La Fundación Aziz Mahmûd Hüdâyi se describe a sí misma como una organización no gubernamental establecida en 1985 en Turquía para brindar “servicios de caridad en los campos de educación y de los servicios sociales y humanitarios”. Su lema es la “Lucha contra la pobreza y la ignorancia”. “Tratamos de aliviar las dificultades materiales y espirituales de las personas en todo el mundo a través de diversos proyectos y contribuimos a los esfuerzos para satisfacer la necesidad de las personas tanto en Turquía como en todo el mundo musulmán”, es su objetivo.
Sin embargo, una reciente investigación publicada por Nordic Monitor, un centro de estudio con sede en Estocolmo, ha desvelado que el presidente de la nación euroasiática, Recep Tayyip Erdogan, utilizó a la Fundación para “reclamar su liderazgo islámico” en África, donde está tratando de expandir su agenda. Como recuerda el director de Atalayar, Javier Fernández Arribas, en uno de sus últimos artículos, “el Gobierno turco allanó el camino para su proyecto islámico en África hace años, tanto a través de estratagemas de poder blanco como del establecimiento de vínculos con grupos radicales a través de la Agencia de Cooperación y Coordinación Turca (TIKA). Desde entonces, Erdogan ha mostrado su interés no solo en Libia, país donde participa activamente en la guerra civil en el bando del Gobierno de Unidad Nacional (GNA, por sus siglas en inglés), sino también en el resto del continente africano, en Estados como Yibuti, Somalia y Sudán, donde ya posee bases militares y suculentos acuerdos de cooperación económica -fundamentalmente en materia de hidrocarburos-, todo ello orientado a erigirse como la potencia regional por excelencia en las cuencas del mar Mediterráneo y el mar Rojo, para controlar el flujo de recursos tan abundante en esas zonas.

Ahora, Nordic Monitor revela una de esas “estratagemas de poder blando” utilizadas en África a través de la Fundación. En concreto, el estudio sueco explica cómo “el presidente Erdogan, con este fin, instó a los líderes africanos a respaldar los proyectos de la Fundación en el continente de acuerdo con sus políticas islamistas”. La prueba en la que se basa la investigación es una escucha telefónica de una conversación entre el propio presidente turco y Mustafa Latif Topbas, un hombre de negocios de su círculo cercano que también es socio de Yasin Al-Qadi, un empresario saudí sancionado por la ONU y por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos por sus supuestos vínculos con la red terrorista de Al-Qaeda liderada por Osama bin Laden, si bien luego fue retirado de las “listas negras”. Además, cabe mencionar en este punto que Mustafa Latif Topbas era primo del que fuera presidente de la Fundación, Ahmed Hamdi Topbas. Así, la familia es conocida “como uno de los principales partidarios financieros de las políticas islamistas del presidente Erdogan y su partido gobernante”, el AKP, Justicia y Desarrollo. En esta línea, la investigación también ha revelado que esta última figura, el dirigente de la ONG, apareció en los Papeles de Panamá de 2016 al haber transferido las donaciones que había recaudado la Fundación a cuentas bancarias suizas, y al haberse encontrado dos empresas fantasmas registradas en la familia.
La conversación se produjo cuando Erdogan todavía era primer ministro -llegó a la Presidencia en el año 2014-, concretamente, el 8 de enero de 2013, cuando se encontraba de gira por África visitando los países de Gabón, Níger y Senegal. En su viaje, visitó los programas organizados por la Fundación en las diferentes naciones. Durante la llamada, el ahora presidente turco le preguntó a Topbas qué necesitaba la Fundación en Níger, y que le pediría al presidente del país, Mahamadou Issoufu, que le proporcionase un terreno o un edifico nuevo para la Fundación, con un objetivo claro: propagar su programa a través de las actividades desarrolladas por la ONG, tanto en escuelas de educación primaria como en mezquitas, en un gesto que buscaba, del mismo modo, un trato de favor por parte de los Gobiernos africanos.

