Las protestas en Hong Kong han llegado a las canchas de baloncesto de Estados Unidos con las palabras de un ejecutivo de Houston Rockets que han generado controversia

Houston, el problema es China

photo_camera AFP/STR - La leyenda china del baloncesto Yao Ming simboliza las relaciones del país asiático con la NBA.

26 de junio de 2002. Madison Square Garden de Nueva York. Son las 19:30 horas en la Costa Este. El mundo del baloncesto está expectante. Pegados a los televisores, miles de aficionados de todo el mundo siguen la ceremonia del draft de la NBA - el proceso a través del cual cada franquicia selecciona, todos los años, a jugadores sin experiencia en la liga para incorporarlos a sus plantillas. Entre el público, los jóvenes deportistas, la mayoría de ellos universitarios estadounidenses, se muerden las uñas. Los ojos están puestos sobre David Stern, comisionador de la liga. Él es el encargado de ir anunciando a quién han elegido los clubes, según el orden que les haya sido asignado.

El sistema de elección en el draft es complicado y ha experimentado reformas variopintas desde 2002. De todos los jugadores que se presentan candidatos a ser elegidos por un equipo, solo 60 reciben el sí. Los clubes van eligiendo por orden, de modo que los jugadores más codiciados son elegidos en los primeros puestos. Ahora bien: ¿cómo se determina el orden en que los equipos tienen derecho a elegir? A grandes rasgos, el mecanismo se basa en una combinación de resultados deportivos y azar. Dependiendo de su clasificación en el campeonato recién finalizado, a cada equipo se le asigna un cierto porcentaje de probabilidades de hacerse con el derecho a elegir primero. A partir de ahí, los equipos se entregan a un sistema de lotería.

En la edición de 2002, quienes están situados en una posición más ventajosa son los Houston Rockets. La franquicia texana es la que tiene a su disposición la primera elección del draft. Puede elegir al jugador que desee sin riesgo de que ningún otro equipo se le adelante. Cuando llega el momento de la verdad, las palabras que pronuncia el comisionado Stern generan sorpresa y abucheos: “Con el número 1 del draft de la NBA 2002, los Houston Rockets seleccionan a Yao Ming, de Shanghái, China”. ¿Quién es ese?, se preguntan muchos aficionados, que no entienden que su equipo haya elegido a un completo desconocido. Es muy alto, sí -mide 2,29-, pero solo tiene experiencia en China, donde el nivel de juego es muy inferior. Hay quienes, incluso, se burlan de él en público, como la superestrella de Los Angeles Lakers, Shaquille O’Neal.

14 años después, el 10 de septiembre de 2016, Yao vuelve a ser protagonista en otra ceremonia baloncestística. Esta vez, se trata del acto de entrada al Salón de la Fama del Baloncesto; el club más exclusivo al que solo las leyendas de este deporte tienen acceso. A su lado, en una ironía del destino, se encuentra O’Neal, que también ha sido votado para ingresar. Atrás quedaron las dudas y las burlas. Cuatro años después de retirarse, a Yao se le abren las puertas del Olimpo del básquet. En ocho temporadas en la máxima competición estadounidense, acumuló ocho selecciones para el All Star y cinco para los mejores quintetos de la liga. Además, ha sido abanderado olímpico dos veces. Un currículum al alcance de muy pocos.

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Más allá de su acreditada calidad como deportista, Yao se convirtió en una leyenda en su país y en todo el mundo. Fue un pionero. Una de las razones por las que la NBA ha llegado a tantos países diferentes. Y gracias a él, comenzó la luna de miel entre la NBA y China. En el proceso de globalización que ha experimentado la liga estadounidense en las últimas dos décadas, el gigante asiático ha ocupado una posición de privilegio; una relación de amistad que ha ido creciendo hasta el punto de China representa el mayor mercado nacional de la NBA. Sus grandes ciudades han sido destino corriente de los Global Games que organiza cada temporada la liga en diferentes lugares alrededor del mundo; este verano, el país ha sido la sede de la Copa del Mundo de la FIBA, ganada por España. Además, muchos clubes de Estados Unidos tienen acuerdos con equipos de la liga local para jugar partidos de pretemporada.

