Entendiendo el chiismo

Ana Soage/CAPESIC

El chiismo es una tendencia minoritaria dentro del islam: solo entre el diez y el quince por ciento de los musulmanes son chiíes. Estos se concentran en ciertos países, en particular Irán, Irak, Bahréin y Azerbaiyán, donde son mayoría, aunque también tienen una presencia considerable en Líbano, Yemen, Kuwait, Arabia Saudí, Turquía, Afganistán y Pakistán.

El término “chiismo” proviene del árabe shi‘at ‘Ali (el partido de Alí), que hace referencia a la convicción de que el liderazgo de la Umma (comunidad musulmana) tras la muerte de Muhammad correspondía a su primo Alí y a los hijos y descendientes del matrimonio de este con Fátima, hija del profeta. Alí fue el cuarto y último de los “Califas Bienguiados”1, y su destitución por parte de Mu‘awiya, fundador de la dinastía omeya, desencadenó la primera fitna (discordia, o guerra civil) en la historia del islam.

A menudo perseguidos, los chiíes desarrollaron la doctrina de taqiyya, que justifica ocultar la fe o incluso negarla para evitar represalias. En tiempos recientes, el vocablo se ha popularizado entre críticos occidentales del islam porque la taqiyya ha sido adoptada como táctica por grupos extremistas sunníes como al-Qaeda.

LAS SECTAS CHIÍES

La principal corriente chií es la duodecimana2. Su nombre deriva del hecho que considera imames (o líderes político-religiosos designados por Dios) a Alí y once de sus descendientes. Entre ellos destaca su hijo Hussein, cuyo martirio en Karbala durante el reinado del califa Yazid ibn Mu‘awiya es conmemorado el Día de ‘Ashura’3. El último imam habría sido Muhammad al-Mahdi (el Guiado [por Dios]), que supuestamente entró en Ocultación en el siglo IX. Desde entonces, los chiíes duodecimanos esperan el regreso del Mahdi, que instaurará la paz y la justicia en la tierra.

Pero dentro del chiismo no siempre ha habido acuerdo en la línea de sucesión, y a lo largo de la historia diferentes sectas se fueron separando de la rama principal. Aquí solo mencionaremos las que han sobrevivido, que agrupan entre un 10 y un 15% de los chiíes. Los zaidíes divergieron en el siglo VIII, cuando en lugar de Muhammad al-Baqir decidieron seguir a su hermano, Zaid ibn ‘Ali, que dirigió una rebelión contra los omeyas. En la actualidad los zaidíes se concentran en el montañoso norte del Yemen y constituyen alrededor de un tercio de la población del país, aunque sus creencias y ritos son tan similares a los de la mayoría shafií que se les ha llegado a describir como la quinta madh-hab (escuela de jurisprudencia) sunní4.

Los ismaelíes se distanciaron de la comunidad chií unas décadas más tarde, al preferir a Isma‘il ibn Ŷa‘far sobre su hermano menor, Musa, venerado por la corriente mayoritaria. A principios del siglo X los ismaelíes instituyeron el califato fatimí y, partiendo del Magreb, se extendieron a Egipto, donde fundaron la capital de su imperio, El Cairo, y construyeron la célebre mezquita de Al-Azhar. Los fatimíes llegaron a ocupar gran parte del Levante mediterráneo y la costa del Mar Rojo, pero, tras un largo periodo de decadencia, fueron derrotados a manos de Saladino en la segunda mitad del siglo XII.

Por otro lado, los Asesinos, que han inspirado tantos mitos, fueron una secta ismaelí que surgió a finales del siglo XI de una disputa de sucesión en el Imperio fatimí cuando el heredero aparente, Nizar, fue apartado del trono a favor de su hermano menor, al-Mu‘tali. Uno de los partidarios de Nizar, un carismático predicador llamado Hassan-i Sabbah, fue expulsado de El Cairo, pero consiguió hacerse con la fortaleza de Alamut, al sur del mar Caspio, y otras fortificaciones en Persia y Siria. Desde allí, el conocido como Viejo de la Montaña enviaba a sus seguidores en misiones suicidas contra líderes políticos y religiosos, tanto musulmanes como cruzados, sembrando el terror. A menudo se ha dicho que el término “Asesinos” es una deformación de “Hashashiyín” (fumadores de hachís) debido al supuesto fanatismo irracional con el que perpetraban sus ataques, pero probablemente derive de Asasiyín (aquellos que siguen los fundamentos [de la fe]).

Las fortalezas de los Asesinos fueron arrasadas por los mongoles en el siglo XIII, pero el nizarismo no se extinguió. De hecho, representa la secta ismaelí más numerosa, y ha dejado atrás el radicalismo de sus inicios. Sus principales focos son el subcontinente indio y Oriente Medio (en particular Siria, Irán y ciertos países del Golfo), pero su diáspora se extiende por todo el mundo. Su imam es el millonario, filántropo y favorito de la prensa del corazón Karim al-Husein, conocido por el título de Aga Khan IV.

