El bombardeo contra las milicias proiraníes y la carrera con Rusia y China por ser la Primera Potencia mundial marcan la agenda de la Casa Blanca

Estados Unidos: dos perspectivas de la política exterior de la Administración Biden

Atalayar_Joe Biden

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca hace cuatro años traía consigo una incertidumbre que, incluso después de abandonar la presidencia, muchos no han conseguido descifrar. El temor por el incremento de la actividad militar era una de las grandes preocupaciones, aunque, finalmente, ha sido desde los despachos desde donde ha generado unas relaciones más tensas con gran parte del mundo (Israel y Arabia Saudí discrepan en este aspecto). Pero la llegada de Joe Biden abría una esperanza de reconciliación y vuelta a una política exterior en consonancia con lo que Barack Obama había dejado durante sus ocho años al frente de la presidencia de Estados Unidos. Tan sólo 35 días después de tomar posesión, Biden ha demostrado que no se encuentra muy lejos de lo que el anterior presidente demócrata había liderado desde el despacho Oval. 

El ataque a las milicias proiraníes tras poco más de un mes es una muestra de que la política exterior que quiere desarrollar Biden quizá no es tan apacible como se pudo esperar desde un primer momento. Si bien es cierto que desde Washington argumentan que se trata de una respuesta a los “recientes ataques contra el personal de Estados Unidos y de la coalición en Irak, y a las amenazas en curso”, la realidad es que no le ha temblado el puso al nuevo presidente para desplegar una ofensiva aérea en el norte de Siria contra las milicias chiíes apoyadas por Irán. 

Se trata de un episodio más de los múltiples conflictos que unen a Estados Unidos con Irán. Una lista que no se sabe muy bien si encabeza Siria o Yemen, dos de las crisis humanitarias más graves en Oriente Medio. El segundo de ellos parece no ver la luz, y la tensión no hace sino aumentar, dejando visiones tan pesimistas como la de Gregory Johnsen, escritor de El último refugio: Yemen, al-Qaeda y la guerra de Estados Unidos en Arabia: “Creo que Yemen no podrá ser reconstruido como un solo estado”. Opinión manifestada en la que ha sido la última jornada de la semana de ponencias organizada por Brookings Foreign Policy denominada “Oriente Medio y la nueva Administración de Estados Unidos”. Y es que uno de los problemas básicos de los que hablaba Johnsen es la multitud de países que se han inmiscuido en el conflicto yemení “para ver que podían sacar”. 

Atalayar_Administración Biden

Por otro lado, separa la figura de Arabia Saudí ya que, dice, su actuación se ha visto forzada por la amenaza que suponen las milicias hutíes en la frontera que comparten Yemen y el Reino. No sólo eso, sino que la cada vez más cercana relación entre las milicias e Irán supone una amenaza mayor que le puede costar muy caro a Arabia Saudí. La posibilidad de dar un paso atrás para favorecer un entendimiento que, siendo francos, es altamente improbable que fructifique, al menos a día de hoy, podría suponer un avance iraní que podría ser el punto de inflexión clave en un territorio que no deja de fragmentarse, como es el de Yemen. 

Surge la cuestión de si realmente Estados Unidos debe ser un actor fundamental en territorios que, a priori, no son de su influencia directa. Nada más lejos de la realidad. En un momento en el que la pelea por convertirse en el polo del Orden Internacional no está nada clara, y ante las amenazas chinas y rusas, los norteamericanos deben aparecer como la potencia mediadora que se espera que sean y traigan algo de cordura a la mayor crisis humanitaria que haya conocido el ser humano desde que en 1945 se crearan las Naciones Unidas. Y más cuando, como ha recalcado durante toda su intervención Gregory Johnsen, se sabe que “se están usando civiles como escudo”, y que las verdaderas consecuencias de la guerra – como siempre ha sucedido a lo largo de la historia – las están sufriendo unos ciudadanos que no se ven capaces de atisbar la luz al final de un túnel que parece interminable. 

Marcada en rojo y subrayada por encima de cualquier otra cosa está la disputa que atañe a Rusia, China y Estados Unidos por ver quién será el centro de poder de las relaciones internacionales. Joe Biden y Kamala Harris tienen tarea por delante para estos cuatros años de presidencia. Desde Moscú y Pekín se relamen viendo la salida de un Donald Trump que, al menos, impuso un liderazgo pocas veces contestable desde otras partes del Globo. Aunque podrían no ser las únicas preocupaciones a las que Biden y Harris tengan que hacer frente, según el ex secretario de Defensa de Estados Unidos, Mark Esper, que, dice, Corea del Norte e Irán nunca dejarán “su afán de protagonismo” y supondrán un verdadero quebradero de cabeza para alcanzar un liderazgo de lo más disputado

Atalayar_Mark Esper

Esper, que fue fulminantemente despedido por Donald Trump poco antes de abandonar la Casa Blanca, va un paso más allá cuando de China y Rusia se trata: “No sólo compiten por ser la primera potencia mundial, son amenazas reales para la seguridad de Estados Unidos”. Está claro que cuando se habla de países de la magnitud de estas superpotencias, dar un paso en falso puede suponer la puesta en marcha de toda la maquinaria de tu adversario contra ti, pero si de algo tenemos que estar todos preocupados es de Irán. Al menos así lo cree el que fuera secretario de Defensa de Estados Unidos: “La mayor amenaza para Estados Unidos y para todo el mundo sigue siendo Irán”. Seguramente no le falte razón. Una de las claves estará en saber hasta qué punto puede Joe Biden conseguir o no que Irán vuelva al Pacto de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés), lo que, sin duda, daría un respiro a la sociedad internacional. 

No hay que adelantar los hechos, “tenemos que enfrentarnos al mundo que tenemos delante de nuestros ojos, no al que imaginamos o al que nos gustaría llegar”, afirmaba Mark Esper. Es importante mantener la distancia con los hechos y tener en cuenta que no todo puede ser arreglado con una decisión o una acción aislada por parte de un país, ya sea Estados Unidos, China o Rusia. Precisamente esta última “está jugando muy bien sus cartas”, decía Esper. Sin embargo, la OTAN ha llevado a cabo una gran respuesta ante la amenaza que podría suponer el país liderado por Vladimir Putin. El incremento del gasto en seguridad es una garantía más del esfuerzo por plantar cara desde el órgano supranacional. Estados Unidos tiene una gran oportunidad, pero al mismo tiempo una enorme responsabilidad. Que el comienzo de Joe Biden al frente del país más poderoso del mundo haya sido bombardeando Siria puede pillar a ciertas personas por sorpresa – no tendría por qué viendo ciertos antecedentes – , que haya sido una buena o mala decisión de cara a dominar el Orden Internacional, sólo lo se podrá saber en el futuro. 

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