La infancia rota de Pakistán

Noor Ammar Lamarty

Pies de foto: La infancia rota de Pakistán.

Allí donde cobran vida el fundamentalismo y los extremismos más crueles, hay víctimas marcadas para siempre, generaciones consternadas por la tragedia y toda la miseria que implica el sometimiento a estas organizaciones. Los niños son las principales víctimas en los países en las que la ley del yihadismo impera, por su desprotección, falta de educación, falta de recursos y explotación laboral, así como por la pederastia, el matrimonio precoz y la prostitución.

Sin embargo, el foco hasta el día de hoy ha sido Afganistán, aunque el comprensivo de las últimas décadas del conflicto de este país no estaría completo sin atender a Pakistán, que es sin duda el actor capital, pero discreto, de la historia del país vecino, así como del yihadismo y más concretamente, de los Talibanes. Pakistán está construido y constreñido por sus amenazas. Es un mapa mal trazado, que comparte frontera también con India, en quien siempre ha visto un potencial enemigo histórico, por lo que la sociedad ha depositado gran peso en las fuerzas militares, y de ahí, la característica de interventor que tiene el Ejército Pakistaní incluso en cuestiones políticas.

Pakistán y el terrorismo – Historia y actualidad

Los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 dotaron a Pakistán de una importancia estratégica en el ámbito internacional. En los 90, sus servicios de inteligencia habían apoyado al régimen talibán. Sin embargo, una vez declarada la guerra al terrorismo por la Administración Bush, el dirigente en ese momento se vio en la tesitura de hacer oficial el apoyo a su potencia aliada, Estados Unidos. Pero esta proclamación fue más oficial que efectiva. Desde ese momento, Pakistán entró en un doble juego: se comenzó a arrestar a terroristas de Al Qaeda, pero dando más margen a los grupos y figuras de poder afganos, como Jalaluddin Haqqani o Gulbudin Hekmatiar.

Por otro lado, el poder militar se afianzó de la mano del general Zia ul Haq, y comenzó, así, la instrumentalización del islam para contrarrestar los nacionalismos étnicos, tan vigentes en las provincias de la frontera afgana, que acabaron por convertirse en nido y refugio para yihadistas. El Ejército pakistaní ha sido uno de los principales responsables dado que ha acaparado un poder cardinal en el orden estatal, capaz tanto de acabar con Gobiernos como de emplear indirectamente grupos insurgentes en beneficio de la nación pakistaní.

El papel de Pakistán en su estrategia contra el terrorismo tiene un doble filo, por un lado, representado por todo lo que ha dejado que ocurriera y cuando no ha podido impedir que sucediera y, por otro lado, los déficits en el control de las fronteras, la jurisprudencia territorial, las diferencias entre el estamento político y el Ejército pakistaní, por la injerencia de este en la vida pública, así como las divergencias entre Washington y Islamabad han convertido a Pakistán en un bastión del terrorismo talibán en las provincias donde no tiene poder real el Gobierno, siendo este un territorio considerable.

Las regiones de Waziristán del Sur y del Norte, en las áreas tribales administradas federalmente (FATA por sus siglas en inglés) del oeste pakistaní, y Pastunjua —antigua Provincia de la Frontera del Noroeste en la India británica—, en el noroeste, cuentan con autonomía y evidencian el enraizamiento del poder tribal, convirtiendo sus territorios en espacios perfectos para el rearme y el empoderamiento de los grupos. Dicha administración política ha permitido la movilidad operativa y logística de grupos fundamentalistas, con Al Qaeda y los talibanes a la cabeza.

La infancia pakistaní – Vulneración de Derechos

El 24% de la población pakistaní vive por debajo del umbral de la pobreza, siendo una problemática, sobre todo, de carácter rural. Las primeras víctimas de la pobreza son los niños, cuyos derechos son vulnerados diariamente, tienen una falta de acceso a la educación, a los servicios sociales, y sufren diversos tipos de discriminación. Uno de cada diez niños en Pakistán muere antes de cumplir los cinco años y uno de los motivos es el estado nutricional con el que crecen los niños, ya que un 35% de ellos tienen bajo peso, más del 50% sufren un retraso del crecimiento y alrededor del 9% padecen adelgazamiento. 

Cada día, alrededor de 1.100 niños pakistaníes menores de cinco años mueren de diarrea y enfermedades relacionadas con el agua, el saneamiento y la higiene; y las infraestructuras, donde los servicios carecen de protocolos de higiene y salud, lo que agravan los recurrentes desastres naturales. El acceso a la atención médica es un reto, especialmente en las zonas rurales, dado que la mayoría de las familias no tienen suficientes medios económicos para pagar la atención sanitaria más básica. 

La situación socioeconómica del país es desastrosa y, por lo tanto, los niños también trabajan para poder subsistir junto con sus familias. Unos 11 millones de niños realizan tareas domésticas y trabajan en la agricultura, otros lo hacen en el sector textil (incluyendo la fabricación de alfombras), la construcción y la industria del automóvil. Algunos, como los que se dedican a la fabricación de alfombras, tienen jornadas laborales de hasta 20 horas al día, los 7 días de la semana y a menudo duermen, comen y trabajan en un solo lugar, por lo que su salud está expuesta a circunstancias miserables, que empeoran las posiciones incómodas para el desempeño del trabajo y perjudican su salud. La mayoría sufren problemas respiratorios, oculares o una clara deformación de la columna vertebral. 