Durante el califato fatimí se produjo una nueva escisión que culminó en la creación de una nueva religión: el drusismo. Su origen se remonta al sexto califa fatimí, Abu ‘Ali Mansur, alias Al-Hakim bi-Amr Allah (el gobernante por orden de Dios), que “desapareció” en el siglo XI… o probablemente fue “desaparecido” en una intriga de palacio dirigida por su hermana, la espléndida Sitt al-Mulk. Los drusos constituyen un grupo étnico-religioso, puesto que se casan entre sí y no practican el proselitismo, y su territorio tradicional se encuentra en zonas montañosas de lo que en la actualidad es Siria, Líbano e Israel5. Su texto fundamental no es el Corán sino Rasa’il al-Hikma (Epístolas de la Sabiduría), al que solo son iniciados ciertos miembros de la comunidad, los uqqal (“conocedores”, que se distinguen de la masa de los creyentes, los ŷuhhal o “ignorantes”). Durante la guerra civil en Líbano, las autoridades maronitas (católicas) publicaron las Epístolas para presentar a los drusos como herejes y sembrar la discordia entre ellos y sus aliados musulmanes.

Un segundo grupo étnico-religioso esotérico e iniciático se había escindido del chiismo mayoritario en el siglo IX por obra de un tal Muhammad Ibn Nusayr, que afirmaba estar en comunicación con el Imam Oculto. Nusayr fue expulsado de la comunidad chií, pero se atrajo a un grupo de seguidores que terminaron estableciéndose en la costa siria. A principios del siglo XX los nusayríes, deseosos de renovar los lazos con la mayoría musulmana en el contexto de la lucha anticolonial y el despertar del nacionalismo árabe, empezaron a autodenominarse alawíes, en honor a Alí.

CHIISMO Y POLÍTICA

El chiismo duodecimano se convirtió en la religión oficial del imperio persa a principios del siglo XVI bajo el fundador de la dinastía safávida, el shah Ismael I6. Este lo impuso a sus súbditos, mayoritariamente sunníes, con el objetivo de dotar al Imperio safávida de una identidad propia que lo diferenciase de los Estados sunníes vecinos: los otomanos al oeste y los mongoles uzbekos al este. Durante su reinado comenzó la organización jerárquica del clero chií, que recibía privilegios a cambio de su legitimación de las autoridades políticas.

La dinastía safávida fue depuesta en el siglo XVIII, pero la cooperación del clero con la monarquía continuó en mayor o menor medida hasta la revolución de 1978-79. Esta destronó al shah Reza Pahlavi, un megalómano tirano cuyos intentos de modernizar Irán siguiendo el modelo occidental le granjearon la antipatía de los clérigos, e instauró en su lugar una República Islámica bajo el liderazgo del ayatolá Ruhollah Jomeini7. La base ideológica del nuevo régimen fue la doctrina jomeinista de wilayat al-faqih(gobierno del jurisconsulto), según la cual durante la espera del retorno del Mahdi, el gobierno debe ser controlado por aquellos con un mejor conocimiento de la ley islámica. Esta doctrina dista de gozar de unanimidad entre los chiíes y ha sido rechazada por respetados clérigos como el gran ayatolá iraní afincado en Irak, Alí Sistani.

El populista discurso de Jomeini mostraba, además, la influencia de dos destacados intelectuales iraníes de izquierdas: Ŷalal Al-e-Ahmad y Ali Shariati. El primero, que durante años fue militante del partido comunista iraní Tudé, escribió en 1962 un panfleto titulado Gharbzadegi (“occidentalitis”) en el que denunciaba los efectos perniciosos del influjo cultural de Occidente. Shariati leyó a Jean-Paul Sartre y Frantz Fanon durante sus estudios en la Sorbona y llevó a cabo una síntesis revolucionaria del marxismo y el chiismo. Ambos hombres murieron años antes de las protestas que depusieron al shah, pero en el transcurso de las mismas muchos manifestantes marchaban enarbolando el retrato de Shariati, al que se referían como “mentor de la revolución”, mientras que Al-e-Ahmad ha dado nombre al premio literario más importante de la República Islámica.

Otra influencia ideológica clave para la nueva República vino de la Organización de los Hermanos Musulmanes, fundada por Hassan al-Banna en Egipto en 1928 sobre la noción de que el islam no es solo una religión, sino un modelo integral que debe guiar todos los aspectos de la existencia. Sus ideas llegaron a Irán de la mano de Moŷtaba Mir-Louhi, alias Navvab-e Safavi (Príncipe de los Safávidas), que admiraba a Sayyid Qutb8y fue ejecutado en 1956 junto a varios de sus seguidores por un intento de asesinato contra el primer ministro iraní. El sucesor de Jomeini como Líder Supremo de la República Islámica, Alí Jamenei, reconoce la contribución de Safavi a su despertar político y fue uno de los traductores de la obra de Qutb al persa.

