El Pentágono culmina tras 26 años su red espacial contra ICBM y acelera su relevo para protegerse del nuevo arsenal nuclear de Rusia y China

Estados Unidos completa por fin su sistema infrarrojo de alerta antimisiles y ya prepara el siguiente

photo_camera PHOTO/Jessica Kind - Los satélites SBIRS están posicionados en el espacio para prevenir a la Casa Blanca, a la Agencia de Defensa contra Misiles y a la comunidad de inteligencia de Estados Unidos de un posible ataque de misiles ICBM

El Departamento de Defensa norteamericano ha concluido a duras penas el despliegue de su constelación de satélites SBIRS, una secreta y muy sofisticada tecnología de observación creada para detectar en tiempo real los disparos de misiles balísticos intercontinentales (ICBM), calcular su trayectoria y prevenir a la Casa Blanca del posible ataque. 

La reciente puesta en órbita del sexto y último satélite de la red espacial de alerta temprana anti misiles del Pentágono es el eslabón final del llamado Sistema de Infrarrojos Basado en el Espacio o SBIRS, acrónimo del inglés Space-Based InfraRed System. Es la avanzadilla espacial de la Agencia de Defensa contra Misiles o MDA ‒Missile Defence Agency‒ y de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos.

La misión principal de la arquitectura SBIRS es detectar y rastrear las señales infrarrojas que producen las primeras etapas de propulsión de los misiles balísticos intercontinentales durante su fase de impulso. Ocurre una vez disparados y eyectados de su contenedor instalado en un vehículo, barco o submarino, o bien desde un silo practicado en el subsuelo, momento en que una potente lengua de fuego irradia una enorme firma infrarroja perceptible desde el espacio con las tecnologías adecuadas.

Juan Pons

Es precisamente en el corto periodo de la fase de impulso cuando los misiles balísticos son más lentos y más fáciles de rastrear por los SBIRS. Por tanto, son más vulnerables para ser interceptados por las diferentes familias de misiles antimisiles embarcados o posicionados en tierra por el sistema de defensa de la MDA.

El nuevo vigilante de ojos electrónicos infrarrojos es el SBIRS GEO-6, que desde la base de Cabo Cañaveral (estado de Florida) ha sido colocado a 36.000 kilómetros de altura por un cohete Atlas V de la Fuerza Espacial norteamericana. La secreta plataforma LM 2100M desarrollada por Lockheed Martin pesa en torno a las 4,5 toneladas y ha sido encaminada hacia su órbita final dos días antes de cumplirse el 77 aniversario de la explosión sobre Hiroshima de la primera bomba atómica.

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Protegerse de los nuevos ICBM de Moscú y Pekín

De lo muy poco que se sabe de los SBIRS es que el coste de un satélite ronda los 1.000 millones de dólares, y que cada ejemplar dispone de dos potentes telescopios en el espectro de las radiaciones infrarrojas, uno con sensores de exploración y otro de observación. El primero barre grandes franjas de territorio en donde detectar señales de lanzamiento de ICBM, acrónimo de Inter-Continental Ballistic Missile. El de observación goza de mayor sensibilidad, enfoca áreas más pequeñas y se supone que puede detectar de manera inmediata hasta la firma infrarroja de los misiles y cohetes balísticos de medio alcance.

El lanzamiento del SBIRS GEO-6, que da por finalizado el despliegue del paraguas de vigilancia infrarroja y la construcción del sistema tras 26 años de esfuerzos, se ha llevado a cabo en el entorno internacional de preocupación e inestabilidad motivado por la guerra de Ucrania. El despegue lo ha acelerado la orden del presidente Vladímir Putin de que las Fuerzas Estratégicas de Rusia, las responsables de disparar los ICBM con cabezas atómicas, sean puestas “en régimen especial de servicio”, eufemismo que supone activarlas en su máximo estado de alerta.

La Administración Biden quiere detectar lo más pronto posible el disparo de los más modernos ICBM rusos y chinos para reaccionar a tiempo y derribarlos en su fase inicial. De Pekín, escudarse de los DF-41 mejorados, del que su ministro de Defensa, el general Wei Fenghe, ha asegurado en junio que son “para autodefensa y China nunca los usará primero”. Del Kremlin, de la anunciada entrada en servicio a finales del presente año o principios de 2023 del nuevo RS-28 Sarmat, que por el momento ha sido codificado por la OTAN como SS-X-30 pero que, cuando este operativo, será bautizado SS-30 Satán 2.