Dado que comienzan a trabajar desde muy jóvenes, solo un 71% de los alumnos están matriculados en la escuela primaria, lo que significa que 23 millones de niños se ven privados de la educación y, además, la tasa de asistencia a la escuela mayor entre los niños que en las niñas. El Gobierno destina solo el 1,8% de su presupuesto nacional a la educación, lo que es insuficiente dadas las necesidades de las escuelas públicas, que suelen ser locales en ruinas, peligrosos, sin baños suficientes, sin electricidad, con pocas mesas y sillas, lo que a veces hace que los niños deban asistir a las clases sentados en el suelo. Si a esto se le suman los ataques talibanes que destruyen escuelas y los toques de queda que estos imponen, la situación es completamente desoladora. Por otro lado, la cualificación del profesorado es muy baja, y muchos niños abandonan la escuela sin saber leer ni escribir, convirtiéndose en el caso de casi el 50% de los niños de 6 a 16 años matriculados en Pakistán.

La falta de educación en el país alimenta la frustración de los niños que no encuentran trabajo, ni logran un salario digno. Los menores de 20 años constituyen el 45% de la población pakistaní, y se convierten blancos fáciles para el extremismo religioso o criminal. Además, muchos niños se refugian en las calles por causas como el maltrato físico y psicológico, la negligencia, y los problemas familiares que tienen que afrontar.

La pobreza, el maltrato físico y psicológico, la negligencia y los problemas familiares son las principales causas que llevan a que los niños se refugien en las calles. Sin embargo, pese a abandonar sus hogares, tienen muy pocas posibilidades de encontrar apoyo y se enfrentan a los peligros y abusos constantes. Heridos, enfermos y privados de todo, la prostitución se convierte para algunos en una manera de ganar un dinero mínimo para subsistir. Aproximadamente, el 90% de los 170.000 niños de la calle en Pakistán sufren de abusos sexuales y se cree que es el 20% del número de casos conocidos. El 60% de los niños víctimas acusan a la policía de ser los actores y de aprovechar su autoridad para otros fines. Pakistán también tiene la distinción de ser el único país en mundo donde los niños son casi más vulnerables al abuso sexual que las niñas.

Hay un aumento alarmante de los casos de abusos, secuestros y la violencia contra los niños en Pakistán. El número promedio serían de miles de menores cada año. Estas cifras son aún más alarmantes si se tiene en cuenta que el 80% de los casos no se denuncian. Los abusos, la violencia doméstica, la violación, la pedofilia, el matrimonio forzado y los abusos son infinitos, junto con el castigo corporal, que es la forma más común de abuso. Las inundaciones que se dieron en 2010 desalojaron a muchas personas y aumentaron la cifra de niños en estado de vulnerabilidad, pudiendo ser vendidos, alquilados o secuestrados para servir como mendigos obligados o a la prostitución. Las autoridades corruptas no frenan las redes de prostitución que captan a menores y los mantienen completamente desprotegidos. 

Por su parte, la llamada «Ley de Restricción del Matrimonio Infantil», que prohíbe el matrimonio infantil, es completamente omitida y pasada por alto, pese a establecer la edad mínima para el matrimonio en 18 años para los hombres y 16 años para las mujeres. En la práctica, esta ley no se respeta en absoluto y se dan muchos casos de matrimonios forzados de menores en el país llegando a representar alrededor del 32% de las bodas locales. Aunque yendo al extremo más lamentable del matrimonio forzoso en Pakistán, existen los conocidos “matrimonios Vani”, que consiste en que los padres dan a sus hijas en matrimonio para resolver una disputa o una deuda entre dos partes, extinguiendo las obligaciones, como si se tratase de relaciones contractuales. Se ofrecen a las niñas de la familia como una indemnización por el daño causado, y desemboca en situaciones de violación doméstica, de esclavitud y de violación intra-matrimonial hacia las menores. 

Pero por si los niños pakistaníes no viviesen un drama constante, la situación de los niños afganos refugiados en Pakistán es muy parecida. Se trata de niños nacidos en Pakistán de padres afganos y desprovistos de estatutos de refugiados, por lo que no están registrados y no tienen existencia legal de hecho y, por lo tanto, son invisibles para la ley pakistaní. No hablan urdu, el idioma oficial del país y no tienen tampoco acceso a la educación de las escuelas de Pakistán, por lo que se encuentran principalmente en las calles, trabajando para sobrevivir y exponiéndose a los mayores riesgos.

Aproximadamente el 70% de los nacimientos no se declaró oficialmente a las autoridades de Pakistán, lo que implica una invisibilización total de los niños para la misma sociedad. La necesidad de educar a la sociedad sobre los problemas en los que desemboca la falta de identidad oficial, de nacionalidad o la falta de derechos que tienen los niños, es primordial para mejorar mínimamente la situación del país. En el año 2000, Pakistán estableció la Ordenanza del Sistema de Justicia de Menores (OSJM), con el fin de crear un sistema de justicia independiente apto para menores de edad. Sin embargo, este sistema es todavía muy débil y no ofrece una verdadera protección a los niños que siguen teniendo problemas con la justicia, sino que se siguen perpetuando prácticas que violan sus derechos, tales como tortura, agresión física o abuso sexual entre otros. Tampoco cuentan con una separación de los adultos cuando ingresan en prisión, lo que multiplica la influencia que reciben los jóvenes para delinquir o cometer crímenes en un futuro. 

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