EL “EJE DE LA RESISTENCIA”: ¿UNA ALIANZA SECTARIA?9

El término “Eje de la Resistencia” surgió como respuesta a la inclusión de Irán dentro del “Eje del Mal” por parte de George W. Bush tras los ataques del 11S, y ha venido a designar la alianza de Irán y otras fuerzas político-militares de la región que se definen por su resistencia a Israel. En un mundo musulmán abrumadoramente sunní, el régimen iraní tiende a minimizar su carácter chií y enfatiza su apoyo a las “causas musulmanas”, especialmente la palestina. No obstante, la mala prensa de los chiíes en el mundo musulmán limita la efectividad de su mensaje y, por ello, sus principales aliados también son chiíes. Como resultado, con frecuencia se asume que Irán encabeza una alianza sectaria. La realidad es más complicada.

El primer aliado de la República Islámica fue el régimen baazista de Hafez al-Asad. Esto puede parecer paradójico, puesto que el baazismo es una ideología nacionalista árabe caracterizada por su énfasis en el laicismo, y a menudo se apunta como explicación que el liderazgo sirio sea alawí. En realidad, tradicionalmente el alawismo ha sido considerado una herejía tanto por sunníes como por chiíes, y esa alianza tenía motivos políticos: los dirigentes iraníes deseaban romper su aislamiento internacional, mientras que el presidente sirio estaba inspirado por su hostilidad hacia su homólogo iraquí, el también baazista Saddam Hussein.

El segundo pilar del Eje de la Resistencia, Hezbolá, fue establecido por los Pasdaran (Guardianes de la Revolución Islámica) después de que Israel invadiese Líbano en 1982. En un principio, las relaciones entre la nueva milicia y Siria fueron tensas: Asad apoyaba a otra milicia chií libanesa, Amal, y ambos bandos llegaron a enzarzarse en combates. Sin embargo, pronto advirtieron las ventajas de la cooperación y después de la guerra civil, Hezbolá apoyó la presencia/ocupación siria, mientras el régimen sirio garantizaba que el grupo no tuviera que desarmarse, a diferencia de las otras milicias10. Aunque en ocasiones se tacha a Hezbolá de ser un satélite de Irán, el movimiento ha atravesado un proceso de “libanización” que lo ha convertido en una de las principales fuerzas sociopolíticas de Líbano y, además, afirma no pretender instaurar un sistema de gobierno islamista. Otrora muy popular en todo el mundo árabe por sus acciones contra Israel, la reputación de Hezbolá ha sufrido un grave deterioro debido a su apoyo a Bashar al-Asad en la guerra civil siria.

Entre Irán y sus aliados en la costa mediterránea se encuentra Irak. La relación entre los dos países experimentó un giro de 180 grados cuando Saddam Hussein fue depuesto en 2003. Era previsible: Irak es de mayoría chií, y muchos de los opositores iraquíes que regresaron entonces habían pasado décadas refugiados en el país vecino. Empero, el nacionalismo iraquí constituye un obstáculo a la influencia iraní y, en general, los islamistas chiíes en Irak rechazan el establecimiento de un sistema de gobierno de inspiración iraní. Solo abogan por este la Organización Badr – creada en Irán en los años ochenta para combatir en la guerra contra Irak – y algunas de las milicias financiadas por Irán que participaron en la Movilización Popular contra el autodenominado Estado Islámico11

El último elemento que se ha identificado con el Eje de la Resistencia es Ansar Allah (Combatientes de Dios), más conocidos por el epónimo de hutíes en referencia a su fundador, Hussein al-Houthi, que resultó muerto en enfrentamientos con el gobierno yemení en 2004 y fue substituido por sus hermanos al frente del movimiento. El análisis de la situación en Yemen suele destacar que los Hutíes son zaidíes, es decir, chiíes. Sin embargo, como hemos mencionado, el zaidismo se encuentra muy próximo al sunismo shafií practicado en Yemen, y el origen del conflicto no es sectario, sino político y socioeconómico. No obstante, la guerra de la coalición liderada por Arabia Saudí en Yemen ha contribuido a incrementar de manera considerable la influencia iraní dentro del movimiento hutí.

Notas:

1Al-julafa’ al-rashidun o Califas Bienguiados (a menudo denominados “Califas Ortodoxos”) son los cuatro primeros califas que sucedieron a Muhammad: Abu Bakr, Omar, Ozmán y Alí. Todos ellos son venerados por los musulmanes sunníes, pero los chiíes creen que el profeta designó a Alí como su sucesor y los tres que lo precedieron eran, por tanto, usurpadores.

