La retirada de las tropas occidentales permite la expansión talibán

Futuro incierto en Afganistán

AP/RAFIQ MAQBOOL - Un hombre agita una bandera afgana durante las celebraciones del Día de la Independencia en Kabul, Afganistán

Ante la inminente retirada de los últimos militares estadounidenses en Afganistán, la amenaza que constituye la milicia talibán aumenta. Joe Biden ha anunciado que abandonarán por completo el país el 31 de agosto, aunque unos 650 soldados se quedarán para proteger la Embajada de Estados Unidos en Kabul y el aeropuerto internacional. Además, brindarán apoyo al Gobierno afgano de Ashraf Ghani. “Ninguna nación ha unificado nunca Afganistán. Ninguna nación. Hay imperios que han ido allí y no lo han conseguido”, aseguró Biden. Estados Unidos invadió Afganistán en 2001 con el objetivo de capturar a Osama Bin Laden, líder del Al Qaeda y cerebro de los atentados del 11 de septiembre. Esta guerra ha sido la más larga en la que se ha visto envuelto Estados Unidos y le ha costado aproximadamente 1 billón de dólares. Por otra parte, un estudio de la Universidad de Brown estima que las dos décadas de guerra le han costado al país 2,3 billones.

Reino Unido se unió a las tropas estadounidenses en los primeros bombardeos en el país asiático, y en enero de 2002 comenzó la misión de la OTAN. La coalición militar internacional logró expulsar a los talibanes del poder, pero con el tiempo lograrían reorganizarse y reconquistar territorios.

Desde entonces, Afganistán fue una cuestión central que se trasladó de una Administración a otra. George W. Bush, el presidente con el que comenzó esta guerra, le pasó el relevo a su sucesor, Barack Obama. Pero antes de abandonar la Casa Blanca decidió enviar 4.500 soldados más a las bases afganas. El nuevo presidente demócrata prometió una “nueva estrategia” basada en desalojar a Al Qaeda del país. Para tratar de lograr este objetivo envió miles de soldados más mientras la OTAN aumentaba también su presencia en Afganistán.

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En mayo de 2011 Obama consigue por fin su objetivo en una misión especial en Pakistán: capturar al gran enemigo estadounidense, Osama Bin Laden. Este hecho supuso la retirada de algunas tropas en Afganistán. Sin embargo, la violencia ya estaba desatada en el país. Los grupos extremistas cada vez comienzan a ser más fuertes, atacando objetivos diplomáticos internacionales en el país, como el atentado en 2014 donde murieron tres miembros de Naciones Unidas y uno del Fondo Monetario Internacional. Por otra parte, empiezan a salir a la luz polémicas acciones de los militares estadounidenses, desde el asesinato de civiles y menores, hasta vídeos denigrantes con cadáveres.

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En 2018 se produce un hecho histórico: autoridades estadounidenses se reúnen por primera vez con representantes talibanes para acordar una salida segura de las tropas extranjeras a cambio de que las milicias no se conviertan en una amenaza para la seguridad. Estas negociaciones culminan con el acuerdo firmado en Qatar el 29 de febrero de 2020. Donald Trump, entonces presidente estadounidense, aseguró retirar al país de “sus guerras interminables”. El exmandatario republicado criticó las intervenciones en el extranjero, calificándolas de “costosas e inefectivas”. El pacto en Doha acordó la retirada de tropas extranjeras de Afganistán y establecía las bases para un futuro diálogo en el país.

Biden reiteró el acuerdo, anunciando el final de “la guerra más larga de Estados Unidos”. Desde entonces, las tropas estadounidenses han comenzado a regresar progresivamente a casa, al igual que otros militares de la OTAN. Tal y como informa el Pentágono, Estados Unidos ha completado su retirada en “más del 90%”.

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Reino Unido, que acompañó a Washington al comienzo de la guerra, ya ha trasladado a la mayoría de sus unidades de vuelta al país. Boris Johnson, el primer ministro británico, ha pedido “no dudar” sobre los logros obtenidos en estas dos décadas, aludiendo a la “dura realidad de la situación actual” en Afganistán. Alemania, uno de los países con mayor presencia militar en el país asiático, ya completó la retirada total de sus tropas. Australia, que formó parte de la coalición internacional, también ha abandonado Afganistán. De acuerdo con EFE, Camberra llegó a enviar a más de 1.500 soldados, el mayor aporte militar de una nación fuera de la OTAN. Esta intervención ha supuesto “un gran coste” para el país oceánico, en palabras de Scott Morrison, su primer ministro. Morrison ha recordado a los 41 soldados australianos que murieron en Afganistán y a los muchos otros que han sufrido secuelas físicas y mentales que tardarán “muchos años” en curarse. Lorenzo Guerini, ministro de Defensa italiano también ha anunciado la retirada completa de su país, agradeciendo a los 723 heridos y recordando “con profunda emoción” a las 53 víctimas mortales.

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Mientras unas naciones comienzan a retirar a sus tropas, otras como Turquía ya comienzan a trazar planes que buscan ganar influencia Afganistán y en la región después de la retirada oficial. Ankara se ofreció a administrar el aeropuerto internacional de Kabul después de septiembre, aunque los talibanes declinaron la oferta turca. “Turquía formó parte de las fuerzas de la OTAN en los últimos 20 años, por lo que deberán retirarse de Afganistán sobre la base del Acuerdo que firmamos con Estados Unidos el 29 de febrero de 2020”, declaró un portavoz talibán, instando a Ankara a dejar el país, pese a ser “un gran país islámico” con el que esperan mantener buenas relaciones “a medidas que se establezca un nuevo Gobierno islámico en el país”. No obstante, a pesar de la negativa de los talibanes, el país euroasiático continúa con su plan para expandir su influencia en el país a través de una presencia militar, económica y cultural. De esta manera, Turquía también ganaría dominio en la región de Asia Central.

