Los Juegos Olímpicos revelan las historias de superación de las atletas procedentes de países árabes

El olimpismo femenino árabe se abre paso en Tokio

REUTERS/MIKE BLAKE - Los abanderados Talal Alrashidi de Kuwait y Lara Dashti de Kuwait encabezan su contingente durante el desfile de los atletas en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020

El número de participantes femeninas en las citas olímpicas ha crecido exponencialmente en las últimas décadas. Tan solo 611 mujeres competían de media en la década de los 60; hoy, esa cifra se multiplica por diez. Cerca de 6.500 atletas femeninas representan a sus respectivas naciones en Tokio. Aunque aún sigue habiendo más deportistas en las categorías masculinas, la balanza se ha equilibrado a medida que las sociedades avanzaban. No obstante, el acotado rol de la mujer en regiones como Oriente Medio y el Norte de África había impedido el acceso de las deportistas a la esfera deportiva. De hecho, no fue hasta 1984 cuando la atleta marroquí y miembro del COI, Nawal El Moutawakel, hizo historia después de llevarse el oro en Los Ángeles 84, en la prueba de 400 metros valla. Era la primera vez que una mujer procedente de un país islámico se colgaba una medalla olímpica.

Atleta de Marruecos

La argelina Hassiba Boulmerka cogió el testigo dorado a la marroquí en Barcelona 92 tras arrasar en la prueba de 1.500 metros. Un año antes, la corredora tuvo que abandonar su país con destino a Francia después de recibir constantes amenazas por parte de grupos fundamentalistas islámicos. Estos recriminaban a la deportista que se negara a utilizar el velo y compitiera con pantalones cortos. Esa atroz experiencia le llevó a trabajar, junto a El Moutawakel, para promover el deporte entre las mujeres árabes, lo que, entre otros méritos, la llevó a ser galardonada con el premio Príncipe de Asturias en 1995. Hoy, 37 años después del primer oro de una mujer árabe, el tímido aperturismo de los países musulmanes en esta materia ha supuesto un punto de inflexión para el deporte femenino. Una nueva hornada de atletas compite al máximo nivel en la capital nipona y prometen dar de qué hablar en las próximas citas.

Yusra Mardini, Equipo de Refugiados

El legado de Mardini se fraguó en el mar Egeo. Con tan solo 17 años, la nadadora siria decidió embarcarse en un viaje de vida o muerte y se subió a un bote con capacidad para seis personas, junto a otras 17, entre ellas su hermana. Buscaba un nuevo destino tras atestiguar cómo una bomba destruía su casa, y otra la piscina donde entrenaba desde los cuatro años, guiada por el conocimiento de su padre, entrenador de natación. Corría el año 2011 y había estallado la guerra en su país, un acontecimiento que frenó en seco las expectativas olímpicas de Mardini. En mitad de la travesía, falló el motor y quedaron a la deriva. “Si me iba a ahogar, al menos lo haría habiéndome sentido orgullosa de mí y de mi hermana”, pensó entonces la joven, justo antes de tirarse al agua y arrastrar la embarcación hasta la costa de Lesbos. Salvó sus vidas.

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Antes del estallido de la contienda civil, Mardini pudo representar a Siria en el Campeonato Municipal de Piscina Corta de 2012. Sin embargo, el exilio cortó sus posibilidades de volver a representar a su país. En la actualidad reside en Berlín, desde donde compite al máximo nivel gracias al Equipo de Refugiados. De hecho, fue la encargada de abanderar a la delegación. Lo hizo por primera vez en unos Juegos en Río 2016, y el pasado 24 de julio volvió a aparecer en una prueba olímpica. Sin embargo, no consiguió pasar de la primera ronda.

Yasmeen Aldabbagh, Arabia Saudí

La velocista saudí fue la abanderada de su país en la ceremonia inaugural. Desde niña, Aldabbagh ha conocido de cerca las sociedades occidentales. Nació en Londres y estudió en Estados Unidos, donde compaginaba el deporte con sus estudios de Economía en la Universidad de Nueva York. Aunque también fue educada en Arabia Saudí. Y con tan solo 23 años, Aldabbagh consiguió clasificarse para los Juegos de Tokio. No pudo pasar de primera ronda, sin embargo, cumplió un sueño: “"Ganar un puesto en los Juegos lo es todo para mí y hacerlo batiendo el récord de la distancia de mi país es... no podía pedir más. Ahora, después de todo lo que hemos pasado en los últimos 18 meses saboreo cada momento aquí”.

