El reputado cronista cinematográfico conversa con Atalayar sobre ‘Un blues para Teherán’, su ópera prima

Javier Tolentino: “Desde la poesía se puede lograr la verdad mucho más que desde el periodismo”

photo_camera PHOTO: IRIS MARCOS / ATALAYAR - Javier Tolentino, director de 'Un blues para Teherán'

Javier Tolentino es como un libro abierto. Su discurso está envuelto en la sabiduría y, al mismo tiempo, en la ligereza de quien ha sabido conjugar un trabajo duro y sistemático con una pasión difícil de igualar. En España, hablar de cine independiente es hablar de este cronista que lleva a los mandos de ‘El séptimo Vicio’, en Radio 3, más de dos décadas. Recientemente, él y su programa han recibido la Espiga de Honor en la Seminci de Valladolid; un reconocimiento a toda una vida de esfuerzo y buen hacer.

Después de tanto tiempo como testigo privilegiado del mundo del celuloide, era natural que le picase el gusanillo de probarlo en sus carnes. Actualmente, Tolentino trabaja en 'Un blues para Teherán'. Su ópera prima es un retrato de la sociedad iraní que huye de la épica y, a través de la poesía, el humor y el amor, muestra una imagen desconocida para el público general. Atalayar charla con él sobre su película, pero también sobre Irán, cineastas como Abbas Kiarostami y la crisis del periodismo.

P.: Lleva 20 años al frente de ‘El séptimo vicio’, en Radio 3. Ha estado siempre en contacto con el cine y, más en concreto, con el cine independiente. ¿Qué siente al situarse detrás de las cámaras?

R.: Pues es muy divertido. Tienes los nervios de si das con la tecla del lenguaje que quieres expresar. En el fondo, todo lo que hacemos por la vía de la representación, bien sea desde el periodismo, la literatura, el cine, la música, es encontrar un tono, un lenguaje. Esa ha sido mi máxima preocupación, pero creo que lo he encontrado. Un poquito de culpa la tiene el tema que he elegido, que me ha interesado desde hace mucho tiempo.

P.: ‘Un blues para Teherán’ es documental, pero también tiene rasgos de una pieza de ficción. ¿Cómo describe esa mezcla de estilos?

R.: En el fondo, tiene el tono que a mí me gusta darle. Cada día, los géneros son más híbridos, en el cine y en el periodismo. El cine de no ficción bebe de muchas fuentes. Paradójicamente, una de ellas es la ficción. Cuando cuentas con personajes y actores que quieres que los encarnen, estás interpretando la realidad representada. Desde ahí, juegas un poquito con los recursos de la ficción. No obstante, la máxima definición es de un cine documental, un cine de no ficción que bebe de las fuentes del cine persa.

P.: Lo que ha hecho usted es cine independiente, incluso en su financiación, ¿no? Cuéntenos cómo ha sido esta historia.

R.: Sí. A mí no me gusta este término de cine de guerrilla, que consiste en que, cuando no hay más remedio, coges una cámara y te pones a filmar, como diría Werner Herzog. Estamos en un sistema que requiere un dinero para hacer las cosas. El proyecto de la película es un proyecto profesional en el que cuestan dinero los viajes, los hoteles, los desplazamientos y, por supuesto, los trabajadores. Es importante contar con buena gente, cada uno en los oficios que componen el cine, y que esa gente cobre por el trabajo que hace: el músico que hace la banda sonora, cobra; el director de fotografía, cobra. Nosotros contamos con ayudas importantes de las administraciones valenciana y estatal. Aparte, tenemos una partida a través del crowdfunding, porque nos gusta la participación de ese entorno del cine independiente o de autor que está detrás de las comunidades que representamos: de Filmoteca Española, de Radio 3… Hemos conseguido, que participen en la producción del proyecto a través de muy pequeñas cantidades: 15 euros, 10 euros… 

Irán siempre ha despertado una emoción especial en Tolentino, hasta el punto de que ha sido su inspiración para debutar tras las cámaras

P.: La película se ha rodado en Irán. A título personal, ¿cómo se ha sentido cuando ha estado allí trabajando?

