El periodista y escritor habla en una entrevista con Atalayar sobre el cambio de orden internacional y la guerra oculta del siglo XXI

Esteban Hernández, autor de ‘Así empieza todo’: “Si China ha ascendido de manera tan potente ha sido por la estupidez occidental”

photo_camera Esteban Hernández

Esteban Hernández, jefe de opinión de ‘El Confidencial’, analista político y autor de varios libros como ‘El fin de la clase media’ o ‘El tiempo pervertido’ aborda en su nueva obra ‘Así empieza todo’ (Ariel) el cambio de los poderes hegemónicos en el mundo, el ascenso de una China reforzada y la aparición de “la guerra oculta del siglo XXI”: el choque y dominio de un sistema financiero contra la economía de producción y cotidiana del día a día.

¿Cómo surgió la idea de escribir el libro?

En general, casi todos los libros, y también este, es fruto de una serie de preguntas que me formulo sobre lo que está ocurriendo, ves unas circunstancias, transformaciones que están sucediendo y no aciertas a explicarlas o al menos las explicaciones que recibes no son excesivamente convincentes y comienzas a indagar sobre esto. A partir de estas preguntas vas viendo conexiones tendencias, posibilidades de futuro y ahí surge el libro.

¿Cuáles son los principales bloqueos geográficos que abordas?

En realidad está todo conectado, hay unas serie de transformaciones estructurales que están ocurriendo en las sociedades occidentales, España forma parte de ellas y, a veces, son la parte afortunada de esas transformaciones, pero los cambios son hoy en día generales, ocurren a nivel geopolítico, dentro de los Estados en las diferencias territoriales porque hay urbes conectadas globalmente, hay zonas o ciudades intermedias que son las rurales que van perdiendo peso, y ocurre también en el terreno de las clases sociales, hay gente que gana y gente que pierde.

Aunque el libro está estructurado así, no pierde la unidad porque hay algo que sobrevuela todo esto y que empuja los cambios en una dirección.

¿Hablas del conflicto entre ganadores y perdedores?

El concepto ganadores y perdedores está muy presente en el libro porque está generando transformaciones extrañas porque, por ejemplo, EEUU ha dado un giro con el que se ha separado del orden internacional para intentar conseguir más ventajas. Este es el ejemplo de un ganador, porque es la primera potencia mundial, que intenta conseguir una posición mejor transformando las reglas internacionales. 

Pero todo esto tiene que ver con una guerra subterránea que es a la que se refiere el libro que son las enormes tensiones que produce el impulso enorme del ámbito financiero frente al ámbito productivo. Cuando hablo del ámbito productivo me refiero al tipo de gente que realiza una actividad, que puede ser un señor que reparte en bici, un pequeño empresario, el dueño de una tienda, el trabajador asalariado, todas estas personas entre las que nos incluimos la mayor parte de la sociedad somos los que salimos perdiendo en este giro mundial hacia un sistema mucho más financiero que no tiene nada que ver con la económica cotidiana y que la perjudica sustancialmente, pero que es el que está realizando los cambios.

¿Son entonces los valores que tienen las empresas en bolsa ficticios?

La pandemia es un ejemplo perfecto de esto, tú miras la Bolsa estadounidense y está en niveles máximos, mientras la sociedad vive una situación económica muy complicada y han tenido que recibir un montón de ayudas. ¿Cómo es posible que ese ámbito este todavía funcionando tan sólidamente, e incluso mejor que antes de la pandemia mientras resto de la sociedad está sufriendo una situación sanitaria y económica muy complicada? Un punto ficción sí que hay en todo esto.

¿Consideras que esa burbuja financiera reventará en algún momento temprano?

En algún momento temprano no, más que en el recorrido de las bolsas, que sufren altibajos, me fijo en los efectos que genera en las sociedades, me refiero en lo que puede tener para gente como nosotros, en los efectos que genera en los Estados, en las relaciones entre los Estados y en las economías de cada uno de ellos. Ahí si se van a producir tensiones que no van a ser necesariamente buenas o tener una resolución positiva, pero tampoco tendrían por qué salir por el lado malo, aunque todo apunta a que vamos a salir por un lado negativo.

¿Cómo ves la carrera electoral en EEUU?