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Según el ministerio de Defensa de Rusia, el Sarmat tiene una reducida fase de impulso, que acorta el periodo de tiempo en el que puede ser rastreado por los sensibles telescopios y detectores infrarrojos del SBIRS, lo que hace que sea más difícil de interceptar en sus primeros momentos de vuelo. Moscú también asegura que el RS-28 está dotado con avanzados equipos de contramedidas, que le permiten penetrar con impunidad en el sistema de defensa antimisil del Pentágono.

Las fuentes oficiales rusas citan que su peso al despegue es de unas 210 toneladas. Que puede alojar entre 10 y 15 cabezas de guerra multidireccionales cargadas con explosivos convencionales, agentes químicos, bombas atómicas o incluso proyectar en pleno vuelo uno o varios misiles hipersónicos tipo Avangard.

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SBIRS, el mayor quebradero de cabeza del Pentágono

Con una longitud de 35 metros ‒la altura de un edificio de 11 pisos‒, 3 de diámetro y tres etapas de propulsión, Moscú asegura que el Sarmat es capaz de alcanzar una velocidad máxima de Mach 20,7 ‒equivalente a 25.358 km/h‒ superior a la de cualquier otro misil conocido. Y que puede describir diferentes trayectorias y alcanzar hasta 18.000 kilómetros, distancia bajo cuyo radio de acción se encuentra, por ejemplo, el estado de Texas.

La constelación SBIRS que acaba de tomar forma en su configuración definitiva ha sido un auténtico quebradero de cabeza para la Fuerza Aérea, que contrató su desarrollo hace 26 años, en octubre de 1996. La Fuerza Espacial lo ha heredado y ya trabaja a toda máquina en su relevo. Su nombre provisional es NGG ‒acrónimo de Next Generation OPIR GEO System‒, una nueva constelación para garantizar un sistema global de alerta más robusto, de mayor sensibilidad y mejor capacidad de respuesta y resistencia que el actual SBIRS.

El jefe de operaciones de la Fuerza Espacial, el teniente general John “Jay” Raymond, intenta evitar que el programa NGG sufra los serios problemas que ha arrastrado el SBIRS que, a pesar de haber sido desarrollado por las poderosas corporaciones industriales Lockheed Martin (contratista principal) y Northrop Grumman (sensores), ha estado plagado de graves y numerosas deficiencias técnicas y muy elevados sobrecostes. El proyecto recibió luz verde nada menos que en octubre de 1996 con un presupuesto de 7.500 millones de dólares, pero ha terminado en 2022 devorando del orden de los 19.900 millones, un incremento en torno al 265%.

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Los problemas principales han estado en el software para explotar los datos del sensor de observación en tiempo real y también en el software de vuelo, que han tenido que ser rediseñados, lo que no ha sido nada fácil. Las dificultades han sido de tal envergadura que, en 2006, ante los riesgos de cancelación del SBIRS, la Fuerza Aérea inició un proyecto paralelo llamado Sistema de Sensor Infrarrojo Alternativo. El despegue del SBIRS GEO-1 tuvo lugar en mayo de 2011 ‒9 años de retraso‒, pero siguió con deficiencias y no entró en servicio hasta dos años después.

Desde la perspectiva del segundo jefe del programa NGG, el teniente coronel Leroy Brown, lo que el Pentágono quiere es “desarrollar la mejor estructura espacial de disuasión de nuestra nación para mantener la superioridad espacial en el siglo XXI”. Constará de tres grandes satélites posicionados a 36.000 kilómetros y otros en órbita baja, a menos de 2.000 kilómetros de altitud, cuya integración de datos “mejorará la detección de los lanzamientos de misiles enemigos a escala global y la recopilación de inteligencia técnica”.

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Al igual que ya ocurre con la constelación SBIRS, la 460 Ala Espacial estacionada en la base aérea de Buckley (Colorado) recibirá la información detectada por los satélites y efectuara las operaciones de rastreo. Un nuevo sistema automatizado de nombre FORGE operará los satélites y procesará los datos recopilados, función que dirigirá un centro de control conjunto entre la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial y la Fuerza Espacial.

Coordinador América: José Antonio Sierra

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