Es el caso, por supuesto, de los Houston Rockets. El equipo de Yao tiene un predicamento especial entre los aficionados chinos. No solo eso; también ha firmado varios acuerdos de patrocinio con empresas chinas. La textil Li-Ning se ha encargado de confeccionar las equipaciones de los jugadores durante varios años. Algunas de ellas han llevado impresos caracteres chinos para conmemorar el Año Nuevo.
Tormenta en Texas

La relación ha discurrido en paz y armonía hasta este mes de octubre. Un tuit ha desatado una tormenta diplomática con pocos precedentes en la NBA. Daryl Morey, presidente de operaciones de los de Texas, publicó el pasado domingo en su perfil una imagen donde se podían leer las siguientes palabras: “Lucha por la libertad. Apoya a Hong Kong”. Desde hace varios meses, la policía de la ciudad ha estado reprimiendo las protestas públicas que piden al gobierno un mayor distanciamiento de la dictadura de Pekín. Las palabras de Morey han sido la mecha que han hecho estallar al país de la pólvora.

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El alud de críticas que recibió el ejecutivo de los Rockets fue inmediato. Morey se apresuró a matizar el tuit y a dejar bien claro que su opinión era personal y no debía comprometer a la franquicia, pero su rectificación no servido de mucho. Tampoco parece que la declaración de amor que ha enviado posteriormente a los aficionados chinos James Harden, la estrella actual del equipo, haya templado los ánimos.

Las consecuencias han ido bastante más allá del mero enfado de los fans. En la mañana de este miércoles, 9 de octubre, la Policía de Liaoyuan ha informado a través de la red social Weibo la detención de un ciudadano que subió una foto a su perfil ataviado con una camiseta de los Rockets y en ademán de quemar una bandera china. “Vivo y muero por mi equipo. Venid a cogerme”, escribió el usuario.

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Morey también ha levantado ampollas en las altas esferas. Han elevado quejas el consulado de China en Houston y la Federación China de Baloncesto, organismo que, en otra ironía del destino, actualmente preside Yao Ming. Los patrocinadores Li-Ning y Shanghai Pudong Development Bank han anunciado el cese de su colaboración con el equipo de Texas. 

Lo que más preocupa a nivel global, sin embargo, es la televisión. La audiovisual Tencent ha manifestado su intención de eliminar a los Rockets de su programa de retransmisiones para la próxima temporada. Los partidos que deben disputar Los Angeles Lakers y los Brooklyn Nets en Shanghái y Shenzhen esta semana están en peligro; su retransmisión por parte de la cadena pública china CCTV ya ha sido oficialmente cancelada.

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¿Qué dice la NBA?

Hasta ahora, poco. No son muchos los rostros conocidos de la liga estadounidense se han pronunciado explícitamente en defensa de Morey. Más bien al contrario; el tono general se ha parecido más a ‘Houston, tenemos un problema’. El ejecutivo de los Rockets ha sido desautorizado por el propio dueño de la franquicia, Tilman Fertitta. “El daño que han causado las palabras de Morey tardará en repararse bastante tiempo”, ha vaticinado también Joseph Tsai, dueño, precisamente, de los Nets de Brooklyn y uno de los fundadores del portal comercial chino Alibaba. En un comunicado lanzado a través de su página de Facebook, Tsai ha acusado al ejecutivo de los Rockets de estar “mal informado”, al tiempo que ha defendido “la soberanía de China sobre su territorio”. 