Hay dos planos: uno en el orden internacional, donde no va a haber grandes diferencias porque esto es una transformación general y no va a depender mucho del tipo de presidente que tengan; uno puede favorecer más algunos aspectos, y otro, otros, pero la dinámica va a ser la misma.

Pero la situación interna de EEUU, que tiene una sociedad muy polarizada, muy enfrentada, con digamos dos mundos distintos, es una situación que no es sólo estadounidense, también es española y occidental. 

Tenemos una sociedad que se ha polarizado con la pandemia, ya lo estaba y se ha polarizado más, donde hay mucho descontento y a veces se traduce en un cansancio y alejamiento de la política y, por otra parte, la gente que está políticamente interesada se polariza.

Y eso se ve porque si Sánchez es presidente del Gobierno ahora mismo es por el rechazo que produce la derecha en un determinado sector, pero la única alternativa que está planteando la derecha es a su vez el rechazo a la izquierda. No son ideas positivas y comunes respecto a cómo debería ser España o su futuro, tampoco hay ideas utópicas como fueron las ideologías, no hay una visión clara respecto al futuro, sino que son dos bloques enfrentados en los que cada uno subraya lo malo del otro. 

Esa polarización está aquí y en EEUU y eso es un problema enorme porque cuando los regímenes tienen debilidades internas y esta falta de unidad desde luego son mucho más vulnerables siempre; es un producto de una decadencia occidental que se manifiesta en manera bastante clara en los combates político-electorales.

Atalayar_Así empieza todo

¿Afecta este alejamiento de las personas respecto a las élites políticas a la imagen que se tiene del país en el exterior?

Desde luego a nosotros nos afecta porque somos una parte perdedora del mundo de transformaciones; la baza fundamental de España es el turismo y servicios y es lo que más afectado queda por la pandemia y a nosotros también nos afecta especialmente porque somos un país con escaso poder internacional y una dificultad grande para ganar espacio de influencia y en este contexto la falta de poder es un problema enorme.

¿Qué haya tensión dentro de un país puede llevar a que este se enfrente a otros?

Por ejemplo, hay una situación muy curiosa con China en la que todo el mundo habla de una nueva Guerra Fría. China ha sido señalado como el nuevo enemigo por parte de EEUU y entramos en una dinámica en la que la potencia principal del mundo trata de distanciarse de la segunda e impedir que se desarrolle.

Pero no podemos olvidar que en esa confrontación existe, primero, una ligación bastante clara entre ambos países que es complicada de desenredar porque, por ejemplo, China tiene gran cantidad de la deuda estadounidense y, en segundo lugar, porque muchas de las empresas que producen allí generan beneficios precisamente por producir en China y eso va a parar a Wall Street. Desacoplarse del todo de China significa también una dificultad para el entorno financiero, son cosas que están ahí un poco enredadas.

Además, hay que tener en cuenta que si China ha ascendido de manera tan potente y ha pasado de ser poco relevante en el ámbito internacional en los años 70 cuando estaba en los rankings en el puesto 80 del mundo, a ser el segundo del mundo con una fuerza enorme ha sido precisamente por la estupidez occidental. Todo lo que tienen se lo hemos ido dando; el trabajo, la tecnología, los recursos… y ellos eso lo han recogido; y por la gestión de los dirigentes han sabido encauzarlo hacia un terreno que les era propicio, pero lo han hecho haciendo justo lo que Occidente hizo hace décadas, que fue planificar, organizar, estar cohesionado, tener visión de futuro y estratégica… todo eso que Occidente tenía y que ha desaparecido o es mucho menos relevante, China lo ha recogido y lo ha utilizado para beneficiarse.

¿Ha sido naif la perspectiva de Occidente de pensar que China no era una amenaza? 

Ha sido muy absurdo porque China ha lanzado sucesivamente señales de que estaba tomando una dirección muy clara de fortalecimiento interior-exterior, pero cuando eso ocurría desde Occidente se minusvaloraba. Decíamos “bueno, cuando tenga mayor poder adquisitivo las clases medias pedirán más democracia, nos roban la tecnología, pero da igual porque conseguiremos entrar en el mercado chino que son 1.400 millones de personas…” y así sucesivamente. 

