La ONU reclama la “liberación inmediata” del líder opositor ruso tras su vuelta a Moscú

La comunidad internacional denuncia la detención de Navalny

REUTERS/POLINA IVANOVA - El líder de la oposición rusa Alexei Navalny a su llegada al aeropuerto Sheremetyevo de Moscú, Rusia

Tras la detención de Alexei Navalny, la comunidad internacional ha condenado lo sucedido y ha demandado la liberación inmediata del líder opositor al Kremlin. Estados Unidos, la Unión Europea y varias organizaciones se han sumado a esta petición. La última en hacerlo oficial ha sido la ONU.

Mientras, la justicia rusa ha impuesto 30 días de prisión preventiva al opositor ruso. “Me han impuesto 30 días de prisión preventiva, hasta el 15 de febrero de 2021”, escribió Navalny en su cuenta de Twitter.

La oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, ha instado a las autoridades rusas a respetar el “debido proceso” en este caso, “en línea con el Estado de derecho” a través de Twitter.

El asesor de seguridad nacional de Joe Biden, Jake Sullivan, también se mostró tajante en esta red social: “Los autores del escandaloso ataque contra su vida deben rendir cuentas. Los ataques del Kremlin contra Navalny no son solo una violación de los derechos humanos, sino una afrenta al pueblo ruso que quiere que se escuche su voz”. Mike Pompeo, el secretario de Estado norteamericano saliente, añadió que se trata del “el último en una serie de intentos de silenciarle a él y a otras figuras de la oposición”.

Altos cargos de la Unión Europea (UE) también se han manifestado. El alto representante para Política Exterior de la UE, Josep Borrell, advertía en un tuit que “la politización de la justicia es inaceptable”. Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, reclamaba vía Twitter que “las autoridades rusas que le pongan en libertad de forma inmediata”. David Sassoli y Ursula von der Leyen, presidente del Parlamento Europeo y presidenta de la Comisión Europea respectivamente, también condenaron la detención.

Están siendo, no obstante, los países de Europa del Este y los bálticos los más críticos con Moscú. Lituania, Estonia y Letonia han publicado un comunicado conjunto en el que reclaman que la UE actúe "rápidamente" si Navalny no es puesto en libertad. Los tres han abanderado la imposición de sanciones tras la confirmación de la detención.

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Los ministros de Relaciones Exteriores de Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia habían pedido anteriormente la liberación de Navalny y el ministro de Relaciones Exteriores checo, Tomas Petricek, había dicho que quería que el bloque discutiera posibles sanciones.

Los expertos apuntan que en posible objetivo de cualquier nueva sanción sería Nord Stream 2, un proyecto de 9.500 millones de euros para construir un gasoducto desde Rusia hasta Alemania.

La UE ya impuso sanciones contra varios altos funcionarios próximos al presidente ruso, Vladimir Putin, después de que laboratorios de Alemania, Francia y Suecia determinaran que el líder opositor había sido envenenado con un agente químico nervioso desarrollado por los soviéticos conocido como Novichok.

Órdenes de detención inmediata

“Me siento genial”, respondió Navalny a un viajero que le preguntó por su estado durante el vuelo. “Este es mi mejor momento de los últimos cinco meses”. Y es que, hasta ayer, el líder opositor ruso se encontraba en Berlín, donde superado las convalecencias tras su envenenamiento.

El mes pasado, Navalny publicó a través de Twitter la grabación de una llamada telefónica mantenida con un miembro del Servicio Federal de Seguridad (FSB), la organización presuntamente responsable del envenenamiento, en la que este reconocía los hechos.

Navalny estuvo en coma, y durante el proceso se temió por su vida. Sin embargo, tras el periodo de recuperación en la capital teutona, tenía claro que debía volver a Rusia. Y así lo hizo. “No le tengo miedo a nada y les insto a que no le tengan miedo a nada”, aseguró Navalny nada más aterrizar.

Minutos después, Navalny sería arrestado por cuatro agentes enmascarados de la Policía de fronteras. El Servicio Penitenciario Federal de Rusia justificaba después su detención alegando que Navalny “tiene pendiente una sentencia condicional y desde el 29 de diciembre de 2020 está en búsqueda por numerosas infracciones del período de prueba”. Y, de momento, se le ha impuesto 30 días de prisión preventiva. 

Durante su estancia en Alemania, las autoridades rusas le habían advertido de que incumplir las normas podía devolverle a prisión. Pero la campaña de acoso legal no se detiene ahí, sino que la justicia rusa ha abierto contra él un nuevo caso por malversación.

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Tras la detención fue conducido a las dependencias del departamento Nº 2 del Ministerio del Interior de Khimki, ciudad satélite de Moscú y próxima al aeropuerto internacional de Sheremétievo donde aterrizó. La audiencia judicial puede dictaminar que lo mantengan bajo custodia hasta que otro tribunal decida si materializa la sentencia en 3 años años y medio de cárcel.

En las inmediaciones de la sede policial, alrededor de 200 partidarios de Navalny se reunieron a temperaturas de menos 18 grados para exigir su puesta en libertad, según fuentes sobre el terreno de Reuters.

Los expertos apuntan que la detención fue, además, un intento desesperado por parte del Kremlin para evitar un baño de masas del líder opositor. Sus seguidores le esperaban en el aeropuerto de Vnúkovo, aeropuerto donde iba a aterrizar y donde hubo algunos enfrentamientos entre los manifestantes y la Policía. A causa de las concentraciones, las autoridades desviaron el avión al de Sheremétievo.

Una vuelta arriesgada

Navalny estaba amenazado, sin embargo, los mensajes de advertencia no condicionaron su decisión de hacerlo: “Volveré y continuaré mi trabajo. Nunca se ha considerado ni se está considerando ninguna otra posibilidad”, dijo el líder opositor el pasado mes de octubre.

La represión de Putin se está recrudeciendo estos últimos meses. Han sido muchos los perseguidos y borrados del mapa por el Kremlin, incluso con la misma estrategia del envenenamiento. Y para el Putin Navalny es una seria amenaza, pues es ya su principal enemigo político y una fuente inestabilidad en el país.

Navalny ha demostrado no querer engrosar la lista de opositores rusos en el exilio. Pese a sus declaraciones es consciente de que su vuelta encerraba serios peligros. No obstante, también sabe que la única forma de mantener la influencia es estar en primera línea, y eso requiere su presencia en el país.

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