La reducción de la producción de petróleo tensa aún más las relaciones entre Washington y Riad. Los miembros del cártel energético cierran filas con su aliado saudí

Estados Unidos y Arabia Saudí, en pie de guerra a cuenta de la OPEP+

photo_camera PHOTO/ARCHIVO - El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman chocan puños en Yeda

La histórica alianza entre Estados Unidos y Arabia Saudí no atravesaba su mejor momento cuando a principios de octubre la OPEP+, liderada por su mayor exportador de petróleo, Riad, decidió por unanimidad recortar la producción de crudo en 2 millones de barriles diarios, el equivalente al 2% de la oferta mundial. Era la mayor reducción en dos años, aunque en la práctica la rebaja real se limitaría a 1 millón de barriles. La medida beneficiaba a sus miembros, en especial a Rusia, pero abocaba a los mercados a sufrir nuevas subidas de precios. 

La decisión terminó por descoser las relaciones bilaterales entre Washington y Riad. La Administración Biden venía presionado a las autoridades saudíes para revocar la decisión desde que se filtraron las primeras informaciones, pero, en cuanto comprobaron que la decisión de cerrar parcialmente el grifo estaba tomada, la diplomacia norteamericana se movilizó para posponer el anuncio hasta después de las elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos de noviembre.

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Arabia Saudí ignoró todas sus demandas, motivadas por los plazos que marca la política nacional. El inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, sigue bajo presión por la delicada situación económica que atraviesa el país. La inflación galopante y la subida de los precios del combustible pueden pasarle factura en las legislativas, en las que los demócratas se juegan mantener las mayorías en el Senado y el Congreso. Perder las Cámaras agriaría el primer mandato de Biden y dificultaría la capacidad del presidente de sacar adelante sus propuestas. 

El contexto internacional también es clave, y es que la drástica reducción no hace sino beneficiar a los intereses del Kremlin. En estas condiciones, Rusia podría recaudar más ingresos por sus recursos energéticos, lo que mitigaría el impacto de las sanciones occidentales sobre su economía y, además, engrasaría su maquinaria bélica en Ucrania. Arabia Saudí y el resto de los miembros de la OPEP+ son conscientes de ello, pero priorizaron sus intereses económicos. Por eso Washington ha acusado a Riad de “alinearse” con los intereses de Moscú. 

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La escena política estadounidense ha entrado en ebullición. Son muchas las voces que cuestionan, incluso desde las instituciones, los vínculos de Estados Unidos con Arabia Saudí, cimentados en la década de los treinta del siglo pasado cuando la Casa de Saúd concedió a la petrolera Standard Oil la licencia para explorar el recién delimitado territorio saudí en búsqueda de hidrocarburos. Hallaron las mayores reservas de petróleo del mundo. Así se forjó una relación que pasa hoy por sus horas más bajas. 

La campaña diplomática, política y mediática de Estados Unidos para desprestigiar la imagen de Arabia Saudí ha arreciado como consecuencia de la decisión de la OPEP+. Acusado de favorecer al Kremlin, Riad salió por la tangente con la aprobación de un paquete de ayuda humanitaria para Ucrania por valor de 400 millones de dólares, que Zelenski agradeció. Antes, el reino wahabí había mediado para el intercambio de prisioneros. Rusia liberó a 215 ucranianos a cambio de que Ucrania soltara a 54 rusos. 

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A pesar del descrédito, la unidad en el bloque de la OPEP+ no se ha visto resentida. Los miembros del cártel energético han cerrado filas con Riad. De hecho, han sido varios los aliados saudíes que han ratificado la decisión de recortar la producción. El principal defensor ha sido Emiratos Árabes Unidos, cuyo ministro de Energía, Suhail Al Mazrouei, aclaró que la medida fue “puramente técnica, sin ninguna intención política”. El objetivo, sostienen, es anticiparse a la debilidad económica occidental y a la reducción de la demanda de petróleo. Está “basada en indicadores económicos”. 

El monarca saudí Salman bin Abdulaziz dijo en una reunión ministerial que el reino del desierto trabaja “para apoyar la estabilidad y el equilibrio de los mercados petroleros mundiales” y está interesado en “desarrollar e invertir todos los recursos energéticos de los que disfruta”. Las explicaciones no han sido suficientes para la Casa Blanca. Sobre todo por el respaldo indirecto a Rusia. Arabia Saudí y Emiratos han condenado la agresión rusa, pero rechazaron unirse a las sanciones occidentales contra Moscú. 

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El presidente emiratí, Mohamed bin Zayed, mantuvo la semana pasada un encuentro con Putin en San Petersburgo. Los planes de Abu Dabi pasan por “reducir las tensiones y encontrar soluciones diplomáticas a la crisis”, y Riad abona la misma vía. Un hecho que ha tensado aún más los vínculos diplomáticos tras el historial de acusaciones sobre la violación de los derechos humanos en el reino wahabí y las preocupaciones saudíes acerca del compromiso de Washington con la seguridad nacional. Además del interés de EE.UU. en reeditar el acuerdo nuclear con Irán. 

“Estamos reevaluando nuestra relación con Arabia Saudí a la luz de estas acciones, y seguiremos buscando señales sobre su posición en la lucha contra la agresión rusa”, confirmó el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby. “El Ministerio de Asuntos Exteriores saudí puede intentar dar vueltas o desviar la atención, pero los hechos son simples. El mundo se está uniendo a Ucrania para combatir la agresión rusa”. 

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El príncipe heredero y gobernante de facto del reino, Mohamed bin Salman, recientemente designado primer ministro, asistirá a la cumbre del G-20 en Bali los días 15 y 16 de noviembre, a la que también acudirá el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden. No está previsto que se reúnan. Ninguna de las partes contempla un cara a cara, y menos en esta situación. Nada que ver con el choque de puños de Yeda del pasado mes de julio. 

Coordinador América: José Antonio Sierra

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