El exministro del Gobierno de España repasó para el programa Atalayar de Capital Radio la actualidad política internacional

Josep Piqué Camps: “Es un error alimentar la sensación de fracaso de la Unión Europea”

Atalayar_Josep Piqué

El presidente de la Fundación Empresarial Iberoamericana, Josep Piqué, ha repasado en los micrófonos de Atalayar, en Capital Radio, la actualidad internacional. El expolítico y empresario español, que fuera ministro de Industria, Asuntos Exteriores y Ciencia y Tecnología del Gobierno de España, ha abordado el futuro al que se enfrenta Europa y cómo los países deben aunar sus esfuerzos frente a los enemigos, que son muchos, a los que se enfrenta la Unión Europea. Por otro lado, Piqué ha querido remarcar que Iberoamérica se encuentra en un momento de crisis multidimensional, ya que no solo se está viendo afectada por una crisis sanitaria sino también por una crisis social. Por otro lado, el presidente de la Fundación Empresarial Iberoamericana ha dado las claves sobre voluntad de China y de Rusia de debilitar a Occidente y de esta forma hacer que su capacidad de influencia sobre el resto del mundo disminuya.

Josep Piqué nació el 21 de febrero de 1955 en Villanueva y Geltrú, capital de la comarca de Garraf. Estudió Ciencias económicas y empresariales, así como Derecho, en la Universidad de Barcelona, centro en el que fue profesor e impartió clases de Teoría Económica. Es un expolítico, economista y empresario español, ministro de distintas carteras durante los Gobiernos de Aznar, de 1996-2004. Desde diciembre de 2007 hasta agosto de 2013 fue el presidente de la compañía aérea Vueling. El 1 de octubre de 2013 fue nombrado consejero delegado y vicepresidente segundo de OHL.

Se prodiga mucho por la prensa, con numerosos artículos cada vez más enfocados en política exterior y geoestrategia.

Bueno, cada vez es más difícil discutir la trascendencia de lo que está pasando en el mundo en nuestra vida cotidiana e intentar abstraernos de lo que pasa por el mundo, no sólo es una falta de interés intelectual, que puede ser criticable, sino que constituye un profundo error. Hoy, por ejemplo, el mundo empresarial, aunque trabaja en el mercado interno, necesita saber en qué contexto se mueve, porque de eso dependen muchísimas cosas; los costes financieros y la evolución de los tipos de interés, la evolución de la política fiscal y tributaria, etc. Hay tantas cosas que se nos escapan del ámbito nacional que hay que mirar al exterior.

Tenemos una Cumbre Iberoamericana que no va a poder ser presencial, por la situación de la pandemia, habrá una serie de líderes que van a estar presentes, pero la inmensa mayoría van a participar por videoconferencia, pero ya que es presidente de esa Fundación Iberoamericana Empresarial, ¿nos pude hacer un análisis de la situación en Iberoamérica?

Iberoamérica está en un momento de crisis multidimensional, esto no es una crisis sanitaria, sino que es una crisis económica muy seria. Por lo tanto, tiene unas consecuencias sociales dramáticas y también unas consecuencias políticas. En Iberoamérica ya debemos tener en cuenta que una parte importantísima del mercado laboral trabaja en condiciones de informalidad. ¿Eso qué quiere decir?, que la presencialidad, el salir a la calle todos los días, es imprescindible si uno se quiere alimentar todos los días. Con lo cual las medidas de confinamiento o las restricciones de movilidad son muy difíciles de aplicar. Por otra parte, Iberoamérica es un concepto evidentemente geográfico, histórico, cultural, lingüístico, compartimos el español y el portugués, hay un sentimiento de comunidad, pero desde el punto de vista de su capacidad de integración, tanto política como económica, están en una fase muy atrasada. Es cierto, que la Alianza del Pacífico tiene un plan que es atractivo y moderno, pero que pasa por la crisis derivada de la situación política de algunos de esos países. En este momento estoy pensando en México, pero también estoy pensando en Perú, con lo que vaya a suceder en la segunda vuelta de las presidenciales. Por otro lado, Mercosur tiene muchísimas dificultades, veremos si somos capaces de cerrar y poner en práctica el acuerdo con la Unión Europea, que no va a ser nada fácil. Ahora mismo, existe una iniciativa que se llama “Sistema de Integración Centroamericana”, pero Iberoamérica no tiene conciencia de comunidad, de sujeto político en sí mismo. Si lo comparamos con nuestro país, con Europa o con los países americanos, han tenido que hacer frente a la crisis con enormes incrementos de gasto y, por lo tanto, con una presión muy fuerte sobre los déficits y los niveles de deuda. Pero si el extraordinario paraguas que tenemos los españoles gracias a nuestra pertenencia a la Unión Europea, es perfectamente demostrable que, si no estuviéramos bajo el paraguas del Banco Central Europeo, hoy España tendría una situación muy cercana a la quiebra. Existiría una imposibilidad de acudir a los mercados extranjeros internacionales para financiar los incrementos de déficit y de deuda y, por lo tanto, viviríamos una situación muchísimo más dramática. Eso es exactamente lo que le pasa a buena parte de los países iberoamericanos. Se pueden hacer cosas incrementar el papel del Banco Interamericano de Desarrollo, o del Banco de Desarrollo de América Latina, que el Fondo Monetario Internacional emita derechos de giro especializados para financiar los incrementos de deuda de los países iberoamericanos, se está trabajando en esa dirección, pero evidentemente se encuentran a años luz de nosotros y con un margen de maniobra más pequeño.