R.: Estoy loco por volver. Tenemos ya un buen corte hecho de la película y tengo ganas de volver. Cuando estás construyendo, deben tener una cierta emoción porque si no, no te va a salir. Nosotros llevamos cuatro años levantando el proyecto; cualquier película independiente tiene un proceso de cuatro años mínimo. No te desenganchas nunca, porque cada etapa de la película tiene una tensión distinta y diferente. Nos faltan todavía dos o tres cosas y sabemos que tenemos que estar allí. Si el proceso de micromecenazgo tiene éxito pronto, puede ayudar a que las etapas de marketing y comunicación se cubran. 

P.: Dejando de lado el tema de la financiación, ¿ha sido fácil el trabajo sobre el terreno? Muchas veces, tenemos la imagen de la película ‘Argo’, de que hay que ir en una expedición enorme y no es así.

R.: No, no es así. Al contrario. Hay que ir prácticamente en la soledad, con un equipo muy reducido, muy pequeñito. Tiene el detrimento de que, a veces, no tienes la perfección en el sonido que tú querrías; pero claro, no te puedes presentar en el Caspio con un camión. Hay que ir escuchando, con humildad. No es la primera vez que llegamos a Irán, llevamos yendo allí 15 años a través de festivales de cine, de entrevistas con directores… Así, no te estás inventando la película; estás revelando el conocimiento previo que tú ya tenías. ¿Esto lo puedes hacer en China, por ejemplo? Pues no, porque tienes una relación con la cultura iraní a través del cine y a través de la propia poesía y de los 20 años que llevas con esto que no lo tienes con los chinos y no te despierta la misma emoción.

P.: Ha sido esa emoción la que le ha impulsado a hacer esta película, ¿verdad? 

R: Exactamente. En principio, iba a ser un librito, un diario, pero cuando estás allí, te das cuenta de que no te sale, de que no es esa la vía o el lenguaje adecuado para contar lo que quieres. Cuando tú estás viendo los amaneceres en el Caspio o en el delta, esa imagen, te das cuenta de que eso es lo que quieres construir.

P.: Hablemos del título: ‘Un blues para Teherán’. Usted, cuando lo eligió, ¿qué sensaciones quería despertar?

R.: En principio, se iba a llamar ‘Persia on air’, que era el primer título oficial y burocrático de la película. El primer guion nace a raíz de un cronista de la radio que ve de cerca Irán desde hace mucho tiempo buscando viejas canciones persas. Ese era el punto de arranque. Yo trabajaba mucho en esa línea y no me sentía cómodo. Me salía la vena periodística, de reportero, casi de comentarista de televisión. Había algo que no funcionaba. Entonces, pasé por el laboratorio de trabajo del Festival de San Sebastián y salí de allí con un nuevo título y una nueva sensibilidad. Sobre todo, con la necesidad de quitarme la chaqueta periodística y enfundarme un poco la de cineasta, aunque te entra un poco de pudor, sobre todo después de veinte años de trabajo como cronista cinematográfico. Me costó, pero, en ese momento, me di cuenta de que todo tenía que cambiar. Me acordé de una canción del trompetista libanés Ibrahim Maaoluf. Se llamaba ‘Beirut'. Cuando la escuché en la soledad de un garaje de Europa, me vino todo el lamento, las heridas y la derrota de un país tan maravilloso como es Líbano. Me parece que me dio el punto para construir también el sentimiento de derrota de Irán a través de un tema, una canción triste como es el blues.

Javier Tolentino en la puerta de Alcalá

P.: ¿De dónde le viene a Irán esa tristeza?

