Actúa en los asuntos de otros países vecinos a través de grupos chiíes pro-iraníes

El papel de Irán en Oriente Próximo (I)

PHOTO/ Presidencia iraní/departamento de Asuntos Políticos - El Líder Supremo de Irán, Sayyid Ali Hosseini Jamenei (C), el presidente iraní, Hasán Rohaní (I), y el recién nombrado comandante de las Fuerzas Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, Ismail Qaani, asisten a una ceremonia de duelo por Qassem Soleimani

Los últimos acontecimientos en Oriente Próximo y el enfrentamiento abierto entre Estados Unidos e Irán, librado sobre suelo iraquí, han puesto de relieve una realidad que hasta ahora, si bien era conocida, no había recibido la atención que merece, mostrando la realidad sobre el complicado ‘juego’ de intereses en dicha región y dejando patente una vez más que elementos que hoy algunos se esfuerzan en proclamar como novedosos, enmarcándolos en conceptos como ‘la guerra híbrida’ el cual por cierto comienza a ser abandonado para hablar de ‘conflictos en la zona gris’, no lo son tanto. Y no sólo eso, sino que actores que podría pensarse que están menos avanzados, llevan décadas empleándolos, en ocasiones como verdaderos maestros de los mismos.

Es interesante pararse un momento, echar la vista atrás y reflexionar. Pues sólo desde el conocimiento de los hechos pasados puede entenderse dónde estamos y, por el camino, tal vez haya quien consiga separar el polvo de la paja y recuperar una visión más objetiva.

Desde la Revolución de los Ayatolás en 1979 y la proclamación de la República Islámica de Irán, este país, dentro de sus esfuerzos por erigirse en potencia regional y por ocupar un lugar relevante en el mundo musulmán predominantemente suní, ha incitado y promovido la creación de grupos a lo largo de todo Oriente Medio que han actuado a modo de ‘proxies’, tanto en el plano político como el militar, para influir en la política regional e internacional a favor de sus intereses. Estos grupos, en la mayoría de las ocasiones, han derivado en milicias que han adquirido la relevancia suficiente como para considerarlos en algunos casos como actores no estatales, pero casi con la misma capacidad de influencia que los propios Estados de la zona.

Este modo de actuar se ha vuelto mucho más relevante con la invasión de Irak y la caída del régimen de Sadam Hussein en 2003. El desmoronamiento del estado iraquí y la situación de caos tras la invasión presentaron para Irán un escenario más que favorable, pues significó la desaparición de uno de sus principales competidores en la región.

Fotografía de archivo del 12 de noviembre de 2018, combatientes chiíes iraquíes de la fuerza paramilitar Hashed al-Shaabi aseguran la zona fronteriza con Siria en al-Qaim, en la provincia iraquí de Anbar, frente a Albu Kamal en la región siria de Deir Ezzor

En los últimos años ha vuelto a tomar fuerza debido a los conflictos de Siria, Libia y de nuevo Irak en su lucha contra Daesh, convirtiéndose en la principal herramienta del régimen iraní para avanzar en la consecución de sus objetivos regionales.

Tradicionalmente, Occidente en general, y especialmente desde los ataques del 11S, ha dirigido su preocupación hacia los grupos yihadistas de corte suní como Al-Qaeda y Daesh, con la excepción de Hizbulá, cuya presencia y actividad en Líbano sí que han sido motivo de constante preocupación y atención.

Numerosos conflictos han sufrido la intervención de estos ‘proxies’ iraníes, y los esfuerzos del Gobierno iraní por reclutar voluntarios que nutran las filas de sus milicias, no siempre con el mismo éxito, no han cesado desde finales de la década de los 70. Como era de esperar, esta actitud no ha pasado desapercibida para los competidores regionales de Irán, desde Israel a Arabia Saudí pasando por Abu Dhabi. El resultado no es otro que la situación que se presenta hoy día, resultado de una preocupante tenencia que ha ido elevando y materializando el riesgo de entrar en un círculo vicioso de acciones y réplicas en el cual el sectarismo violento se ha convertido en un elemento fundamental en manos de diversos Estados en su intento por conseguir sus objetivos y ambiciones geopolíticas. 