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En España estamos esperando un paquete importante de fondos de reconstrucción, pero, le voy a enfocar la pregunta con el titular que leíamos en portada de uno de los principales periódicos nacionales, quiero saber si está de acuerdo o no. El titular decía “Europa de ser envidiada a ser el hazmerreír mundial”, aquí entra la clave del fracaso de la campaña de vacunación en Europa, pero ¿está de acuerdo con ese pesimismo sobre la gestión de la Unión Europea?

No, creo que hay que hacer autocrítica respecto a problemas que han surgido con el plan de vacunación. A pesar de todo, sigo pensando que haber generalizado las decisiones ha evitado males mayores. Como sugería al principio de la pandemia, que cada país por nuestra cuenta intentábamos resolver nuestros problemas en una especie de mercado persa, cada uno iba a lo suyo y eso sí que hubiera sido letal para la solidaridad europea. También es cierto que la situación se está normalizando y que a lo mejor llegamos un par de meses más tarde que los demás. Es un error alimentar la sensación de fracaso de la Unión Europea, porque bastantes enemigos tienen ya en la Unión Europea. Actualmente, hay muchos poderes en el mundo interesados en debilitar este proyecto, porque es un proyecto fundamental para lo que llamamos Occidente, para el vínculo Atlántico y la alianza con Estados Unidos. Mi temor, y eso lo he escrito hace relativamente poco, es que estemos alimentando una especie de suicidio de Europa. Los problemas a lo largo del siglo XX, en las guerras mundiales, han dejado jirones enormes de la capacidad de Europa para influir en el mundo. Ahora es diferente, pero no podemos suicidarnos como proyecto político porque eso significaría que dejaríamos de ser relevantes. Cada país por separado, por importante que sea, aunque sea Alemania, no puede competir con las grandes potencias como Estados Unidos, China o con la propia Rusia. Ahora, hemos asistido a un importante episodio, que también ha supuesto una crítica, y hay una parte importante de razón, pero precisamente yo saco una conclusión contraria, me refiero a los episodios del Kremlin con la visita de Josep Borrell. Europa ha hecho el ridículo, no hemos estado a la altura, pero no lo hemos estado porque todavía no hemos construido una política exterior común suficiente. La respuesta no es replegarnos en nosotros mismos, sino precisamente insistir en que lo que tenemos que hacer es profundizar en el proyecto político. Al final, Europa no se puede limitar a ser un área de libre comercio o a ser un mercado común, eso era lo que era al principio, Europa solo tiene sentido si somos percibidos desde fuera como un sujeto político relevante.

Hablaba usted de Europa y el 9 de mayo va a dar comienzo una conferencia sobre el futuro de Europa y aquí en España los medios de comunicación estamos en otras lides más domésticas. Es una conferencia que tiene como objetivo conseguir unas reformas muy importantes que, por cierto, si se cumple el calendario, podríamos tener en el año 2023 el Tratado de Madrid. En España, no hay un debate donde la juventud pueda participar y esa conferencia sobre el futuro de Europa no se promueve ni en los medios de comunicación, ni desde el Gobierno.

