Los últimos enfrentamientos terroristas librados en países como Libia ponen de manifiesto las nuevas capacidades organizativas con las que cuentan los grupos yihadistas

El terrorismo del Sahel se extiende al Magreb

AFP/ MICHELE CATTANI - Soldados del Ejército francés en el Sahel vigilan una zona rural durante la operación Bourgou IV en el norte de Burkina Faso, a lo largo de la frontera con Malí y Níger

El Sahel se ha convertido en el escenario del fortalecimiento del terrorismo yihadista. Los movimientos del Estado Islámico en el Magreb, donde se han producido enfrentamientos entre las fuerzas del Estado y los yihadistas en países como en Libia o en Argelia, sumado al intento frustrado de un ataque terrorista en Túnez, han evidenciado la mejora en la capacidad de organización de estos grupos islámicos.

Frente a los duros golpes que recibió el yihadismo durante los años 2014 y 2017 en Argelia, Libia y Túnez, el pasado mes de enero, la organización terrorista resurgió de sus cenizas tras librar una serie de ataques contra las fuerzas de seguridad de dichos países. En Libia, el 26 de enero, un grupo del Daesh se enfrentó a las fuerzas del Ejército Nacional Libio y tan solo 24 horas después el Ministerio de Defensa argelino anunció la muerte de dos militares en la provincia fronteriza de Ain Qezzam con Níger. 

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Seguidamente, el 28 de enero, Túnez, un país alejado de la región del Sahel, subrayaba haber logrado frenar un atentado terrorista que tenía como objetivo atacar a una zona turística. Según informó el Ministerio del Interior, las autoridades habían arrestado a una joven de 22 años que venía de Siria y que se había unido al Daesh allí en el 2020, un año en el que recibió entrenamiento por parte de los terroristas.

Estos ataques perpetrados en tres países del Magreb pueden ser un reflejo de la diáspora que el grupo terrorista habría conseguido efectuar para llevar a cabo sus operaciones más allá de la zona del Sahel y expandirlo, así, por todo el continente africano. 

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Este resurgimiento, sin embargo, se plantea más como un despertar del grupo ya que, a pesar de las operaciones antiterroristas desplegadas en el Sahel, el terrorismo no se ha erradicado y en la actualidad dista de ello. En Malí, Burkina Faso o Níger los civiles siguen sufriendo ataques terroristas y en la región los terroristas ya han demostrado su facilidad por reorganizarse.

La reciente caída del líder del Daesh en el Sahel, Adnan Abu Walid al-Sahraoui, no ha supuesto el debilitamiento del grupo ya que no se excluye que las operaciones trasladadas a los países del Magreb hayan procedido de una cabeza central. Además, estas agresiones han coincido con el asalto a la cárcel de Sinaá en Siria, un asalto que enfrentó a las fuerzas kurdo-sirias con los terroristas y que se convirtió en el mayor ataque sufrido por parte de los yihadistas desde la caída de su “Califato”. 

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Distintos analistas señalan ya que África se ha convertido en el epicentro de la yihad y que, desde ahí, se desarrollan los ataques más recientes. Además, estos ataques de los que se cree que puede existir una interrelación, se producen en un momento en el que Occidente está retirando sus tropas tanto de Asia, como es el caso de Afganistán, como de África.

Del mismo modo que ha ocurrido en Afganistán con la retirada de las tropas estadounidenses, el terrorismo se ha acrecentado desde que el presidente francés, Emmanuel Macron, anunciase el fin de la “Operación Barkhane”. La Operación desplegada en el Sahel por parte de las Fuerzas Armadas francesas junto con la de los países locales, tenía como fin luchar contra el terrorismo de la zona. Ahora Macron pretende retirar a sus tropas para dar pie a “un apoyo y a una cooperación con los Ejércitos de la región que lo deseen” y poner en marcha “una alianza internacional asociando a los Estados de la región y a todos nuestros socios estrictamente concentrados en la lucha contra el terrorismo”. 

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Sin embargo, la presencia de Francia en esta región ahora esta siendo cuestionada por la ineficacia que habrían tenido con este fin. En parte se señala que la Operación no contó con los medios suficientes para cubrir los espacios vacíos que habían dejado en las zonas rurales los antiguos gobernantes y que ahora habían sido ocupadas por los terroristas.

Al haber sido una Operación estrictamente centrada en el terrorismo, el despliegue mantiene ciertas fallas en lo referido a la estructuración de los Estados y a el mantenimiento de la paz, algo que no es sencillo debido a la inestabilidad de la zona. 

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Otro de los problemas que las propias tropas francesas se encontraron fue la propia ineficacia de los Ejércitos locales. Sumergidos en la corrupción y en el nepotismo, los Ejércitos no mantienen un rigor profesional y los precarios salarios con los que cuentan no sirven como incentivo para tratar de cambiar la situación. Ante esta situación estos se han mostrado infructíferos en la lucha antiterrorista y por ende no se ha conseguido el objetivo inicial.

Además, los Ejércitos de “El Grupo de los cinco”-Malí, Mauritania, Burkina Faso, Níger y Chad- no tienen una cooperación debido a la propia naturaleza de los países integrantes. La inestabilidad interna, la presencia militar en las esferas del poder, acrecentada todavía más con una oleada de golpes de Estado que están sacudiendo al continente, hacen que la cooperación entre los cinco sea complicada. 

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Todo esto sumado a otro de los principales retos que comienza a asumir la región: el gran crecimiento demográfico, un aumento que preocupa por las bajas capacidades que cuentan estos países para responder a las demandas poblacionales.

A pesar de las Operaciones desplegadas tanto por parte de Europa como de la ONU se teme que el compromiso de la comunidad internacional en este ámbito no sea suficiente. Sobre todo, para enfrentar el principal desafío que enfrentan los ciudadanos: la propia corrupción, la violación de los derechos humanos y el mal gobierno que rodea al ámbito político de la zona. Sin embargo, la esfera política no es la única que se encuentra sumida en una grave crisis. La raíz va más allá de la superficie y se estructura en la propia configuración estatal. Los desafíos son abruptos y diversos y los habitantes del Sahel deben protagonizar los cambios que se produzcan, pero los medios con los que cuentan para ello a menudo son insuficientes. 

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Sin embargo, más allá de la estructuración estatal, el desafío del terrorismo no es algo meramente local ya que en cualquier momento puede traspasar fronteras y alcanzar otros países, como hemos visto recientemente en algunos países magrebíes. El yihadismo no es sólo un reto del Sahel si no que es un reto mundial del que cualquiera puede ser víctima y que ahora, con este resurgimiento, se evidencia que la guerra contra el terrorismo ni se ha ganado ni ha finalizado.  

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