Hay movimientos políticos que se alinean con la postura de Bechara Boutros al-Rai

El líder maronita de Líbano exige “neutralidad” para salir de la crisis nacional

photo_camera REUTERS/FAISAL AL-NASSER - El patriarca maronita libanés Bechara Boutros al-Rai

Líbano atraviesa por una crisis política, institucional y económica muy grave que exige soluciones rápidas y contundentes. El país de Oriente Medio padece un deterioro financiero y un caos institucional alarmantes que exigen respuestas ya; reclamadas, sobre todo, por una población descontenta que se manifiesta constantemente contra el poder establecido y la corrupción instalada.

Las arcas libanesas están bajo mínimos y la nación atraviesa una ya larga travesía por el desierto en materia económica con indicadores más que aterradores; como una previsión de inflación del 55% para este 2020, un grado de pobreza del 45%, y una tasa de desempleo del 35%, esto último según datos de marzo de este año. La situación es tal que incluso a principios de julio se registraron varios suicidios en distintas ciudades libanesas debido a que buena parte de la población está sumida en la pobreza.

La libra libanesa está muy devaluada y oficialmente se cambia a 1.507 por dólar, alcanzando incluso el valor de más de 9.000 en el mercado negro. Hasta los hospitales carecen de medios para atender a los enfermos y no es extraño que se queden sin electricidad durante horas.

Líbano está sufriendo un colapso financiero que marca la mayor amenaza a la estabilidad desde la guerra civil sufrida entre 1975 y 1990. Ante esta situación, el patriarca maronita Bechara Boutros al-Rai, máximo representante de los cristianos en Líbano, destacó la imperiosa necesidad de llegar a la “neutralidad” en la nación. Comentario que lleva implícita la referencia a Hizbulá, grupo chií muy influyente en el país y en el Ejecutivo libanés e íntimamente ligado a la República Islámica de Irán. 

La comunidad maronita tiene su importancia en el seno de la sociedad libanesa; de hecho, la ley detalla que actualmente el presidente de la República debe ser de esta confesión, en este caso Michel Aoun. Todo ello dentro de un sistema complejo de Gobierno, dividido por cuotas entre las diferentes religiones presentes en la nación. Líbano es una democracia parlamentaria regida por un marco confesional, en el cual los cargos principales son repartidos proporcionalmente entre las distintas comunidades religiosas del país. 

El presidente de Líbano, Michel Aoun

Recientemente, el patriarca maronita, Bechara Boutros al-Rai, se acercó más a la crítica al Ejecutivo de Líbano. En medio de la grave crisis nacional, el principal líder cristiano del país ha atacado a los responsables políticos en las últimas homilías dominicales. El 12 de julio subrayó el rechazo de los libaneses a que “una mayoría juegue con la Constitución, el pacto nacional y la ley, o con el modelo de civilización del país”. También denunció que las mismas personas “lo aíslen de las naciones y pueblos hermanos y amigos y lo lleve de la abundancia a la carestía”.

Además, pidió al presidente Michel Aoun que “rompa el bloqueo a la libre decisión nacional”, y pidió ayuda a la comunidad internacional de cara a “restaurar la independencia y la unidad de Líbano”. Sus palabras se han interpretado como una crítica al exceso de influencia en el país del grupo chií Hizbulá, tras el cual está Irán. 

El régimen de los ayatolás desarrolla una actividad de injerencia en los asuntos internos de diversos Estados vecinos a través de la actuación de grupos chiíes afines. Tal es el caso del propio Líbano, con Hizbulá; de Yemen, con los rebeldes hutíes; de Siria, con la milicia de origen afgano de Liwa Fatemiyoun; de Irak, con las Fuerzas de Movilización Popular; o de Palestina, con Hamás. 