R.: Bueno, es un pueblo contradictorio. Es un pueblo de los que ha construido la cultura occidental, pero no le ha valido la palabra, ni el discurso poético, ni hacer las mejores alfombras del mundo para que su organización social como país responda a esa sensibilidad poética. Esa es la tristeza que ves al acercarte al pueblo persa: un gran país con grandes recursos en el que Occidente ha metido mano, como siempre, y lo ha expoliado hasta dejar nada. Ha metido mano en su política, pues los británicos pusieron a un rey [el sah] para que fuera una especie de gerente que les dejara aprovecharse de los recursos. Cuando obtienen su independencia y su propio proceso político, sigue estando Occidente reclamando su petróleo y convirtiendo al país en un punto bélico y de enfrentamiento que le impide poder seguir construyéndose. De ahí la tristeza. 

P.: ¿Tiene también una vertiente más optimista este blues?

R.: Claro. No nos quedamos en la tristeza. A través del humor y de los personajes, creemos en el futuro de Irán. Porque un pueblo con tanta poesía, no puede quedarse en el barro.

P.: Hablemos de esos personajes. Hay uno que, a priori, parece particularmente interesante, dotado de mucha fuerza. Es Asghar, el pescador del Caspio. ¿Qué nos puede contar sobre él?

R.: Pues, aunque la película es muy descriptiva, tiene un discurso político sobre Irán. No queríamos que este discurso viniese desde la intelectualidad, desde la ideología o desde la universidad. Queríamos que descansara en la gente más humilde. Asghar no sabe leer ni escribir, pero te puede citar versos de los poetas. Asghar te habla del amor, de lo que significa la muerte para él, o el Estado, o la posible guerra con Occidente. Toca todos los temas fundamentales del ser humano. No sabe leer y escribir, pero tiene un discurso político que, a mí personalmente, me interesaba; mucho más que contactar con los grandes especialistas o los políticos persas.

P.: Esa política de la calle…

R.: La intrahistoria, que diría Unamuno, ¿no? Porque cada persona tiene su discurso político, todos somos políticos.

P.: Otro de los protagonistas es Erfan, que es un joven artista, soñador, que está en apuros para sacar un proyecto adelante. ¿Usted se ha sentido identificado con él?

R.: Sí, me he sentido identificado con él. No tanto por los problemas que tiene para conseguir hacer su película, sino porque él está en comunicación con la derrota. Irán es uno de los países que han creado la cultura occidental y, sin embargo, vive en una situación caótica, en una situación muy complicada y difícil. Erfan representa una metáfora del país. Es un hombre con un talento increíble, con una poesía y un sentido del humor que nos puede relacionar casi con Chaplin, con cineastas palestinos, con ese cine que se basa en el sentimiento del humor para la denuncia social. Sin embargo, Erfan es un hombre que no sabe organizarse; ese problema de desorganización caótica es lo que lo dibuja como un hombre dentro de un laberinto perdido como es Irán. Él tiene problemas porque vive en la sociedad en la que vive y, además, porque es un hombre muy honrado y no pueden entrar en su cabeza temas como el mercado. Hace falta que Irán sea una democracia para que tenga colaboraciones industriales y cinematográficas con el resto del mundo. Sin esas colaboraciones, el laberinto burocrático y administrativo es muy complicado, y de eso se queja este protagonista, que está perdido en su laberinto.

P.: Erfan no conoce el amor, pero ha leído mucho sobre él, ¿no?

R.: Dice que no lo conoce. Una cosa es lo que él dice y otra cosa es lo que es en realidad. 

P.: El amor es un tema central en ‘Un blues para Teherán’…

R.: Es fundamental, amor y humor. Claro que sí: este Asghar habla desde el amor. Habla desde el amor a su esposa, a su hijo… El amor. En cuanto que habla desde el discurso amoroso, está en relación con la verdad mucho más que su presidente de Gobierno.

Entrevista a Javier Tolentino cafetería

P.: Ha hecho usted referencia al humor. En alguna ocasión, usted ha citado la tragicomedia ‘Intervención divina’, de Elia Suleiman, como una inspiración. ¿Cómo puede el humor ayudarnos a contar una historia?

