50 años después del cierre del periódico su llama sigue viva entre los periodistas españoles

Hijos del "Madrid"

PHOTO/ARCHIVO - Portada de la edición conmemorativa del diario Madrid

Fue la expulsión del paraíso para una generación de periodistas. Un castigo y un acicate. La llama del diario Madrid, prendida entre los escombros de un periódico literalmente demolido, nunca se ha apagado. Levantada como la antorcha olímpica en relevos ha seguido iluminando la causa de la libertad de expresión y la libertad de prensa en la España del tardo franquismo, la transición y la consolidación democrática.

Cincuenta años después de aquella “Orden de cierre al diario Madrid”, el 25 de noviembre de 1971, cuatro años antes de la muerte de Franco, la lucha de sus redactores continua. Aquellos jóvenes irreductibles perdieron el empleo, pero se contagiaron para siempre del virus de la libertad. Y lo contagiaron a la generación siguiente, y a la otra, haciendo de los periodistas españoles de la Transición un batallón inquebrantable en la cauda de la libertad de prensa empuñando la bandera del Madrid. 

Un infatigable Miguel Ángel Aguilar, que asumió la cabeza de la sociedad de redactores, nunca ha escatimado una posibilidad, una acción para vindicar al Madrid, sus trabajadores y su causa. Así le conocí con la cartera llena de papeles, sentencias, manifiestos en la redacción de la revista Comunicación XXI donde iniciamos la publicación de textos pertinentes para la historia del periódico y su batalla por renacer. Nunca se ha detenido y ahora impulsa con sus colegas el reencuentro de los 50 años de memoria y acción.  

“¿Que hicimos cuando nos anunciaron el cierre?” Miguel Ángel Gozalo se contesta: “Nos pusimos a hacer el periódico del día”. El resultado fue la portada histórica con una noticia bajo la mancheta anunciado el cierre, y el famoso editorial titulado “Adiós…”.  Un adiós, con esos puntos suspensivos que anunciaban este futuro. “Lo que hacemos hoy. Un Madrid que no se acababa”.  

Tras 17 expedientes, llegó el caso De Gaulle. Cuando llegó el articulo a la redacción, Gozalo quería incluso suprimir el nombre del francés y dejar el articulo con un “NO al general”, a secas. El antetítulo de la discordia fue el famoso “Retirarse a tiempo”, que, en aquellos años de obligada lectura entre líneas, también fue entendido por el Régimen. La batalla encabezada por Antonio Fontán y Rafael Calvo Serer para abrir el régimen de Franco, cercanos al liberalismo y al donjuanismo iba a sufrir un golpe de muerte tras ese aldabonazo. El cañón de Fraga- “que disparaba en todas las direcciones” –había dado en la diana. Se cerró el diario y terminarían volándose el edificio que lo albergó.  

Aquella redacción de General Pardiñas era la casa de muchos plumillas, a los que nunca se les secaría la tinta, ni les cerrarían la boca. La casa de papel de Monolo Vicent y su verbo florido, de un Jesús Picatoste (que nunca se marchará), de Pepe Oneto (nuestro corresponsal en el interior), del aire fresco de Juby Bustamante y la madura juventud de Nativel Preciado, la casa de Joaquín Bardavío y su “memorión histórico”, de José Vicente de Juan y sus universitarios, de Ana Zunzarren o Román Orozco. “Me quedé sin trabajo y con dos hijas. Y me metieron una mili de dos años con calabozo incluido” Román que pasó por todas las secciones, que era el más pop del momento, hizo las maletas para ganarse la vida en el Diario de Mallorca, pero siempre volvió. Y nunca cejó en la causa más grande.   

El Madrid les había cambiado la vida, y su cierre les obligaría a un salto mortal en busca de nuevos destinos, nunca fáciles hasta el final del franquismo. Allá donde fueron contagiaron su causa que es la de los verdaderos periodistas. (“La lucha del hombre contra el poder es la de la verdad contra la mentira”). “Allí todos éramos antifranquistas. El objetivo de todos era derribar la dictadura y traer la democracia- dice Nativel - El Madrid fue como un experimento de lo que sería la Transición”. Lo palpaba en primera línea José Vicente de Juan con sus “red de informantes” en las facultades. España vivía su 68+1; en la lucha estaba los estudiantes, los intelectuales, los periodistas…y el personal de talleres  ”Se subía Trevijano a las bobinas de papel para la rotativa y decía. No olvidéis que somos compañeros de viaje…” También era el Madrid, diario de la noche de Cuco Cerecedo y sus memorables crónicas, que también perviven con aire de premio. Y el diario de tantos otros con firma o sin ella. 

En portada del ultimo número se anunciaba premonitoriamente la película de Jack Palance “La brigada de los condenados” Cerró el Madrid, pero no lo parece. El Madrid está en cada uno de los que lo hicieron y siguen pregonándolo. Y en los que cogieron el relevo y entendieron que la cauda del Madrid cerrado era la causa del verdadero periodismo. “El periodismo nunca puede desertar de una causa: la defensa de la libertad”. Medio siglo sin un diario que ha sido noticia cada día. Y lo seguirá siendo. Madrid sigue necesitando una cabecera con su nombre. 

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