Sudán trata de defender la transición democrática en un clima agitado por las confrontaciones sociales y políticas

La lucha por una transición pacífica en Sudán

REUTERS/MOHAMED NURELDIN - El jefe del Consejo Militar de Transición de Sudán, teniente general Abdel Fattah Al-Burhan, y el líder de la coalición de la oposición sudanesa Ahmad al-Rabiah, celebran la firma del acuerdo de reparto de poder

Esta semana el gobierno de Sudán se reunía de manera urgente para discutir sobre la complicada situación que está atravesando el país. El pasado fin de semana, cientos de manifestantes salieron a las calles para mostrar su apoyo a que el Ejército vuelva a ocupar las instituciones políticas, y, por ende, la vuelta a un régimen militar.

En este contexto y ante la ausencia de las fuerzas de la revolución, sumado a los conflictos internos entre los mismos grupos, líderes sudaneses ya han afirmado que la transición política no puede seguir sosteniendo esta situación.  

En las distintas protestas, los manifestantes se manifestaron frente a la sede del gabinete en el centro de Jartum, la capital, como muestra de apoyo al Ejército y exigiendo la disolución del gobierno de transición. Entre estas demandas destaca también el regreso a la plataforma para establecer la “Alianza por la Libertad y el Cambio y la Restitución de la Revolución Secuestrada por Pequeños Poderes”. 

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El relator del comité para promover el desmantelamiento de la Hermandad Musulmana en Sudán y la lucha antiterrorista, Wajdi Saleh, expresó que “el periodo de transición no soporta la ausencia de ninguna de las fuerzas de la revolución”. Así, Saleh ha destacado “la necesidad de acelerar los pasos para formar la Comisión de la Corrupción con el fin de activar el principio de rendición de cuentas”, advirtiendo que “no permitirán que el país se vea arrastrado al caos”.

Ante la agitación popular y las consiguientes manifestaciones demandando un cambio político y la vuelta a un régimen militar, el relator subrayó que “el pluralismo y la disparidad se encuentran entre las características y ventajas de la democracia”, al tiempo que reiteró su “profunda fe en la democracia y en la transformación civil”.

En Sudán las secuelas de décadas de conflictos civiles, los rencores arraigados por la violencia extrema y las venganzas se entremezclan en una sociedad dividida y confrontada a partes iguales. La única solución, comparten los líderes y portavoces de asociaciones humanitarias, es luchar por los objetivos compartidos, algo complicado por la propia polarización social. 

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La mecha de la violencia, cada vez más acortada, crea abismos de diferencias entre la población de los que solo el acercamiento de posturas y la propia humanidad podrán acerca el otro. Sin embargo, es complicado hablar de humanidad cuando Sudán ha sido testigo de graves y continúas violaciones de los derechos humanos, algo que en la retina de los sudaneses está nítidamente grabado.

Aun así, dentro del caos, una parte de la sociedad, además del apoyo del gobierno, quieren seguir luchando para que el país sea capaz de alcanzar una vía democrática. La lucha por la democracia sigue vigente y en pro de alcanzar este objetivo el primer ministro sudanés, Abdalla Hamdok, presentó una nueva hoja de ruta de propuestas políticas para apelar a la consolidación de un Estado democrático. Estas 10 propuestas velan por la implementación de “los objetivos de la revolución”, comenzando por iniciar la desescalada entre las dos partes y entablando un diálogo sobre los problemas que dividen a las Fuerzas del Cambio y la Libertad (FFC, por sus siglas en inglés). 

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Estas nuevas medidas pretenden que comiencen a llevarse a la práctica en un contexto de conflicto que “no es entre civiles y militares, sino entre el campo de la transición civil democrática y el campo del derrocamiento de la revolución”, según señala Hamdok. 

Este complicado camino, amenazado por las divisiones y con el presente recuerdo del intento de un nuevo golpe de estado el pasado septiembre, toma como punto de referencia la “obligación constitucional” que establece que el país es “una República democrática” y una “sociedad multiétnica”.

Si algo caracteriza la democracia es la pluralidad de opiniones e identidades algo que también puede crear sendas diferencias entre la sociedad y en el caso de Sudán, un país que no ha conocido el pacifismo total, las discrepancias se acentúan hasta el punto de desembocar en la violencia más cruel.

En esta tónica, el asesor político del primer ministro, Yasser Saeed Arman, exigió la extradición de las personas buscadas por haber cometido graves delitos contra la humanidad, así como una reforma integral que consiga reestructurar las estructuras de poder y el restablecimiento de los derechos que le corresponden al pueblo sudanés. 

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En este discurso, Arman reconoció “el error de las fuerzas de la libertad” y de no formar “un Consejo Legislativo” de forma correcta, institución que “representa la voz del pueblo”. Además, el asesor subrayó que la cuestión gubernamental no se resolverá “si no es por la voluntad del pueblo sudanés” quien desea “un gobierno civil que administre sus recursos”, por lo que describe la consigna de una posible disolución gubernamental como “incorrecta”.

Desde la perspectiva de las amenazas terroristas, Arman ha elogiado los esfuerzos de las fuerzas revolucionarias por haber conseguido que Estados Unidos retire a Sudán de la lista de los países que apoyan al terrorismo. En el plano económico, enalteció las reformas entre las relaciones entre Sudán y las organizaciones internacionales, lo que reflejó de manera positiva la mejora de la economía local. 

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Sudán encara así una etapa política delicada en la cual el descontento, sumado a la injerencia y la fuerte presencia de los militares en la sociedad, se abre camino ante un clima de crispación social y, sobre todo, incertidumbre. La historia de Sudán pesa sobre un gobierno de transición que trata de eliminar algo tan arraigado en los sudaneses como es la violencia en un clima que no favorece su desaparición.

El país trata de conformarse en el pacifismo dentro de un polvorín político y social que trata de defender la democracia como símbolo de la pluralidad y, en definitiva, de la libertad. 

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