Las facciones afiliadas a Teherán están instigando manifestaciones por todo el país para desestabilizar al Ejecutivo liderado por Mustafa al-Kazemi

Fuerzas proiraníes presionan para derrocar al Gobierno iraquí

PHOTO/REUTERS - Manifestación contra el Gobierno durante la visita del primer ministro iraquí Mustafa al-Kazemi, en Basora, Irak, el 15 de julio de 2020

A Irak le costó más de seis meses formar un nuevo gobierno tras la dimisión de Adel Abdul Mahdi a finales del mes de noviembre de 2019. Esta ardua tarea se complicó por el estallido de las manifestaciones en el país contra las injerencias extranjeras, tanto provenientes de Irán como de Estados Unidos, contra la deteriorada situación económica y contra la corrupción económica, que dejaron centenares de muertos y detenidos. Ante este caótico escenario, agravado por el estallido de la pandemia del coronavirus, el presidente Barham Saleh le encomendó al antiguo director del Servicio de Inteligencia Iraquí (IIS, por sus siglas en inglés), Mustafa al-Kazemi la formación de un Ejecutivo que fuera capaz de lidiar con el descontento social y sacar al país del abismo en el que se había sumergido. 

Ahora, se suma un nuevo desafío que amenaza con derrocar al Gobierno: la entrada en escena de las fuerzas anti-Kazemi, que “están trabajando para presionar al Ejecutivo en el Parlamento y en la calle”, como explican desde The Arab Weekly. Estas fuerzas “pertenecen a los aliados cercanos de Irán en Irak”, aseguran en dicha publicación.

El primer ministro iraquí Mustafa al-Kazemi en Mandali, Irak, el 11 de julio de 2020

Este nuevo movimiento de los aliados proiraníes en el país supone un importante giro en su estrategia política, pues cabe recordar, en este punto, que inicialmente Al-Kazemi recibió el apoyo de las facciones pro-Irán y el consentimiento tácito de Teherán, como reveló en su momento el analista Albert Vidal. Sin embargo, estos grupos comenzaron a ejercer presión nada más ser designado como primer ministro, puesto que querían que los Ministerios clave del país, como Defensa, Interior, Finanzas y Asuntos Exteriores, fueran ocupados por sus partidarios. 

Pero hasta el momento, el jefe del Gobierno iraquí sigue contando con el respaldo de dos importantes bloques chiíes cercanos a Irán, a saber, el dirigido por el clérigo Muqtada al-Sadr, que ganó las elecciones de 2018 con la coalición ‘Sairún’ (‘Marchemos’, en español), y el liderado por Ammar al-Hakim, jefe del Movimiento Nacional de la Sabiduría (Al-Hikma). Por eso, las fuerzas proiraníes están lanzando nuevas estrategias para que tanto Al-Sadr como Al-Hakim se unan a sus filas, algo que todavía parece bastante complicado. 

El clérigo chií iraquí Muqtada al-Sadr en la mezquita de Kufa, en el centro de la ciudad de Najaf, al norte de Irak

Para ello, “parecen haber decidido experimentar con una mezcla de diferentes corrientes en los movimientos populares que podrían terminar inclinando las posiciones de otras fuerzas políticas hacia su proyecto”, aseveran desde The Arab Weekly. Esto se traduce en que están intentando combinar a los manifestantes de las protestas que estallaron en octubre contra el sistema político y económico en general con los manifestantes de las protestas más recientes, que critican al Gobierno por la aprobación de la nueva reforma financiera, que termina con los privilegios de los que se han beneficiado grandes segmentos de la sociedad iraquí durante los últimos 15 años. 

“Los partidos chiíes proiraníes esperan que las protestas callejeras puedan atraer a Muqtada al-Sadr a unirse a sus filas, ya que los partidarios de este último parecen disfrutar de una buena confrontación con la Policía antidisturbios de vez en cuando. Si el complot tiene éxito, muchas fuerzas políticas seguirán su ejemplo y abandonarán a Kazemi. Este último, consciente de la trama, se ha estado moviendo en todos los frentes para abortar este plan”, escriben en dicha publicación.

