Más de 700 inmigrantes se hacinan en el puerto canario de Arguineguín esperando los resultados de las pruebas PCR

La migración desborda los campos provisionales de refugiados en Canarias

AP/JAVIER BAULUZ - Una embarcación de madera utilizada por los migrantes de Marruecos se ve en la costa de la isla de Canarias el viernes 16 de octubre de 2020. Los migrantes y los solicitantes de asilo cruzan cada vez más el Océano Atlántico para llegar a las Islas Canarias, en lo que se ha convertido en una de las rutas migratorias más peligrosas hacia el territorio europeo.

La crisis del coronavirus no frena la inmigración, todavía hay muchas personas que ponen su vida en peligro para llegar a Europa sea como sea. Así se ha demostrado este fin de semana en el que más de 600 personas han llegado a las islas Canarias desde el continente africano. Esta cifra ha aumentado a lo largo del lunes con la llegada de 300 embarcaciones más que han terminado sobrepasando el puerto y el campo improvisado de Arguineguín.

Nada más llegar, a todos se les realiza una prueba PCR para detectar coronavirus antes de ser trasladados a otros lugares. La situación en el puerto canario de Arguineguín, en la localidad de Mogán, en Las Palmas, es cada vez más delicada.

Los últimos rescates han elevado a más de 800 los inmigrantes que permanecieron ayer lunes en el campamento provisional instalado en el muelle del suroeste de Gran Canaria, la cifra más alta alcanzada desde que se instalara hace más de un mes ante la falta de centros para su acogida.

Según han informado este lunes fuentes de la Delegación del Gobierno de Canarias, el Gobierno de España sigue trabajando para derivar lo antes posible a los inmigrantes a centros adecuados para su alojamiento. No obstante, han señalado que para su traslado es preciso obtener los resultados de las pruebas de PCR que se les practica a la llegada.

La continua llegada de inmigrantes en pateras, cayucos o lanchas neumáticas en las dos últimas semanas ha vuelto a saturar el campamento atendido por personal de Cruz Roja, que se encarga de su rescate y los traslada a tierra.

Ayer lunes, se elevó a más de 300 el balance provisional de inmigrantes llegados a las islas, pero durante la semana pasada 1.533 migrantes africanos llegaron a sus costas y la mayoría de ellos fueron trasladados al muelle de Arguineguín.

Canarias dispone de 3.400 plazas para la acogida de inmigrantes -todas ellas cubiertas-, según los datos facilitados por la Delegación del Gobierno.

El presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales, ha exigido que Europa y España activen una política de derivación para los migrantes, porque parece que, según dice el Morales, “Europa usa isla como cárcel para migrantes no lleguen a continente”.

El coordinador de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Canarias, donde la llegada de migrantes por mar ha aumentado en un 454% en los primeros siete meses del año según datos del Ministerio del Interior, ha explicado al diario Cantabria Liberal que desde septiembre de 2019 la tendencia en la llegada de pateras "se mantiene con una intensidad creciente".

La organización CEAR Canarias ofrece asistencia para los migrantes que llegan a las costas españolas. Los recién llegados puede solicitar asistencia jurídica para el asilo y los desplazamientos. También se ofrece un servicio social de atención primaria, se les da cobijo en los Centros de Refugiados del Vecindario y en las casas de acogida para menores extranjeros. 

Desde Médicos Sin Fronteras (MSF) han explicado que la variación en el número de pateras depende de muchos factores, desde la benevolencia del clima al hecho de que se endurezca el control en otras rutas. 

"Lo realmente triste es que las personas tengan que jugarse la vida para llegar a otro país, pagando además mucho más de lo que les costaría un billete de avión o de barco, simplemente porque no se les da permiso para comprarlo o no se les concede un visado", ha lamentado la organización humanitaria.

Desde su página web, MSF denuncia que el enfoque actual de la Unión Europea va “desde evitar los rescates en el mar hasta retener deliberadamente a las personas en campos de refugiados como el de Moria”, e invita a la UE a tomar medidas más humanas y con peso de fondo para cuidar los derechos de estas personas.

Las historias que explican por qué las personas migran y lo difícil que es el viaje

Desde CEAR han recogido infinidad de historias que explican por qué una persona termina lanzándose al mar en una lancha de plástico con pocas garantías de sobrevivir. La mejora de sus condiciones de vida a nivel social y económico es uno de los motivos, pero huir de lo que dejan atrás tiene más importancia. Y cada motivo es distinto.

Abdou es el mayor de cinco hermanos en el seno de una familia con una situación muy difícil. En este contexto, se vio obligado a tomar la decisión de emprender el viaje para intentar ayudarles. Se dijo a sí mismo que, aunque fuese muy peligroso, debía estar tranquilo y con confianza para aguantar todo lo que encontrara. Sabía a lo que se enfrentaba, un amigo suyo murió en el mar intentando llegar a Europa. Vivieron momentos de desesperación a la deriva, Abdou narra a CEAR como algunos de sus compañeros lloraban del dolor y de la desesperación.

Llegó a España desde África en patera, su travesía marítima duró dos semanas y dos días. Llegaron todos menos cinco de las personas que viajaban con él, que murieron por “sufrimiento, por no tener comida suficiente, por no beber, por frío o por enfermar durante el viaje”. Tuvo que compartir la comida que tenía, aunque era muy escasa y sabía que no sería suficiente para todo el viaje.

Abdou no recomienda a sus amigos hacer este viaje nunca, explica que es mejor quedarse en África e intentar hacer cosas allí, pero entiende la situación de aquellos que siguen viniendo ya que, expone, no tienen otra opción.

migrantes gran canaria

Ibrahim llegó a Europa en cayuco, en un viaje que duró dos semanas. “Dos semanas en la misma posición, viendo solo agua, pasando frío y hambre”. Viajaban más de 80 personas en una embarcación pequeña, en las que los gritos y los delirios eran constantes. “El mar a mí me suena a peligro, peligro total” relata Ibrahim.

Este superviviente explica que con algo de suerte te encuentra la Policía y te llevan a un centro, si no, estás perdido.

Ibrahim asegura que si tu familia no tiene dinero para pagarte un visado y un billete de avión, la vía para salir son los cayucos: “Hoy día si no tienes nada no eres nadie y eso motiva a los jóvenes a huir”. Cuenta que todos lo hacen buscando una vida mejor aunque no saben si la van a conseguir.

Ousmane cuenta que todo el trayecto, desde el principio hasta el final, “es un camino lleno de peligros, sorpresas, dolor y remordimiento”. Remordimiento por la dificultad del viaje y por no saber si se va a llegar o no, asegura que conseguirlo es “cuestión de suerte, no de ser valiente”.

Explica que hay barcos que se pierden en medio del viaje, que se puede acabar la comida y la gasolina, y al final todas las personas que intentaban llegar a Europa a bordo de esos barcos no consiguen sobrevivir.

“El mar es algo muy complejo con sonidos, ruidos y gritos que dan miedo, es diferente al sonido de la playa”. Ousmane explica cómo la gente va contrayendo enfermedades durante el viaje, vio cómo a un amigo tuvieron que amputarle una pierna al llegar a tierra y a otro su brazo. Relata que presenció cosas que nunca imaginó que podrían pasar, “no quiero ni si quiera recordar nada de esto porque son cosas que, solo por recordarlas, te vuelven loco».