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El único en salir al paso para echar una mano a Morey ha sido Adam Silver, actual comisionado de la NBA. El ejecutivo neoyorquino, que tiene programadas varias intervenciones ante los medios en China, ha afirmado en una entrevista a una televisión japonesa que la postura oficial de la liga es de apoyo a Morey: “Existen valores que han sido parte de esta liga desde sus primeros días, y eso incluye la libertad de expresión". A renglón seguido, en un intento de mantener cierta equidistancia, ha introducido el siguiente matiz: “Acepto que también es el derecho de los gobiernos y las empresas chinos reaccionar a esas palabras”. En las últimas horas, Gregg Popovich, entrenador de los Spurs de San Antonio y una de las voces más reivindicativas de la liga, ha criticado sin reservas la censura a la que ha sido sometido Morey.

Una reacción tibia

La reacción oficial de la NBA, que llegó a disculparse en un comunicado por las “ofensas” que causó el tuit de Morey a los aficionados, ha dejado desconcertados a muchos seguidores. No es de extrañar. Tradicionalmente, de entre las grandes ligas estadounidenses, la de baloncesto se ha caracterizado por ser la que más se ha significado ante controversias políticas de distinta naturaleza. Es común que las estrellas de la liga expresen sus preferencias cuando llega el momento de votar en las elecciones presidenciales o en las primarias de un partido político -frecuentemente, el demócrata. El propio comisionado Silver ha instado a los jugadores a dar su opinión sin temor en lo relativo a asuntos como el control de las armas, los casos de presunta brutalidad policial o los derechos de las personas LGBTI+.

En esta ocasión, sin embargo, la historia ha sido distinta. El silencio predominante entre los equipos y jugadores ha resultado ensordecedor a oídos de destacados rostros de la política estadounidense. Ha sido el caso, por ejemplo, de Ted Cruz. El senador republicano por Texas, ferviente seguidor de los Houston Rockets, ha sido bastante claro en su cuenta de Twitter: “Los derechos humanos no deberían estar en venta; la NBA no debería estar colaborando con la censura comunista china”. Sus compañeros en la cámara alta Rick Scott, de Florida, y Ben Sasse, de Nebraska, han respaldado su postura. El presidente Trump, aunque no se ha pronunciado sobre la polémica, sí ha aprovechado la coyuntura para aprobar sanciones contra el país asiático por el tratamiento que dispensa Pekín a la minoría musulmana uigur, que habita en la provincia de Xinjiang.

El descontento ha calado, igualmente, entre las filas demócratas. Julián Castro fue alcalde de San Antonio y secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano durante la Administración de Barack Obama. Ahora, figura en la amplia lista de candidatos a las primarias presidenciales demócratas. El político hispano se ha mostrado de acuerdo con Cruz: “China está utilizando su poder para silenciar a los críticos. […] En Estados Unidos, debemos liderar desde nuestros valores y apoyar a los manifestantes prodemocracia en Hong Kong, y no permitir que ciudadanos estadounidenses sean acosados por un gobierno autoritario”. Se ha expresado en la misma línea el también texano Beto O’Rourke, uno de sus rivales en las primarias: “Por lo único que debería disculparse la NBA es por su descarada priorización de los beneficios sobre los derechos humanos. Qué vergüenza”.

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El dinero, desde luego, es uno de los protagonistas de todo el embrollo. La NBA se juega grandes audiencias y mucho dinero en el mercado chino, en constante expansión. El pasado mes de julio, la liga estadounidense firmó una extensión de cinco años de su contrato con las televisiones chinas por valor de 1.500 millones de dólares. A ello hay que añadir la gran afición que existe en el país por el baloncesto. Solo en 2018, el número de seguidores en redes sociales de la liga se incrementó en 47 millones.

Los medios especializados estadounidenses, efectivamente, apuntan a que las cosas tardarán un tiempo en volver a su ser entre la NBA y China. Una relación de veinte años -y una gran cantidad de dinero- que se tambalean por siete palabras publicadas en un tuit. ‘Fight for freedom. Stand with Hong Kong’.