R.: Ojalá, ojalá que ‘Un blues para Teherán’ tenga un 10% del cine de Elia Suleiman. Hemos estado con él hace poco en Sevilla. Sí, el lenguaje sobre el que se apoya la película quiere huir de la épica. El humor es una vía de escape fantástica, utilizada no solamente por Elia Suleiman, sino también por Chaplin. La denuncia social y política desde el cine y la comedia puede tener mucha fuerza y gravedad. En España, creo que sabemos algo de eso, con gente como Pedro Almodóvar. 

P.: En todo caso, su película también tiene mucho de poético, ¿no?

R.: No hay más remedio que apoyarse sobre la poesía, porque, en Irán, das una patada a una piedra en Irán y salen centenares de poetas. La poesía es algo mucho más que literatura en Irán; es también una forma de interpretar la vida. La película se apoya mucho en la inspiración poética que revela una mujer que se llama Sirin Salehi, una mujer persa que lleva aquí en el exilio mucho tiempo. Es una de las claves desde el punto de vista de la imagen y de la estética. Entonces, si te apoyas mucho en la épica del país persa y en la poesía, puede salir algo muy divino. Aparte, el discurso de toda la película tiene un poso poético porque no me gusta el relato. Para no caer en el reportaje periodístico, tienes que huir un poquito de la información y quedarte en manos de la descripción: el paisaje, la banda sonora, los sonidos del Caspio… Es un derrame poético.

P.: En la historia de Irán, esa poesía se ha manifestado de muy diferentes formas. ¿Alguna fuente que quiera destacar?

R.: Sí, el cine. Desde los años 60, el cine en Irán muta. Deja de interesarse por el cine hindi, que era su principal fuente, y empiezan las primeras películas iraníes con contenido social, influidas por la ‘nouvelle vague’ y el neorrealismo italiano. Ahí empieza el nuevo cine iraní y empieza a llegar a mis manos: Babak Payami, Abbas Kiarostami, Jafar Panahi… Todos los grandes cineastas iraníes que nos han formado en el cine documental. Te vas a Irán e Irán es justo lo que cuentan esos cineastas con su lenguaje, no se inventan nada: lo tienen todo en el Caspio, en las montañas nevadas… O, si no, la continua referencia que tiene el cine iraní a los coches porque son el espacio de libertad que tienen allí, donde se pueden contar las cosas. Mi línea con la naturaleza de Irán y con las personas cotidianas me viene directamente por la influencia del cine iraní.

P.: Precisamente, a Erfan lo vemos en un coche cantando, que nos recuerda un poco a ‘El sabor de las cerezas’ de Kiarostami, ¿no? ¿Por qué es tan especial este cineasta para usted?

R.: [Resopla] Uf, es como si me preguntas ‘¿por qué es tan especial Miguel de Unamuno, Ortega y Gasset o María Zambrano?’. Abbas Kiarostami es algo más que un cineasta; es un poeta, un pensador. Lo decía Scorsese; es muy posible que, en los últimos 20 o 25 años, haya sido el gran renovador del lenguaje cinematográfico. Es un hombre sabio con el que yo he trabajado bastantes años y en bastantes sitios: en Murcia, en La Habana, en Barcelona… No es un tema de influencias, y tampoco me considero yo discípulo de nadie. Pero sí que es un hombre fundamental en el cine de nuestro tiempo. Cómo no me va a influir a mí.

P.: Desde luego. Quería preguntarle también por Patricio Guzmán, cineasta chileno que ha trabajado muchos temas políticos sin hacer un trabajo periodístico. Usted ha bebido mucho de él, ¿no?

