Algunos de los últimos movimientos militares y políticos de Washington apuntan a que la política exterior de la Casa Blanca se centrará en el área Asia-Pacífico para hacer frente al dominio chino

Estados Unidos mira a la región Asia-Pacífico después de la retirada de Afganistán

REUTERS/KEVIN LAMARQUE - El presidente de Estados Unidos, Joe Biden

La retirada de Estados Unidos de Afganistán podría impulsar una mayor presencia estadounidense en la región de Asia-Pacífico para contrarrestar la influencia de China, que se fortalecerá económicamente bajo el régimen de los talibanes. El repliegue de las últimas tropas de Kabul permitirán a Washington centrarse más en otros países asiáticos que, al igual que Estados Unidos, buscan detener la expansión china

Prueba de esto es el reciente viaje de la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, por el Sudeste Asiático, en plena crisis afgana. Harris ha comenzado su gira en Singapur y posteriormente se desplazará a Vietnam, con el objetivo de fortalecer las relaciones con esta zona “vital” para la Administración Biden. Según un comunicado de la Casa Blanca, esta visita “se centra en el futuro y no en el pasado” de una área “estratégica y económicamente importante para Washington”. El texto también señala que China disputa a Estados Unidos la influencia política y el dominio naval en el Indo-Pacífico. “Tras la retirada de Afganistán, Estados Unidos está perfeccionando su enfoque en el sudeste asiático”, asegura Julie McCarthy, corresponsal en la región asiática de la radio pública estadounidense. 

El viaje de Harris se produce poco después de las maniobras militares estadounidenses más grandes desde la época de la Guerra Fría en el Pacífico occidental. Estos ejercicios, denominados Large Scale Exercise 2021 (LSE) tienen como objetivo “proporcionar el entrenamiento de alto nivel en el mar y en tierra contra una puerta adversaria desafiante”. En las operaciones participaron los comandos de la Armada y del Cuerpo de Marines, cinco flotas y tres Fuerzas Expedicionarias de Marines. Se utilizaron 36 buques, incluyendo portaaviones y submarinos, según informa RT. Este despliegue de fuerzas navales de Estados Unidos no se veía desde la operación de la OTAN Ocean Venture de 1981.

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Antes de la visita de la vicepresidenta a varios países asiáticos, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, se reunió con su homólogo singapurense, Ng Eng Hen, a finales de julio. Ambas partes reafirmaron sus relaciones bilaterales de defensa y su cooperación militar. Asimismo, se comprometieron en una mayor asociación en ciberdefensa y comunicaciones estratégicas. Austin también viajó a Vietnam para abordar el enfrentamiento territorial con China

“Desgraciadamente, la renuencia de Pekín a resolver pacíficamente las disputas y respetar el estado de derecho no solo ocurre en el agua”, declaró el secretario de Defensa. “También hemos visto la agresión contra la India… la actividad militar desestabilizador y otras formas de coerción contra el pueblo de Taiwán, y el genocidio y crímenes de lesa humanidad contra los augures musulmanes de la región de Xinjiang”, añadió. Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Exteriores chino, tildó las palabras de Austin como “calumnias”, además de acusarlo de “entrometerse en asuntos internos de China y sembrar la discordia entre países regional con el fin de servir a sus propios intereses geopolíticos”. En Hanói, Austin acordó, al igual que en Singapur, reforzar la cooperación militar con el ministro de Defensa vietnamita, Phan Van Giang.

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Austin se trasladó también a Filipinas, donde se reunió con el presidente Rodrigo Duterte. El mandatario filipino aprovechó la visita del político estadounidense para anunciar que mantendría su acuerdo militar de visita de tropas (VFA), lo que supone la continuación de ejercicios de combate a gran escala con Estados Unidos.

Todas estas reuniones y compromisos militares tienen como objetivo incrementar la presencia estadounidense en la región como contrapeso a la influencia de China. Pekín mantiene enfrentamientos territoriales con algunos países como Filipinas o Vietnam, naciones que cuentan con el apoyo de Washington a través de cooperación militar. Pekín, ante los movimientos estadounidenses, a instado al país norteamericano a mantenerse al margen de lo que considera “una disputa puramente asiática”. Además de la disputa por el mar de China Meridional, Joe Biden aseguró que trabajará con Japón y Corea del Sur en el Estrecho de Taiwán, otro foco de conflicto en la región. 

Tal y como señaló Kurt Campbell, principal asesor de Asia de la Casa Blanca, se está produciendo un cambio histórico en la política exterior de Estados Unidos, que cambiará el enfoque de Oriente Medio a Asia, donde el reciente poder de China “ha ensombrecido a los aliados de Washington”.

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La ambición de Washington por expandir su influencia en la zona también ha llevado al secretario de Estado, Antony Blinken a reunirse con la ministra de Exteriores de Indonesia, Retno Marsudi, a principios de agosto. Los políticos se comprometieron a cooperar en la defensa del mar de China Meridional.

Blinken también trató con su homólogo indio, Subrahmanyam Jaishankar “el fortalecimiento de su asociación para brindar estabilidad y prosperidad en el área Indo-Pacífico”. India mantiene un enfrentamiento con China en la frontera del Himalaya desde la guerra sino-india de 1962. “Creemos que podemos lograr mucho juntos en muchos frentes, e incluso a corto plazo”, declaró Blinken. 

La política de Joe Biden con China sigue el mismo camino establecido por su predecesor, Donald Trump. Para ambos presidentes el gigante asiático supone “un competidor estratégico” que plantea varios desafíos a enfrentar. Los países de la región, generalmente reafirman esta cuestión. Aunque existan diferencias entre la política de cada nación con China, ninguno quiere que Pekín domine el orden de la zona. Por ejemplo, Laos o Myanmar dependen notablemente de la economía china, además de compartir una frontera terrestre, por lo que buscan evitar un conflicto con su gran vecino.

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Los últimos acontecimientos en Afganistán, unido a la mala reputación estadounidense en la región de Oriente Medio por sus intervenciones militares, podrían suponer un giro en la política exterior de Washington, que se centraría en el área Asia-Pacífico para hacer frente a su gran competidor, China. 

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