Grandes dificultades para construir la paz en Sudán del Sur

Irene Infante

Pie de foto: Salva Kiir y Rieck Machar en una foto de archivo.

Tras una larga guerra civil y una amplia ronda de negociaciones, el 9 de julio de 2011 Sudán del Sur alcanzó la independencia respecto a su vecino del norte. Tras el referéndum de autodeterminación, el recién nacido país apenas disfrutó de dos años de paz, pues en diciembre de 2013 la guerra civil volvió a asolar Sudán del Sur. En esta ocasión, la ambición por el poder y por el control de las zonas petrolíferas de sus dos principales líderes, el presidente Salva Kiir y el ex-vicepresidente Rieck Machar, que ostentó el cargo hasta su destitución en diciembre de 2013, hizo resurgir la violencia, en un conflicto que plantea grandes dificultades para la construcción de una paz duradera.

El documento de opinión del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) elaborado por el Tcol. Jesús Díez Alcaide realiza un recorrido por los principales acontecimientos desde que comenzó la guerra en el país africano, y establece una serie de interrogantes en torno a la posibilidad de un futuro sin guerra para Sudán del Sur.

A pesar de que el final del conflicto en el país se acordó en agosto de 2015, con la firma de los dos líderes enfrentados del “Acuerdo para la Resolución del Conflicto de Sudán del Sur” en Addis Abeba (Etiopía), el sufrimiento de la población continua. Cuestiones como la distribución de los cargos entre ambas facciones en el gobierno de transición decretado en el acuerdo firmado en agosto y el control del petróleo no permiten la consecución de la paz en el país. Así, las amenazas de sanciones individuales a Salva Kiir y Rieck Machar no han evitado que, de momento, ambos líderes continúen obcecados en continuar la pugna por el poder, y ni siquiera las amenazas de embargo de armas al país por parte de Naciones Unidas han logrado hacer remitir la dureza del conflicto.

Sudán del SurPor otro lado, tal y como destaca el autor el analista del IEEE, Jesús Díez, los violentos enfrentamientos del año 2013 en su capital, Juba, se intensificaron en los estados del Alto Nilo, Unidad y Jonglei, que precisamente son los que tienen mayores cotas petrolíferas. Asimismo, el campo de refugiados de Malakal, en el que habitan 45.000 personas, ha sufrido diversos ataques en enfrentamientos entre las etnias que habitan el país: dinka, nuer y shilluk, lo que no permite garantizar una zona libre de violencia en Sudán del Sur.

Los diversos intereses regionales tampoco favorecen el establecimiento de la paz, ya que mientras países como Uganda han apoyado al bando liderado por Kiir, presumiblemente Sudán ha apoyado al ex-vicepresidente Machar, en un conflicto que ya ha provocado más de 50.000 muertos y 2 millones de desplazados internos y refugiados. Asimismo, la delicada situación económica en Sudán y el riesgo de hambruna en buena parte de su población a causa de la guerra trazan un panorama poco esperanzador.

Uno de los elementos clave del acuerdo firmado en agosto de 2016 por ambos líderes consistía en la creación de un tribunal mixto en el que se juzgasen las violaciones de los Derechos Humanos y los crímenes contra la humanidad llevados a cabo por ambos bandos en esta guerra fratricida. Sin embargo, ni este ni el resto de puntos fueron llevados a cabo hasta enero de este año, cuando de forma sorprendente, Kiir devolvió a Machar la vicepresidencia del gobierno de Sudán del Sur, cuestión que, como señala Jesús Díez, provoca “la reedición del gobierno que llevó al país a una cruenta guerra civil”. De este modo, “en el caso de que ambos vuelvan a convertirse en las máximas autoridades del país, con toda seguridad las disputas volverán a surgir”, lo que alargará aún más la cruenta guerra.

Asimismo, el pasado diciembre Salva Kiir dio a conocer un nuevo mapa para Sudán del Sur, en el que los 10 estados existentes hasta el momento se convirtieron en 28, en un intento por aumentar y expandir el control de los dinka en las zonas petrolíferas. Esta ha sido la excusa que Machar ha aducido al Secretario General de Naciones Unidas al no aceptar el cargo de vicepresidente. Precisamente el febrero pasado, Ban Ki-Moon espetó a ambos líderes que “respetar los términos del acuerdo de paz no es una opción, es una obligación”.

El autor, Jesús Díez Alcaide, sostiene que es necesaria una intervención más efectiva por parte de la comunidad internacional, “aquella que apoyó la independencia de este país africano”, para lograr traer la paz al joven país. Al mismo tiempo, concluye, “los obstáculos y desafíos para conseguirla [la paz] son enormes, pero no insuperables, solo es necesario un compromiso serio y definitivo por parte de todos los agentes implicados”.

Puede leer el informe completo aquí

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