Además, la llamada coincidió en el tiempo con la investigación de la Fiscalía turca sobre una red de corrupción en la que estaban implicados altos cargos del Gobierno, incluido Erdogan y su familia. Al-Qadi y Topbas participaban entonces en una estrategia conjunta para trasladar grandes sumas de dinero a Turquía, con el fin de “cometer fraude en una valiosa propiedad pública en Estambul utilizando la influencia de figuras poderosas en el Gobierno. En la operación, participaba el hijo de Erdogan, Bilal. Otra investigación abierta por la Fiscalía en 2013 arrojó que Ilker Ayci, expresidente del Organismo de Apoyo y Promoción de las Inversiones de Turquía (ISPAT, por sus siglas en inglés) y actual presidente de la Junta Directiva de la compañía aérea de bandera turca Turkish Airlines (THY, por sus siglas en turco), promovió inversiones y negocios privados de Al-Qadi.
El pasado 12 de junio, Nordic Monitor ya desveló que las ONG respaldadas por el Gobierno de Ankara estaban construyendo escuelas en África “para promover la ideología política islamista de Erdogan”, entre ellas la Fundación Aziz Mahmûd Hüdâyi, que había levantado dos colegios y un complejo de mezquitas en Ghana en el año 2019. Los centros educativos fundados en el continente por las agencias turcas y fundaciones vinculadas al gobierno “están educando a los estudiantes de acuerdo con la agenda política islamista de Turquía”, lo que le permitiría a la nación euroasiática “alcanzar sus objetivos políticos en un par de años”. Para ello, se utiliza como guía educativa a la Unión Nacional de Estudiantes Turcos (MTTB, por sus siglas en turco), que promueve un estado islámico en Turquía.
Cabe recordar, en este punto, que después del intento de golpe de Estado de 2016 contra Erdogan, Ankara comenzó a tomar el control de “las escuelas gulenistas [del clérigo Fethullah Gülen, a quien acusa de estar detrás de la rebelión] anteriormente privadas en África al establecer una nueva institución pública [la Fundación Maarif, una marca turca de educación global] y colocar las escuelas bajo su administración”, como expone el analista Yusuf Kenan Küçük en Africa Up Close. Además, presionó a los diferentes gobiernos africanos para que cerrasen los establecimientos que presuntamente estaban vinculados con la red “terrorista” de Gülen. Fue el caso de Nigeria, Somalia, Senegal o Tanzania, entre otros.

La Fundación Aziz Mahmûd Hüdâyi tiene presencia actualmente en 17 países africanos, a saber, Benin, Burkina Faso, Camerún, Costa de Marfil, Etiopía, Ghana, Malí, Níger, Nigeria, Senegal, Somalia, Sudán, Tanzania, Togo, Uganda y Zambia.
Por el Día de África, celebrado el pasado 25 de mayo, el director general del Ministerio de Relaciones Exteriores de Turquía, Nur Sagman, elogió los vínculos entre las dos regiones, una acción diplomática ejercida a través de 42 embajadas. “Nuestra política hacia África es efectiva, beneficiosa y, lo más importante, sincera para este continente”, señaló, en unas declaraciones recogidas por la agencia estatal Anadolu. Pero nada más lejos de la realidad. “Todavía está por verse hasta qué punto estas nuevas alianzas pueden ayudar a forjar una colaboración sostenible y comúnmente beneficiosa para ambas partes, o si el nuevo enfoque de Turquía hacía África refuerza la misma vieja regla de negocios”, explica el analista Zakariya Hussein en Middle East Monitor. Además, como recoge el experto François Vreÿ, del Instituto de Seguridad para el Gobierno y Liderazgo en África, en The Conversation, “la participación de Turquía en África está estrechamente vinculada a sus complejas relaciones con países de Oriente Medio. Un ejemplo son sus lazos con Qatar”, país con el que mantiene una sólida asociación en diversas contiendas de la región, como Libia. En el caso del cuerno de África, “un factor que impulsa los intereses de Turquía en particular proviene de las percepciones de una nueva zona económica de interés acentuada por el intenso agrupamiento de potencias extranjeras en la región del mar Rojo, incluida una buena cosecha de estados árabes”, sostiene Vreÿ.
“Se puede decir que África es un destino favorito para Erdogan. Al menos por el aspecto de los viajes al extranjero que el presidente turco ha realizado en los últimos años. En 2015, visitó Somalia, Etiopía y Yibuti; en 2016, fueron Uganda -convirtiéndose en el primer presidente turco en visitar el país- y Kenia; en 2017, se detuvo en seis países africanos, y en 2018 emprendió una gira por Argelia, Mauritania, Senegal y Mali”, recuerdan desde Deutsche Welle. “En los viajes de Erdogan se trata principalmente de una cosa, la influencia política y económica”, añaden, porque Ankara “ha estado tratando de consolidar su influencia en el continente, no solo a través de la ayuda al desarrollo y la cooperación económica”.

Los partidos políticos opositores turcos han denunciado en reiteradas ocasiones estas prácticas emprendidas por la Administración Erdogan. En el mes de agosto del año pasado, las críticas adquirieron un nuevo nivel cuando se convirtieron en un duro golpe contra los intereses expansionistas del presidente, al cancelar el alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, la transferencia de 350 millones de liras a algunas fundaciones progubernamentales, entre las que se incluía Aziz Mahmûd Hüdâyi. El edil, del Partido Popular Republicano (CHP, por sus siglas en turco), consiguió recuperar el ayuntamiento de la ciudad euroasiática tras 25 años de reinado del AKP. Otras fundaciones que también vieron terminar su vinculación con el ente público tras la decisión de Imamoglu fueron la Fundación del Servicio de Educación y Juventud de Turquía (TURGEV), en cuya junta está la hija de Erdogan; la Fundación Juvenil Turca (TUGVA); la Fundación Ensar y la Fundación de Teología Daru’l Funun.