R.: Claro, sobre todo por lo que hablabas antes de la querencia poética. Patricio Guzmán lleva siendo el notario de la derrota del pueblo chileno y de Allende desde su primera película, ‘La batalla de Chile’, hasta lo último de lo último, que es ‘La cordillera’. ¿Cómo no te van a influir Patricio Guzmán o Fernando Pérez, que ha sido una de las personas con las que he trabajado para este proyecto? Descansa todo el discurso de mi película en un cine documental en el que las metáforas son la propia mirada. En otras palabras, la forma de acercarse a la verdad de lo que estoy contando solamente es posible a través de la poesía. No es posible a través de la opinión, ni de la información… No se trata de hacer un estudio de investigación periodística ni histórica. Lo que se graba son metáforas a través de la película que conforman y construyen este blues, este estilo.

Entrevista a Javier Tolentino

P.: Desde el punto de vista periodístico, Irán está siempre en los titulares y en las páginas de internacional, pero por lo que usted nos cuenta, da la sensación de que no tenemos ni idea de lo que ocurre allí.

R.: No tenemos ni idea de lo que pasa en Irán ni de lo que pasa en ningún sitio. Ni mucho menos. Claro, hay que diferenciar entre el pueblo iraní, el Gobierno y los intereses que hay sobre el país. Es lo que hablábamos antes de cómo Occidente ha metido mano: intervienes en cualquier barrio, en cualquier casa, en cualquier familia y ya no vuelve a ser igual. ‘La intervención divina’ que dice Elia Suleiman está en muchos países del mundo: Chile, Colombia, Bolivia… Están siendo intervenidos por Estados Unidos y Europa mira para otro lado.

P.: ¿Por qué?

R.: Porque el periodismo se ha convertido en un aparato de propaganda. Los medios de comunicación están al servicio de los intereses del capital que los controla. Tenemos intereses tan fuertes en Occidente que, cada vez que se habla de Irán, parece que son los demonios que andan ahí con el rabo detrás de las piernas. De hecho, otro de los títulos con los que a mí me hubiese gustado trabajar en esta película es ‘Los enemigos de Dios’. Si esto son los enemigos, que venga Dios y lo vea, ¿no? Porque no hace falta viajar por Irán para darse cuenta de ello. Sin embargo, no se cuenta a los lectores y a los oyentes por qué están en el estado que están. 

P.: ¿Podemos cambiar, hacer un periodismo más humano?

R.: Sí, podemos cambiar. No se trata de que sea más humano, se trata de que sea más independiente. Yo con eso me conformo. Realmente, es como el cambio climático: no puedes cambiar el clima en todo el planeta si no cambias la política. Para que los periodistas podamos trabajar de una forma independiente, la sociedad nos tiene que proteger, pero no porque seamos guapos, jóvenes o mayores, sino porque somos periodistas, porque debemos ser independientes y no podemos estar en manos de los bancos.

P.: Así debería ser, pero parece complicado.

R.: Al final, la verdad siempre es la gran víctima de todo este asunto. Y solo el cine lo está desvelando. Y no solo en Irán, ¿eh? Con cualquier tema, el cine está desvelando verdades. Y esto es algo milagroso; el periodismo es más barato que el cine, pero el cine sí demuestra un compromiso. ¿Por qué? Por lo mismo que hablábamos de la revelación poética. Porque desde la poesía se puede lograr la verdad mucho más que desde el periodismo. Hay cosas que no se pueden definir a través de las noticias y de la información, pero desde el arte sí. Desde la pintura, Goya nos contó lo que pasó el Dos de Mayo; desde el cine, desde Godard a Patricio Guzmán, se está revelando lo que pasa en el mundo.

P.: Paradójico, ¿no? Aquellos que tienen que ser los guardianes de verdad, los periodistas, a veces no lo son; y los cineastas, que se supone que trabajan más con elementos de ficción, alcanzan antes esta revelación. 

R.: Si no quieres saber lo que pasa, lee un periódico. Si quieres saber lo que pasa, lee un libro. Es así. El arte y la literatura sí tienen más relación con la verdad. Y si quieres realmente tener un contacto con la verdad desde el punto de vista humano, te tienes que relacionar con el amor. Pero con el amor, ¿eh? No con el trapicheo que vemos por la calle. Porque eso sí que es una verdad poética.

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