El llevar allí las fábricas supone deteriorar mucho el nivel de vida de las poblaciones occidentales, pero daba igual porque la gente pensaba que era un régimen con debilidades internas y que en algún momento explotaría y así sucesivamente hasta llegar a este instante. Es también fruto de la estupidez occidental porque no solo se lo hemos dado, sino que cuando nos han advertido hemos hecho caso omiso porque considerábamos que era más conveniente seguir con este sistema a pesar de esto; pues ahora ya tenemos el enfrentamiento.

¿En qué situación deja a Oriente Medio este conjunto global de cambios?

Oriente Medio es un lugar especialmente complejo con intereses enredados donde China está intentando desarrollarse también a partir de alianzas con Irán, donde Rusia con Siria también juega una baza, donde Turquía ha empezado a jugar un papel importante, con EEUU ligado obviamente a sus proyecciones en la zona y a los recursos energéticos. Es un avispero al que se le han ido dando soluciones muy malas durante las últimas décadas y que no tiene visos de mejorar.

Es una lucha de los viejos imperios de antes de la Primera Guerra Mundial, Turquía intenta jugar sus bazas como China y Rusia, pero al mismo tiempo que tienen intereses comunes también los tienen diferentes y China intenta que las influencias de Rusia en determinadas zonas de Asia sean menores. Es decir, como todos están jugando sus bazas en ese espacio, es muy complicado anticipar una solución en la que todo eso se resuelva porque es un escenario abierto.

De momento, lo que hemos visto es que hay una desestructura enorme, hay jugadores que están cambiando el paso y de bando y en el que cada cual juega sus intereses; esto ya no es el mundo unipolar o bipolar de la Segunda Guerra Mundial, donde EEUU tenía una dirección clara y los consensos internacionales lo aceptaban, esto ya es un mundo de distintos jugadores en el que cada uno trata de ganar por él a costa de los demás y eso abre escenarios de muy difícil pronóstico.

¿Qué movimientos sociales se pueden esperar de esta situación?

Ahora mismo lo que hemos visto es que el populismo de izquierdas está desaparecido, la izquierda en Europa cuenta bastante poco, nos queda España y Portugal, pero son escenarios muy estándar y poco rupturistas. A nadie se le ocurre que España o Portugal quieran romper con la UE y lo que está creciendo es el populismo de derechas.

Al margen de que Trump gane o pierda las elecciones, EEUU ha dado un giro, Le Pen lidera las encuestas en Francia, Reino Unido se ha ido de la Unión Europea, Italia tiene un escenario complejo, vemos ahí que el populismo de derechas tiene peso y lo normal es que en los próximos tiempos la política vaya hacia un partido que defiende el sistema o sistémico y uno transistémico, uno que quiera cambiar el sistema. En esa papeleta parece que la derecha tiene una visión más rupturista que la izquierda.

¿Cabe ser optimistas o pesimistas respecto al futuro? 

Lo que nos espera es lo que construyamos, el futuro no está escrito y podemos ver las tendencias, los lugares a donde nos lleva, pero no es algo inevitable. Por ejemplo, vamos a ver una salida de la pandemia mala para la mayoría de la gente y mala para España. Puede ser de otro modo, pero es algo que tenemos que construir. Aunque el horizonte nos lleva a un mal lugar.

Por ejemplo, en la salida de la Primera Guerra Mundial confluyen una muy mala solución diplomática y económica en la confirmación del orden internacional y todas esas inestabilidades generan a Mussolini en Italia, a Hitler en Alemania, inestabilidad, diferencias sociales, pocos recursos, con la URSS creciendo. Sin embargo, aparece Roosevelt en EEUU que después de una Gran Depresión cambia completamente el paso y lleva al país hacia un territorio mucho más democrático y mucho más justo.

Son países que viven circunstancias similares y que tienen salidas muy distintas y ese es el momento en el que nos encontramos: el futuro puede ser cualquier cosa vinculada con cualquiera de estas opciones o con otras, es evidente que se van a producir transformaciones, pero estas están también por construirse, las sociedades no son mecánicas, también depende de lo que hagamos nosotros dentro de ese espacio y nos compete impulsar las opciones que creamos mejores.

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