Estoy de acuerdo en que la conferencia no está en el debate público y político, no solo en España, sino prácticamente en toda Europa. Probablemente porque estamos en unos momentos en los que la tendencia es el ensimismamiento y al concentrarse en los problemas internos de cada uno, que son muchos, pues nos llevan a prestarle menor atención a algo que puede tener enorme trascendencia. Por otra parte, también es verdad que la anterior experiencia, la llamada Convención Europea, que estaba encargada de redactar la Constitución Europea, en una convención presidida por el antiguo presidente francés, al final se nos ha olvidado que la Constitución la aprobamos los españoles en el referéndum. Finalmente, el proyecto murió por el rechazo de los referéndums que se dieron en Francia y en los Países Bajos. Eso es un recuerdo que pesa, pero creo que hay que hacer un esfuerzo entre todos, también los medios de comunicación, pero, sobre todo, por parte de los poderes públicos, para transmitir a la sociedad que lo que se está debatiendo ahí forma parte de nuestro futuro, y que no son cuestiones lejanas y que no nos atañen. Al contrario, pueden ser conclusiones que después se apliquen a través de un tratado y que van a ser muy determinante respecto al funcionamiento de la Unión Europea y a la continua gestión de soberanía que el proyecto comporta. España también es muy importante, pero si estamos convencidos de que nuestro futuro pasa por una Europa más integrada, debemos ser conscientes, la sociedad española debe ser consciente, que eso supone transferencias de soberanía. Además, hasta ahora hemos hecho, hemos transferido la soberanía sobre la política monetaria, que no es precisamente una cosa baladí. Todo ese tipo de consideraciones creo que hay que hay que ponerlas en el debate cotidiano y ahí la responsabilidad de los poderes públicos y, en concreto, la responsabilidad del Gobierno es fundamental. No podemos dejar que cuaje la idea de que Europa está ahí para ayudarnos cuando tenemos dificultades y para darnos dinero cuando lo necesitamos. Tenemos que ser sujetos activos de la formación de la voluntad y de la toma de decisiones el conjunto de Europa. No podemos ser simplemente receptores pasivos de la solidaridad europea cuando la necesitamos. Hay que decir que la solidaridad solo tiene sentido si existe un ejercicio de responsabilidad. Y eso vale para todo, para las reformas, para la manera estructural que nos pide Europa, para ser rigurosos con la deuda, nadie discute que ahora tendríamos que incrementar el gasto, pero en algún momento tendremos que volver a la senda de sostenibilidad. Nuestra deuda vieja exige compromisos amplios, por eso creo que es importante que se haga un esfuerzo para construir y reconstruir si se quiere. Hay muchos momentos de nuestra historia en los que han existido consensos sobre nuestra política exterior y, sobre todo, sobre nuestro papel en Europa. Hoy, lamentablemente, eso no existe y el clima político no ayuda. Estamos ante un clima de división, de confrontación, de polarización y los que sufren son los consensos. En estas cuestiones hay que construir las ideas de acuerdo con todos, porque van mucho más allá de los gobiernos concretos y, por lo tanto, van mucho más allá de la alternancia política propia de la democracia. Cuanta más gente haya comprometida en cosas que necesitamos, pues mucho mejor.

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Con lo de Díaz-Canel, que es un chico relativamente joven y me recuerda a Deng Xiaoping, cuando en el año 78 recogió el descontento de la población china con las políticas de Mao Tse-Tung, que era un tipo desde el punto de vista económico desastroso y Deng Xiaoping, hizo unas reformas muy importantes que, a partir del año 78, cambiaron lo que era China maoísta. También lo intentó Cuba en la crisis del 89, cuando cayó el muro de Berlín, Fidel Castro intentó hacer una economía más abierta porque hubo una crisis hasta el año 93 bastante profunda. A partir del 93 y hasta el 97, Fidel Castro abrió la economía al mercado, a la inversión extranjera, a la iniciativa empresarial. ¿Díaz-Canel va a ser el Deng Xiaoping que va a cambiar Cuba?

Se me hace difícil pensarlo, porque claro, las cosas no son comparables. Desde el punto de vista político, pero también histórico e intelectual. Por lo tanto, nada que ver con el señor Díaz-Canel, que, con todos los respetos, es un desconocido fuera de Cuba. En Cuba le llaman el puesto a dedo, los cubanos, son muy dados a los apodos, pero este es particularmente explícito y además con muy poca fuerza respecto a quién manda realmente Cuba. Claro que, si se toma las Fuerzas Armadas y el castrismo institucionalizado a través del Partido Comunista, es verdad que ahora va a ser el secretario general. También muchas veces las personas se conocen cuando tienen que asumir determinadas responsabilidades, pero el señor Díaz ha sido ya presidente de Cuba en unos años en los que el poder estaba en manos de Raúl Castro, porque el poder realmente estar sentado en la Secretaría General, pero no hemos visto nada relevante. Creo que esa capacidad de transformación que demostró China a través de reformas de Deng Xiaoping, es muy difícil que se den en el caso de Cuba. En el caso de China, evidentemente las reformas tenían un apoyo social muy fuerte después de la catástrofe maoísta. Al final Mao hizo una cosa muy importante para China que fue recuperar su soberanía después de un ciclo de subordinación de los poderes exteriores tanto europeos como de Estados Unidos y también de Japón, con su revolución industrial muchísimo antes que la propia China, por lo tanto, tuvo una superioridad militar. Aquí no, no estoy nada seguro de que dado nivel de control social que existe por parte del poder cubano, pues eso se pueda transformar en reformas de verdad. Ojalá, Cuba se abra de verdad a la economía de mercado y eso suponga una transformación del régimen político y avancemos en la senda de las libertades. Aquí nos hemos equivocado, todo Occidente está equivocado, porque cuando hemos visto el enorme crecimiento de China después de las reformas de Deng transformando una economía propia de los sistemas de los sistemas socialistas soviéticos en una economía no de libre mercado sino en una economía de capitalismo de Estado. La economía sigue estando muy controlada por el sector público, por las empresas públicas al final la última palabra siempre la tiene el partido y es algo que siempre he pensado que, con el crecimiento económico, la generación de clases medias, la salida de estos chinos al exterior, con estudiantes chinos a universidades occidentales, pues las ansias de libertad y de emulación de Occidente. Y lo que estamos viendo es que está sufriendo justo lo contrario. China empieza a transmitir la idea de que un sistema es más eficiente a la hora de resolver grandes problemas que no podemos hacer, lo que ellos llaman las decadentes sociedades occidentales. Eso no es verdad. Pero ellos están concentrados, además, con un control de la sociedad como nunca, a través de las nuevas tecnologías, pero están mucho más cerca de un Estado totalitario desde el punto de vista social que de un Estado democrático. Por tanto, las reformas económicas en sí mismas no tienen por qué propiciar la liberalización política. También es verdad que China está donde está, tiene la historia que tiene, no han vivido la ilustración, su filosofía política se basa en Confucio y prima lo colectivo, sobre lo individual y eso culturalmente no tiene nada que ver.

