Nuevos modos de migrar en África

Entre el pueblo y la ciudad

photo_camera PHOTO/AP - Migrantes etíopes en Obock, Djibouti

Las perspectivas económicas o educativas que brindan las ciudades africanas se encuentran detrás del crecimiento urbano que está experimentando el continente en general, frente a países como Níger o Chad que ven cómo crece su población rural.

Fandio lleva viviendo casi 18 años en Yaundé, la capital de Camerún. Después de finalizar sus estudios en educación secundaria decidió dejar su vida en el pueblo en busca de un futuro mejor. A pesar de lo que solemos pensar en Occidente, la razón que llevó a este camerunés a emigrar a la ciudad no fue la más absoluta necesidad, sino la promesa de una educación superior que solo podía encontrar en las principales urbes de su país. Como Fandio, muchos africanos están dirigiéndose a las ciudades desde el campo, pero, en contra de lo que se suele creer, las razones y dinámicas de las migraciones africanas son muy variadas.

PHOTO/AP - Migrantes etíopes hacen cola mientras son contados por los contrabandistas tras llegar a la aldea costera de Ras al-Ara desde Djibouti, en Lahj (Yemen)
Urbanización y migración

Las migraciones de África se han analizado desde dentro hacia fuera, centrándose en los movimientos hacia otros continentes, especialmente Europa. Sin embargo, no se han tenido en cuenta cómo funcionan las migraciones intraafricanas. Frente a esa idea de viaje África-Europa, las poblaciones africanas se mueven dentro de sus países de origen o viajan a Estados vecinos en busca de mejores condiciones básicas, de empleo o incluso de educación. Según el African Migration Report 2020, informe publicado por la Unión Africana y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), se calcula que entre un 53 y un 79% de las migraciones tienen lugar dentro del propio continente, mientras que el 26% se realizan fuera del mismo.

Buena parte de esas migraciones se producen del campo a la ciudad, aunque el continente ha sido tradicionalmente una de las regiones con las menores tasas de urbanización del mundo. Mientras que durante el siglo XX territorios como ­Norteamérica y Europa vivieron un éxodo rural sin precedentes, al igual que América Latina y Asia en las últimas décadas de la centuria, el continente africano mantuvo un porcentaje de población rural muy elevado. Sin embargo, esto no significa que la población africana no se moviera del pueblo a la ciudad. Durante la colonización, los proyectos europeos convirtieron diferentes ciudades en capitales coloniales, atrayendo parcialmente a las poblaciones rurales al concentrar oportunidades de carácter laboral. Este proceso se reforzó más tarde con la descolonización cuando las capitales se convirtieron en los principales polos económicos, políticos y socioculturales de los países recién independizados.

Actualmente, América del Norte encabeza la clasificación de población urbana (82%), seguido de América Latina y el Caribe (81%), Europa (74%), Oceanía (68%), Asia (50%) y África (43%) según ­ONU-Hábitat. Aunque el continente africano se encuentra en último lugar, en las últimas décadas el proceso de urbanización se ha acelerado y las previsiones parecen no frenar la tendencia. Se calcula que en 2050 África concentrará al menos al 21% de la población urbana mundial, aunque estos datos hay que analizarlos con una perspectiva más amplia.

En los últimos años, África ha seguido una tendencia global marcada por el aumento de la urbanización debida a dos razones: el crecimiento natural de la población urbana y el éxodo rural. Ambas causas han generado un aumento exponencial de la superficie edificada de las principales ciudades, aunque esta expansión suele ser de carácter informal, sin infraestructuras básicas y con perjuicios medioambientales. Para hacernos una idea, se calcula que en 2050 África alcanzará entre el 60 y el 70% de tasa de urbanización, es decir, llegará al estándar actual de Europa. Es evidente que este rápido cambio intensificará los ya existentes problemas de tráfico, falta de servicios de primera necesidad, contaminación, expansión urbana descontrolada, la reconversión de tierras agrícolas en espacio urbanizable, cambio social, segregación espacial y un larguísimo etcétera.

Algunos de estos efectos ya empiezan a notarse en grandes urbes como Yaundé (Camerún). Keunang Daurus, residente en esta ciudad, comenta que este proceso de urbanización descontrolado genera “efectos nocivos para los habitantes como el coste de la vida, los problemas ambientales y la pobreza, que acaban afectando especialmente a los jóvenes que caen en el consumo de drogas o la delincuencia”.

Aunque es un hecho que las ciudades aumentan su población por la llegada de migrantes de pueblos y ciudades secundarias, no es menos verdad que en algunos países la población rural sigue aumentando, debido sobre todo al crecimiento de la población local. De nuevo según ONU-Hábitat, se espera que países como Níger tripliquen su población rural antes de 2050, y otros Estados como Burundi, Chad, Malaui, Uganda o Zambia dupliquen la suya para ese mismo año. Además, dos de los países con mayor población de África aumentarán también su población en el campo: Nigeria y Etiopía, con 50 y 40 millones de habitantes rurales respectivamente. Por lo tanto, aunque hay un crecimiento exponencial de la población urbana y de las principales ciudades del continente, existen también otras dinámicas que suelen pasar desapercibidas.

En el caso de las migraciones nacionales, el foco se ha centrado en un flujo de personas empobrecidas que van del campo a la ciudad en busca de una vida mejor y que se encuentran en una situación de exclusión debido a la falta de infraestructuras con capacidad de acogerlos. Pero hay mucho más. El perfil de migrante ha variado en las últimas décadas y no siempre se producen movimientos del ámbito rural al urbano.