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La atleta es consciente de la dificultad de la mujer para acceder al deporte en Arabia Saudí, aunque le quitó hierro al asunto: “Ningún país es perfecto, pero el camino de transformación que estamos recorriendo como nación es algo de lo que estamos muy orgullosos”. “Puede sonar un poco cursi, pero los que abrieron camino para los saudíes realmente me impactaron", declaró Al Dabbagh a The National. “Dicen que si no puedes verlo, no puedes serlo, y eso fue cierto para mí. Así que les debo mucho a las olímpicas saudíes que compitieron en los pasados juegos. [Las corredoras] Sarah Attar y Cariman Abu Al Jadail, la jinete Dilma Malhas y la nadadora Mariam Binladen”. Con su participación en Tokio, espera seguir la estela de sus compatriotas: “Estoy aquí para representar a todas las mujeres de mi país y a mayor escala a toda persona que tenga un sueño y que ha dedicado su vida a vivir con pasión. Estoy aquí para sacar lo mejor de mí y eso me hace estar orgullosa como todos los atletas aquí”.

Kimia Alizadeh, Equipo de Refugiados

La taekwondista persa ha sido otra de las grandes sorpresas de los JJ.OO. Alizadeh, disidente del régimen iraní y parte del Equipo Olímpico de Refugiados, se quedó a las puertas de conseguir la primera medalla para su conjunto en la prueba de taekwondo femenino de 57 kg. La luchadora mostró un gran nivel después de tres años sin competir, cuando fue apartada por su delegación, y venció sus tres primeros combates hasta plantarse en semifinales, donde cayó derrotada a manos de la rusa Tatiana Minina. En el combate por el bronce, Alizadeh volvió a perder, esta vez contra la turca Kübra İlgün. Sin embargo, Alizadeh ya ganó el bronce en los Juegos Olímpicos de Río 2016 con tan solo 18 años. Se trató de la primera medalla para una mujer iraní de la historia.

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El grupo de exiliados, creado en 2016 con el fin de permitir a las víctimas de la persecución política y los conflictos bélicos participar en las Olimpiadas, no ha ganado aún ninguna medalla. La atleta huyó de su país natal en enero de 2020 hasta recalar en Alemania, tras denunciar la acuciante opresión que viven las mujeres en Irán. La luchadora reveló, además, que los deportistas eran tratados como “herramientas” de propaganda del régimen. Desde entonces, la Asociación de Taekwondo iraní ha tratado de boicotear su carrera. Irán prohibió que representara a otro país en los JJ. OO, aunque acabó siendo acogida por el Comité Olímpico Internacional (COI), un organismo que le permite competir al máximo nivel hasta encontrar un nuevo destino. Ella, sin embargo, asegura que seguirá siendo una niña de Irán allá donde vaya.

Hend Zaza, Siria

La palista siria de tan solo 12 años hizo historia en Tokio al ser la tercera deportista más joven de la historia en competir en una cita olímpica. Zaza cierra de esta forma un “podio” compuesto por el gimnasta griego Dimitrious Loundas, que participó en Atenas 1896 con 10 años, y el remero español Carlos Font, que hizo lo propio con 11 en Barcelona 92. Aunque no consiguió pasar de primera ronda, su historia es una muestra de superación. Natural de Hama, Zaza no cejó en su empeño de competir al máximo nivel a pesar de la guerra. “El tenis de mesa me lo ha dado todo y me ha enseñado a ser fuerte, me ha dado paciencia. Cuando juego me olvido de todo y solo pienso en la competición”, declaró. Así aprendió a convivir inmersa en el conflicto.

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Lara Dashti, Kuwait

La joven nadadora kuwaití también se convirtió en la primera mujer en abanderar a su país en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos. Según las declaraciones recogidas por el Comité Olímpico de Kuwait, Dashti estaba “abrumada de felicidad”. Sus sentimientos eran indescriptibles, aunque era consciente de la responsabilidad contraída por las competidoras femeninas. Con tan solo 17 años, la nadadora compitió en la prueba de 50 metros libres, donde se quedó a las puertas de pasar a semifinales tras ocupar la cuarta posición en la tercera serie de la primera ronda. Sin embargo, para ella con la experiencia fue suficiente. 

hedaya-malak-egipto.Hedaya Malak, Egipto

La luchadora egipcia derrotó a la estadounidense Paige McPherson en la prueba de taekwondo por 17-6 para colgarse el bronce. Malak conseguía de esta forma el primer metal para su país en Tokio. Antes, sin embargo, ya había hecho historia al ser también la abanderada de Egipto en la ceremonia de inauguración. La taekwondista de 28 años se convirtió, además, en la primera atleta egipcia en ganar dos medallas olímpicas consecutivas, después de su bronce en Río 2016. 
 

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