¿Estados Unidos puede hacer algo?

Estados Unidos, con respecto a Cuba, no puede hacer mucho. Lo que pasa es que en Estados Unidos también tienen ese sentido sobre equilibrios internos. Florida es muy impactante. Los exiliados cubanos, que ya son de tercera generación, pues tienen una forma de pensar y siempre han sido muy influyentes. Pero Estados Unidos, que lo ha probado todo históricamente, incluso una invasión militar en la época de Kennedy, con el episodio de Bahía de Cochinos, que acabó fatal, pues después, ya durante la presidencia de Obama, intentando contribuir a esa apertura de la economía cubana, pensando que eso va a promover dinámicas internas que han propiciado un cambio de régimen político, después, con la administración Trump se ha vuelto una miniatura. Vamos a ver cómo reacciona Biden, pero yo creo que Biden no va a volver a los posicionamientos de Obama en este punto y va a ir viendo cómo evolucionan los acontecimientos después de la salida de Raúl Castro del poder. Ahí además estamos hablando de los viejos comandantes de la revolución, todos ellos ya octogenarios pasados y que, por razones evidentes, están limitados y vamos a ver qué pasa ahí. Lamentablemente me gustaría ser optimista al respecto, pero no lo creo porque la esencia del régimen es que para su supervivencia tiene que seguir siendo como es.

Hablando de China, ¿es el gran enemigo que está planteando Biden? Le preocupa esta política de bloques, esta nueva Guerra Fría que se está planteando con sanciones desde Estados Unidos a Rusia, alineamiento entre China, Rusia e Irán y Europa, que firmó un acuerdo comercial con China no hace mucho tiempo, pero ahora tiene que estar al lado de los Estados Unidos. ¿Esta política de bloques le preocupa? ¿Puede haber una tensión excesiva en este momento?

Habrá tensiones incluidas las militares. Entonces aquí lo estamos viendo ya y eso va a ir a más. 

Lo estamos viendo también en Ucrania.

Bueno, estamos hablando ahora de China, pero si nos vamos al tema de Rusia, pues vamos a hablar también en los mismos términos. Tanto Rusia como China, aunque así no sean antagonistas históricos durante siglos, porque ambos ambicionan las mismas cosas. La influencia en Asia Central, las fronteras en la parte oriental y en la costa del Pacífico. Conviene recordar que, en la época de Mao con respecto al frente del Partido Comunista Auténtico, llegaron a enfrentamientos armados muy serios en la frontera, cosa que después se pudo aprovechar para ese acercamiento a Pekín y ser una especie de pinza sobre la Unión Soviética. Pero ese incremento de tensión lo que refleja es la voluntad de China y de Rusia, su principal aliado en estos momentos, de debilitar a Occidente y de hacer que su capacidad de influencia sobre el resto del mundo vaya disminuyendo. Estados Unidos y ahora el presidente Biden lo ha visto con muchísima claridad y está volviendo a la idea de establecer una alianza entre democracias. Por tanto, recuperando el vínculo Atlántico y volviendo a reforzar las alianzas de Estados Unidos con países del área del Pacífico como Japón, Australia e India, que es muy importante y que habrá que tener muy, muy en cuenta. Lo veo inevitable porque hay que darle algún tipo de respuesta.
 

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