AFP/ TONY KARUMBA - Mercado de ganado de Merille, a unos 411 km al norte de Nairobi, en el condado de Marsabit, en Kenia
¿Movimiento unidireccional?

Las lógicas migratorias vividas en otras regiones del planeta, que se han caracterizado por un intenso éxodo rural, están eclipsando otras dinámicas que, aunque minoritarias, siguen existiendo en continentes como África. Así, además de la migración campo-ciudad, también existen otros procesos migratorios como campo-campo, ciudad-ciudad y ciudad-campo. Igualmente, las migraciones no suelen ser estáticas, ni tienen un sentido unidireccional. En el continente existen movimientos circulares, en los que las personas migrantes se trasladan de forma temporal a otro punto y regresan. Dentro de la migración temporal se producen movilidades por motivos puntuales –como puede ser el empleo estacional– o necesidades sanitarias y, también, movilidades de retorno relacionadas con el fin de la vida laboral de ciudadanos que optan por regresar a sus lugares de origen. Así, los movimientos migratorios en África pueden tener un carácter multidireccional y escalonado que responde a intereses que trascienden la demanda de mano de obra -motivaciones educativas, socioculturales u oportunidades económicas-.

Por tanto, la realidad va mucho más allá de los movimientos rural-urbano que, aunque mayoritarios, contemplan algunos desafíos. El cambio climático y el agotamiento de los recursos naturales ponen en tela de juicio el modelo de crecimiento urbano extensivo y la falta de sostenibilidad. A ello debemos sumar que el aumento demográfico en varios países africanos, especialmente en las ciudades, alimenta la necesidad de empleo. La escasa industrialización y la falta de un sector servicios consolidado impiden la creación de puestos de trabajo estables. El sector informal, aunque ofrece posibilidades de empleo, genera puestos de trabajo inestables, temporales y con bajos rendimientos que amplían la situación de pobreza.

Aunque el éxodo urbano también existe en algunos casos, está muy lejos de consolidarse como una tendencia estable en África. Algunas de las razones por las que algunos sectores deciden dejar la ciudad se deben a la jubilación, a oportunidades laborales vinculadas a las plazas de funcionariado en la Administración, la educación o la sanidad. O bien porque el «mito de la ciudad» acaba quebrándose. Tchindjing Cassmir, profesor de 53 años residente desde hace más de tres décadas en Yaundé, nos habla sobre este fenómeno de grupos que llegan a la ciudad y acaban volviendo al pueblo porque no pueden asumir «el coste de vida en la ciudad, por las malas condiciones de habitabilidad o la falta de ­trabajo».

AFP / OIM (Organización Internacional para las Migraciones) – Supervivientes del naufragio ocurrido el 4 de diciembre de 2019 frente a las costas de Mauritania
Una nueva generación

Los movimientos migratorios han cambiado en los últimos años, con nuevos perfiles, métodos y destinos. En eso tienen mucho que ver las generaciones más jóvenes de África y sus objetivos. La región africana cuenta con la menor tasa promedio de edad, que en la mayoría de los países africanos se encuentra en torno a los 20 años frente a los 44 años de media que tenemos en España. Esto se traduce, en algunos casos, en un porcentaje de población joven muy elevado. Por ejemplo, en países como Etiopía, el 51% de la población es menor de 20 años, en República Democrática de Congo el 56% de los habitantes se encuentra en ese rango de edad, y en el extremo nos encontramos el caso de Níger, con el 60%.

En este contexto, es fácil entender que el grueso de los movimientos migratorios se produce entre los jóvenes y no siempre por motivos de dependencia extrema. Las nuevas necesidades de la juventud giran en torno a un mayor nivel educativo, desplazándose a los principales centros urbanos para alcanzar una formación superior en universidades de gran prestigio en Adís Abeba, Kampala o Sudáfrica. Abdiel Mrisho, joven arquitecto tanzano que reside en Dar es-Salam tras dejar su pueblo para estudiar y encontrar trabajo, considera que las principales ciudades de Tanzania “ofrecen mejores centros secundarios y universidades” que están “impulsando a los jóvenes a vivir en los espacios urbanos para una formación de calidad” y que, además, “facilita el acceso al mercado laboral”.

La búsqueda de empleo cualificado es también una de las razones que llevan a los jóvenes a dejar sus lugares de origen y a asentarse en centros urbanos donde la posibilidad de trabajar como médicos, funcionarios o en empresas claves les es más favorable. Además, no debemos olvidar el interés de una parte de esta población en acceder a los modos de vida de una creciente clase media y a unas formas de vida pretendi­damente cosmopolitas que se concentran en las grandes capitales.

Estos movimientos migratorios del campo a la ciudad también preocupan por el vacío que pueden provocar en las zonas rurales. El anterior director de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), José Graziano da Silva, se pronunció a favor de revitalizar las zonas rurales en el continente africano para evitar la progresiva pérdida de habitantes jóvenes. Su fórmula pasaba por potenciar pequeñas agroindustrias y cooperativas que generasen empleo, acompañadas de otras medidas como el acceso a Internet, una mejor red de infraestructuras y la oferta de servicios públicos, así como impulsar el turismo rural.

Sin embargo, no existe por el momento ningún proyecto que consiga mantener a la población joven en los espacios rurales o atraer nuevos habitantes. El peligro de un vaciado progresivo del campo cada vez está más presente en las agendas nacionales. A pesar de ello, habrá que ver si las previsiones en África y las tendencias entre las generaciones más jóvenes se consolidan.

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