2Corriente también conocida como chiismo imamí/imaní, por su devoción a los imames, y chiismo ya‘farí, epónimo del sexto imam, Ŷa‘far al-Sadiq, fundador del fiqh (jurisprudencia) chií.

3La práctica de Tatbir (autoflagelación), con la que algunos chiíes duodecimanos expresan su pesar por el martirio de Hussein, es muy controvertida. Ha sido condenada por un número de figuras chiíes prominentes – incluidos el actual Líder Supremo de Irán, Alí Jamenei, y el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah –, que argumentan que perjudica la reputación del chiismo y que autolesionarse es haram(prohibido) en el islam.

4El fiqh (jurisprudencia) suní se divide en madhahib (plural de madh-hab, escuela de fiqh). De ellas, cuatro perduran y se reconocen entre sí como ortodoxas: la hanafí, la malikí, la shafií y la hanbalí.

5En Israel, los drusos son los únicos árabes que han aceptado plenamente la nacionalidad israelí y sirven en el ejército.

6“Safawid” es una de las denominaciones despectivas que utilizan algunos sunníes, especialmente los wahabíes, para referirse a los chiíes, a los que consideran herejes. La implicación es que su lealtad no es hacia los árabes, auténticos representantes del islam, sino hacia los persas.

7La República Islámica es un híbrido de democracia y teocracia: Los iraníes votan directamente para elegir a su presidente, los miembros del Maŷlis (parlamento), la Asamblea de Expertos (que elige al Líder Supremo) y los consejos municipales. Sin embargo, los miembros de la Asamblea de Expertos son clérigos de alto rango, y todos los candidatos a cargos políticos deben ser aprobados por el Consejo de Guardianes. El Líder Supremo tiene amplios poderes, incluyendo el de escoger a los seis clérigos del Consejo de Guardianes; los restantes seis miembros del Consejo son juristas nombrados por el jefe del Poder Judicial, que es designado por el Líder Supremo. Además, el Consejo de Guardianes puede vetar cualquier ley aprobada por el Maŷlis si la juzga contraria a la Constitución o al islam.

8Sayyid Qutb fue el ideólogo de los Hermanos Musulmanes desde principios de los años cincuenta hasta su ejecución en 1966. Parece que Qutb y Safavi se conocieron en Jerusalén en 1953 en una conferencia para discutir el restablecimiento del califato, y, posteriormente, el iraní visitó al egipcio en El Cairo. Para más información, véase Ana Belén Soage, “Islamism in the Middle East Sectarian Conflict”. Middle East Institute (agosto 2017), en www.mei.edu/publications/islamism-middle-east-sectarian-conflict

9Para más información sobre la influencia de Irán en Irak y en Yemen, véase Ana Belén Soage, “Irak y Yemen: ¿nuevos satélites de Irán?”, Instituto Español de Estudios Estratégicos (abril 2018; versión bilingüe inglés-español), en www.ieee.es/contenido/noticias/2018/05/DIEEEO58-2018.html?__locale=es

10Tanto la presencia siria como las armas de Hezbolá eran contrarias al Acuerdo de Taif, que puso fin a la guerra civil. El ejército sirio solo se retiró tras las manifestaciones que siguieron al asesinato de Rafiq al-Hariri en 2005, mientras que Hezbolá justifica su brazo armado alegando la incapacidad del ejército libanés de defender el país de Israel y la continuada ocupación israelí de ciertos territorios libaneses.

11El joven clérigo chií Muqtada al-Sadr ilustra la complicada relación entre los dos países de mayoría chií. Tras la invasión de 2003, su Ŷaish al-Mahdi (Ejército del Mahdi) participó en atentados contra la ocupación estadounidense y en actos de violencia sectaria contra los sunníes como reacción a las atrocidades de al-Qaeda contra la comunidad chií. Inicialmente al-Sadr recibió apoyo iraní, pero Teherán lo consideraba impredecible y difícil de controlar y apoyó a grupos más radicales que se escindieron de Ŷaish al-Mahdi, como Kata’ib Hizbullah (Brigadas del Partido de Dios) y ‘Asa’ib Ahl al-Haqq (Liga de los Justos). En las elecciones del pasado año, los sadristas se presentaron como parte de Sairún (“En marcha”), una coalición nacionalista antisectaria que también integraba formaciones laicas, incluido el partido comunista. Sairún adoptó un tono nacionalista anti-americano y anti-iraní durante la campaña electoral y resultó victoriosa ante los grupos proiraníes. Para más información, véase Ana Belén Soage, “El rompecabezas postelectoral iraquí”, Agenda Pública (17 mayo 2018), en http://agendapublica.elpais.com/el-rompecabezas-postelectoral-iraqui

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