Se cumplen 18 años del atentado que acabó con la vida del entonces primer ministro mientras el país de los cedros afronta un nuevo vacío de poder

El Líbano revive el asesinato de Rafiq Hariri en plena parálisis política

AFP/ ANWAR AMRO - El exprimer ministro Saad Hariri pronuncia un discurso en Beirut, junto a un retrato de su padre Rafiks Hariri, asesinado el 14 de febrero de 2005

“El asesinato de Rafiq Hariri significó el fin del renacimiento del Líbano”, afirma casi dos décadas después Rima Tarabay, antigua asesora de comunicación y miembro del equipo que guiaba en las sombras al entonces primer ministro. La detonación de una bomba cargada con más de 1.000 kilos de TNT acabó con su vida mientras cruzaba el centro de Beirut junto a otras 21 personas. “Fue terrible, porque aquello significó el colapso de todo en lo que creía, además de la muerte del hombre que salvó el Líbano después de la guerra civil”, recuerda en conversación con Atalayar el mismo día en que se cumple el 18 aniversario de su asesinato. 

En 2020, los jueces del Tribunal Especial para el Líbano, respaldados por la ONU, juzgaron in absentia a tres miembros de Hizbulá implicados en el atentado, pero solo pudieron probar la participación de uno de ellos, Salim Jamil Ayyash. La milicia chií se negó a cooperar en el caso. El hasta ahora único culpable sigue prófugo de la justicia 18 años después del traumático suceso que marcó el futuro del Líbano. “El día de San Valentín me recuerda el asesinato de Rafiq Hariri, ejecutado con tanto material explosivo que pude escucharlo a ocho kilómetros del lugar”, tuitea la usuaria Hanin Hannouch. “Su recuerdo sigue siendo doloroso, porque su muerte fue también la del descenso del Líbano a los infiernos”. 

Rafiq Hariri y Hassan Nasrallah

Tarabay coincide en que, desde ese momento, la situación no ha hecho más que empeorar. “Los planes de Hariri eran planes de reconstrucción, independencia, aplicación del Acuerdo de Taif —que certificó el final de la guerra civil—, que podría llevar al país hacia un Estado secular, que es la única solución para salvar el Líbano”, explica a este medio. En su lugar, relata su antigua asesora de comunicación, el escenario actual “es el peor por el que ha pasado el Líbano: pensamiento sectario, economía por los suelos y sin visión de futuro”

Su hijo y heredero político, Saad Hariri, regresó al país en la noche del domingo de su retiro en Emiratos Árabes Unidos, país aliado en el que reside, para acudir a la conmemoración oficial por el asesinato de su padre en el centro de Beirut. El que fuera primer ministro antes de su renuncia definitiva en julio de 2021 tras la enésima crisis de Gobierno aprovechó la ocasión para darse un baño de masas ante los suyos en el mausoleo de la capital donde está situada la lápida de su padre, en una escena de enorme simbolismo. 

El persistente bloqueo político 

Pero la potente imagen de Hariri colisiona con la acuciante división política, confesional e institucional que vive el Líbano. El mandato del expresidente Michel Aoun expiró en octubre. Desde entonces, el Parlamento no se ha puesto de acuerdo en nombrar un sucesor. No es ni mucho menos el primer vacío de poder que sufre el país. De hecho, la designación de Aoun se produjo en 2016 tras más de dos años sin jefe de Estado. Pero el contexto es mucho más grave que entonces, especialmente desde el plano económico. Es la mayor crisis de este tipo en siglos, asegura el Banco Mundial. 

Parlamento Líbano

El Parlamento ha celebrado 11 sesiones en los últimos cuatro meses para elegir un candidato. Pero el guion ha sido siempre el mismo: en la primera vuelta de la votación, ningún candidato alcanza el número de votos necesario; en la segunda, los diputados se ausentan, rompiendo el quórum requerido. El favorito, Michel Moawad, recibió en la última votación tan solo 34 votos, lejos de los 86 que marcan la mayoría para dar paso a la segunda vuelta. Al menos una treintena de diputados votaron en blanco y otros utilizaron la papeleta para protestar o vacilar con los candidatos. Se han llegado a leer nombres como los de Nelson Mandela o Bernie Sanders, el senador estadounidense. 

La Cámara que preside el veterano Nabih Berri sigue en pausa y lleva sin reunirse desde el pasado 19 de enero, por lo que la comunidad internacional ha decidido actuar. Cinco potencias occidentales mantuvieron la semana pasada en París una reunión para encontrar soluciones, sobre todo en materia económica. Pero el paso más firme lo han dado hasta ahora Estados Unidos, Francia, Arabia Saudí, Qatar y Egipto, que enviaron a sus embajadores en Beirut a reunirse con el primer ministro en funciones, el magnate Najib Mikati.  

Najib Mikati

Mikati y el resto de su gabinete están de brazos cruzados. El Gobierno interino no cuenta con la mayor parte de sus prerrogativas a falta de una autoridad presidencial en un momento crítico. El valor de la libra libanesa alcanzó a finales de enero un nuevo mínimo histórico tras perder el 90% de su valor en los últimos cuatro años. El tipo de cambio se sitúa ahora en 16.130 libras libanesas por euro, cuando se ha sostenido en los últimos meses cerca de las 1.600 libras por euro. En consecuencia, casi el 80% de la población vive en la pobreza. Es un colapso financiero, económico y social sin precedentes. 

Mientras, la clase política sigue dividida sobre el papel que debe jugar Hizbulá en las instituciones. Los culpables del asesinato del ex primer ministro Rafiq Hariri dirigen un Estado paralelo dentro del descompuesto Estado libanés. La milicia chií, aliada regional de Irán, ocupa 13 escaños en el Parlamento, más los 14 de sus socios del Movimiento Amal y los 17 del Movimiento Patriótico Libre del expresidente Aoun, con los que pactan. Hasta la fecha, los tres se oponen al candidato mejor posicionado para suceder al expresidente, Michel Moawad, que cumple el único requisito para ocupar el puesto: ser cristiano maronita. 

Michel Moawad

Michel, hijo de René Moawad, el presidente que fue asesinado en 1989 después de ocupar el cargo durante 17 días, cuenta con el respaldo del bloque anti-Hizbulá, autodenominado “opositor”, incluyendo al partido con más escaños en el Parlamento, las Fuerzas Libanesas de Samir Geagea, al que los observadores consideran el actor divisivo que impide un acuerdo entre las partes. Moawad deberá granjearse los apoyos de Hizbulá y sus socios para acceder a la presidencia, como antes tuvo que hacer el propio Aoun. Sin embargo, ante el prolongado bloqueo, está empezando a sonar en los mentideros de Beirut el nombre de Joseph Aoun, el comandante de las Fuerzas Armadas, como posible alternativa de unidad. 

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