Erdogan: funambulismo diplomático reforzándose en Libia mientras media entre Rusia y Ucrania
Recep Tayyip Erdogan está utilizando la situación de crisis que atraviesa la región para sacar el mayor beneficio posible. Y esto sería algo habitual cuando hablamos de cualquier líder, dado que su objetivo siempre será el beneficio de su país, pero cuando hablamos del presidente turco, se debe poner un asterisco sobre su nombre. Erdogan se maneja en estas situaciones como muy pocos, sabe cómo jugar sus cartas y, sobre todo, cómo dirigir la atención a una situación u otra en función de los intereses de su país.
Y eso es precisamente lo que hace cuando muestra su postura mediadora entre Rusia y Ucrania al tiempo que empuja a Libia a postularse como opción para albergar el nuevo gasoducto transahariano. La última reunión de Erdogan con Vladimir Putin – la cuarta en lo que va de año – es buena muestra de la posición que siempre ha defendido el país otomano desde que estalló la guerra con Ucrania y que el presidente turco se encargó de recordar al finalizar el encuentro con su homólogo ruso, diciendo que uno de los objetivos diplomáticos era “mantener el impulso logrado, pese a las dificultades en el terreno y conseguir un alto el fuego cuanto antes”.
Al mismo tiempo, Turquía mira de reojo dos países con los que sabe que puede ganar una importante ventaja. Siria es uno de ellos. Mientras el Líbano discute con asociaciones que velan por los derechos de los refugiados el riesgo que podría suponer llevarlos de vuelta a su país, Turquía se ha acercado a Damasco y ha abierto tres pasos humanitarios en aras de normalizar las relaciones con los sirios. A pesar de que retirar las tropas turcas de territorio sirio no pasa por los planes de Erdogan, Ankara querría acercarse al que es uno de los aliados importantes de Moscú.
El problema más importante en este intento por reconducir las relaciones entre turcos y sirios viene provocado por la Casa Blanca. Desde Washington no ven con buenos ojos un acercamiento de los de Erdogan hacia Siria y dicen no apoyar ningún tipo de acercamiento. Vidant Patel, portavoz adjunto de del Departamento de Estado estadounidense, se mostraba tajante respecto a este asunto asegurando que “la Administración de EE. UU. no expresará ningún apoyo a los esfuerzos de normalización con Bachar al-Assad o su rehabilitación”. Añadía además que “Estados Unidos no tiene la intención de aumentar el nivel de nuestras relaciones diplomáticas con Al-Assad, y no apoyamos la normalización de las relaciones”.
La tercera situación a la que Turquía no quita el ojo es la que rodea a la creación del nuevo gasoducto transahariano. Muchos candidatos, mucho dinero y, sobre todo, la posibilidad de ganar mucha influencia en una región muy suculenta estratégicamente. Por todo ello, desde Ankara se han puesto manos a la obra para que sea Libia la que albergue este conducto y se haga de esta forma con un proyecto valorado en 13.000 millones de euros. A pesar de que la propuesta argelina parte con ventaja, Trípoli cuenta con una situación geográficamente más cómoda para el desarrollo del gasoducto al tener que atravesar únicamente Chad.
El ahorro en coste y plazos de producción convierte a la propuesta libia en una de las candidatas a albergar el conducto. No obstante, no se debe desestimar tan pronto las de Argelia o Marruecos. Lo que sí parece claro es que Libia, no sólo no está sola en esta candidatura, sino que Turquía, con quien firmó recientemente un polémico acuerdo energético, está haciendo presión para conseguir que su socio se haga con el proyecto. Así, Recep Tayyip Erdogan sigue jugando sus cartas en el tablero internacional que, estando revuelto, lejos de complicar las cosas a Turquía, permite aprovechar situaciones de inestabilidad para sacar importantes beneficios para el país otomano.