Manifestantes cantan consignas durante una protesta contra la ejecución en Egipto de nueve presuntos miembros de la Hermandad Musulmana, condenados por su participación en el asesinato en 2015 del principal fiscal del país, frente al consulado de Egipto en Estambul, el sábado 2 de marzo de 2019

El origen de este ‘modus operandi’ lo podemos remontar a los primeros años de existencia de la República Islámica de Irán y a su fundador, el ayatolá Jomeini, que fue quien desarrolló la faceta del sectarismo a la búsqueda de Teherán por lograr verdadera influencia geopolítica en la zona. Y la forma en como inició esta senda fue incitando a las comunidades chiíes de Irak a alzarse contra el partido de corte suní Baaz y su líder y hombre fuerte del país, Sadam Hussein. Todo ello, a pesar de que durante más de una década el flamante ayatolá iraní había disfrutado de la hospitalidad iraquí con la condescendencia de Sadam Hussein en su exilio en la ciudad de Najaf.

En esta foto de archivo del 13 de mayo de 1988, el entonces líder iraní, el ayatolá Ruhollah Jomeini, saluda a los simpatizantes antes de emitir su voto en la ronda final de las elecciones parlamentarias de Irán

El nacionalismo árabe o el panarabismo siempre se han caracterizado por una tendencia intrínseca de rechazo a la corriente chií, y esto ofreció la oportunidad perfecta para el nuevo líder iraní. Ya en 1971, Jomeini expuso sus ideas para un “gobierno islámico”, ideas que plasmó en un libro. En su noción del cual predominaba la idea de que este debía de ser transnacional, teniendo a todas las comunidades chiíes como integrantes principales.

Una característica definitoria de la visión de Jomeini es que religión y política son dos realidades inseparables, algo que se contradice con la tradición chií que siempre aconsejó mantener una saludable distancia entre el poder político y el religioso.

Aun así, esta nueva interpretación radical de la religión y la intromisión de postulados religiosos en la política tuvieron consecuencias directas para el país. De hecho, la incitación de Jomeini a alzarse contra el poder de Sadam Hussein fue uno de los  factores clave que llevó a la invasión del país persa por parte de Irak en 1980. 

Sólo dos años después de la caída del Sha el nuevo régimen iraní puso en marcha la Oficina para los Movimientos Islámicos de Liberación, bajo el paraguas de la Guardia Republicana y con la misión de exportar el modelo de revolución iraní. Y en 1982, con la ayuda de Teherán, surgieron las milicias Badr anti Sadam en Irak y Hizbulá en Líbano, ambas conformadas por islamistas de corte chií imbuidos de la doctrina inspirada por Jomeini de acabar con toda resistencia política. Actualmente ambos grupos son los ‘proxies’ chiíes proiraníes más eficaces y potentes.

Durante esa década elementos inspirados en la política radical de Irán emergieron incluso con actos esporádicos de violencia en Bahréin, Kuwait, Pakistán y Arabia Saudí.

Un dato muy importante y que en ocasiones es obviado de un modo deliberado es que gran parte de lo que sucede en Oriente Medio está dentro del marco de la lucha dentro del mundo islámico por mantener la hegemonía. Desde la separación del islam en sus dos corrientes principales los seguidores de una y otra han luchado por imponerse a la contraria. Y es esa lucha la que subyace en el fondo de los enfrentamientos actuales. Por supuesto, aderezado con otra serie de condicionantes no menores, como el factor energético, el económico, la presencia de un actor como Israel y la intervención de las potencias occidentales. 

Por ello, la estrategia seguida por los chiíes y apoyada por la República Islámica de Irán es muy similar a la que siguen grupos similares de la corriente opuesta, como son por ejemplo los Hermanos Musulmanes.

