El mundo árabe condena la visita de Ben-Gvir a la Explanada de las Mezquitas
Ben-Gvir echó un pulso a Netanyahu en cuanto vio la oportunidad. Apenas habían pasado unas horas desde la formación del Gobierno más escorado a la derecha en la historia de Israel, alumbrado por una Knesset dominada por el bloque derechista y ultraortodoxo, y el recién estrenado ministro de Seguridad Nacional, responsable directo de la Policía, visitó en la mañana del martes la Explanada de las Mezquitas, ignorando los consejos de Bibi, para mandar un mensaje de fuerza.
Siguió los pasos del difunto ex primer ministro Ariel Sharón, quien recorrió el recinto como líder de la oposición hasta llegar al Monte del Templo en el año 2000.
Sharón lo hizo escoltado por un millar de agentes de seguridad. La caminata de Ben-Gvir no requirió el mismo despliegue, entre otras cuestiones, porque apareció por la zona a primera hora de la mañana, cuando allí no había nadie. Solo estuvo un cuarto de hora, el tiempo suficiente para grabar un vídeo para sus redes sociales en el que denunciar la supuesta “discriminación racista” que sufren los judíos a los que se prohíbe rezar en el Monte del Templo. Aunque lo hizo, sobre todo, para desafiar a su extensa nómina de opositores.
En el vídeo publicado en Twitter por el líder del ultranacionalista Otzma Yehudit (Poder Judío, en español) se puede apreciar al fondo de la imagen la Cúpula de la Roca, lugar de culto para el islam, mientras comenta a los medios de comunicación que sus visitas a la Explanada de las Mezquitas continuarían.
La primera aparición de Ben-Gvir como miembro del Gobierno amenazó con provocar disturbios en una zona habituada a experimentar conatos de violencia entre israelíes y palestinos, que se han cobrado víctimas mortales. En cambio, la visita del incendiario ministro desencadenó una oleada de condenas por parte de Estados y organizaciones árabes que consideraron su acción como una provocación, además de una grave violación de la santidad del lugar.
Entre los países de Oriente Próximo que han condenado el suceso se encuentran Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Qatar, Kuwait, Turquía, Egipto, Jordania y la Autoridad Palestina.
Abu Dabi describió como un “asalto” la visita de Ben-Gvir a la mezquita de Al-Aqsa. El ministro de Exteriores emiratí, Abdalá bin Zayed, discutió en una conversación telefónica con sus homólogos turco y jordano las vías para “proteger” el recinto y la delicada situación de Jerusalén Este. Pero los medios oficialistas emiratíes no hicieron referencia a la inminente visita de Netanyahu a Emiratos, país con el que normalizó sus relaciones en el marco de los Acuerdos de Abraham de 2020.
El Gobierno presidido por Mohamed bin Zayed, alias MBZ, llegó incluso a contactar con China para llevar la cuestión al Consejo de Seguridad de la ONU. Está previsto que el órgano de Naciones Unidas se reúna este jueves para tratar la cuestión, aunque es poco probable que el encuentro se materialice en forma de acciones concretas o condenas formales.
El Ministerio de Exteriores de Arabia Saudí emitió un comunicado en el que denunciaba la “acción provocadora” del ministro israelí, mientras que el Gobierno egipcio, mediador clave para la estabilidad de la Franja de Gaza, advirtió “de las consecuencias negativas de tales acciones para la seguridad y la estabilidad” en la zona. De hecho, el grupo terrorista Hamás, que había amenazado con tomar represalias en caso de que Ben-Gvir visitara la Explanada de las Mezquitas, intentó lanzar un proyectil contra el sur de Israel, pero su trayectoria se quedó corta e impactó dentro del territorio controlado por el propio Movimiento de Resistencia Islámica.
La aparición por sorpresa de Ben-Gvir hizo saltar las alarmas en el mundo árabe y musulmán por la posibilidad de que el nuevo Gobierno de Israel, copado de perfiles de extrema derecha y ultraortodoxos, pudiera modificar el estatus legal que rige el recinto. La normativa actual prohíbe a los judíos orar en el Monte del Templo al ser considerado el lugar más sagrado para el judaísmo, donde se cree que fue levantado el Segundo Templo de la antigüedad. Pero esta tendencia viene cambiando de la mano de los rabinos próximos al entorno del Sionismo Religioso.
Para los musulmanes, la Explanada de las Mezquitas es también sagrada. Alberga la mezquita de Al-Aqsa, el tercer santuario en importancia para el islam después de La Meca y Medina, así como el Domo de la Roca, desde donde se cree que el profeta Mahoma ascendió al cielo.
El primer ministro palestino, Mohammad Shtayyeh, denunció que la visita al recinto se trataba de un intento de convertir el complejo de la mezquita “en un templo judío”. El propio Ben-Gvir aseguró en la campaña electoral que pretendía modificar el statu quo religioso del Monte del Templo para que los judíos pudieran rezar allí. De hecho, en vísperas de los comicios del pasado 1 de noviembre, anunció que exigiría a Netanyahu introducir la “igualdad de derechos para los judíos”.
Pero en un comunicado, el primer ministro más longevo en la historia de Israel, de vuelta en el poder por sexta vez 18 meses después de perder el liderazgo, afirmó su compromiso de “mantener estrictamente” el statu quo. “La afirmación de que se ha producido un cambio en el statu quo carece de fundamento”, remató Netanyahu, que deberá hacer equilibrismo para evitar que sus nuevos socios de Gobierno incendien aún más la convivencia.
