La independencia kosovar sigue esperando ser aceptada por decenas de naciones en todo el mundo

Kosovo, trece años después de su nuevo comienzo

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Recientemente se han cumplido trece años desde que Kosovo proclamó, de manera unilateral, su independencia de Serbia. Una independencia que sigue esperando ser aceptada por decenas de países en el mundo, y la cual tuvo que afrontar más de un año de conflicto armado, 78 días de bombardeo continuo por parte de la OTAN y casi diez años de ocupación militar de esta misma organización.

“No hay nadie en Kosovo que no haya sufrido o que no tenga algún miembro de su familia que haya sido víctima de la guerra”, es una de las frases que más escuchas en cualquier rincón del país. Han pasado 22 años desde que se puso fin a la guerra entre los que en ese momento era la provincia de Kosovo y la República Federal Yugoslava.

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Más de veinte años después de que la OTAN acabase con la guerra entre, los ahora, Kosovo y Serbia, el conflicto entre ambos está, aún, lejos de acabar. Sus sociedades siguen lidiando con las tensiones entre ambas partes en su día a día, “yo nunca he estado en Serbia, no tengo un amigo serbio, no tengo ninguna conexión […] Serbia tiene una arquitectura, unos edificios preciosos que me gustaría ver, pero no me sentiría… no sé, hay muchos sentimientos involucrados ahí. Entro en las redes sociales y es brutal, hay mucho odio entre serbios y albanos”, intenta explicar Urtina, joven diseñadora gráfica. Uno de esos miles de jóvenes que no recuerdan el conflicto ya que eran demasiado pequeños como para poder recordarlo, pero que han escuchado sus historias muchas veces. Tantas que ha podido elaborar una película animada sobre el papel que desempañaron las mujeres en este. “Cuando escuchas las entrevistas de las mujeres, te das cuenta de que lo que experimentan durante la guerra es diferente. Los hombres estaban en peligro si salían porque la Policía y los militares los arrestaban o mataban. Las mujeres podían salir no sin peligro, pero si se arreglaban y parecían de una clase superior podían evitar los controles policiales. Entonces, ellas se hicieron cargo de todo, de todas las tareas diarias. Yo pensé que había que reflejar eso, esa solidaridad; como ellas se pusieron en peligro diariamente para ir a comprar los bienes básicos y que sus familias e hijos no tuviesen que experimentar la guerra al máximo”, narra la joven.

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Una brecha generacional reflejada en los resultados electorales

Kosovo tuvo que luchar para hacerse y cuando paseas por sus calles es fácil ver los restos de esa resistencia en su gente. En sus edificios llenos de pintadas que piden justicia por los activistas fallecidos, que recuerdan a las primeras feministas de su historia, que gritan por la igualdad y la justicia. Estas pintadas exigen compensación a los crímenes de guerra cometidos por el país vecino, pero también ‘igualdad de género en las instituciones laborales y patrimoniales’.

Y es que, trece años después de la independencia, no todos luchan por lo mismo. La cicatriz del conflicto, lejos de curarse, ha creado una brecha entre generaciones que se ve reflejada en la realidad del país. El país europeo más joven, donde la edad media de su población es de 28 años, ha celebrado esta semana sus terceros comicios en dos años que han dado la victoria al Vetevendosje, partido nacionalista que ha centrado su campaña en la “lucha contra la corrupción y el nepotismo”. Este partido, votado en su mayoría por estos nuevos votantes tan jóvenes, no da prioridad a las negociaciones con Serbia o con la UE. Esas medidas eran las promesas del Partido Democrático de Kosovo (PDK) o de la Liga Democrática de Kosovo (LDK), quienes gobernaban el país desde la independencia, para aquellos quienes lucharon por su libertad hace trece años.

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Ahora, “los jóvenes no piensan en eso, sus problemas son otros”, explica Urtina. Los resultados son fieles a este cambio generacional, “nosotros (los jóvenes) nos vamos a estudiar fuera y luego volvemos y esperamos que nuestra ciudad haya mejorado. Intentamos mejorar nuestra vida por nosotros mismos y para nosotros mismos como sociedad, como una familia. Tenemos ese optimismo”.

Pristina no parece una ciudad que siga sufriendo el trauma de una posguerra. Sus calles están repletas de niños conduciendo los coches teledirigidos disponibles en sus plazas, de restaurantes y anuncios donde familias debaten de política o fútbol, de bares con cervezas artesanas donde las ‘citas Tinder’ están a la orden del día. Rara vez alguien habla de la guerra, de la ocupación o de la independencia. “Lo hemos dejado atrás. Somos una nueva generación de 20 o 21 años que no hemos experimentado la guerra. Que piensa en ella, pero a través de las historias de sus familias. Hemos hecho un gran trabajo mirando hacia delante” explica Erëmirë, directora de Kosovo Oral History, una organización que trata de documentar todos los testimonios de aquellos kosovares que quieran contar su historia tras la guerra. Trece años tras el fin de la ocupación Erëmirë considera primordial “entrar en ese proceso de reconstrucción del pasado: documentar los crímenes cometidos y así aclarar que pasó. Básicamente, cuando no reconoces el daño que has causado, obviamente, va a requerir más tiempo superarlo y eso va a afectar al alma de la población porque es un respeto que no nos ha sido dado”. Todas las historias sanan, así lo ven en Kosovo Oral History y así lo vio Urtina para hacer su película, “estaban realmente orgullosos de que alguien hubiese trasmitido esos detalles porque eso fue lo que vivieron sus madres”.