Manifestación para protestar contra las milicias armadas respaldadas por Irán, en Bagdad, Irak, el 12 de julio de 2020

Además, los grupos que están instigando las protestas también están cargando contra el deterioro -casi irreversible- del sector eléctrico del país, que provoca horas diarias de apagones por todo el territorio. “Red dilapidada, más vieja que las guerras, los asedios y las cuotas, consumida por suburbios y abusos; una sangría de 12.000 millones de dólares anuales de apoyo gubernamental. Despedazada en 1991 por la coalición, las bombas terroristas y Daesh”. Con estas palabras, el que fuera ministro de Electricidad en ese momento, Luay Alkateeb, describía a la red eléctrica iraquí el pasado mes de abril, como recoge el analista Nawar Alrikabi en su trabajo titulado “Terrorismo, corrupción y política dejan a Irak sin energía”. 

El primer ministro, para evitar que el estado deplorable de la electricidad en Irak sea utilizado en su contra -lo que sería lógico- por las facciones proiraníes, ha emprendido una serie de medidas encaminadas a reestablecer el suministro, como el establecimiento de estaciones locales de generación de electricidad en el sector privado que vendan la electricidad directamente a los consumidores. También ha inaugurado en la última semana una serie de proyectos eléctricos en Kerbala, en el centro del país, y ha dado la orden al Ministerio de Petróleo “proporcionar combustible sin cargo a los propietarios de generadores de electricidad privados, a cambio de precios de electricidad más bajos y mayores horas de suministro”. 

Sin embargo, no parece ser suficiente para atajar la revuelta social. “La estrategia de los aliados de Irán de centrarse en encender la ira popular en Bagdad apunta específicamente a mantener ocupado al primer ministro con las protestas y, en consecuencia, desviar su atención y los esfuerzos para perseguir a las milicias chiíes involucradas en robos, extorsión, secuestro, contrabando de armas y drogas y con participación en conflictos armados en el extranjero”, apuntan desde dicha publicación, lo que, sin duda, acarrea una -todavía mayor- inestabilidad al país y amenaza con hacer tambalear los cimientos del Gobierno.

Cables eléctricos en la zona de Syed Sultan Ali de la capital Bagdad, el 13 de julio de 2020
La relación de Al-Kazemi con Estados Unidos

Las fuerzas contrarias al Ejecutivo también critican sus planes de “construir una futura asociación con Estados Unidos”, que han comenzado a desarrollarse tras la celebración de una primera ronda de diálogo durante el mes pasado. Antes de la llegada de Al-Kazemi al poder, el Gobierno interino y el Parlamento, junto con prácticamente el conjunto de la población, estaban decididos a expulsar a las tropas norteamericanas de Irak, sobre todo, después del ataque lanzado el pasado 3 de enero por el Pentágono contra el general iraní Qassem Soleimani y el vicepresidente de las Fuerzas de Movilización Popular (PMF, por sus siglas en inglés), Abu Mahdi al-Muhandis en suelo iraquí y que acabó con la vida de ambos. Los iraquíes rechazaban entonces -y siguen rechazando ahora- que su país se haya convertido en el campo de batalla favorito para Teherán y Washington. 

Pero Al-Kazemi es más favorable de buscar un acuerdo beneficioso con EEUU que romper las relaciones directamente con la superpotencia, y también de reducir las relaciones con la República Islámica. Sobre este último caso, por ejemplo, ha dictaminado la obligatoriedad de que los ciudadanos iraníes que quieran viajar a Irak necesiten una visa y se ha negado a reunirse con el nuevo comandante de las Fuerzas Quds iraníes y sucesor de Soleimani, Esmail Ghaani. También ha destituido al asesor de seguridad nacional afiliado a Teherán Faleh Al-Fayyad. Sobre los avances en la relación con Washington, ahora el Ejército estadounidense se muestra optimista de que podrá quedarse en territorio iraquí. 

De hecho, este mismo martes, el principal comandante militar de EEUU en Oriente Medio, el general Kenneth McKenzie, viajó a Bagdad para reunirse con Al-Kazemi, para agradecerle las últimas medidas que el Gobierno iraquí ha adoptado contra las milicias proiraníes, que se han atribuido numerosos ataques mortales contra las fuerzas estadounidenses desplegadas en Irak. “La estrecha relación entre EEUU y el Ejército iraquí no solo derrotó al califato de Daesh en Irak, sino que es clave para asegurar su derrota duradera. Esta asociación también es fundamental para el desarrollo continuo del Ejército iraquí para que pueda defenderse de Irán. Es importante que el Gobierno iraquí siga rechazando a las milicias respaldadas por Irán”, aseguró el alto cargo militar estadounidense. Estas declaraciones, como no podía ser de otra manera, han caldeado los ánimos de las facciones afiliadas a Teherán.

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