Las aspiraciones turcas en Afganistán también podrían provocar una mejora de las relaciones entre Washington y Ankara, muy deterioradas en los últimos años. Por el momento, la cuestión afgana ya ha supuesto un acercamiento entre ambos países. “Permanecer en Afganistán no es una responsabilidad que un solo país pueda asumir sin apoyo”, señaló Mevlut Cavusoglu, ministro turco de Relaciones Exteriores. Las declaraciones de Cavusoglu parecen abrir la puerta a una posible cooperación internacional después de la retirada.

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Durante la cumbre de la OTAN el pasado mes de junio, Erdogan y Biden mantuvieron conversaciones sobre cuestiones de interés común, entre ellas Afganistán. “Le expliqué a Biden con franqueza nuestra idea sobre Afganistán. Si se nos pide quedarnos sería importante tener apoyo diplomático, financiero y logístico estadounidense”, declaró Erdogan. El presidente turco añadió también que le gustaría tener de su lado a Pakistán y Hungría.

El encuentro entre los dos mandatarios dio paso a las negociaciones entre Hulusi Akar, ministro de Defensa turco, y su homólogo estadounidense, Lloyd Austin. Durante las conversaciones telefónicas se trató el plan desarrollado por Turquía para administrar y proteger el aeropuerto internacional de Kabul. El Pentágono informó que Akar y Austin “reafirmaron la importancia de proporcionar la seguridad adecuada” en el aeropuerto. Asimismo, acordaron volver a hablar en un futuro próximo.

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La comunidad internacional teme el avance talibán

La milicia talibán controlaría el 85% del territorio afgano, según informan representantes de la organización islamista. Además, las ciudades de Islam Qala y Torghundi, en la frontera con Irán y Turkmenistán respectivamente, están bajo el dominio talibán. La localidad de Islam Qala, en concreto, es un lugar clave para la economía afgana ya que aporta unos 20 millones de dólares al Estado por sus actividades comerciales. Ambas ciudades se ubican en la provincia de Herat, donde los talibanes están llevando a cabo una ofensiva militar. Mohammed Yavad Zarif, ministro iraní de Exteriores, se ha ofrecido a ayudar a solucionar la crisis en su vecino Afganistán. Zarif aprovechó también para subrayar “el fracaso de Estados Unidos” en el país.

Otra frontera que causa preocupación es la que separa el territorio afgano con Tayikistán, que también la controla la milicia talibán. Más de mil soldados afganos traspasaron la frontera con el país exsoviético después de combates en el norte.

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El caos y la inestabilidad que ya está traspasándose a países cercanos ha alarmado a Rusia. Sergei Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores ruso, aseguró que Moscú estaba lista para defender a sus aliados regionales. Lavrov se refirió en concreto a la base militar rusa en Tayikistán. Los países de Asia Central deben hacer frente a la violencia en Afganistán, pero también deben controlar a muchos de sus ciudadanos que planean sumarse a las filas de los talibanes. Tal y como informó Huloberdi Holiknazar, director del Centro Tayiko de Estudios de Asia Central y China, a EFE, “diversos expertos calculan que en Afganistán luchan entre 3.000 y 5.000 yihadistas tayikos, uzbekos y turkmenos”.

China, que hace frontera con Afganistán a través del corredor de Wakhan, y la India han evacuado a sus ciudadanos en el país a medida que las tropas extranjeras han comenzado a retirarse. Pekín, al igual que Teherán, ha señalado a Washington como el principal culpable de la situación. “Estados Unidos hace caso omiso de sus responsabilidades y debes y retira tropas de Afganistán apresuradamente, dejando el desastre y la guerra sobre el pueblo afgano y los países de la región”, declaró el Ministerio de Relaciones Exteriores chino. Asimismo, el ministerio calificó a Estados Unidos como “el culpable original del problema afgano”.

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Mientras los países evacuan a sus ciudadanos y los militares vuelven a casa, la población afgana es quién más sufre el avance talibán. Los últimos atentados en Kabul y Kandahar se han cobrado la vida de varios civiles, aunque son tan solo una pequeña parte de los miles de fallecidos a causa de la guerra. Durante 2009 y 2020 38.000 personas murieron según un informe de la Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán. El pasado año, 5.939 civiles perdieron la vida.

Dentro de la población hay varios sectores especialmente vulnerables, como las mujeres o algunas profesiones. Los traductores, por ejemplo, están en el punto de mira de los talibanes por haber trabajado con las tropas extranjeras durante los años de la intervención. Los periodistas y los políticos también son perseguidos y asesinados.

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Los derechos de las mujeres y las niñas sufrirán un gran retroceso debido a los talibanes. En los últimos meses se han producido ataques contra escuelas femeninas ya que los islamistas se oponen a que las mujeres estudien. “Después de luchar sin descanso durante dos décadas para conseguir que se reconozcan nuestros derechos fundamentales, las mujeres afganas se enfrentan a la posibilidad de ver como se comercia con estos logros”, alerta Amnistía Internacional.

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No obstante, algunas mujeres afganas han salido a las calles con armas para defender sus derechos y luchar contra el extremismo talibán. “Muchas mujeres estamos listas para ir a los campos de batalla. Eso me incluye a mí”, declara Halima Parastish, directora de la oficina de Asuntos Femeninos en Ghor. En las regiones bajo el control de la milicia ya han comenzado a imponer restricciones a la vestimenta de las mujeres, su libertad de movimiento y su educación. No obstante, sus normas extremistas chocarán con la lucha de las mujeres afganas en su intento por mantener y conseguir más derechos fundamentales. 

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