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Ahora, más de diez años después de que sus padres consiguieran aquello por lo que lucharon Urtina, Erëmirë y los jóvenes Kosovo priorizan otros problemas a los recuerdos de aquel conflicto. El país es una de las economías más pequeñas del mundo, tiene una tasa de desempleo juvenil superior al 54%, su PIB per cápita sigue siendo el tercero más bajo de Europa, y la percepción del índice de corrupción del país es de 64 puntos sobre 100. “El futuro está muy relacionado con la pandemia, existen muchas cosas que solucionar. Han sido las elecciones y las cosas están yendo lejos. Una nueva generación de políticos ha llegado, y están prometiendo luchar contra la corrupción y alcanzar lo prometido de manera legal” confía la directora de la asociación.

“No hablar de ello para seguir adelante”

En un café-librería del centro de Pristina que podría recordar a un cuento de Navidad, Xhorxhina, corresponsal para BalkanInsight, y Ernera, investigadora del Kosova Women’s Network (Red de Mujeres de Kosovo en español) explican que “ahora la gente prefiere no hablar de la guerra. Todos la han vivido, pero nadie lo cuenta” ambas aseguran que “la forma que tiene la gente de seguir adelante es no hablar de ello”. Urtina recuerda que conforme fue creciendo dejaron de contarle, “continuamos con nuestra vida sin oír más historias”.

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Xhorxhina sigue viviendo las secuelas del conflicto al tener que cubrir el contexto político del país, Ernera está diariamente hablando con mujeres que sufren o han sufrido algún tipo de discriminación y Urtina, por su parte, es hija de una familia de refugiados albaneses cuyo padre fue preso político y que fue disparada con tres años. A pesar de ello, las preocupaciones de estas tres jóvenes son la renovación de su contrato, las escasas infraestructuras profesionales del país o las desigualdades de género. Preocupaciones que quedan bastante lejos de las que tenían sus mayores. “Ellos no eran libres, no tenían los derechos humanos básicos: no podían hablar su propia lengua, fueron forzados a no mostrar sus símbolos”, narra la joven diseñadora gráfica, “mis padres no pudieron ni tener una celebración de boda”. En cambio, estas chicas pueden hablar de “lo increíble que es la vida nocturna en Kosovo (antes de la Covid-19)” o de sus próximas vacaciones, mientras luchan por hacer de Kosovo un país mejor. “Pienso que hemos hecho un gran trabajo mirando hacia delante, aún tenemos mucho que hacer, pero hemos trabajado por tener más dignidad de la que os han dado. La gente busca tener un futuro por ellos mismos” declara Erëmirë quien habiendo escuchado cientos de historias y experiencias tiene claro que “la gente no está atascada en la guerra o conectada solo a esas historias, porque la independencia fue posible y fue un nuevo comienzo para todos nosotros”.

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La historia de vivir aquí

Kosovo no puede olvidar lo que ha vivido. No puede olvidar su historia. Algo que se ve en el momento que cruzas su frontera terrestre y entras a este pequeño país balcánico, conduciendo a lo largo de sus pequeños pueblos rurales, es que la bandera azul propia del país es minoritaria, en su lugar un tsunami de banderas rojas albanesas domina las fachadas de las casas. “Nosotros somos albaneses, pero nos identificamos en otra dirección que es Kosovo. Hemos trabajo por este estado político que es Kosovo, y hemos pagado el precio de ello. Yo no voy a eliminar nada de eso, ni de mi personalidad ni de mi nacionalidad. Ser albanokosovar significa tener esa maleta completa en tu espalda. Esta es la historia de vivir aquí”, reivindica Erëmirë.

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Trece años después de que Kosovo se proclamase independiente, son 33 los países que siguen sin reconocerlo, España entre ellos. Las fronteras con Serbia están cerradas y conversaciones con este país paradas. Muchos crímenes de guerra siguen sin castigo. Cerca de 10.000 víctimas del conflicto siguen en fosas comunes sin localizar. Sin embargo, Kosovo ha sabido resurgir de sus cenizas. Ha demostrado ser una comunidad luchadora que “ha creado su nuevo comienzo”, hacerse un hueco en la Comunidad Internacional, presentando su candidatura para ser miembro de la UE o participando en la Eurocopa. Y Urtina, Erëmirë, Xhorxhina y Ernera son el reflejo de ese espíritu resiliente que busca renovarse y mejorar las cosas sin olvidar su historia.

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