Instituida en 1594 en Madrid para hospedaje de pobres y peregrinos de las diecisiete provincias de Flandes, la Fundación Carlos de Amberes, que preside el periodista Miguel Aguilar, ha experimentado estos días una transformación radical para acoger la VI edición del Salón de Arte Moderno (SAM). Lo que fuera hospital y capilla del edificio, además de presentar una impresionante muestra de las obras de los artistas más aclamados del siglo XX, y que han compuesto la nómina de pintores y escultores que han impuesto su calidad a lo largo y ancho de los cinco continentes, alberga a otros artistas que dominaron asimismo el panorama cultural español antes y después de la Guerra Civil.
Junto a Pablo Picasso, Salvador Dalí, Henri Mattisse, Joan Miró o Andy Warhol, se exhiben obras de Victor Vasarely, Pablo Palazuelo, Alfons Mucha o Manuel Viola, o las del Equipo Crónica y el Grupo El Paso.
La gran estrella de la exposición es a todas luces Salvador Dalí, protagonista de un acontecimiento artístico único: el diálogo entre una de las obras más pequeñas del pintor de Cadaqués y una de las de mayor tamaño. Son el decorado del ballet “Bacchanale” (1939), que el artista definiera como el primer ballet paranoico. Fue él mismo quién escribió el libreto, diseñó los decorados y el vestuario. La obra, desarrollada con la compañía del Ballet Ruso de Montecarlo, se estrenó en el Metropolitan Opera House de Nueva York, poco antes de que Dalí y Gala se instalasen en la ciudad de los rascacielos. La otra obra es “Mauvaise année”, creada dos años antes. Resalta el perfil femenino de la sonrisa inquietante. Ambas obras pertenecen al universo que Dalí estaba creando en aquellos años previos a la II Guerra Mundial, a través del psicoanálisis y su método paranoico-crítico.
Ahora, esta exposición en la feria SAM es la primera fase de un proyecto más amplio que quiere profundizar e investigar estas extraordinarias piezas, tanto en sus relaciones conceptuales como iconográficas.
De otra parte, este nuevo camino emprendido por la Fundación Carlos de Amberes, la más antigua de la capital de España, permite disponer de un nuevo espacio cultural histórico, diversificando así su primigenia divisa de propiciar el acercamiento cultural entre España y las provincias de Flandes, reencuentro que permite apreciar tantos y tantos lazos comunes entre territorios que estuvieron en guerra durante ochenta años, al tiempo que se disputaban el dominio del mundo.