Ambos grupos en un primer momento tienen como objetivo deslegitimar el poder establecido por todos los medios posibles, trasladando a la población que éste no responde a sus demandas y necesidades, creando una cierta sensación de ‘orfandad’ que le lleva a buscar un referente. Una vez conseguido esto, la semilla de la insurrección queda sembrada y se dan las condiciones para un levantamiento armado que logre hacerse con el poder para de ese modo imponer un gobierno islámico regido por la ‘sharia’ o ley islámica. 

Esta fórmula fue empleada por primera vez con éxito por la mayoría chií en Irán, proporcionándoles un Estado potente y con importantes recursos que les llevó a convertirse en la base de operaciones para la revolución de dicha corriente religiosa. Los dirigentes de la nueva República Islámica se pusieron manos a la obra para redefinir el mundo islámico chií y buscar la forma de exportar su visión a las comunidades que seguían la misma confesión más allá de las fronteras del país.

Los partidarios del movimiento chií libanés Hizbolá sostienen una imagen del difunto líder supremo de Irán, el Ayatolá Ruhollah Jomeini, mientras participan en una procesión de luto religioso el décimo día del mes lunar de Muharram, que marca el día de Ashura, en un suburbio de la capital Beirut, el 10 de septiembre de 2019

Prueba evidente de esta determinación es que la constitución de 1979 consagra el compromiso ideológico de la República de movilizar a los denominados ‘mostazafeen’, musulmanes oprimidos, contra lo que Teherán calificaba de gobernantes injustos. Esta tarea se refiere a los musulmanes de manera general, sin hacer distinción entre chiíes y suníes. Pero como afirma Afshon Ostovar: “los críticos con Irán tienden a ver en la actuación del país desde 1979 un comportamiento expansionista y transnacional para implantar una política chií proiraní”. Pero atendiendo a la evolución de este con más detalle se advierten desde luego elementos sectarios que tienen una gran influencia en los cálculos estratégicos de Irán, sin seguir un único patrón como apuntan los críticos al régimen.

Hay momentos clave en los que el papel de Teherán ha ignorado las que a priori eran sus preferencias sectarias. Un botón de muestra es la guerra civil de Líbano a comienzo de la década de los 80. Durante el conflicto, Irán apoyó el movimiento Al-Fatah dirigido por Yasser Arafat, el cual era de corte suní y estaba enfrentado al grupo libanes chií Amal. En ese momento, Teherán priorizó la beligerante posición de Arafat contra Israel frente a la posición de Amal centrada exclusivamente en los intereses de la comunidad chií de Líbano. Este, junto con otros muchos pone de relieve cómo Irán, a pesar de todo, siempre ha aplicado lo que se conoce como ‘realpolitik’. Más allá de su agenda e ideología, siempre actúa adaptándose a la situación para lograr un beneficio mayor. Es lo que podría llamarse un sectarismo sometido a los intereses prácticos de la estrategia geopolítica del país.

Conclusiones

Las milicias proiraníes que operan en la región de Oriente Medio son una constante amenaza a la estabilidad de la zona, así como a la posibilidad de lograr la implantación de unos gobiernos estables y pacíficos. Desde un punto de vista estratégico, la forma de actuación de Irán, que en cierto modo fue algo novedoso, mediante la utilización de ‘proxies’ para lograr sus objetivos políticos y militares, se ha revelado como un problema difícil de enfocar, entender y contrarrestar de una manera holística.

Por ello, es muy importante conocer el origen de este ‘modus operandi’ y sus raíces para establecer un modelo teórico que dé respuesta a como Teherán emplea estos recursos, cuál es la dinámica de estos grupos y cuáles son sus auténticos intereses en la región, mucho más allá de los habituales tópicos.

Irán se ha preocupado de tejer una tupida red de relaciones con estos actores no estatales hasta el punto de emplearlos como una extensión de los medios y recursos de la propia República Islámica dentro de la dinámica de los nuevos conflictos, ya sean denominados ‘híbridos’ o ‘conflictos en la zona gris’. Y lo hace de tal manera que fomenta ciertos enfrentamientos, provoca otros  o rebaja la tensión en algunos de los existentes según sus propios intereses.

