El político y diplomático escribe ‘Crónicas de la pandemia’, un testimonio que ejerce de valiosa exposición futura sobre los meses más complicados de la COVID-19

Javier Rupérez y su bitácora pandémica

photo_camera Javier Rupérez

“Esta necesidad de salir de nuestras casas a comprar provisiones era en gran medida la rutina de toda la ciudad (…). El comprador llevaba siempre cambio para alcanzar cualquier suma sin tener que llevarse vuelta. Llevaban botellas de esencias y perfumes en sus manos, y todos los medios que se pudieran usar eran usados, pero los pobres no podrían hacer ni siquiera estas cosas e iban contra todo riesgo”. Estas líneas describen las rutinas que durante más de dos meses los españoles tuvimos -y aún tenemos- que llevar a cabo para evitar contagiarnos de la COVID-19.

La cita es del ‘Diario del año de la peste’ de Daniel Defoe, una novela publicada en 1722 que cuenta en primera persona, el día a día que “H.F.”, como firmó Defoe el manuscrito, vivió durante la Gran Peste que sufrió Londres en 1665.

El formato de diario es realmente apropiado si se quiere realizar un análisis pormenorizado de lo que ocurre y, por ello, el libro de Javier Rupérez (Madrid,1941), ‘Las crónicas de la pandemia’ (Sial Pigmalión, pp.274) cobra aún más valor. 

Los comentarios día a día desde el 8 de marzo, cuando llegó a España desde Washington, su residencia habitual, hasta el final del estado de alarma y consiguiente “desconfinamiento”, permiten que el lector recuerde datos y sucesos que por la ingente cantidad de información había olvidado, así como dotar de un análisis sosegado de lo que pasaba en España y en el resto del mundo.

La información precisa y puntillosa de Rupérez, acompañados por un prólogo extraordinario de Vicente Vallés y una introducción de Nicolás Pascual de la Parte, recorre pasajes de su vida cotidiana y personal: su distanciamiento, obligado por las circunstancias, de su mujer e hijas; los paseos con Baloo, el perro de su hermana Paloma, las conversaciones telemáticas vía WhatsApp (“¿qué haríamos sin WhatsApp”, se pregunta el diplomático), con sus colegas y amigos, o el recuerdo de su pequeño pueblo conquense La Puebla de Almenara; y también lleva a cabo un análisis de la geopolítica internacional: el papel de Donald Trump durante la pandemia, las masivas manifestaciones en Estados Unidos pidiendo justicia racial, las políticas de la Unión Europea y el fondo de recuperación o la responsabilidad de China en la pandemia.

Capítulo a capítulo, el conteo de muertes cercanas al expolítico y diplomático (fue embajador de España ante Estados Unidos, ante la OTAN y ante la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa), comenzando por el conde de Griñón y terminando en unas páginas emotivas con el fallecimiento de la conquense Consuelo Ruipérez, ponen nombre y apellido a los miles de pérdidas sufridas en España como consecuencia del virus.

Rupérez no se anda con rodeos. Las críticas al Gobierno “social-comunista” son taxativas y constantes. Dijo Nietzsche: “No hay hechos, solo hay interpretaciones” y para el que fuera senador y diputado por Cuenca, la privación de libertad durante los meses más duros de la pandemia fue un secuestro. 

“Así estoy. Así estamos. Y puesto a ello no me resisto a reclamar en mi persona la rareza de haber sido el único ciudadano español dos veces en su vida, con esta ya serían tres, víctima de un secuestro. Me lo recordó Calvo Sotelo en la noche aciaga del golpe del 23-F”, cuando el que ese día estaba siendo votado para presidente de Gobierno le dijo que era el único hombre en ser secuestrado dos veces: primero por la izquierda abertzale y, después, por la derecha golpista.

Realizar este diario cotidiano de sus quehaceres, sesiones deportivas y cinematográficas acompañado por Allen, Hitchcock o Welles, y sus pensamientos puede ser un intento de conseguir certezas en un momento donde la incertidumbre eclipsa el futuro.

“Antes del comienzo de la crisis, pero cuando ya se barruntaba la posibilidad de su llegada, y ciertamente antes de que llegara el confinamiento y podíamos charlar con amigos y conocidos sin temor a contagios u otras varias desgracias, los próximos me preguntaban si en mi memoria existía algo comparable a lo que se había producido en China y estaba a punto de estallar en España. Mi respuesta era, y sigue siendo, taxativamente negativa”.

No sabremos lo que ocurrirá en unos meses. La pandemia ha desmontado la realidad política, económica y social y el devenir está en el aíre. Pero ‘Las crónicas de la pandemia’, nos permitirán volver al testimonio valioso que marca un periodo sin precedentes en el recuerdo ciudadano.

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