Después de la retirada de las tropas, Afganistán afronta un nuevo panorama político que evidencia la rápida transformación del horizonte geopolítico en la región

Estados Unidos pone fin a su guerra más larga

REUTERS/CARLOS BARRIA - El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se marcha después de pronunciar unas palabras sobre Afganistán durante un discurso en el Comedor de Estado de la Casa Blanca en Washington, Estados Unidos, el 31 de agosto de 2021

Veinte años han pasado desde que Estados Unidos lideró una nueva invasión en Afganistán bajo el pretexto de apoyar la democracia en el país y erradicar la amenaza terrorista de Al-Qaeda. El gobierno estadounidense, liderado por George W. Bush, ejecutó la decisión después sufrir el peor atentado de su historia: 2.753 personas murieron como consecuencia de los atentados del 11S, abriendo en el país una herida que costaría años curar.

Días después de los atentados, George W. Bush declaró la guerra el terrorismo en un discurso de apenas siete minutos y bajo la mirada de dos cámaras del Congreso. “Quien no está con nosotros, estará contra nosotros”, afirmaba el expresidente en un momento en el que la historia de uno de los conflictos más relevantes de nuestro siglo comenzaba a construirse.

Sin embargo, está retórica ha llegado a su fin. Estados Unidos da por finalizada su guerra, dejando Afganistán bajo el poder talibán y bajo la amenaza de un actor que no existía cuando Estados Unidos decidió ejecutar su misión: El Daesh. Hace unos días el ISIS-K perpetraba varios atentados en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul, dejando centenares de muertos, además de heridos y diseñando nuevos escenarios de incertidumbre. 

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Aun así, los atentados no cambiaron la posición estadounidense. La retirada de tropas internacionales se aceleró y el 31 de agosto, día fijado para retirar todas las tropas de manera oficial, el aeropuerto de Kabul era un desierto.

La retirada ya se ha ejecutado y Biden realizó un discurso victorioso señalando que “el extraordinario éxito de esta misión se debió a la increíble habilidad, valentía y coraje desinteresados del Ejército de los Estados Unidos y de nuestros diplomáticos y profesionales de inteligencia”. 
Al referirse a la retirada de las tropas, Biden justificaba su medida afirmando que “esta decisión sobre Afganistán no es solo sobre Afganistán. Se trata de poner fin a una era de grandes operaciones militares para rehacer otros países”.

“Nosotros, junto con nuestros socios, hemos transportado a más de 100.000 ciudadanos afganos y nadie ha realizado operaciones de transporte aéreo para ciudadanos como lo hemos hecho nosotros”, afirmaba. “EE.UU continuará luchando contra el terrorismo en Afganistán y otros países, pero no quiere una guerra terrestre para hacer eso (…) “creímos que el ejército de 300.000 al que entrenamos y armamos sería un rival para los talibán. Creímos que el gobierno afgano sería capaz de resistir, pero esta suposición resulto ser incorrecta”. 

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Del mismo modo señalaba que Estados Unidos “sigue comprometido con la expulsión de los estadounidenses que están en Afganistán cuando lo deseen”.

Por otro lado, las declaraciones emitidas por la delegación talibán diferían sustancialmente del mensaje estadounidense: “han sido arrogantes desde el principio ahora han sido derrotados, no habrá venganza ni agresión (…) mi primer mensaje es que nadie se preocupe. Quédense a vivir en su patria y en su casa, nosotros les protegeremos”.

“Por fin se han ido y agradecemos a los talibán que los hayan derrotado” señalaba un ciudadano afgano para la televisión nacional.

Nuevo rumbo de la política exterior estadounidense

Si algo se puede sacar en claro de la decisión estadounidense sobre la retirada es que Estados Unidos está cambiando su política exterior. Atrás quedaron los discursos expansionistas, caracterizados por los discursos de la doctrina “destino manifiesto”, o la polémica política adoptada por Bush de “guerra preventiva”. 

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Con la era Trump, Estados Unidos comenzaba a alejarse de una política exterior intervencionista para llevar a cabo medidas diplomáticas, contenciosas y conciliadoras que ponían fin a algunos conflictos sostenidos durante años. Trump quiso revertir los discursos oficiales declarados por los antiguos expresidentes para centrarse en una política nacional de “American First” y alejarse de las polémicas políticas que rodean al país en materia de exterior.

Durante su campaña del 2016, Trump prometía retirar las tropas de Afganistán y de Irak y una vez en el mandato su promesa comenzaba a dar los primeros pasos para efectuarse. Con la llegada de Biden al poder, el presidente estadounidense anunciaba el pasado abril la retirada de las tropas antes del 11 de septiembre de este año "soy el cuarto presidente de Estados Unidos que tiene que lidiar con la presencia de tropas estadounidenses en Afganistán. Dos republicanos, dos demócratas. No pasaré esta responsabilidad a un quinto”, afirmaba. 

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Posteriormente concluía señalando que “es hora de poner fin a la guerra más larga de Estados Unidos. Es hora de que las tropas estadounidenses regresen a casa (…) No podemos continuar el ciclo de extender o expandir nuestra presencia militar en Afganistán con la esperanza de crear las condiciones ideales para nuestra retirada, esperando un resultado diferente”.

Cuatro meses después, la retirada ya está finalizada. Estados Unidos deja atrás una guerra que ha costado al país 778 mil millones de dólares. Evidentemente, la pérdida ha trascendido más allá de lo económico ya que las bajas de las fuerzas de la coalición han sido de 3.500, de las cuales más de 2.300 soldados eran estadounidense. Si a ello le sumamos las muertes y heridos tanto de militares afganos como de civiles, las cifras ascienden a casi 111.000, según señala la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán. 

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Estados Unidos sale de Afganistán dejando al país en una situación similar a la que se encontró hace casi veinte años, pero ahora, cuenta con la amenaza de China y Rusia que, aprovechando el vacío occidental, no dudan en mover ficha en un tablero dañado. A esto cabe sumarle el poder talibán que ha intentado demostrar su control de la situación, pero, con los últimos atentados del ISIS-K evidencian que las amenazas en la seguridad del país son latentes. Tras la irrupción de China, su aumento de influencia en la región, el resurgimiento del Daesh en los conflictos y el cambio de estrategia de Estados Unidos observamos que la nueva geopolítica está cambiando las reglas del juego mundial en esta región del mundo y que Estados Unidos ya no quiere seguir formar parte de él, al menos de forma directa. 

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