Valla publicitaria de propaganda de la milicia pro-iraní de las Brigadas de Hizbolá que cuelga sobre la calle Palestina en el centro de la capital iraquí, Bagdad, en la que aparecen tres de sus combatientes enmascarados

Así que, mientras  la denominada ‘Guerra contra el Terrorismo’ en cierto modo comienza a desaparecer del discurso y las ambiciones y aspiraciones de los Estados en materia de seguridad vuelven a tomar un papel principal, las actividades de Irán y su particular proceder en Oriente Medio se perpetúan como un desafío y una fuente de problemas.

Los grupos creados por el régimen iraní o aquellos con los que ha establecido estrechos vínculos por compartir intereses e ideología con Teherán, libran guerras o llevan a cabo actividades políticas en línea con los intereses de Irán, y a cambio obtienen apoyo militar, financiero y, en no pocas ocasiones, asesoramiento y apoyo político en el concierto internacional.

A través de esta tupida red de ‘proxies’ Irán ha podido crear una red regional de ‘seguridad’ con tentáculos en prácticamente todos los países de la región, a pesar de una clara posición enfrentada a los intereses iraníes de estos Estados.

Esta forma de actuar tan particular presenta una complejidad inusual y un desafío a todos los que han de diseñar estrategias para contrarrestarla.

Las preguntas clave son dos: ¿cuáles son los verdaderos objetivos de Irán en la región? Y ¿cómo va a actuar para alcanzarlos?

Ambas parecen obvias. Lo que ya no lo es tanto es la respuesta a ninguna de las dos. Son muchos los factores que interactúan en el proceso de decisión de Irán, en ocasiones incluso contradictorios entre ellos, y muchos se superponen dificultando la comprensión del mismo.

Pero pueden identificarse, haciendo un primer análisis básico, los dos principales motores de la estrategia iraní, que no son otros que el mantenimiento de su seguridad y la expansión de sus objetivos ideológicos.

La bandera de Jordania (izquierda) y la Hermandad Musulmana (derecha) ondean junto a un cartel que muestra al difunto presidente egipcio Mohamed Morsi, con leyendas en árabe que dicen "nuestras almas anhelan Jerusalén, el mártir Mohamed Morsi", durante una manifestación de oración posterior al viernes en la capital jordana, Amman, el 21 de junio de 2019, contra el "Acuerdo del siglo" del presidente estadounidense Donald Trump

Por un lado, la implantación y empleo de sus milicias afines, así como con el desarrollo de su potencia militar busca incrementar su seguridad mediante la disuasión, tratando de llevarla no solo a sus potenciales enemigos regionales sino a cualquier actor exterior que pueda tratar de interferir en sus asuntos domésticos, aunque estos en ocasiones afecten a terceros, como es el caso del desarrollo de su programa nuclear.  Esta se basa en gran medida en la amenaza que suponen esos ‘proxies’ como fuerza de combate active capaz de actuar en condiciones muy diferentes a lo que supondría un conflicto militar convencional. Por otro lado tenemos el permanente intento, desde la creación de la República Islámica de exportar su modelo de revolución y la ideología chií que conforma la base de su forma de gobierno teocrática.

Esta breve mirada al pasado y este somero vistazo a la forma de actuar de Irán  puede ayudar a comprender en parte lo que está sucediendo durante los últimos meses en Irak, pues pone de manifiesto los relevantes lazos históricos de los islamistas chiíes iraníes con sus correligionarios en Irak, así como el modo en que estos grupos actúan dirigidos desde la República Islámica, manifestando cuan profunda es la influencia religiosa y política de Teherán en la realidad iraquí actual. Tal vez arroje algo de luz sobre el origen de los acontecimientos del pasado mes de enero. 

Bibliografía

  • Emmet Hollingshead ‘Iran’s New Interventionism: Reconceptualizing Proxy Warfare in the Post-Arab Spring Middle East’ Macalester College, [email protected] (2018)
  • Alex Vatanka. ‘Iran’s use of shi‘i militant proxies ideological and practical expediency versus uncertain sustainability’ Policy Paper (2018)
  • Holly Dagres & Barbara Slavin. ‘How Iran Will Cope with US Sanctions’ (2018)

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