La Iglesia maronita ha apostado por un cambio social más profundo. El 1 de julio lanzó el Pacto Educativo Nacional Global con el objetivo de aproximarse al espíritu de las protestas sociales de los últimos meses y animar a los jóvenes a que se liberen de las ataduras políticas vinculadas con la comunidad religiosa a la que pertenecen y a que “se esfuercen por construir una patria mejor” con una “separación neta entre el ámbito religioso y civil”, como dejó claro en sus palabras Bechara Boutros al-Rai, recogidas por el medio Alfa y Omega. 

Sus dos últimos sermones han marcado un cambio hacia una postura más abiertamente crítica contra las políticas tanto de Hizbulá como de Michel Aoun; precisamente dos polos que apoyan al Gobierno del primer ministro Hassan Diab. Un grupo el de Hizbulá que es considerado terrorista por varios países occidentales, como Estados Unidos o Reino Unido, y que ejerce una gran influencia sobre el Ejecutivo libanés. 

Una foto de la agencia fotográfica libanesa Dalati and Nohra del 12 de junio de 2020 muestra al primer ministro Hassan Diab presidiendo una sesión de emergencia del Gobierno

“La intervención fue vista como un cambio en su política de apoyar al presidente y más bien criticar la posición política del país, regional e internacionalmente”, explicó Mohanad Hage Ali, miembro del Centro Carnegie de Oriente Medio, en declaraciones de las que se hizo eco el medio Noticias de Israel. 

Por su parte, el político libanés Ahmed Fatfat, exministro de Juventud y Deportes, expresó recientemente que todas las milicias de su país, sobre todo Hizbulá, deben ser desmanteladas. El exministro considera que Hizbulá no es un partido político legítimo y que está invadiendo Líbano y su proceso de adopción de decisiones políticas, más orientadas ahora al imperio de la jurisprudencia del régimen de los ayatolás que a la Constitución libanesa. Para Fatfat, el máximo dirigente de este grupo chií, Hassan Nasrallah, es efectivamente la persona que gobierna Líbano.

El líder del movimiento chií Hizbulá de Líbano, Hassan Nasrallah

Bechara Boutros al-Rai intensificó las críticas contra la influencia de Irán y sus aliados sin nombrarlos, diciendo que el pueblo libanés rechazaba ser aislado de sus aliados y llevado a la decadencia.

Ciertos movimientos políticos se están alineando con la postura del líder cristiano, que se opone frontalmente a Hizbulá y que demanda “neutralidad”. Esta corriente fue confirmada por el líder del movimiento Marada, Suleiman Bey Frangieh, hijo de un antiguo presidente libanés en los años 70 del siglo XX.

Suleiman Bey Frangieh se reunió con el patriarca maronita y señaló que está “listo para cualquier reunión nacional que salve a Líbano y tenga una visión clara para salir de la situación actual”. El dirigente de Marada enfatizó que “lo más importante es sacar al país de donde está y llegar a un lugar donde la gente esté satisfecha”. 

Destacó que la situación actual de Líbano requiere un impulso hacia la solución y calmar el estado actual para arreglar la problemática nacional, sobre todo en lo referente a la economía. También, insto a “restaurar la confianza para así atraer a inversores”, tarea en la que todos deben cooperar. 

El político cristiano libanés, diputado y líder del movimiento Marada Suleiman Frangieh

Según varios analistas, la clase política contraria a Hizbulá ha estado desunida en los últimos tiempos y esto ha imposibilitado trabajar para lograr una salida ante el escenario actual, pero ahora encuentra una autoridad a la que seguir en la figura del patriarca maronita de cara a limitar la influencia y el control de Hizbulá sobre el Ejecutivo.

Esta nueva postura que defiende la neutralidad podría ser bien vista por parte de la comunidad internacional, lo que podría atraer la tan ansiada ayuda económica exterior, vital para poder salir de la actual crisis en Líbano. 

De hecho, el Gobierno libanés solicitó al Fondo Monetario Internacional (FMI) un préstamo de 20.000 millones de dólares, pero las discusiones de los altos funcionarios de esta entidad se están eternizando porque Estados Unidos no solo pide estrictas reformas económicas, como suele ser habitual, sino también que los libaneses expulsen de la esfera gubernamental a Hizbulá.

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