El general al mando del Ejército Nacional Libio pone una condición para retirar oficialmente su candidatura: que sus hijos puedan presentarse a los comicios

Haftar se descuelga de las próximas elecciones presidenciales de Libia

photo_camera REUTERS/ESAM OMRAN AL-FETORI - El general Jalifa Haftar, al mando del Ejército Nacional Libio

Jalifa Haftar está dispuesto a renunciar a la presidencia de Libia. El incombustible general al mando del Ejército Nacional Libio, que mantiene la disputa por el poder con el Gobierno de Unidad Nacional de Abdul Hamid Dbeibah, empieza a dar serias muestras de cansancio. En noviembre cumplirá 80 años, y ha dedicado los últimos nueve a combatir contra todo y contra todos. Desde los remanentes del régimen de Gadafi hasta los Hermanos Musulmanes, pasando por la insurgencia yihadista y los sucesivos Gobiernos interinos auspiciados por Naciones Unidas, que recibieron el reconocimiento de la comunidad internacional. Haftar solo ha tenido enemigos desde que regresara a Libia en 2014. 

El veterano señor de la guerra, máximo exponente del nacionalismo libio y feroz antiislamista, parece haber cedido a la presión de sus aliados. Las potencias regionales que han utilizado Libia como teatro de operaciones desde la caída de Gadafi para debilitar a sus adversarios han reconstruido sus relaciones a través de la diplomacia. Es el caso, por ejemplo, de Qatar y Egipto, dos actores que han respaldado a facciones enfrentadas. Los intereses de Doha y El Cairo, así como los del resto de capitales implicadas en el conflicto, coinciden por primera vez una década después. Todos apuestan de forma unánime por encarrilar el proceso de transición. 

La decisión se gestó en El Cairo. Haftar se encontró allí con un estrecho aliado, Aguila Saleh, presidente del combativo Parlamento de Tobruk, la institución que le nombró comandante en jefe del Ejército Nacional Libio en 2014. En el encuentro también estuvo presente el jefe del Consejo Presidencial, Mohamed Menfi, la máxima autoridad política de Libia. La reunión duró cinco horas. Cinco horas bastaron para convencer a Haftar de que lo mejor era dar un paso al lado, con la presión añadida de la diplomacia egipcia, según revela el diario italiano La Reppublica. El uniformado, sin embargo, puso una serie de condiciones. 

Stephanie Williams

La primera, y la más importante, es que no se vulnere el derecho a presentarse a las próximas elecciones de sus hijos, Sadam y Belkacem. Los dos ejercen como asesores y lugartenientes de su padre. El primogénito buscaba hace unos meses hacerse con el control de las instituciones bancarias del este de Libia para consolidar su base de poder y pagar las facturas del Ejército Nacional Libio, de acuerdo con African Intelligence. Belkacem, por su parte, viajó en marzo a París para reunirse con figuras del entorno de Dbeibah. La prioridad de Haftar es pasar el testigo a su familia. 

Una investigación de Amnistía Internacional acusa a Sadam de estar implicado en numerosos casos de secuestros, homicidios, torturas y otros crímenes contra decenas de opositores del Ejército Nacional Libio. La organización en defensa de los derechos humanos denuncia en un informe reciente las actividades de la brigada Tariq Ben Zeyad, una milicia de corte salafista que dirige el propio Sadam y que forman parte del ENL. Este motivo explica por qué los agentes de la CIA no permitieron que ninguno de los hijos de Haftar asistieran al encuentro celebrado en su base de operaciones de Bengasi entre el general y el director de la agencia, William Burns. 

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La segunda premisa de Haftar pasa por unificar las Fuerzas Armadas, escindidas en las facciones este y oeste. El general aprovechó la presencia en la misma sala de Saleh y Menfi para extender una petición que va encaminada a impedir el acceso al Ejército de militantes islamistas y perfiles radicales, una de sus obsesiones desde que empezara a actuar en solitario en el marco de la segunda guerra civil. Desde su reaparición en Libia en 2014, muchos percibieron a Haftar como el dique de contención que evitó la caída del Estado en manos de los fundamentalistas. Otros, sin embargo, ven en él al principal obstáculo para que cristalice el proceso de transición. 

El que fuera lugarteniente de Gadafi, antes de enemistarse con el régimen de la Yamahiriya y exiliarse en Estados Unidos, aparca momentáneamente sus ambiciones por gobernar Libia. No se conformó con extender su autoridad sobre el este del país, sino que anheló el control de Trípoli, ciudad a la que quiso someter con dos sangrientas ofensivas. Ninguna cuajó. 

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Más allá del estatus político de Haftar de cara a los próximos comicios, que podrían celebrarse en noviembre, según las primeras informaciones, las partes debatieron someter a referéndum nacional todos los acuerdos alcanzados por el Gobierno interino de Dbeibeh con terceros países. Los Memorandos de Entendimiento firmados con Turquía para la exploración y explotación de yacimientos de gas en aguas territoriales libias, que han levantado ampollas en el resto de instituciones al ser percibidos como una concesión de Dbeibeh a Ankara, motivaron la discusión. 

Washington se moviliza contra Wagner 

La reciente visita del director de la CIA a Libia sorprendió a propios y extraños. Washington ejecutó un movimiento de enormes implicaciones para el país y la región. William Burns aprovechó su estancia en Trípoli para transmitir a Dbeibeh la confianza de Washington, pero, y sobre todo, para darle un toque de atención. La celebración de las elecciones, el cometido principal con el que fue nombrado en el marco del Foro del Diálogo Político Libio (FDPL), se trataba de un compromiso prioritario que su Gobierno debía cumplir a toda costa. 

El curtido diplomático estadounidense se reunió después con Haftar, el hombre fuerte de la facción del este, a quien Estados Unidos considera todavía un socio en materia de seguridad. El director de la agencia de inteligencia solicitó al general, que conserva la nacionalidad estadounidense de su periplo en Virginia, que coopere con el Gobierno de Dbeibeh y le permita operar la zona oriental de Libia. Los esfuerzos van destinados a unificar las instituciones, además de salvaguardar las instalaciones petrolíferas, según recogen los medios locales. Burns se mostró insistente en este último punto. Aunque la prioridad de Washington pasaría en última instancia por desplazar de Libia a los mercenarios rusos del Grupo Wagner que operan con la connivencia de Haftar

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