuerzas Armadas de Chad y otros actores dentro del territorio chadiano

La experiencia que Idriss Déby había adquirido durante más de una década de violencia en Chad, además del liderazgo que se había granjeado en el ámbito militar, le permitió fundar su propia facción, el Movimiento por la Salvación Patriótica (MPS). La campaña militar que inició contra Habré, le llevó al poder en diciembre de 1990. Se puede decir que Déby ha sabido pilotar el país desde entonces, tanto militar como políticamente. Al menos en el sentido de mantenerse en el poder durante tres décadas. Ha ganado las elecciones presidenciales de 1996, 2001, 2006, 2011 y 2016, no sin la sombra de la manipulación, acusación constante de la oposición. La permanencia de Déby al frente de Chad durante tanto tiempo, puede arrojar una falsa proyección de estabilidad. El país apenas ha disfrutado de cortos periodos de calma entre las sucesivas revueltas y levantamientos. El propio presidente ha tenido que hacer frente a varios golpes de Estado, llegando a depender en ocasiones de las fuerzas francesas presentes en el país para su mantenimiento del poder. 

En un estudio del EU Institute for Security Studies (ISSUE) de 2016, en el que se analizaban las fuerzas armadas del continente africano, se indican hasta siete periodos de violencia interna bajo la presidencia de Idriss Déby. Aparte de los conflictos internos, las Fuerzas Armadas de Chad han estado presentes en otros externos, como los que tuvieron lugar en la República Democrática del Congo entre 1998 y 2003 y en la República Centroafricana entre 2004 y 2007 y entre 2012 y 2013. Tampoco debemos olvidar el enfrentamiento que mantienen las tropas chadianas desde hace años contra Boko Haram y el ISWAP en la cuenca del lago Chad, algo que no viene reflejado en el documento, pero cuya creciente virulencia se debe poner de manifiesto. 

Los continuos enfrentamientos en los que se ha visto inmerso el ejército chadiano, solventados en general de forma satisfactoria, supone para estas fuerzas armadas un bagaje que les aporta una mayor capacidad a la hora de hacer frente a amenazas como las que presenta el yihadismo en la región. Su capacidad de lidiar con el terrorismo es mayor que la de otros ejércitos regionales del entorno como el maliense o el burkinabés, cuya experiencia es más limitada y su formación aún incipiente. Si a esto le añadimos el liderazgo que imprime Idriss Déby, con un currículo bélico y un conocimiento de los métodos y de la geografía amplísimos, se aumentan enormemente las posibilidades de éxito del ejército chadiano en la lucha militar contra el terrorismo. Por otro lado, quedaría pendiente, obviamente, la victoria política, económica y social, que debería ir de la mano de otras soluciones, no exclusivamente militares, a adoptar en la región para evitar la rápida expansión del fenómeno yihadista. 

Logotipo del G5 Sahel

Toda esta experiencia militar de las Fuerzas Armadas de Chad y del liderazgo militar de su presidente, se ha puesto de manifiesto en las acciones que han tenido lugar recientemente. Tras el peor ataque yihadista sufrido por el ejército, en el que murieron casi un centenar de militares, se llevó a cabo la llamada operación Cólera de Bohoma, en la que las tropas chadianas habrían infligido una contundente derrota a Boko Haram. Se trató de una operación, dirigida directamente por el propio presidente, que tuvo como objetivo la zona del lago Chad, en la que la existe una confluencia de límites nacionales muy favorable a los movimientos de grupos terroristas, a través del agua y de unas fronteras muy porosas, que la convierte en un santuario. En el ataque, que habría causado según las fuentes oficiales cerca de un millar de víctimas, se habría producido también la destrucción de medio centenar de botes motorizados empleados por los yihadistas para sus movimientos transfronterizos. Chad demuestra así que sus capacidades militares y de respuesta son muy superiores a las de otros países del Sahel, pese a que por supuesto también tienen vulnerabilidades. 

Tras la operación, y en unas declaraciones presidenciales, después matizadas por el ministerio de asuntos exteriores, Chad anunciaba una disminución de su actividad fuera de sus fronteras, para centrarse en la lucha interna contra el terrorismo. A pesar de la matización del ministerio que indicó que la participación chadiana en las operaciones regionales que se están llevando a cabo en el Sahel no se vería afectada –Fuerza Multinacional Mixta, Fuerza Conjunta del G-5 Sahel, MINUSMA–, preocupa el posible repliegue de sus fuerzas armadas en otras operaciones contra Boko Haram y el ISWAP más allá de territorio chadiano, ya que el grueso de la actividad de estos grupos es fuera de sus fronteras y la intención sería actuar sólo en el territorio nacional. La experiencia militar de Chad y su presidente, son claves para avanzar militarmente contra los grupos terroristas. Cualquier paso atrás será percibido por esos grupos como una situación de fragilidad en el entorno político, militar y diplomático de la región, lo que sumado a la crisis sanitaria que se avecina, puede suponer un fortalecimiento de sus posiciones y un aumento de su actividad, poniendo en riesgo la estabilidad del país considerado más estable de la región de Sahel.

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