Rusia y Turquía siguen boicoteando la labor diplomática internacional

La diplomacia en Libia, tan inútil como necesaria

photo_camera PHOTO/KREMLIN - El presidente ruso Vladimir Putin (izquierda) habla con la canciller alemana Angela Merkel (centro) y el presidente egipcio Abdel Fattah el Sisi (derecha) durante la conferencia de Berlín sobre Libia.

Moscú, Berlín, Argel y ahora Brazzaville. Los esfuerzos de una parte destacable del panorama internacional por ejercer una mediación activa en el conflicto libio son importantes, sin embargo, no todos los esfuerzos han sido auténticos. Tras la retirada de Haftar de las reuniones de Moscú, por su rechazo entre otras cosas al memorándum de entendimiento entre Trípoli y Ankara, existían serias dudas de que apenas unos días después en Berlín, éste hubiera cambiado de opinión. El líder del LNA, que controla gran parte del territorio libio en el que se incluyen las zonas petrolíferas vitales para el sostenimiento económico del país, ya dejó entrever que de hecho su postura no había variado lo más mínimo. Apenas un par de días antes de su llegada a la capital alemana, Haftar realizó una visita a Atenas, donde se reunió con el ministro de Asuntos Exteriores, Nikos Dendias y también con el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis. El gesto no era desdeñable. Grecia, es la principal perjudicada por el reparto y delimitación de las Zonas de Exclusividad Económica entre Libia y Turquía que se incluye dentro del memorándum que rechazó Haftar, y ni siquiera había sido invitada a Berlín. De esta forma, el líder libio ilustraba que se mantendría en su postura durante las negociaciones, ejerciendo de representante simbólico de los intereses griegos que ningún otro socio europeo se había molestado en representar o incluso defender. 

Haftar

En ningún momento de las reuniones celebradas, ni en Moscú, ni en Berlín, las partes del conflicto libio llegaron a coincidir en una sala – a la de Argel ni siquiera se presentaron –. Para ello ya tenían en las reuniones a sus principales valedores, Rusia y Turquía. Sin embargo, el formato de la Conferencia Internacional sobre Libia auspiciada por Alemania y Naciones Unidas y en la que había una amplia presencia internacional, obligaba, al menos de cara a la opinión pública, a obtener algún tipo de acuerdo. El resultado de la cumbre fue el compromiso de frenar la injerencia exterior en Libia para estimular la negociación de un alto el fuego permanente entre las dos partes implicadas, el GNA de Al-Sarraj y el LNA de Haftar, que facilite una solución política. Este compromiso, aunque importante dado que fue una intervención militar externa la que propició la Libia de hoy, no deja de carecer de sentido cuando dos de sus firmantes, Turquía y Rusia, no muestran ninguna predisposición por cumplirlo. El primero se ha convertido, de momento, en un exportador de combatientes sirios – aparte del suministro de armamento – a la zona controlada por el GNA, que apenas se reduce ya a Trípoli y Misrata, donde las milicias islamistas forman el grueso del componente militar que sostiene a Al-Sarraj. En el caso de Rusia, porque la presencia de mercenarios rusos de la compañía Wagner está más que confirmada en el lado de Jalifa Haftar.

Sin embargo, la presencia de varias fragatas turcas en las cercanías de Trípoli, relacionada según medios turcos con el apoyo de la operación Sea Guardian de la OTAN, ha hecho saltar las alarmas. El propio presidente francés, Emmanuel Macron no ha dudado en acusar a Turquía de saltarse el embargo de armas al que está sometida Libia, además de echar por tierra el compromiso firmado en Berlín hace tan sólo unos días. Macron, aprovechando la presencia del primer ministro griego en París, ha afirmado que en una misión de reconocimiento lanzada desde el portaaviones Charles de Gaulle ubicado en el Mediterráneo, varios Rafale han sido testigos de la entrada de vehículos blindados en el puerto de Trípoli. El desembargo se habría producido desde un barco turco que estaba siendo escoltado por una de las fragatas que se encuentran en aguas cercanas. En la línea de este endurecimiento del discurso, Macron ha anunciado también el envío de varias fragatas a la zona este del Mediterráneo en apoyo de Grecia. Pero Macron no ha sido el único que ha señalado el incumplimiento de los acuerdos, Ghassan Salamé, el enviado especial de Naciones Unidas para Libia, ha denunciado también ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas “la continua violación de los acuerdos de Berlín en Libia”.

Putin y Erdogan

Mientras tanto, la comunidad internacional, con Alemania y su ministro de Asuntos Exteriores, Heiko Mass al frente, sigue tratando de encauzar de alguna forma la situación libia. Durante esta semana, además de las reuniones en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ha tenido lugar en Brazzaville una reunión de la Unión Africana para tratar de encontrar una solución al caos del país norteafricano. En esta misma reunión, se ha reconocido precisamente la labor de Alemania, cuyo ministro ha estado visitando también países que serán claves en la mediación libia, como es el caso de su vecina Argelia. Sin embargo, sin el beneplácito de Rusia y Turquía, parece difícil llegar a una salida política negociada. Haftar parece decidido a tomar Trípoli, ahora que la tiene al alcance, pero puede encontrarse con la presencia inesperada de medios militares turcos cuyas capacidades de respuesta son muy superiores a las que se había enfrentado antes el LNA.

Borrell

La Unión Europea, por su parte, parece haber perdido toda capacidad de liderar una posible solución en un escenario que le afecta directamente. Pese a ello, el Alto Representante de la Unión Europea, Josep Borrell, pretende relanzar la operación Sophia en el Mediterráneo reenfocando sus objetivos. La misión que se lanzó en 2015 con el objetivo de luchar contra el tráfico de personas, tendría ahora el mandato de velar por el cumplimiento del embargo de armas. El propio Borrell ha planteado también la posibilidad de una misión europea en Libia que sea garante del establecimiento de un alto el fuego real entre ambas partes, algo que más allá de las labores diplomáticas de las últimas semanas no se ha plasmado en el frente, donde los combates se han seguido sucediendo en todo momento. Más allá de la diplomacia, la realidad Libia pasa, ineludiblemente, por Ankara y Moscú. Ni la mediación europea, ni la Liga Árabe, ni la Unión Africana o Naciones Unidas, van a ser capaces de instar a las partes a un alto el fuego si Rusia o Turquía no están de acuerdo. La utilización de medios armados no convencionales, tan recurrentes durante los últimos años, como las compañías privadas o combatientes de terceros países, dificulta la posibilidad de actuar contra los países que hay detrás de estas injerencias y lastra la importante labor diplomática. No obstante, la labor de mediación debe seguir estando sobre la mesa como vía de escape ante una situación de bloqueo total como la que se avecina. En ese ámbito, Alemania sigue liderando el papel internacional en la resolución pacífica de la situación en el país del norte de África. Heiko Mass ha anunciado otra reunión a alto nivel entre los asistentes a la cumbre de Berlín, será a mediados de marzo. Seguramente no sea la última, pero debe ser una línea que se mantenga firme, permanente, la cercana Siria ya ha sido ejemplo suficiente. 

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