El Plan de acción sobre integración e inclusión 2021-2027, destinado a fomentar la participación e inclusión en la sociedad europea de las personas de origen migrante

El Plan de acción sobre integración e inclusión 2021-2027

AFP/KENZO TRIBOUILLARD - Presidenta de la Comisión Europea, Germán Ursula von der Leyen, en una conferencia de prensa para anunciar los nombres de los nuevos comisarios europeos en la Comisión Europea en Bruselas

El pasado 24 de noviembre la Comisión Europea presentó el Plan de acción sobre integración e inclusión 2021-2027, destinado a fomentar la participación e inclusión en la sociedad europea de las personas de origen migrante, tanto de los recién llegados como de los que gozan ya de la condición de ciudadanos. El plan estaba previsto en el Nuevo Pacto de Migración y Asilo de la Unión Europea, publicado a su vez en septiembre de 2020 y al que ya hemos tenido ocasión de referirnos en textos anteriores. 

El Plan de acción, continuación del establecido en 2016 (que se circunscribía a la integración de nacionales de terceros países), prevé apoyar a los Estados miembros económica y legislativamente, así como mediante el impulso de asociaciones que faciliten la creación y aplicación de políticas sociales en cuatro grandes áreas: educación y formación; empleo; salud (atención sanitaria); y vivienda. 

¿A qué nos referimos cuando hablamos de integración? La sociología clásica concibe la integración como un proceso, en virtud del cual diferentes grupos sociales (localizados en la misma comunidad) llegan a compartir valores y a establecer relaciones de interdependencia. Si trasladamos esta concepción a los contextos migratorios, nos encontramos con grupos sociales (o étnicos) diferentes (el constituido por los migrantes, el formado por la sociedad que los acoge) que, en una relación de interacción social, alcanzan a compartir unos valores (los del grupo residente, los de ambos grupos) y a establecer relaciones (fundamentalmente económicas) que los hacen depender unos de otros.  

El sociolingüista Francisco Moreno Fernández (inspirándose en la pirámide con la que Abraham Maslow explica su teoría psicológica de las necesidades) divide en cuatro fases el proceso de integración: la integración de supervivencia; la integración laboral (o, en su caso, escolar); la integración social; y, finalmente, la integración identitaria.  

El Plan de acción que comentamos aspira a una “integración a largo plazo”, que facilite la “construcción de sociedades inclusivas y cohesionadas”, es decir, ambiciona la integración identitaria, aquella que permite alcanzar a las personas de origen migrante el pleno desarrollo de su personalidad en la sociedad receptora (personalidad que puede construirse combinando identidades diferentes – la de origen y la de la comunidad de acogida – en distintas proporciones).   

REUTERS/FRANCOIS LENOIR  -   Reunión del Consejo Europeo, en Bruselas, Bélgica, el 17 de julio de 2020 

Parece sensato pensar que el peso de la dimensión lingüística en el proceso de integración es alto. Por ello, entendemos que deben tenerse en cuenta, a la hora de impulsar y favorecer los procesos de integración, las variadas relaciones lingüísticas que se pueden dar en los contextos migratorios (tomando en consideración, por tanto, la lengua o lenguas que conocen los migrantes; la lengua o lenguas que se hablan en la comunidad receptora; la relación – de mayor o menor proximidad – entre unas y otras, etc.). Estas relaciones, además, variarán también en función de la generación (primera, segunda, etc.) de los migrantes. Podemos, por tanto, incluir en el proceso de integración social descrito arriba, como una parte esencial de él, la integración (socio)lingüística propiamente dicha. 

Por otro lado, cabe plantearse hasta qué punto los procesos de integración que conllevan los flujos migratorios pueden llegar a producir cambios sociales en las comunidades de acogida. El sociólogo Alejandro Portes ha reflexionado ampliamente sobre la relación entre migración y cambio social. En cuanto a la profundidad de los procesos de cambio que puede impulsar la migración, estos pueden limitarse a afectar superficialmente a la sociedad de acogida (a algunas relaciones económicas o a determinadas normas) o bien a promover cambios de mayor calado (en el sistema de valores, la estructura social o la distribución de poder). Esta capacidad de cambio tiene que ver con tres factores: el volumen (de los migrantes) implicado; la duración del desplazamiento; y la composición de los flujos migratorios (en lo que atañe al nivel cultural y profesional de los migrantes).  

Son también muy interesantes las observaciones de Alejandro Portes con respecto al marco de referencia temporal más adecuado para el análisis de los procesos migratorios y sus consecuencias. Según este sociólogo, los enfoques a corto plazo no permiten ver los efectos más duraderos; el estudio de largos periodos de tiempo puede ser igualmente engañoso, al presentar como un proceso gradual lo que en realidad ha sido accidentado y lleno de altibajos. Los marcos de referencia intermedios (que Portes sitúa en el ámbito temporal de dos o tres generaciones) le parecen a este autor los más adecuados; según esta consideración, en el caso concreto de España, por ejemplo, necesitaríamos aún un poco más de perspectiva temporal para juzgar los efectos que en nuestras comunidades han causado los diferentes colectivos de migrantes llegados a nuestro país en las últimas décadas.  

Luis Guerra, catedrático de Lengua Española en la Universidad Europea de Madrid, es uno de los investigadores principales del proyecto INMIGRA3-CM, financiado por la Comunidad de Madrid y el Fondo Social Europeo 

Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato